31 de enero de 2005

LOS PAYASOS DE LAS BOFETADAS

La última jornada de Liga de fútbol nos deparó una jornada gloriosa en cuanto a errores arbitrales. Eso es lo que cuentan las crónicas y los programas deportivos, sean de radio o de televisión. Todos contra los árbitros. Se ve que aquí los únicos que meten la pata son estos tíos vestidos antes de negro y ahora de lo que les sale del pito.

Los jugadores nunca se equivocan. Y mira que son malos. Y mira que fallan goles cantados. Y mira que pegan patadas a los rivales porque llegan tarde al encuentro del balón. Y mira que mienten para hacer que pique el árbitro. Pero no pasa nada: “tuvimos mala suerte”, “cosas del furbo”, “otra vez será”….

Tampoco se equivocan mucho los entrenadores, que siempre aciertan con la táctica justa, dando ejemplo de ecuanimidad y autocontrol. ¿Y qué decir de las directivas de los clubes? Sacrificadas ellas, que hasta ponen sus dineros en el invento por “amor al arte”. Y los aficionados no digamos: como ellos pagan, siempre aciertan. Qué pocos ven correcto el penalti pitado a su equipo, la patada de un defensa rival les parece de juzgado de guardia, pero si el carnicero es Pocholete, nuestro crak, entonces es que el rival es un quejica. Por supuesto, la prensa tampoco se equivoca. Nunca se inventa las noticias, nunca las exagera, nunca miente en sus apreciaciones, etc.

Aquí los únicos que meten la pata, la gamba y hasta el percebe son esos señores del pito que no saben lo que llevan en la entrepierna: no tienen criterio unificado, siempre pitan a favor de los equipos grandes, no pagan sus errores, son unos incompetentes… Eso sí, nadie les ayuda (ni la prensa, ni los jugadores ni los aficionados) a realizar mejor su labor. Y los dirigentes deportivos no buscan estrategias o tecnologías que pudieran complementar las decisiones en los casos dudosos o presuntamente conflictivos. ¡Que arbitren a pelo! Si los designa un ordenador, malo. Si lo hace el propio estamento arbitral, peor. Si los elige la Federación, horrible. ¿Y si probáramos a jugar los partidos sin árbitros? Total, la gente del fútbol, tan ecuánime y equilibrada, tan sincera y deportiva, se pondría de acuerdo fácilmente en cada jugada. ¡Así juegan los chavales en los colegios, sin árbitro, y no corre la sangre!

Más seamos serios. Hace falta en este mundo del espectáculo y la pachanga un chivo expiatorio, un payaso que reciba todas las bofetadas: el árbitro. En un entorno donde se mueven miles de millones, los de la élite cobran 1.200 euros por pitar un partido. ¡Encima salen baratos! Claro que les está bien empleado: por masoquistas. Con lo fácil que sería que alguna vez hiciesen una huelga de pito. Total, si lo suyo es tan fácil que arbitre el presidente del Español o Schuster, o Curro Torres o Juanito, jugadores del Valencia y del Sevilla, algunos de los mendas que han ladrado contra ellos este fin de semana. Menos criticar y más dar soluciones viables y positivas. Y si no, que arbitre Rita la Cantaora.

28 de enero de 2005

EL TENIS DEL ABUELO


Lo que cambia la gente...

El tenis ya no es lo que era, jolín. Ya sé que soy viejo, chaval, pero aún recuerdo cuando ibas a ver un partido de tenis y te ponías la chistera, el bombín y los zapatos de charol. Llegabas a la pista, sacabas el pañuelo para ponerlo en el asiento y dejabas reposar en tan pulcro sitio tu culito rechoncho para disfrutar, como un gentleman, de un bello partido disputado al tiempo que hiciera falta por dos caballeros de la raqueta, espigados, vestidos de punta en blanco, amables y educados, que reverenciaban con un saludo al árbitro de turno y al público presente con los deseos de que el acontecimiento que allí se iba a celebrar fuese del agrado de todos.

