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2 de diciembre de 2009

FERNANDO MARTÍN: VEINTE ANIVERSARIO

El 3 de diciembre de 1989 fallecía en accidente de coche el jugador de baloncesto Fernando Martín. Ya ha llovido desde entonces pero hay hechos y noticias que siempre permanecen en la memoria. Recuerdo que aquella tarde me disponía a ver el partido entre el Real Madrid y el CAI de Zaragoza. Como tantas otras veces. Porque si ha habido un deporte practicado y visionado por el Puñetas en sus años juveniles ese ha sido el baloncesto, que tomó el relevo del predilecto fútbol de la niñez escolar. Aquellos años juveniles de los 60/70 tenían como líder hegemónico al Real Madrid de Ferrándiz, con Emiliano, Luyk y Brabender (americanos que se harían españoles), los hermanos Ramos… y poco más tarde –ya con Lolo Sáinz- Corbalán, Cabrera, el propio Fernando Martín… Ah, aquellas épicas luchas contra el gigante ruso del CSKA  de Moscú y los equipos yugoslavos, donde había una generación de jugadores enormes pero, en ocasiones, muy poco respetuosos con sus adversarios. Empezaban los 80 y fue bueno para el baloncesto que al gallito Madrid le disputaran los quiquiriquíes y aleteos otros equipos, especialmente los catalanes del Juventud de Badalona y el mismísimo Barcelona, que acabaría apropiándose de la década con sonoros y reiterados triunfos de la mano de aquellos Epi, Sibilio, Solozábal o el americano Norris, cuyos duelos con Fernando Martín fueron espectaculares.

Tiempos aquellos en que uno era capaz de quedarse atrapado ante la televisión viendo las virguerías que eran capaces de hacer aquellos baloncestistas de plata. El oro, claro, estaba en propiedad de los gigantones de la NBA, tan lejanos, tan poco conocidos por la gran mayoría. Años en que el baloncesto hispano ya empezaba a mojar la oreja al ruso y yugoslavo, muy superiores mientras existió la URSS y la extinta República Yugoslava. No hay nada como practicar un deporte, aunque sea en plan aficionadillo, para darse cuenta del valor y esfuerzo que desarrollan los auténticos profesionales. Por eso aquella tarde, llegada la hora, conecté la televisión para disfrutar de aquel partido. Me extrañó que nadie trotase aún por el campo. Y entonces fue cuando escuché la noticia: Francisco Martín había fallecido.

Han pasado 20 años de aquello y las nuevas generaciones del deporte probablemente desconozcan a este jugador precursor y avanzadilla del baloncesto más actual. Ocurre habitualmente con quienes ya forman parte de la historia, para la que cada vez andamos más amnésicos u olvidadizos. Como si el presente no le debiese todo su esplendor o fracaso al pasado. Qué sería de nuestro exitoso baloncesto actual si no hubieran puesto una pica en Flandes gentes como Martín, el primer pivot de este país  capaz de mantener el tipo ante los mejores gigantes del baloncesto europeo y americano; el primer baloncestista que se fue a la NBA, allá por la prehistoria de 1986, tras haber sido uno de los pilares fundamentales en la consecución de la  medalla de plata en las Olimpiadas de los Ángeles de 1984. Su muerte no hizo sino agrandar su figura ya de por sí grande: un gladiador de 2,05 metros que jugaba de pivot a lo grande en un país donde lo que abundaban eran los bases enanuchos (pero matones) y los aleros pequeños (pero con el tiro siempre a punto).  

Hoy he paseado la nostalgia por la internet leyendo y viendo algunos videos sobre Fernando Martín y la época. Creo recordar que en seis años del Arco nunca he dedicado unas letras a uno de los  grandes precursores de nuestro gran baloncesto actual. Coincidiendo con ese 20 aniversario de su muerte, prefiero que disfruten con el recuerdo o con el primer conocimiento de lo que representó y fueron aquellos años ya tan lejanos.

-VIDEO DE RTVE EN HOMENAJE AL “GRAN FERNANDO MARTÍN”.

-PRIMERA PARTE DEL PROGRAMA “INFORME ROBINSON” DE CANAL PLUS DEPORTES, TITULADO “DE FERNANDO MARTÍN A GASOL”.


-INICIO DE LA CHARLA-ENTREVISTA QUE EL DIARIO EL MUNDO PUBLICABA HOY ENTRE PEPU HERNÁNDEZ Y ANTONIO MARTÍN, HERMANO DE FERNANDO. RECOMIENDO EL VISIONADO DE UN PEQUEÑO VIDEO SOBRE ELLA.

-TOQUE MUSICAL NOSTÁLGICO A CARGO DE LOQUILLO CON SU CANCIÓN DE HOMENAJE AL BALONCESTO Y AQUELLOS JUGADORES: “MEMORIA DE JÓVENES AIRADOS”.


“Le tengo muy presente; lo veo todos los días porque coloqué una foto de ambos en el gimnasio de mi casa. Muchos recordarán la imagen, esa en la que Fernando y yo tratábamos de ganar la posición para agarrar un rebote. La verdad es que no encontrarán una foto nuestra en la que no estemos combatiendo. Era imposible no pelear si Fernando estaba enfrente, y era un placer. No podías darte ni un minuto de descanso. Le eché mucho de menos por eso, aunque no sólo por lo deportivo. La verdad es que no volví a pegarme con nadie igual en una cancha. No diré que me aburría, pero nada fue lo mismo desde su muerte, que me pilló… Recuerdo que acabábamos de finalizar un entrenamiento cuando llegó la primera noticia del accidente. No me lo podía creer. Había muerto un jugador, mi principal rival, pero, sobre todo, había muerto un amigo. Recuerdo a su familia… Estaban destrozados en el funeral, y yo también, aunque no fuese lo mismo, claro. Hay pocas cosas que haya tenido tan claro en mi vida como que yo tenía que estar en Madrid para su entierro. Quería estar allí por su familia y necesitaba estar por mí mismo”. (Audie Norris). Extracto de lo publicado por el diario EL MUNDO el 2/3/2009.


