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7 de febrero de 2006

NUESTRO BALONMANO ME HACE SANTO

Horror. Hoy la cosa no va de fútbol. Por fin consigo un día en que haya algo que me alegre las pajarillas. Vamos, que hoy voy de santo por la bitácora. ¿Y qué podemos ser al valorar a nuestros chicarrones del balonmano si no unos santos beatíficos y bondadosos? Además que, tal como se está poniendo el mundo -que no sabe distinguir una irónica caricatura sobre Mahoma de un holocausto nazi donde murieron asesinados 6 millones de judíos- lo mejor es dedicarse a repartir incienso a diestro y siniestro. Así no pecamos y ganamos el cielo eterno, incluídas las huríes. Más no se alarme el inquieto lector que busca por estas tierras algo más que incienso y mirra. La tentación es grande (a ella sucumbimos hoy, aunque muy agustito), pero la cabra tira al monte y el Puñetas se debe a la sátira y la ironía en estos papeles virtuales. Cuando se le seque el cerebro cerrará el quiosco y se meterá en un convento a cantar loas y glorias. Dejando a un lado las coñas marineras y las disquisiciones metafísicas, vayamos con el alegrón que nos han dado a algunos esos machotes de la selección nacional de balonmano. Da igual que jueguen en la selección que en cualquier club laico. El caso es que los gachones juegan como Dios (hoy, en plan santito, no voy a salir del vocabulario frailuno, ya verás). Acaba de disputarse el Campeonato de Europa de balonmano, ese bello deporte en el que desde hace unos años jugamos como los ángeles. Hace no mucho se ganó la Copa del Mundo y otra vez se rozó el cielo, aunque en el partido decisivo los franchutes de mi envidiada Francia se llevaron el gato y la copa al agua. Pese a ello (porque en un partido puede pasar cualquier cosa y porque en una sola hoja hasta el mejor escritor hace un borrón), nuestros muchachazos saborearon la gloria del buen juego y nos hicieron disfrutar celestialmente de lo lindo a lo largo de todo el campeonato. ¡Jo, ese partido de semifinales contra la pérfida Dinamarca lo guardaré en mis retinas requemadas como oro en paño durante muchos años! Y es que aquí no hablamos de fútbol, con sus tonterías, esos jugadores simulando caerse al suelo al menor empujón, o esas memeces de no “entró la pelotita” o “el árbitro, que nos tiene manía”. Para fuerza viril, choques y tentetiesos, los del balonmano. Y oiga, todos tan amigos, ayudando al rival a levantarse, felicitándose al acabar el encuentro y hasta la próxima, chatín. Si es que con estos chicos del balonmano da gusto divino. Hasta celebraron el subcampeonato y se raparon el chilindrón. Otros, en su lugar, se habrían puesto a llorar por la pérdida del reino y todavía estarían moqueando por las esquinas. Pero esta gente (el Iker Romero, el Barrufet, Juanín, Uríos, Garralda, Entrerríos y todos los demás) es que son así de raros. No sólo juegan como los dioses si no que no van de divos, forman una piña y ¡son hasta simpáticos! Naturalmente que el 90 % de los telespectadores españoles no saben ni quienes son (ellos a lo suyo, los Ronaldinhos o los Ronaldos, que hacen un gol cada lustro) pero lo bueno ya se sabe que sólo es paladar de ciertos privilegiados. Que no se me cabree ningún forofo del futbolín, que hoy estamos de fiesta y enhorabuena. Nuestro balonmano, a lo tonto, ocupa los primeros puestos en el mundo tanto a nivel de clubes como de selección. Y no como flor de un año en que suena la flauta por casualidad, si no porque el trabajo diario, la planificación y el pensar con la cabeza en vez de con los pies, traen como consecuencia una cadena de éxitos que ya vienen durando bastantes años y lo que te rondaré, morena. Aguantando mecha. Y nunca mejor dicho porque mira que es duro el balonmano. Pero con esas cachas y esos cuerpazos, que les echen bloqueos y milongas a sus currantes. Así que los redomados negativistas de siempre debemos felicitarnos porque con esta gente del balonmano no nos comemos una rosca. No provocan escándalos, son buena gente y hasta saben enhebrar una frase (no como otros que yo me sé). Lo malo es que preguntas a los chaveas en el cole o en la calle sobre si conocen al mejor portero de España y de Europa y te dicen que es Casillas. ¡Habráse visto ignorancia! Y es que, amigo Barrufet, no se puede tener todo en esta vida. Pero es preferible que así sea para que el orden natural de las cosas se mantenga: cuanta más calidad, peor venta al público. Y bueno, el Puñetas intentó hoy hacer un burdo panegírico de nuestros tíos buenos del balonmano cañí, pero no sabe si lo habrá conseguido más allá del ámbito carnal. Y es que, pese a que hoy las estrellas le santificaban, lo suyo sigue siendo jugarse el tipo en el infierno de la sátira y la mordacidad. No somos nadie, mejorando lo presente.