Qué tiempos tan lejanos que ya no volverán. Sentado en tu asiento, nunca se te ocurriría ponerte a comer como un cerdito mientras que allí abajo, aquellos dos esforzados caballeros de blanco impoluto, se batían de bella manera desplegando todo un altísimo repertorio de golpes maestros. Hacían con la bola lo que les salía de la raqueta. Qué quietud, qué tranquilidad. El personal calladito para no molestar a los jugadores, aplaudiendo a ambos, sin discriminación por edad o procedencia. Sólo mi cuello viajando de izquierda a derecha, de derecha a izquierda… hasta que la pelota en juego dictaba su veredicto: punto a favor de Fulanico. Y si la cosa estaba dudosa y no se sabía muy bien si la bola había entrado o no, se ponían de acuerdo los jugadores (te cedo el punto, que no que te lo cedo yo…) pues hoy por ti y mañana por mí.

Desde hace años ya no voy a las canchas de juego. Demasiado ruido. Es que soy viejo, chaval, y eso que estoy medio sordo. Cuando no los churretes de la hamburguesa del vecino (¿el tío a qué viene al tenis: a comer o a comer?) que te salpican al pantalón de Armani; cuando la bronca del irrespetable hacia el jugador extranjero; o los gestos obscenos del jugador hacia el árbitro, al que llama tontodelculo porque él es multimillonario y el tipo ese subido a la escalera un muerto de hambre. Y esas vestimentas, que parece que los jugadores sean modelos de pasarela. Y si es las mujeres, no digamos. Y esos gritos, que no sabe uno si es que a alguna la están matando o follando. En fin, que esto del tenis ha perdido muchos enteros desde que se fueron mis años mozos.

Si ya, en muchos partidos, ni juegan. Pumba, servicio que va y tanto que te crió a 200 por hora. Pumba, otro punto sin rascar bola. Si eso es tenis que vengan Santana y Newcombe, y Rod Laver y tantos mágicos jugadores y que lo vean. Lo de ahora es tirar pedradas o zurriagazos. ¡Si algunos niñatos de la raqueta no saben hacer ni una dejada! Eso sí, gestitos, aspavientos… toda la gama. Y tanta tecnificación, que los tíos y tías parecen robots, que se tiran más horas en el avión que en las pistas, que hasta algunos se aplican terapia de ondas para reducir errores técnicos. Y lo del doping, ¿qué? Si es que antes a lo más que se atrevían era a beberse una cerveza antes del partido y ahora no salen de la creatina cuando entran en la efedrina.

En fin, chaval, que ya estoy viejo para estas cosas tan modernas. Que he visto tan buen tenis en mi larga vida que lo de ahora (salvo algún que otro partidillo) me aburre. Que prefiero verlo a ratos por la tele antes que aguantar en directo a miles y miles de gritones, incluidos los que juegan. Compréndeme chaval, soy de otros tiempos y de otra historia. Ya estoy demasiado viejo para comprender ciertas cosas. Cualquier día me llega la bola de partido y me voy a hacer puñetas por 6-0, 6-0 y 6-0. Pero, mejorando lo presente, que me quiten lo bailao, jolín.

26 de enero de 2005

FUTBOLISTAS A LA ESCUELA

De todos los deportistas, generalizando y caricaturizando, los que le dan patadas al balón y tienen prohibido cogerlo con las manos (excepto el portero), son los más torpes con el micro en la boca. No sé porqué extrañas razones, a todas horas tienen un micrófono delante de la mandíbula para que expresen su visión de la vida, sus sentimientos y emociones. Más las pocas cosas que salen de su boquita de piñón, aparte algún que otro salivazo (que no se muestra en pantalla porque el horario de difusión es la hora de la comida y causaría mal efecto en el televidente), son simplezas y leladas que ya firmaría un niño de cinco años. ¿Cómo es posible que estos genios de los pies –aunque frecuentemente no rascan ni bola- tengan una parte corporal superior tan poco desarrollada? ¿Será cosa de tantos golpes como sufren sus cabezas con el dichoso balón?