24 de septiembre de 2009

BALONCESTO: ORO Y CIRCO



Puede presumir el Puñetas de haberse jalado todos los partidos de preparación para el Europeo de baloncesto de Polonia y todos los encuentros del torneo que disputó la selección española. Y ello no por presumir de españolidad ni por sano masoquismo ni amor infinito al baloncesto, del que suelo ver sólo los partidos clave de la temporada y siempre a partir del segundo tiempo. Tenía la corazonada de que algo iba a fallar y que los pronósticos de todos los vendedores de humo de la prensa deportivesca española -¡oro, la medalla de oro está garantizada!- iban a saltar por los aires. Entonces este juntaletras iba a salir en el Arco con el dedo acusador para tachar a dichos vendedores de pardillos, infumables, despreciadores de los rivales y engañabobos. Afortunadamente el oro cayó del lado de Gasol y compañía –me alegro por ellos, que se lo han sudado bien sudado- pero los bocazas se han llevado un buen susto. Quizás aprendan de cara al futuro, aunque no lo creo…

Los primeros partidos del Europeo fueron un desastre. ¡Este no es mi equipo, que me lo han cambiado! Sí, había lesionados, Gasol estaba todavía sin ritmo, las tácticas del nuevo entrenador parecían aprendidas con pinzas… Lo que iba a ser un paseo triunfal presagiaba un futuro más bien negro. Con la misma chulería con que anunciaron el oro muchos empezaron a escribir y hablar de fracaso, de rencillas dentro del equipo, de un entrenador no idóneo, etc. A los de la Sexta no les llegaba la camisa al cuerpo pues el negocio se podía venir estrepitosamente abajo si la selección no pasaba a la segunda ronda.

San Cucufato, patrón de la razón (por eso lo conoce tan poca gente), a consultas mías, me confirmó lo que intuía: faltaba rodaje en la competición, el líder del equipo todavía no estaba a punto y sobraba exceso de responsabilidad -¡no se podía fallar, el oro era pan comido, según los fulanos de siempre!-. Dado que los campeonatos baloncestísticos están organizados para favorecer la sorpresa con esas liguillas y cruces en cuartos de final, era previsible que si la selección recuperaba el ardor físico, el talento de Gasol y se reencontraba con el juego que siempre había practicado (una correosa defensa y un ataque sin complejos) lo mismo había tiempo para remontar. El hecho de que, aún jugando mal, perdiera por pocos puntos permitía mantener la esperanza de una mejoría. “Se vendrán arriba si llegan a tiempo, que yo creo que sí, y serán imparables porque son muy buenos y porque superar las dificultades iniciales les va subir la moral y la motivación a la estratosfera” –remató San Cucufato, al que había invitado a una cerveza celestial (“San Miguel”, claro).

Tras la victoria a Polonia, que garantizaba el pase a la segunda fase, los que vemos sólo lo que vemos y no lo que la cartera nos quiere hacer ver, lo tuvimos claro: el oro era posible. Y así ocurrió. Al final los jugadores españoles merecieron el triunfo que se les había escapado en ediciones anteriores. Eso sí, el susto en el cuerpo todavía les dura. El filo de la navaja de la eliminación estuvo muy cerca del cuello. Los deportivescos periodistos por fin pudieron sacar pecho y hasta hubo quien pudo borrar palabras decepcionantes y desesperanzadas pronunciadas o escritas unos días antes, cuando el oro parecía reducirse a vulgar hojalata. Eso sí, a Scariolo, el entrenador, muchos no le perdonan el susto inicial, responsabilizándole en exclusiva de él. Los hay desagradecidos y, lo que es peor, que no saben ni papa de baloncesto.

Luego, justo tras la ceremonia de la entrega de medallas, comenzó el circo. Ya no lo vi aunque me lo han contado y lo he leído. Las cámaras de la Sexta entraron en ese recinto sagrado del vestuario para que el personal viese cómo los jugadores celebraban su éxito. Mucha vulgaridad y nula intimidad. Más tarde vino la recepción del ministro de Deportes (el señor Zapatero) para felicitarles en persona y salir así en todas las portadas y telediarios del país y del mundo mundial. Hacía sólo un par de horas que los jugadores se habían bajado del avión pero el Presi no podía esperar ni un minuto para decir ante cientos de cámaras: “Habéis jugado de manera impresionante”, “Sois la mejor generación de baloncesto de la historia” y (mirando fijamente a los objetivos de los fotógrafos) “uno se siente orgulloso de vuestro saber hacer, de que llevéis nuestra bandera por el mundo”. El circo estaba ya en plena ebullición. Luego vendría el rey de la Zarzuela de Mariscos a repetir la jugada. No los recibió la oposición, el conserje del Congreso, los presidentes de las comunidades autónomas y Mortadelo y Filemón porque la cosa pasaría de castaño oscuro (los ciudadanos son ingenuos pero no idiotas, así que se aburren con tanta oficialidad). Eso sí, lo que no faltó fue el lindo show de Cibeles, con las actuaciones estelares de estos casos. Más circo. No es que el deporte sea una cosa muy seria pero igual que no me imagino a Joaquín Sabina en pantalón corto tirando un triple ante miles de espectadores, tampoco creo que tenga mucho sentido el numerito musical y chistoso que les hacen pasar a los baloncestistas subidos a un andamio. En fin, el circo mediático… con el negocio al fondo.

Eso sí, algunos por poco se enteran del triunfo de los chicos del baloncesto enfrascados en su descacharrante amor al futbolín (a cambio de pasta, claro). El diario “As” publicaba ese día en portada el impresionante triunfo del Real Madrid de fútbol frente al Jerez Deportivo, reduciendo a una ridícula esquinilla superior la noticia del oro de Polonia. Lo único que siento es que a Andrés Montes, el locutor de la Sexta que amenizaba los partidos con sus chascarrillos y ocurrencias, no le hayan renovado el contrato y la faena. Podía ser muy aburrido con sus repetitivas coletillas y frases hechas pero al menos no engañaba a nadie, además de sacarte de vez en cuando una sonrisa: el baloncesto y el fútbol y los deportes en general son asuntos menores, divertimentos, pasarratos y así debe tomárselos, con buen humor y el debido cachondeo. Se ve que en la Sexta, ahora que se han convertido en la tele preferida del Gobierno, necesitan dar una imagen de más seriedad. Pues ya saben la receta: mucho oro y nada de circo.