7 de febrero de 2005

OLÉ POR EL BALONMANO

Si hay dos grandes alegrías que hallamos recibido los aficionados y deportistas españoles en los últimos tiempos, esas han sido los triunfos alcanzados en los campeonatos del mundo de fútbol sala y, ayer domingo, en el campeonato del mundo de balonmano.

Como en este país de trileros y titiriteros sólo parece que existe el fútbol (o fútbolín, como a veces lo llamo), muchos se dan cuenta cuando llega alguna alegría de éstas, que también existen otros deportes en el escenario del espectáculo deportivo. Todavía estamos esperando como agua de lluvia que la selección española de futbolín gane algo en su prolongada existencia, salvando aquella Copa frente a la pérfida URSS gracias al cabezazo de Marcelino hace ya la friolera de siglos. Nunca gente tan bien pagada y tan bien considerada socialmente dio menos a quienes les pagan y les adulan. En cambio, selecciones modestas como las de baloncesto, waterpolo, natación sincronizada, ciclismo u otras nos vienen alegrando las pajarillas desde hace ya bastantes años. El fútbol, nada de nada, salvo el de sala, pero yo quisiera saber cuantos aficionados del Real o el Barça saben un solo nombre de un jugador del Interviú –campeón de la liga- o de la mismísima selección española.

Ahora, en esta racha de éxitos colectivos donde sólo fracasa eternamente el fútbol profesional, le ha tocado al balonmano. Y me alegro un montón porque parecía que tenía el cenizo encima. Desde hace bastantes años siempre ha habido un equipo muy apañadito que cuando llegaban las grandes citas históricas (olimpiadas, campeonatos…) prometía mucho pero siempre quedaba por debajo de su calidad. Salvo cuando se alcanzó una medalla de bronce hace un par de olimpiadas. Por eso, ya era hora que le tocara el premio gordo. Ver jugar a estos jugadores durante todo el mundial permite reencontrarse con un deporte que es pura fuerza, nervio, inspiración y emoción. El balonmano es durísimo en su práctica pero bellísimo en su contemplación. Estos sí que sudan la camiseta y no los que yo me sé. Y este sí que es un deporte con unas reglas modernas en que se prima al espectáculo (genial esa regla de pitar la “pasividad en el ataque”), y en que la violencia es prevenida y castigada al instante. Un deporte donde hay más caballeros en la sala que en un inmenso campo de fútbol. En las gradas y en el campo de batalla. Ver el comportamiento exquisitamente deportivo de Croacia en la final, tras perder honrosa pero muy abultadamente con España, invita al aplauso y al respeto, estando como estamos acostumbrados a ver comportamientos antideportivos en esos señoritos del balón de fútbol, que cuando no engañan a los árbitros, atizan con saña a los rivales, escupen como si fueran fumadores empedernidos o fingen lesiones para perder tiempo porque van ganando o empatando.

Más mucho me temo que el éxito será flor de un día en lo que respecta a la popularidad del balonmano y que los más de 3 millones y medio de espectadores de la final pocas veces más volverá a repetirse.

“Menos fútbol y más balonmano”, cantaban los alrededor de mil personas que esperaron en el aeropuerto de Barajas la llegada de la Selección. Tiene bemoles: sólo mil personas. Y eso que los tíos están más buenos que el pan comparados con los del futbolín. Las niñas y no tan niñas me parece que tienen el gusto en el culo. Hasta en eso son tienen mala suerte los que practican deportes minoritarios.

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).