Oye uno a un deportista cualquiera y aseguro que sin conocerlo de nada, en dos segundos adivino cual se dedica al arte del fútboleo: el que peor habla, el que dice más bobadas, el que parece que acaba de salir de un estado catatónico o amnésico. Y digo yo que esto debería tener algo de arreglo, ¿no? Con lo que ganan de dinerín estos tipos es para exigirles que la elegancia en el pase al círculo central venga correspondida con un saber estar y decir ante un micro. Y si no, que no se los enchufen a todas horas, pardiez. Claro que hay una solución salomónica. No sé como los clubs más señeros no les ponen varios profesores tres o cuatro días a la semana para que aprendan algo de dicción, gramática, vocabulario, un poco de cultura general y una pizca de oratoria y dialéctica.

Los futbolistas son escaparate público en los partidos y fuera de ellos y millones de personas, bastantes de ellas chavales, beben en sus carnes. Son, en cierta manera, espejos públicos en los que se miran y a los que imitan muchísimos prójimos. Y cuanto más bello y menos palurdo sea el espejo, más fácil será que sus imitadores alcancen mayores niveles de calidad para así poder lograr el certificado AENOR. Lo único que sé es que cada vez veo por la calle más gente, de todas las edades, que va escupiendo al suelo con total indiferencia a la estética y a la limpieza. Un ejemplo reflejo de las costumbres de sus héroes peloteros favoritos, que siempre están en el partido salivazo va, salivazo viene, aunque sean conscientes de que los están viendo millones de personas.

Así que menos escupitajos y menos “é un partío mú difisil pero tó pué pasá pué el furgo é así”. Florentino, da ejemplo y pon a trabajar en la escuela a tus galácticos muchachos. Como aquí todo se imita, otros te seguirán y quién sabe si en un futuro cercano todo lo que no ha conseguido la Logse lo alcanza el niño Torres, el patachula del Raúl o el perla del Ronaldiño.

24 de enero de 2005

PERIODISTAS FOROFOS

Hubo un tiempo, en la prehistoria de la radio y la televisión, en que los locutores deportivos que radiaban los encuentros o los comentaban procuraban ser lo más objetivos posibles, de manera que nadie notase sus simpatías por éste u otro equipo. ¿Alguien puede decir de qué equipo era Matías Prats? Pero todo eso se perdió y ahora no tienen el más leve escrúpulo en mostrar su predilección por unos colores determinados, convirtiendo sus opiniones y reseñas en puro chauvinismo y forofismo. Así que para dejarlos en el más absoluto de los ridículos aquí va una ligerísima parodia de estos periodistas tan poco equilibrados.

-¡Salta al campo nuestro gran equipazo! ¡A continuación se ve que llega el equipo forasterucho!

-Alfonsón, nuestro delanterón centrón, coge la pelota, se la envaina, corre que se las pela, da un gran pase a Pepón, el galáctico, y éste envía un maravilloso disparo… a la tribuna, aunque pasó rozando la portería enemiga.

-El equipucho contrario contrataca. Es un ataque sin importancia, fruto de la mala suerte de nuestro genial medio campo. El delanterillo centro visitante se lleva a trancas y barrancas la pelotita, regatea a varios de nuestros grandísimos defensas y dispara con su piernecita izquierda un tirote que… entra en nuestra portería rozando el poste de puro milagro. ¡Bah!, ha sido un golucho de poca monta.

-Ataca de nuevo el portento de nuestro equipón. La lleva Juanón, pasa a Tintón, este resbala pero tiene la culpa el jugadorcito rival que no le sujetó a tiempo. El arbitrucho, que está compinchado con el equipito rival, pita falta a favor de los nuestros. La saca Juanón y pega un zurdazo que sale…por la línea del corner. ¡Mala suerte ha tenido nuestro crack!