18 de enero de 2009

EL MACCABI NO ESTÁ EN GUERRA


El jueves pasado se enfrentaron en Málaga el Unicaja y el Maccabi en encuentro de la Euroliga de baloncesto. El partido era de altísimo riesgo pues aunque el deporte pretenda permanecer al margen de la política, ésta acaba contaminándolo todo. Y suele hacerlo porque en ella todo vale, hasta los argumentos más peregrinos. Así que la ecuación era muy simple: el Maccabi es un equipo de baloncesto establecido en Israel; luego el Maccabi es israelí: ergo sus componentes tienen algo que ver con los actuales gobernantes de aquel país, que están masacrando al pueblo palestino; por tanto, a los macabeos habría que darles un escarmiento, incluyendo su expulsión de la competición. Conclusión de algunos: hay que ir al palacio Martín Carpena a boicotear a Israel (?) y mostrar nuestra solidaridad con Palestina. 

Atendiendo a tales argumentaciones, los alegres chicos del Mossad, la policía israelí, anduvieron por Málaga con la antelación suficiente para peinarse casi toda la ciudad en previsión de algaradas o atentados contra los chicos del Maccabi. Se movieron como Pedro por su casa, con la anuencia de los gobiernos de acá, que en público ladran mucho contra los gobernantes israelíes pero en privado les venden armas y lo que se tercie, haciendo el mercadeo habitual. Que un buen negocio no empañe tu profunda conciencia moral. Así que campo libre a la policía israelí para que filtre el acceso al recinto, pida tickets de entradas, vigile desde todos los rincones y se apropie del pabellón como si fuera suyo. En Spain es que somos la mar de hospitalarios. A cambio, unos cuantos grupitos de gente llevaron al polideportivo sus pancartas protestando sobre los 600 muertos de Gaza o el genocidio de Israel. Al final no hubo grandes problemas y la mayoría optó por ver el baloncesto, que es lo que se proyectaba ese día.

Ahora bien, las preguntas que se haría un extraterrestre ante todo esto serían: ¿Y qué demonios tiene que ver el Maccabi con Israel? ¿Acaso el equipo macabeo representa políticamente a ese país? ¿Por casualidad representa al gobierno de Israel? ¿No es, simplemente, un equipo privado que juega exitosamente al baloncesto desde hace muchos años, independientemente de quien gobierne en Israel y del conflicto con Palestina o con Irán? ¿En base a qué peregrinos argumentos se considera que este –o cualquier otro equipo- representa al país y al Estado en que se ubica? ¿Necesariamente el club tiene que sufrir las consecuencias de lo que haga el gobierno de la nación? Es como si desde Groenlandia catalogasen a todos los españoles de socialistas porque actualmente gobierna el camarada Zapatero, o que tomásemos a todos los franceses por pequeños napoleones o que los cubanos son enemigos de la democracia porque su gobierno la aborrece. Una cosa es que se proteste, y con toda la razón del mundo, sobre la guarrada que el gobierno judío está haciendo con la población civil palestina , y otra que se tome a un equipo deportivo "israelí" (que lo único que hace, que se sepa, es jugar al baloncesto) como colaborador de la política del gobierno judío. (A veces el extraterretre se maravilla de la facilidad con que los humanoides del planeta azul toman el rábano por las hojas, aunque comprende que el cerebrito que tienen –el más deficiente de toda la galaxia- no da más de sí).

El extraterrestre, pues, no entiende que se quiera excluir al Maccabi de la Euroliga porque quienes gobiernan en Israel están encantados lanzando misiles en Gaza sin preocuparse antes de si van a atravesar la cabeza de un miliciano/dirigente de Hamas o de un chavea que juega a la pelota delante de su casa. El Maccabi es un equipo que habitualmente está formado –como todos- por jugadores de variados países y que se dedican sólo a jugar y a cobrar por su trabajo. Este año la mitad de la plantilla son foráneos, algo inusual pues suelen ser mayoría. Incluso el líder del equipo es un tal Brown, negrito yanqui, que años atrás jugó en el mismísimo… Unicaja. La culpa que tendrá don Marcus de que a Simon Peres y a Hamas les guste un misil más que a un tonto un caramelo con palote.

28 de noviembre de 2007

KASPAROV, CON MÁS MORAL QUE EL ALCOYANO

KASPAROV, FOR PRESIDENT. El ya retirado campeón del mundo de ajedrez, Gari Kasparov (asqueado por la mugre politiquera que rodea a este deporte a nivel directivo), en vez de ocuparse de vivir de las rentas millonarias, cultivando margaritas u hortalizas en cualquier país democrático, tiene metida entre ceja y ceja la idea de que Rusia puede llegar a ser un país civilizado en cuanto se desaloje del poder y del Estado a una casta dirigente corrupta, casposa y delincuente como la que lidera el camarada Putin, ex jefe de la KGB y al que más de uno llevaríamos ante un tribunal de crímenes contra la humanidad o de derechos humanos. Lo tenemos difícil. Es más, cualquier día de éstos le dan el premio Bobo-Nóbel de la Paz. Por todo ello, que un deportista adquiera un alto compromiso político en un país donde estar frente al poder es jugarse el pescuezo y la vida tiene un mérito enorme que aquí subrayamos con enorme simpatía y solidaridad, aunque las palabras sirvan de poco. A fecha de hoy el campeón está en prisión incomunicada por participar en una concentración de protesta. Sin derecho alguno, incluido el de ser asistido por un abogado. ¿Y quién es el responsable de esta nueva putada? Pues un sátrapa llamado Putin, al que deseamos que le entre una diarrea crónica y no pueda levantarse de la taza del WC ni para ir a acostarse. Más no caerá esa breva porque todos los hijos de putin suelen tener una salud de hierro. Y luego dicen algúnos crédulos que hay dios… ¡Sí, sí…!



CON MÁS MORAL QUE EL ALCOYANO. El conjunto compostelano de baloncesto Obradoiro lleva la friolera de 17 años peleándose con la ACB y la jurisdicción deportiva (Federación Española de Baloncesto y el Consejo Superior de Deportes) para que le admitan jugar en la Liga ACB. Parece ser que tras la última sentencia del Tribunal Supremo dándole la razón al Obradoiro, por fin lo podrá hacer aunque no se sabe con qué dineros pues anda con las arcas más bien vacías: supongo que por tanto gasto en abogados y recursos judiciales. Todo empezó por una reclamación que hizo allá por 1990 sobre una alineación indebida de un jugador rival en una eliminatoria decisiva. Todo lo que ha venido después lo cuenta la sentencia última del Supremo, aunque el menda es incapaz de sacar nada en claro dado que la jerga judicial, llena de oscurantismo y palabrería vana y opaca, le resulta absolutamente incomprensible. (Si tras leer la sentencia, alguien se aclara sobre el vía crucis judicial de Obradoiro, que nos lo cuente…). Lo único claro del asunto kafkiano es que la ACB deberá admitir al Obradoiro para la temporada próxima. Cosa que, por cierto, el Puñetas duda, por mucho Tribunal Supremo que haya por en medio. ¿Qué se apuestan? En cualquier caso, a los directivos del club gallego habría que darles la medalla de oro de la Mosca Cojonera. Se la tienen bien ganada. O dicho de otra manera, “tienes más moral que el Alcoyano…, perdón, que el Obradoiro”.

