¿Y TÚ ME PREGUNTAS LO QUE ES DEPORTE? ¡DEPORTE ERES TÚ!
El martes pasado tenía la ocurrencia de escribir unas cuantas letrajas a partir de una conversación con un amigo, "quien es de los que piensa que sólo es deporte lo que admite competición, enfrentamiento entre varios o realización de actividades extremas”. Para el susodicho la práctica del yoga, pilates, Tai chi u otras formas de actividad física son poco menos que chorradas. A ello le respondía el Puñetas que “el ejercicio físico que cultiva a un tiempo el cuerpo y la mente y lo hace de manera suave, armónica y relajada también es deporte”. Mi reflexión fue comentada por dos fieles amigos de esta santa casa, completándola y abriéndola en canal. Para los que dicen saber de esto (gente académica, profesional y tal) sólo es deporte aquel juego, con carga física, que se universaliza y se establece en una competición.
¿Estaremos confundidos algunos y, más torpes que un cerrojo, no distinguimos el vulgar ejercicio físico de la actividad reglamentada, competitiva y espectacular que se nos vende como “deporte”? Como uno no se fía del lenguaje, que no sólo no es neutral si no que –a veces- modela la realidad y hasta el pensamiento, vamos a comernos un poco el coco con este tema para dejarlo medianamente digerido, con permiso del resto de comensales.
Yerran quienes definen la competición como “lucha”, “pelea” o “juego” entre al menos dos humanoides vestidos con camisetas o dos grupos de individuos equipados bajo el mismo escudo. La competición también se da aunque sólo haya un jugador. Para ello se precisa que éste compita consigo mismo, establezca un plan de entrenamiento y actividad, se fije unos objetivos iniciales y consecutivos, evalúe su rendimiento y fruto de todo ello mejore finalmente en sus aptitudes físicas y mentales. Este tipo de competición me parece a mí que es la saludable y verigüel, no como algunas que yo me sé. Naturalmente que si la práctica física se realiza sin control, sin objetivos, sin periodicidad y hasta con una copichuela en la mano, estaremos ante un simple divertimento, sea de yoga, ajedrez, futbito o tenis. Una actividad descargadora de energía física no es por sí misma una actividad deportiva si no va acompañada por una metodología de entrenamiento y ejercicio, con sus objetivos, pautas de seguimiento y evaluación. Entre otras cosas, para poder ir comprobando que uno se está superando a sí mismo con dicha práctica, es decir, que el menda es cada vez más competitivo (tiene más nivel de competencia) en el ámbito físico-mental trabajado. Con estas condiciones, por ejemplo, practicar yoga es hacer deporte. Creo que la cosa está meridianamente clara, aunque uno pueda ser muy torpe explicándola.
Pero quiero ir más allá, sembrando la polémica y que brote la hierba que quiera. Afirmo, y me quedo tan pancho, que “si la práctica deportiva no favorece la salud, entonces huelga, sobra, es nefasta, no cumple para lo que está pensada”. El deporte tiene entre sus componentes esenciales la mejora del cuerpo del individuo que lo practica. O sea, de su salud. Así se ha entendido siempre menos hoy en día, en que sólo consiste en el medio de ganar dinero enfrentándose a unos oponentes del mismo calibre. Es el marco de lo profesional, lo “competitivo”, el fenómeno de masas en que se ha convertido actualmente la especialización de la actividad física, aireada en los grandes estadios, vitoreada por miles o millones de espectadores zangolotinos y convertida en un mercadillo de gladiadores donde ya no interesa la salud de los unos y los otros si no el triunfo, la sangre, las lágrimas, las banderas y la pasta. Un pobre espectáculo aunque lo vistan de seda.
Dicho en roman paladino: lo que hoy se suele llamar “deporte” ya no tiene casi nada que ver con lo que tradicionalmente así ha sido considerado (vean de nuevo la peli “Carros de fuego”, por ejemplo), por lo que hoy día lo menos “deportivo” y menos “saludable” es el “deporte” que nos venden por tierra, mar y aire. Ahora es otra cosa, un circo, un numerito de saltimbanquis, una secuencia popeyesca (de Popeye, el marino, soy), pero ¿deporte? ¡A otro oso con ese madroño!
¿Pero como van a ser deporte unas prácticas físicas absolutamente superlativas e intensas como el ciclismo profesional, el fútbol del Barça, el baloncesto de la NBA y la ACB, el balonmano actual, etc, en que los tipos que las realizan son sobre-explotados físicamente, visitan el quirófano más que el frigorífico, andan lesionados cada dos por tres y acaban su vida “deportiva” listos para la tienda de los despojos? “Un estudio reciente confirma que la mayoría de los atletas con alteraciones en el ritmo cardiaco tiene disfunción ventricular. Señala como posible culpable a la actividad larga e intensa”. (El Mundo, 27 de enero). “Los médicos calculan que un pivote o un lateral de balonmano puede recibir cerca de 300 golpes por encuentro en un torneo como el actual Campeonato del Mundo”. En diez partidos, necesarios para llegar a las semifinales, dichos jugadores habrán recibido más de 30.000 impactos en sus articulaciones. ¿Y a esta barbaridad la calificamos de “deporte”?
-A ver, Pepito, déme su curriculum deportivo y su historial de lesiones.
Jugadores con más de 60 u 80 partidos al año a sus lomos. Con más kilómetros recorridos que la maleta de El Fugitivo. Con más estrés encima que una perdiz coja perseguida por una jauría de cazadores. Si eso es vida, si eso es placer, si eso es equilibrio, si eso es salud, yo soy Cervantes.
Así que, acabamos de darle la vuelta a la tortilla y nos quedamos tan panchos. Deporte es, por ejemplo, lo de mi cincuentón profe de yoga, que a su edad tiene una columna vertebral y músculos más flexibles, fuertes y resistentes que una goma elástica, mientras que lo que hacen el gordito Ronaldo, el amigo Gasol o el camarada Nadal es un puro disparate corporal y psíquico. Eso sí, mi profe es un bicho raro sin un duro en la talega mientras mis queridos monstruos tienen la cartera repleta y a todo el mundo babeándoles. Yo preferiría ser el primero. ¿Y vuesas mercedes?
PD INFORMATIVO: “El esfuerzo cardiaco de un músico en un concierto es igual al de un deportista de élite. Una tesis doctoral demuestra que las pulsaciones de un instrumentista clásico son equiparables a las de un futbolista o un ciclista. (…). La media de pulsaciones se eleva a 136 durante un concierto (lo normal es entre 60 y 80), pero puede llegar en algún momento a las 200. (…). El estudio tiene un fin claro: concienciar a los músicos de que tienen que cuidarse, de que su corazón realiza un esfuerzo importante cada vez que se suben a un escenario. Estar en forma, hacer deporte y practicar hábitos de vida saludables es fundamental para los instrumentistas. Y lo es también para los jóvenes que se forman en el conservatorio, que deben hacer un hueco en su agenda para mover las piernas y el corazón”. (Diario El Comercio. 4 de enero 07).