-Coge un rebote el delanterín centrucho del equipo oponente, cuyo nombre desconocemos, se cruza todo el campo regateando a nuestros jugadorazos, se planta delante de nuestro sideral guardameta, también le regatea…. y mete un golito sin importancia. Yo creo que ha sido penalti del jugador rival.

-Y ahora corre como una liebre nuestro extremazo izquierdón, empuja al defensa pero el árbitro no pita nada porque está distraído mirando un caracol que se pasea también por la banda. Sigue Juanón, pasa a Macarrón, ¡este dispara a puerta, la pelota da en el culo de un rival, gira en un radio de 89 grados centígrados y Alfonsón la mete con la mano en la portería rival! ¡¡¡GOOOOOOOOOL!!! ¡Señores, qué golazo, genial de ejecución, de inteligencia y de intuición futbolera!

-Acaba el partidazo jugado por nuestro estratosférico equipo contra el equipillo rival con el resultado de dos goluchos de éste por un gran golazo de nuestro soberbio equipo. Ha habido mala suerte con el resultado porque nuestros muchachotes se han batido el cobre como unos soberbios gladiadores frente a unos oponentes flacuchos y desgarbados que han metido dos goles porque se les aparecieron todos los santos juntos. ¡Así cualquiera!

21 de enero de 2005

¡VIVA LA COPA!



¿Alguien se imagina la emoción de una carrera donde compitieran a un tiempo una bicicleta, un patinete, un autobús, un Seat Toledo y un Ferrari? ¿Quién pagaría por ver semejante engendro torticero, donde de antemano se sabe que –salvo accidente o fuerza mayor- el Ferrari se quedará primero, seguido del Seat, el autobús, el camión, la bicicleta y el patinete? Para que haya sana competición, y emoción, y lucha, y esas cosas tan típicas del deporte, debería existir cierta igualdad presupuestaria y de fuerzas entre todos los participantes. Pero eso no suele ocurrir.

Se podrían poner cortapisas y argucias para que en el puesto de salida se cumplan ciertos protocolos de igualdad. Pues tampoco. Así que ahí tenemos una Liga española de fútbol donde al mismo tiempo, y con idénticas reglas, juegan dos Ferraris (el Madrid y el Barcelona), un Seat Toledo (el Valencia), un autobús y un camión (el Deportivo y el At. Madrid) mientras los demás van en patinete o bicicleta. Salvo gran metedura de pata, ya se sabe quienes estarán en los primeros puestos al final de la carrera. Algún año la cosa falla pero es que hasta la mecánica más perfecta tiene sus averías. Emoción la justa.

Pero no importa que la competición esté tan adulterada en origen. Mucho personal disfruta como cien mil cosacos viendo como el gigante se merienda al enano, como los peces gordos se comen a los chicos y no dejan de ellos ni las raspas. Cierto que en ocasiones (algunas jornadas) hay sorpresas, pero en el cómputo final –que es lo que importa y cuenta a la hora de los trofeos y los campeonatos- siempre están en el podio los mismos. Menuda emoción. Menudo engaño. Menudo timo.

Por eso a la mayoría del personal le gusta ser del Real Madrid o del Barcelona, aunque vivan en la Conchinchina. Para tener siempre opciones de ganar. Para sentirse alguien. Para disfrutar aunque sea en club ajeno. Mientras, los pequeños malviven gracias a los mendrugos que caen en sus boquitas gracias al roce esporádico con los que cortan el bacalao. Mejor ser cabeza de ratón que cola de pescado, dicen. Como en la vida misma.