18 de septiembre de 2007

EUROBASKET: PERO...¿NO DECÍAN QUE ESTABA CHUPAO EL ORO?


Tras ganar la Selección de baloncesto el Mundial de Japón, la euforia se desató en este país. Yo creo que algunos hasta crecieron varios centímetros de golpe. Qué buenos los chicos de la canasta. Cuánta técnica entre sus dedos, qué pundonor, son una piña… A todo el personal patrio se le pusieron los ojillos como platos.


Así que cuando meses más tarde llegó el Eurobasket, a disputarse en Spain, la euforia se trocó en certeza. Esto está chupao. Jugamos en casa. Gasol no se va a lesionar otra vez… Encima no juegan los americanos. Bah, chupao…



Tengo para mí que somos un país donde la renta per cápita de listos y enteraos es la más alta del mundo por kilómetro cuadrado. Siendo encima un lugar donde pululan nacionalistas de variados pelajes, pueblerinos a mansalva y catetos a babor y estribor, la estadística de marisabidillos puede habernos situado en el primer lugar. No hablo sólo del ámbito deportivo. Hasta en la economía somos un país de Champion, según nuestro chiripitifláutico Presidente de la cosilla gubernamental.



Encima, en los partidos de preparación del Europeo, se vapuleó a todos los equipos que previsiblemente serían los rivales más potentes: Letonia, Rusia… Estaba cantao.



Y en estas que empezó el show. De juzgado de guardia, pienso. Porque en 13 días el equipo ganador deberá haber disputado 9 partidos, todos ellos a tope y con la faca entre los dientes. Eso no sólo cansa mucho. Es casi criminal. Y en los tres últimos días (a lo sumo, cuatro), los tres partidos más decisivos en plan eliminatoria a cara y cruz. Una vergüenza, ya digo. Y una pasada. Y una repetición absurda de partidos: España, por ejemplo, jugó dos veces contra Croacia y dos contra Rusia. Otro tanto les pasó a otros equipos. ¿De verdad que es preciso tanto partido y tanta zarandaja para obtener un equipo ganador?


Pues sí, será preciso. Los tipos que dirigen el baloncesto tienen ciertas tendencias sádicas hacia los jugadores, a los que hacen jugar tropecientos partidos por temporada, repitiéndose algunos de ellos hasta la saciedad y el aburrimiento. Por eso el Puñetas sólo vio la semifinal y la final del Eurobasket. Todo lo anterior era un “deja vu”. ¡Jodé, hasta comer langosta todos los días resultaría algo insoportable! Así que cuando la selección española de baloncesto del señor Pepu llegó a las semifinales, se notaba que muchos jugadores andaban ya con la lengua fuera, tanto física como mental. Con el cansancio añadido de tanto tío paliza que en días y semanas anteriores les había estado calentando las espaldas diciéndoles que el oro estaba chupao, que eran los mejores, los más altos y los más guapos. Luego, entre el cansancio y un mal día que lo tiene cualquiera (lo malo es que suele coincidir con un buen día del rival), las ilusiones previas se van a hacer gárgaras y entonces llega la pena, el lagrimeo y el puturrú de fuá. Ya ni ZP en la tribuna hace milagros. Se jodió el oro que cagó el moro (con perdón).


A ver si lo digo bien clarito. Desde el sillonbol o desde la redacción de un medio de incomunicación de masas, todo parece muy facilito. Nadal gana con la gorra. Alonso, ni se ensucia el mono. A Indurain le bastaba con dar dos pedaladas y media. Y los chicos del fútbol, basta con que digan a sus rivales el dineral que tienen en su cuenta corriente, para que éstos se acojonen y les dejen libre la portería. ¡Cuánto listo hay por el mundo, y yo el primero! Los que lo arreglan en cuatro días y con dos patadas. Los que tienen siempre a mano una táctica y estrategia para cada ocasión, cual si los entrenadores y técnicos fuesen unos pardillos analfabetos. No hablemos nada de los que grillean por el micrófono, al modo de los locutores patateros que padecemos en las diferentes televisiones y radios, en los que el sentido común y el crítico brilla generalmente por su ausencia. Pues nada, listorros. Con que el oro estaba en la cazuela, ¿verdad? Estos días las consultas de los oculistas y de los psiquiatras deberían estar repletas de tanto enteradillo de pitiminí.



PD: Declaraciones de Pepu Hernández, seleccionador, en EL MUNDO, antes de las semifinales: “Por mucho que tratamos de que no hubiese exceso de presión artificial sobre los jugadores, no siempre lo hemos conseguido”. “No sé si la gente nos perdonaría no ganar el oro. Hay unas expectativas tan, tan altas que causaría una enorme sorpresa”. El tío sabía de qué iba el paño...

15 de junio de 2007

CUANDO EL BALONCESTO SE REPITE MÁS QUE EL AJO


Entramos en la recta final de la liga ACB con la final a cinco partidos entre el Real Madrid y el Barcelona. No, no estamos hablando de fútbol sino de baloncesto. Lo cual demuestra que, pese a una mayor igualdad, aquí también mandan los dos caciques de siempre. Poderoso caballero es don dinero, que dijo don Quevedo.



Así que habemus de nuevo partidos de la máxima rivalidad, donde no sólo se juegan meter la pelota por el aro, sino algo más. Ya me entienden quienes quieren entenderme. Aunque, a decir verdad, hemos visto tantas veces enfrentarse a ambos equipos, que la cosa ya es harto aburrida. Sólo en los play-off (horrible palabro importado del país de las hamburguesas), desde que se instauraron allá por 1983, se han enfrentado en 46 partidos. Sumen los partidos de la Liga regular, los de la Copa, los de las competiciones europeas y los amistosos, y comprenderán que un nuevo enfrentamiento no nos alegre especialmente las pajarillas. ¡Coñazo de iteraciones! ¿A quién le puede apetecer –excepto a los fanáticos- comer tropecientas veces el mismo plato? Pero, ojo, que no sólo se repiten más que el ajo los partidos entre el club merengón y el culé. Otro tanto ocurre con los Tau-Unicaja, Madrid-Juventut, Barcelona-Unicaja y así sucesivamente. El año pasado, mismamente, el Unicaja y el Juventut llegaron a enfrentarse a lo largo de la temporada en más de diez ocasiones. Una pesadez y un abuso del personal.