Acostumbrados a la adulteración de la competición por estas aplastantes desigualdades entre los participantes, nadie presta atención en España a ese torneo fantástico llamado Copa del Rey, donde las cosas se deciden en un solo partido o en dos. Donde la carrera es tan corta que a veces a la bicicleta le da tiempo de tomar un atajo en el circuito para sacar ventaja definitiva a los tíos del Ferrari –tan presuntuosos como siempre- que están borrachos de autoestima tomándose una cerveza en los boxes. Por la fuerza de la costumbre de años y años, en España apenas gusta la emoción nacida de la igualdad. Lo bueno y guay es la victoria basada en la superioridad aplastante de las fuerzas propias contra las insignificantes ajenas. Es por eso que en la Copa los equipos “grandes”, con el cangüelo de quedar eliminados en sólo 90 ó 180 minutos, caen como chinches. Cuando no es el Santa Coloma de Gramanet es el Valladolid quienes sacan los pies del plato. Equipuchos a los que les sale un buen día de corrida y empitonan al distraído y vanidoso torero galáctico o barretinero, mandándolo a freír espárragos en la cocina del más absoluto de los ridículos.

En estas ocasiones es cuando Juan Puñetas disfruta como un enano. Cuando los “grandes” muerden el polvo. No por la fortaleza de los clubes “pequeños” sino por sus propios errores, vanidades, prepotencias y fullerías. Anda y que les den, aunque sólo sea de higos a brevas.

19 de enero de 2005

ESTA CASA ES UNA RUINA

A primeros de enero me desayunaba con el siguiente titular periodístico: “Los clubs de primera división del fútbol español han gastado en 5 años 1.525 millones en fichajes”. Y con ese derroche de poca imaginación y mucha pasta, las cuentas van claras: casi todos están endeudados hasta las orejas. Y aunque, tras verle las ídem al lobito, los clubes han moderado el gasto, la deuda sigue siendo alta: de los 1.625 millones en el 2002 han pasado a los 1.200 actuales. El Barcelona es el campeón con 220,3 millones de €, seguido del Deportivo de la Coruña con 162 millones y el Valencia con 180 millones. Sólo tres equipos no tienen deuda: el Real Madrid, el Villarreal y el Getafe.

Los dirigentes, ante esta calamidad fruto de su larga irresponsabilidad y poca solvencia cerebro-económica, piden lo de siempre: que papá Estado les ayude a sanear las cuentas. Por la cara. Que les reduzcan el IVA de las entradas (del 16 al 7 %), como si ver un partido de fútbol fuese del mismo interés y necesidad social que comprar una barra de pan o un kilo de patatas. Que les den más dinero de las quinielas…. Por pedir que no quede.

Deben dinero a Hacienda, pero sólo cinco equipos están embargados judicialmente, aunque ninguno de primera división. Ya se han chupado los ingresos que –por adelantado- recibieron en muchos casos por los derechos televisivos. Así que la casa amenaza ruina, pero ellos siguen lanzadísimos. Ahora pretendiendo incorporar las últimas tecnologías…financieras: recalificar los terrenos donde se ubica el estadio, construcción de centros comerciales y multicines y cualesquiera operaciones inmobiliarias de trapicheo y mangoneo. ¡Viva el deporte y olé!

Algunos, como el Real Madrid, ya lograron dar el pelotazo urbanístico, con la recalificación de su Ciudad Deportiva. Gracias a eso no tiene deudas, aunque cuando se coman la pasta ganada, mucho me temo que volverá a las andadas. No extraña por eso que muchos quieran seguir su ejemplo y lo consigan: por ejemplo, el Valencia, uno de los últimos en lograrse el apaño con el Ayuntamiento de la ciudad. ¿Sorprenderá ahora que cada vez haya más presidentes de clubes vinculados al negocio inmobiliario y de la construcción?

Eso sí: los precios de los abonos y de los partidos, por las nubes, aunque el personal poco protesta. Los jugadores y directivos viviendo a todo tren. Y la cuenta corriente de los equipos en la más flaca de las miserias. Ya hubo un plan de saneamiento en los años 80 y en los 90 una conversión a Sociedades Anónimas para intentar paliar tanta sangría. Pero los que se dedican a este mundo de la pelota parece que tienen poco propósito de enmienda y nula capacidad de aprendizaje, aunque sea a costa de batacazos. Cualquier día vemos al presidente del Barça, del Deportivo o del Málaga pidiendo limosna en la puerta del Corte Inglés. “Una ayudita para el equipo de la ciudad, plis”. Mi corte de mangas será entonces digno del Guinnes.