Lo grave es que no por muchos partidos, las eliminatorias se deciden antes. Mucho play off a cinco eliminatorias, como ha pasado en las recientes semifinales, y luego todo se resuelve en los últimos segundos del quinto partido. ¿Para qué han servido los otros cuatro? ¡Sólo para hacer caja!



Claro que tanta insistencia en que se vean las caras los jugadores de los equipos fetén de la ACB permite que el conocimiento personal y la camaradería entre éstos alcancen cotas jamás imaginadas en otros deportes. De modo que diálogos como los que a continuación transcribo son bastante comunes en los partidos, en esos huecos que hay siempre para que descanse el público.



-¿Qué, Fernando, otra vez por aquí?

-Ya ves, Alfonso, otra vez pegando saltitos a tu vera.

-Mi chica te manda recuerdos. Con la de veces que nos vemos, ya somos casi de la familia…

-Pues sí, Alfonsico. Bueno, después seguimos hablando, que va a empezar el partido.


………………………………………………………..


-Verás que hoy tenemos el día gafado, Fernando…

-Bueno, si hoy os va mal, lo mismo os recuperáis en el segundo partido.

-Sí. Esta es la ventaja de los play off. Por cierto, dile al pivot ucraniano que tenga cuidado con los codos que casi me los mete en el ojo.

-Tranquilo, es buen chico. Pero ya sabes que ha estado lesionado casi toda la temporada y, claro, no te tiene la confianza ni el trato que los demás. Después seguimos, majete…


……………………………………………………….


-Pues hemos perdido el partido, pero nadie dirá que no hemos sudao la camiseta.

-Nos vemos dentro de unos días en tu campo y a ver si allí tenéis mejor suerte…

-Lo espero, amigo. Ya sabes que, normalmente, esto se decide en los últimos segundos del último partido. ¡Pues no nos quedan minutos de trabajos forzados!

-Recuerdos a tu familia y hasta luego, Lucas…



Sí, tanta repetición y tanta gaita tiene al menos la saludable contrapartida de que los jugadores intiman y actúan como camaradas, aunque con tanta leche de encuentros los traten como animales de carga. El baloncesto se repite más que el ajo (el negocio es el negocio), pero ya se sabe que para la salud física y mental el famoso bulbo es estupendo. Vaya lo uno por lo otro…

20 de abril de 2007

TIRANDO EL DINERO EN LA FINAL FOUR


Allá por julio del año pasado, el Puñetas escribía un articulillo en donde ponía a parir a la jefa de la oposición en el Ayuntamiento de Málaga, la señora Bustinduy, uy, uy, porque la buena señora afirmaba (fue poco después de ganar el Unicaja de Málaga la Liga de la ACB) que el consistorio no colaboraba con el equipo de baloncesto de la ciudad. No sólo no le daba ningún tipo de subvención, sino que además le cobraba por utilizar el Martín Carpena, un pabellón municipal. Así que (ojo, no con su dinero, sino con el de todos los malagueños), prometía condonar una deuda existente de 600.000 euros a favor del Ayuntamiento y subvencionar al club unicajil, si resultaba ganadora de las próximas elecciones. El alcalde aprovechó la ocasión para dejar a la señora Uy, Uy como una pobre piltrafilla: “Nosotros nos volcamos con el club en todos sus aspectos, pero en tema de dinero público, creo que hay que tener una gran prudencia. En esos temas de ayuda a los equipos de élite hay que ser moderados, el dinero público tenemos que utilizarlo para el deporte básico”. El Puñetas aplaudió hasta con las orejas el buen razonar del señor De la Torre, alcalde y tal.



Pero, ay, la carne es débil, y cuando entran las ganas de ganar unas elecciones no hay culo que aguante el retortijón, así que ahora (aunque sea de forma modestita) el equipo de gobierno municipal ha cambiado de opinión. Como sabrán aquellos aficionados para los que existe el baloncesto, el Unicaja de Málaga se ha clasificado para la “Final Four” de Atenas: una manera cursilona de decir que disputará en la viejísima ciudad griega una de las semifinales del Campeonato de Europa de Clubes y, si la gana, jugará la final. Como suele ocurrir en estos casos, numerosos aficionados dejarán trabajo, familia y bares para viajar con el equipo y apoyarle en tan señalados fastos. Es el glorioso momento en que todos dicen cosas tan bonitas como que “la afición se va a volcar”, “es una oportunidad histórica que hay que vivir in situ” y otras memeces por el estilo.



Así que ya hay más de 500 aficionados del Unicaja que tienen comprado su viaje a la Final Four esa y se espera que el número se incremente hasta unos 2.000, que es un número redondito y dicharachero. Pero, claro, el precio de las plazas para Atenas oscila entre los 1000 y los 1500 euros, dependiendo de la categoría del hotel, así que –se han dicho en el Ayuntamiento- sería un rumboso detalle otorgar una pequeña ayudita a los que se líen la manta a la cabeza y decidan viajar a la Grecia de Sócrates y Aristóteles, para apoyar con sus griterío ensordecedor a los filósofos malagueños Cabezas, Berni y Cía. Dicho y hecho: “El Ayuntamiento destinará 50.000 euros a subvencionar a los aficionados que viajen a la Final Tour de Atenas”.



Se acercan las elecciones y el alcalde ha pensado que bien merece la pena gastarse cincuenta mil eurillos en bagatelas y cuchipandas patrio-deportivas, aunque sea contradiciéndose respecto a lo que pensaba hace casi un año. Además, que todo el mundo ve el regalillo la mar de mono y estupendo. Hasta la señora de la oposición se apunta a tan genial idea. Menos el Puñetas, claro, que dice que hasta ahí podíamos llegar. Con lo que cuesta sudar la camiseta en el trabajo diario, para que luego papá Estado, mamá Autonomía y el tío del Ayuntamiento se dediquen a tirar la pasta gansa en cualquier chorrada. Esos 50.000 machacantes que sean para farolas, para reponer acerado o para plantas. Y el que viaje a Atenas (nadie le obliga) que se rasque el bolsillo con todo el placer del mundo. ¿No dicen que sarna con gusto no pica? Pues, aplíquese el refrán, señor alcalde, y gástese el parné en la ciudad, mucho más necesitada de mejoras y cariño que los seguidores del Unicaja.

5 de septiembre de 2006

CAMPEONES DENTRO Y FUERA DE LA CANCHA


Confieso que lo que más me pide el cuerpo es aprovechar el exitazo del baloncesto español en el Mundial de Japón para darle en “tós” los morros a esos señoritos de postín del futboleo, a toda esa caterva de medios de incomunicación que sólo ven fútbol por los cuatro costados y a esa inmensa inmensidad de gente que no sabe lo que se pierde poniendo sólo sus ojitos ojerosos sobre la pelambrera o calvorota de unos millonarios a los que tenemos ultraconsentidos y megacaprichosos simplemente porque practican el deporte rey. Pero no sería justo que en estos momentos de felicidad baloncestística perdiéramos el tiempo hablando de esos ineptos del césped. Lo dejaremos para otra ocasión.



No hay ningún otro deporte en que pueda haber más tensión en una cancha y posibilidades alternas de victoria que en el baloncesto, cuando se llega con un marcador igualado a los últimos minutos. Esa magia única nos la han birlado los chavales de la selección española en el recién acabado mundial porque en todos sus partidos, excepto uno, llegaron al último cuarto con el partido ganado. Es lo que no me gusta del baloncesto: que las palizas en el marcador convierten un prometedor partido en un montón de minutos finales insulsos y aburridos (los clásicos minutos de la basura). Así que eso es lo que, cariñosamente, tengo que reprochar a Gasol, Garbajosa y la compaña. Han ganado tan de calle, con tanta suficiencia, que excepto el partido con Argentina –por lo ajustado del marcador- y la final –por lo simbólico de la misma-, en el resto del campeonato el Puñetas se ha aburrido como una ostra en la segunda parte de los encuentros. Y, por una vez y sin que sirva de precedente, se ha aburrido felizmente, porque aquella persistente superioridad jamás la había visto en nuestra selección en los cincuenta tacos que me adornan, ni siquiera cuando muchos de estos jugadores ganaron el campeonato mundial junior en Lisboa allá por 1999.



Probablemente la diáspora nacional que ha sufrido la extinta URSS y la fenecida Yugoslavia, junto al ciego orgullo de los altivos yanquis de la NBA, haya contribuido a hacer más fácil esta victoria. Pero cuando –como en el balonmano- se junta una generación de jugadores valientes y decididos, a los que se les da continuidad y confianza; cuando se tiene unas ligas nacionales potentes (con una excelente élite internacional), en las que hay una competitividad real y efectiva entre al menos media docena de equipos; y cuando se junta todo esto con unos cuadros técnicos y seleccionadores que saben lo que hacen y se enfrentan con valentía a los retos, entonces es inevitable que algún año explote todo ese potencial y dé sonoras alegrías. Cómo no comparar la extensa y potente preparación que ha tenido antes del Mundial la selección de baloncesto con la miseria y la pachanga que suele acompañar a la de fútbol, cuyos encuentros amistosos suelen ser con selecciones de ínfima categoría, que no sirven nada más que para perder el tiempo aunque engrosen el historial de victorias de cara a la galería.



Pero, además, ves a estos jugadores, seleccionador y clubes nacionales de la canasta y compruebas que están en otro planeta respecto al personal del futbolín. (Lo siento, no puedo reprimir la comparación). Se entregan en todos los partidos, forman una piña, estudian su deporte, están al día de lo suyo, respetan pero no temen a los rivales, no viven del cuento y en su mayoría es gente valiente capaz de dar el salto a lo desconocido para mejorar, afrontar nuevos retos y superarse a sí mismos. ¡Qué hubiera sido de Gasol o Calderón si se hubiesen anquilosado en la ACB! Por eso Sergio Rodríguez, Garbajosa y otros más a los que no dejan salir por ahora, saltan el charco para hacer las Américas. Aunque al final corran el riesgo de llevarse un soberano trompazo.



Lo que hace falta es que el éxito de nuestros baloncestistas trascienda a los festejos de rigor, el “semos los mejores” y el olvido mediático y todo se traduzca en un incremento ostensible de la práctica deportiva del deporte de la canasta en nuestros colegios, institutos y calles. Ese sí que sería el auténtico éxito derivado del triunfo que ahora todos celebramos.



Las imágenes de Gasol en el banquillo sin poder disputar la final pero viviéndola como si estuviera en la cancha, la respuesta emotiva de sus compañeros (“Pau también juega”) y los ojos enrojecidos del seleccionador Pepu (un pedazo entrenador y mejor persona) evocando en la victoria a su padre, fallecido la noche anterior a miles de kilómetros de distancia, siempre nos recordarán que las grandes victorias aparte de lograrse con enorme sacrificio, trabajo e ilusión junto a un poquito de suerte, se alcanzan- sobre todo- superando las adversidades personales. Ahí es donde Gasol, Pepu y todos los jugadores demostraron que son unos verdaderos campeones. Dentro y, de qué manera, fuera de la cancha.