17 de enero de 2005

PARA VIEJOS



Los tiempos adelantan que es una barbaridad. Las nuevas generaciones apenas suelen tener que ver con las anteriores. La tecnología lo invade todo. Incluso las escuelas ya no se parecen en nada a las de hace 30 años, excepto en que todavía pervive en muchas de ellas la tiza y la pizarra. Sólo hay algo inmutable, único, eterno: el fútbol.

Si quitamos todo el montaje escénico, económico y viajero del fútbol actual, veremos que el juego –como tal- apenas ha evolucionado desde que hace la tira de años a unos masoquistas ingleses se les ocurrió pegarse patadas jugando con un balón en vez de jugar a policías y ladrones.

Salvo por algunas pequeñas reglas (como las tres sustituciones) casi todo lo demás continúa tal como si no hubieran pasado los años. Sí, ya sé que hoy día los jugadores pegan las patadas a los rivales más certeramente y eficamente (véase la gracieta de Figo al maño César Jiménez en el último partido Real Madrid-Zaragoza: ocho meses de convalecencia). Sí, ya sé que hasta el autista más oculto del planeta sabe quien es Ronaldinho o Beckham. O que los grandes clubes del mundo mueven más millones que algunos países del segundo y tercer mundo. Pero si vamos a la esencia del fútbol y a sus reglas, la cosa sigue decimonónica.

Muchos partidos aburren hasta a las ovejas. A veces meter un gol es una proeza superior a volar hacia la Luna en barco. Los jugadores, por no saber, no se saben ni las reglas del juego que practican (como les ocurrió hace ocho días a los del Sevilla). Y los árbitros… Corramos un tupido velo. Ya no van de negro pero por muchos colorines que algunos se pongan, siguen fallando en sus apreciaciones más que una escopeta de chocolate.

¿Tan difícil es introducir normas que aviven el juego, que se traduzcan en más posibilidades de gol o en más goles? ¿Tan difícil, en estos tiempos de superabundancia tecnológica, es conseguir que los árbitros puedan ser ayudados a cometer menos errores? En una pista de baloncesto hay tres árbitros y un chorro de jueces. En un campo de fútbol, muchísimo más grande, sólo arbitra un señor, dos actúan de pasmarotes y veintidós jugadores van a ver quien engaña mejor al tío del pito. El pito. A estas alturas de la película y todavía siguen con el pito en la boca. Y el fuera de juego, que ni un águila real (y mira que tiene una vista impresionante) sería capaz de discernir en ocasiones. Y el penalti, una jugada decisiva que se señala de higo a brevas, según el balance testicular del árbitrillo o arbitrazo (el primero lo señala en contra, el segundo a favor).

En fin, que los espectadores de los partidos de fútbol deberían acudir a los estadios vestidos con trajes de época para hacer honor a la añosidad de un juego-deporte que ya ni es juego ni deporte sino simplemente una máquina de hacer y despilfarrar millones. Pero esa es otra historia que contaremos el próximo día.

14 de enero de 2005

MENOS PICO Y MÁS PALA

Hablaba en un comentario anterior sobre la manía de muchos deportistas y dirigentes de abrir la boca antes de tiempo o de hacerlo para emitir sonidos guturales más cercanos a la llamada de la selva que del campo de juego.

No comprendo como gente tan poco dotada para la gramática, la dialéctica y los juegos lingüísticos, está a todas horas largando delante de los micros y de los bolígrafos de los periodistas. Alá no la ha llamado para la oratoria y la concordancia entre sujeto-predicado sino para que trabajen, se entrenen y consigan éxitos históricos en los coliseos deportivos.