16 de septiembre de 2005

UN DEPORTE DE ALTURA

Acabo de ver hace unas horas el partido inaugural del europeo de baloncesto, disputado en Novi Sad (Serbia) entre la selección anfitriona, una Serbia campeona del mundo y acostumbrada a merendarse todo plato que se le ponga por delante a los Bodiroga, Rakocevic, etc y la selección española de los Calderón, Navarro y cía, que lleva unos añitos poniéndonos los dientes largos en las principales competiciones, aunque después falla en un partido crucial (normalmente, a los postres) y nos quedamos todos con acidez en el estómago. Demonios, si todavía me dura el éxtasis! Y es que los 40 minutos de juego de ensueño de la selección española en dicho partido, difícil será que se vuelvan a repetir en otra ocasión. Un trabajo excepcional en defensa y un ataque muy apañadito han hecho que Serbia desapareciese del mapa, con 19 puntos por debajo en el marcador. Tan poco acostumbrado estoy a las alabanzas, que debo confesar que en mi estómago sólo está bailando una manzanilla con anís y que no me ha dado un ataque de zapateritis aguda. Pero es que ver a estos tíos de la “sele” del baloncesto me ha reconfortado con lo que uno espera del deporte: entrega, espectáculo y superación del equipo pequeño para que así el grande las pase canutas para ganar o, incluso, pierda. Que la cosa ocurra con los chicos del básquet está muy bien y casi no sorprende. El día que los del fútbol hagan una hazaña similar, los frenopáticos y casas de locura se llenarán a reventar. Pasa que el baloncesto es un deporte de altura. No es un chiste ni una obviedad. Es que los tíos se lo curran bien currado. Los jugadores (salvo algunas excepciones) saben comportarse, les oyes hablar y hablan bien, se saben las tácticas y estrategias de su equipo con los ojos cerrados, son estudiosos por tanto, y pese a que en el campo están chorreando sudor a todas horas, ninguno escupe al suelo y su deportividad suele ser muy alta. Teniendo la fuerza que tienen, la velocidad y los codos que les cuelgan, es extrañísimo que en todos los partidos no haya más de un diente rodando por los suelos, a pesar de los protectores. No es por señalar, pero hay una distancia sideral entre esta buena gente y la pobre (otra vez salvemos las excepciones) que se dedica al fútbol. Quizás este buen rollo de los jugadores de baloncesto estribe en que una gran mayoría comprende a sus rivales porque casi todos tienen los mismos problemas, no sólo en la cancha si no, sobre todo, en la vida común: la altura. Ver a un jugador de baloncesto en una cancha impresiona, pero más si te cruzas con él en la acera. Y eso me pasa a mí frecuentemente con los chicos del Unicaja, del primer equipo y de otras categorías inferiores. El Puñetas no es un enano (1,86 cm le adornan, aunque bajando con la edad), pero cuando se cruza con uno de estos gigantes deportivos (en lo físico y en otras vertientes) se pregunta por lo complicado de la existencia de esta gente. Si cuando el Puñetas se monta en un avión, a veces tiene dificultad para no meterle los pies en la boca al pasajero que va delante, diganme los problemas de vuelo de esta gente, sobre todo cuando viajen a nivel particular, en clase turista. ¿Y dormir? ¿Y los zapatos? ¿Y la ropa? ¿Y el techo? Es que viendo las dificultades que a veces pasa uno con las cosas más nimias por un pequeño exceso de estatura en un mundo de enanos, las penurias y dificultades de estos mocetones no quiero ni imaginármelas. Quizás a estas cosillas particulares se deba el que estas gentes del baloncesto sea tan buenas personas, en general. Y se comprendan unos a otros y se cuiden mutuamente pese a tanta competitividad. Gente de altura a la que admiro dentro y, sobre todo, fuera de los palacios de deportes. Y en estas que pronto veremos en el Real Madrid a un chico de 22 años y ¡¡2,20!! de estatura, que acaba de ser fichado por el equipo de don Florentín, aunque sin ningún bombo ni alharacas. Se llama Sinanovic y viene de tierras bosnias. Uno de sus nuevos compañeros ha dicho: "Es un jugador que me gusta mucho. Es muy alto. Nunca he visto un tío tan grande como él, pero puede hacer muchas cosas. Puede correr como un cinco de 2,05, salta mucho y tiene la cabeza muy bien. Siempre quiere trabajar y sabe tirar de lejos. Quizá le falte un poquito de técnica, pero trabaja mucho en este aspecto y seguro que va a aprender mucho con Boza. Va a ser un muy buen jugador". Lo que estoy casi seguro es que será una buena persona.

18 de mayo de 2005

UN CHAVAL DE 75 AÑOS

Se lo debía. A uno de los clubes más veteranos, serios y simpáticos del país, le debía una pequeña y modesta felicitación por su importante cumpleaños. El pasado 30 de marzo cumplió 75 años de vida, a pesar de lo cual se encuentra como un chaval. Pero uno, que anda más atareado que una nuez en la boca de un abuelete desdentado, pues eso, que llega casi con dos meses de retraso para felicitar al Juventud de Badalona, equipo de baloncesto de mi infancia y adolescencia, por aquello del nombre y de que siempre me cayó en gracia por su lucha desigual contra los equipos de siempre, el dúo Real Madrid-Barcelona, también dedicados a esa cosa tan virguera del baloncesto.

¡Qué tiempos aquellos, caracoles! Cuando Nino Buscató, enanito pero matón, enchufaba la manguera y se inflaba a meter puntos desde larga distancia. Cuando Jose María Margall cogía la pelota y como un Gento del baloncesto, atravesaba la pista a velocidad del rayo y se metía en la cocina para dejar una de sus habituales bandejas. Se me hace la boca agua, demonios. Y luego, algo más tarde, el majete del Villacampa. Y Montero. Y los Jofresa. ¡Jodíos tiempos aquellos!

Vivir tantos años en la élite de nuestro baloncesto, con una economía modesta, y enfrentándose a los gigantes de Madrid y Barcelona (sucursales de los equipos de fútbol) tiene casi tanto mérito como cantar afónico la Traviata en la Scala de Milan. Es por eso que tras ellos, el Juventud es el club más laureado del baloncesto español. Y el que tiene más mérito de todos. Cuatro veces campeón de liga, siete veces campeón de copa, un campeonato y un subcampeonato de la Euroliga y dos copas Korac. El Juventud fue fundado en 1930 con el nombre de Penya Spirit de Badalona. De ahí que de siempre se le llamase también el “equipo de la Penya”. Nombre tan singular estuvo inspirado por el Spirit of Saint Louis (el espíritu de San Luis, según me informa mi traductor de familia, pues soy torpín de los bosques en esto de los idiomas), una avioneta que atravesó el Atlántico -de París a Nueva York- sin escalas ni pérdidas de tiempo.

Cuenta la leyenda y debe ser verdad por lo creíble, que en la temporada 47/48, cuando el Puñetas debía estar todavía en el limbo más de lo que está ahora, consiguió el Juventud su primer título de campeón de España, tras ganar –como no podía ser de otra manera- a esos pesados del Real Madrid y el Barcelona. Y que antes de viajar tuvieron que comprar unas camisetas para la equipación. Se quedaron con unas bastantes horribles, de un estridente color verde con rayas negras. Eran las más baratas, claro. Y como ganaron el campeonato, decidieron quedarse para siempre con estos colorines que tanta suerte les habían dado.