Pero no aprenden, la tentación es mucha y la vanidad infinita. La ventaja es que con sus frases deslumbrantes el espectador o aficionado algo crítico y con sentido del humor se puede divertir un rato largo, que es a lo que me dediqué un poco en las épocas navideñas, cuando estuve unos días tirado a la bartola. (Más o menos lo que hacen muchos de estos bocazas). Veamos algunos ejemplillos:

* Casillas, portero del Real Madrid: “Iremos a Cibeles a final de temporada”. Sí, ¿pero a celebrar un éxito deportivo o a refrescaros la cara en la fuente?
* Virginia Ruano, tenista, mejor deportista nacional femenina: “En la panadería del barrio, mi cara ni les suena”. Consuélate pensando que tampoco les suena la cara del Premio Nóbel de Medicina y es gente más importante y necesaria que tú.
* García Remón: “No me considero un entrenador de transición”. Lo dijo el 28 de diciembre. Dos días después era cesado como entrenador del Real Madrid.
* Luis Aragonés, seleccionador español de fútbol, criticado por sus manifestaciones racistas en un entrenamiento: “Lo único que hice fue motivar al gitano diciéndole que era mejor que el negro”. Luis no es racista. Eso lo sabemos todos. Pero, ¿quién fue el gracioso –o el subnormal- que hace muchos años le apodó “el Sabio de Hortaleza”?
* Enrique Cerezo, presidente del At. De Madrid, en relación a la venta del estadio Calderón: “El que diga que no hay transparencia, que vaya a Ulloa Ópticos”. O sea, donde él encarga sus gafas.
* Partido de baloncesto Caja San Fernando-Estudiantes: “Estudiantes le dio la vuelta al partido tras la expulsión de su entrenador, quien dijo a los árbitros: Yo me voy a casa, no aguanto más, me estáis buscando y esto es una vergüenza”. Lo que es una vergüenza es que sus jugadores jueguen mejor cuando él no está sentado en el banquillo.

Lo dicho: menos darle al pico y más currar con la pala.

12 de enero de 2005

EL CIRCO DEL DAKAR



El Rally Dakar 2005 (perdón, Barcelona-Dakar, que si no me matan los nacionalistas catalanes) está cubriéndose de gloria. O mejor dicho: de mierda.

No me gusta emplear palabras perfumadas pero después de dos muertos en los últimos días, del abandono de un considerable número de pilotos, del elevado número de accidentes y del casi inhumano cansancio que arrastran los supervivientes, los eufemismos sobran.

El Dakar es un circo. Estando en Barcelona en los días de su salida, pude comprobarlo in situ y en directo. El problema es que trasladar el circo a unos territorios tan inhóspitos como los africanos, donde los nativos se mueven entre la pobreza extrema y la mera subsistencia, lo convierte encima en una obscenidad insultante.

-¡Ya llega el circo! –piensa más de un africano, mascullando entre dientes. ¡Con fieras, locos cacharros y la mejor música del momento! ¡Broooooom, broooommm!

Ver a cientos de tíos disfrazados hasta las orejas y moviéndose a velocidades siderales por aquellos andurriales mientras les miran atónitos los escuálidos africanos, con sus desnudeces crónicas y su impasibilidad histórica, es un espectáculo que debería ser calificado XXX. Yo quisiera ver cómo dejan estos niñatos del Dakar (aunque más de uno ya peina canas) el paisaje desértico, las “calles” y “ciudades” por donde pasan volando. Dónde quedará tanta basura, tanta tonelada de petróleo despilfarrada y tanta cobertura altamente tecnológica. ¿Le puede extrañar a alguien que haya lugares donde los nativos en vez de aplaudir sus numeritos circenses-motorísticos, se dediquen a apedrear a todo el que pasa por allí?

En 27 años de prueba, ya lleva el Dakar casi cincuenta muertos. Que esa es otra. El personal motorizado pierde el culo y las tetas por participar en una prueba donde lleva un billete de lotería para irse al otro barrio, donde acaba hecho puré y donde –encima- tiene que pagar por participar en el invento. Esto ya supera el masoquismo.

Pues nada, majetes. A seguir dakareando hasta que la espicheis al bajar de una duna o al chocar contra una palmera. La idiocia no tiene límites ni fronteras, pero unida a la obscenidad eso sólo se da en un único evento deportivo: el rally Dakar. Perdón, este año, Barcelona-Dákar.

10 de enero de 2005

BOCAZAS

Llámase bocazas al que habla más de lo discreto, al que tiene la lengua muy larga para presumir pero muy corta para desdecirse. El bocazas como está más guapo es calladito y en la cama o delante del televisor, pero a muchos les encanta el deporte. Incluso lo practican.

El mundo de los deportistas está lleno de bocazas. Y el del fútbol se lleva la palma, la pierna y hasta la rabadilla del culo. Pongamos algunos recientes ejemplillos para ejemplificar el asunto.

Durante todas las Navidades hemos estado oyendo a infinidad de bocazas. Para Laporta, presidente del Barcelona, la Liga está chupada y la Champion merendada. Eso que el invento no ha hecho más que empezar. ¡Sólo le faltó decir que los culés también ganarán la UEFA y la Copa de América, pese a no jugarlas!

En la acera capitalista de enfrente, el Real Madrid, bastó que ganaran un minipartido aplazado de 6 minutos para olvidarse de cómo vienen arrastrándose por todas las competiciones desde que empezó el curso futbolístico. “Ganaremos todos los títulos” – manifestaron en el vestuario los jugadores. La cosa tiene mérito porque no habían probado ni una gota de alcohol.

Pero es en los grandes eventos cuando el personal pierde la boca y se desboca. Con ocasión del derbi At.Madrid-Real Madrid de ayer, los atléticos no quisieron ser menos y aprovechando que las teleles y arradios les pusieron tropecientos mil micros y cámaras en los hocicos, se hincharon… No a goles (al final perdieron por 0-3) sino de cantar machadas. Empezó la guasa el Pato Sosa, quien además de poner a caer de un burro a los cojitrancos galácticos realmadrileños, soltó perlas como estas: “Tenemos que ganar como sea”. “Saldré con el cuchillo entre los dientes”. ¿Este hombre es futbolista o carnicero? Después, cuando llegó el partido, estuvo más blandengue que un chicle y más ceporrón que un alcaparrón. Le siguió Salva, delantero centro: “Tengo mucha seguridad de que vamos a ganar el derbi”. Lo tuyo, machote, ni es meter goles ni adivinar el porvenir. Menos mal que sabes pilotar aviones, que si no menudo futuro te esperaría. El niño Torres (que cada vez tiene cara de abuelo resabiado) fue más comedido ahorrándose el sonrojo de después del partido, donde falló más que una escopeta de perdigones. Y para que todo el club estuviera representado en la bocacería insensata, su presidente –habitualmente comedido- presumió de victoria previsible pues “el Atletic es mejor y juega en casa, donde no nos gana nadie”. Si esta cereza, Sr. Cerezo, estaba pocha, no digamos la siguiente: “Lo mismo no pasamos ni apuros”. Aunque a tenor del partido, en que el Madrid disparó tres veces a puerta en los noventa minutos y marcó tres goles, ¡quizás no le faltase razón!

En fin, que mejor estarse calladito antes del partido no vaya a ser que luego llegue un Ronaldo y con la pata chula nos deje con el culo y la boca al aire. En boca cerrada no entran moscas, dice un sabio refrán. Algunos no la cierran ni aunque les metan tres goles en propio campo. Ferrando, entrenador del Atletico, en rueda de prensa tras el partido: “Esto pasa porque tienen 40 kilos más de presupuesto”. Tras esta bocanada de aire fresco, fuese y no hubo nada. Ni una triste risa, oyes.

Un consejo a tanto bocazas futbolero: Menos darle al pico y más a la pala.

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).