Cuando bastantes años más tarde anduve por Badalona en cosas del currelo (antes de que se catalanizara hasta el hormigón) pude comprobar que el fenómeno del Juventut nunca se hubiera dado de no ser por aquella ciudad tan destartalada como entrañable, donde convivían amistosamente don Pére y don Pedro sin que ningún carodta cabeza cuadrada pusiese barreras culturales artificialmente para “hacer país”. Los chicos jugaban al baloncesto en la calle, debajo del puente de la autopista que como una cicatriz partía en dos una mejilla de la ciudad. Y es que en Badalona está una de las cunas del baloncesto español, y en aquellos momentos, una de sus mejores canteras.

Durante las décadas de los 70 y 80 el Juventud alcanzó su época dorada. Ahí estaba el menda, un pipiolo imberbe con ganas de comerse el mundo y otras carnes menos duras de roer, siguiendo la buena marcha de aquel equipo tan juvenil que a menudo vapuleaba a los más poderosos (ya saben, los de siempre...). Cuando el dinero, la televisión y el poder amordazaron todo e impusieron sus normas, los éxitos empezaron a flojear, aunque nunca desaparecieron las ganas de seguir dando guerra en el internacionalizado mundo del baloncesto desde una modesta ciudad como Badalona. Ahora, 75 años después, el actual DKV Juventut camina entre la nostalgia y el deber de seguir portando la antorcha baloncestística ante los sempiternos monstruos y otros de nuevo cuño nacidos al socaire de cajas de ahorro y otras empresas de variado pelaje. El Villacampa, actual presidente, tiene trabajo para rato. Lo que nadie podrá cambiar ni borrar son sus 75 años de historia, los buenos momentos que nos hizo pasar, el haber sido el David que abate a los Goliats y esa filosofía propia y singular que todavía nos reconcilia en cierta manera con el deporte más genuinamente artesanal. Aunque hoy día la espada de Damocles cuelgue sobre las cabezas de esos románticos que vienen del año Catapúm y que se niegan a desaparecer del mapa ante el ataque despiadado de los modernos tiburones del siglo XXI.

9 de mayo de 2005

FRÍO BALONCESTO PROFESIONAL

No pudo ser. Los milagros no existen, y si ocurren por chiripa, no suelen repetirse. Así que el Tau Cerámica se tuvo que conformar con el segundo puesto en la Final Four (malditos anglicismos cateturrios) de la Liga Europea de baloncesto. Su rival, el Maccabi de Tel Aviv, le ganó en toda regla, como mandaban a priori los cánones de la renta per cápita de cada equipo (muy favorable a los israelitas), la experiencia en este tipo de partidos (el año pasado también ganaron este mismo campeonato) y el tener un equipo más compensado y superior.

Pero las derrotas a veces esconden grandes victorias. Y la del TAU lo ha sido, porque ha llegado a donde era impensable llegar (a las últimas eliminatorias) dado su modesto potencial económico e histórico. Así que el equipo vitoriano es el gran vencedor moral, aunque ya se sabe que con la moral no se come. Ni siquiera sirve para ganarse la primera piedra de un chalecito en el más allá.

El partido fue todo lo vistoso que puede ser una lucha entre dos equipos con diferente nivel de calidad. A veces la pelea, el no dar un balón por perdido y la táctica, no pueden hacer nada cuando enfrente tienes a una máquina de jugar. Ocurre que, como buen deporte profesional, uno veía a aquellos tíos correr como gamos para arriba y para abajo, saltar hacia las nubes, confeccionar profesionalmente un excelente partido, pero… allí faltaba algo. Sí, era un bello espectáculo… pero demasiado “frío”. Es el talón de Aquiles del deporte cuando se independiza demasiado de sus raíces. Porque una cosa es ver como patéticamente se politiza y se nacionalizan los encuentros deportivos y otra muy distinta (en la dirección contraria) comprobar que allí había jugando unos gigantes que poco o nada tenían que ver con lo que supuestamente representaban: a una ciudad, a una comunidad o a un país. Entre el patetismo nacionalista y el ni chicha ni limoná, me parece que debería de haber un punto intermedio. Teniendo en cuenta que un partido de baloncesto, o una actuación deportiva en general, no suele ser lo que se dice un “gran espectáculo” (excepto pequeños atisbos en alguna jugada o en algún partido concreto e inesperado), si no fuese por la emoción del marcador y la gloria de si ganas o el cabreo de si pierdes, la verdad es que se corre el riesgo de desactivar una componente esencial en todo choque deportivo: la rivalidad más allá de las marcas patrocinadoras. (¿Por qué nos apasiona ahora la fórmula I a los españoles? ¿Por ver si ganará Renault o Ferrari? ¿O porque hay un chaval llamado Alonso al que conocemos desde crío, que se pasea por nuestras calles, habla nuestro idioma, come nuestra riquísima tortilla de patatas y puede conseguir el campeonato del mundo de pilotos?)

Yo veía a aquellos jugadores del TAU correr como locos detrás de la pelota y de los jugadores israelíes (que tampoco eran israelíes) con la misma sensación de frialdad con que un ginecólogo mete mano a una paciente. Ni una emoción, oye, ni un suspiro, ni un “mecachi en diez”. Hielo. Des-pasión. Impasibilidad. Y es que ver como –excepto el base Calderón y algún que otro aislado jugador- todos los baloncestistas del TAU eran argentinos, americanos, lituanos, húngaros, brasileños o ingleses desmotiva emocionalmente a cualquiera. Francamente, aquella pequeña ONU del baloncesto (representada también en el equipo contrario) hacía que las vibraciones emocionales y erotizantes se redujesen bastante. No pedía uno que la cosa fuese pasional, pero tampoco ver el partido con menos calentura que la que tiene una pareja de casados con 40 años de aburrimiento a sus espaldas.

Reconozco, eso, sí, que quien me cautivó fue Dusko Ivanovic, el entrenador del TAU. Serbio el hombre. O sea, que cuando tomaba el biberón de pequeñito, ya estaba mamando basket. ¡Se movía por el campo desplazándose casi tanto como sus jugadores! Manejaba sus piernas y brazos como si estuviera marcando a un jugador rival, arbitraba el partido e incluso tenía tiempo para meterse en ocasiones bien dentro de la cancha. Una delicia de espectáculo y de pasión... dentro del campo. En estos tiempos descafeinados lo de Ivanovic y el TAU es de matrícula de honor. Y todo, oiga, con la mayor deportividad de unos y otros. Como no hubo opio ni violencia, la información en la prensa y teleles al día siguiente ha sido la habitual: ni cuarto y mitad. El ninguneo de siempre.

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).