FÓRMULA GUÁN: MÁS DIFÍCIL TODAVÍA
Está a punto de acabar el circo de la Fórmula Guán por esta temporada. Sí, esa ruidosísima competición donde unos conductores muy osados se meten como pueden en el cuchitril de un cochezucho para intentar llegar los primeros a la meta, escuchar los himnos nacionales respectivos (incluyendo el del país donde se ubica la marca del coche, que tiene bemoles la cosa) y ponerse chorrreando de champán o cava ante las miradas abobadas de los admiradores. Un derroche energético y contaminante de aquí te espero. Un deporte (ji, ji, la palabreja me da risa) que luego unos periodistillos muy listillos (y muy bien pagados) nos venden a través de los medios televisivos –en España, la Secta- dándole una emoción de película de Hitchcock, cuando la cosa es más aburrida que una ostra gigante (bueno, menos cuando hay algún accidente y se arma entonces la marimorena).
Ya se ve que al Puñetas la derrochadora fórmula guán le cae bastante gorda y ya la hemos puesto a caer de un burro (o burra) en otras ocasiones pues siete añitos de Arco dan para mucho, teniendo en cuenta que el mundejo del deporte se repite más que un tartamudo recitando un trabalenguas. Pero es que, como ocurre en el circo, siempre hay un más difícil todavía. Y en esas estamos. Ahora el montaje formulero no acaba la temporada en Brasil, como en los últimos años, sino que ha añadido otra carrera más en su largo peregrinar haciendo el chorra. Supongo que para cumplir cien por cien con el protocolo de Kioto, ji, ji. Ahora, en menos de una semana, los artistas de la pista se desplazan desde Sao Paulo a Abu Dhabi, que como todo el mundo sabe, está a la vuelta de la esquina, o sea, a 2.300 kilómetros de distancia. Así que mueva usted 500.000 kilos de chatarra (que es todo el material que mueve la F1) de un lado al otro del planeta para que todo siga igual de sucio. Está muy bien pensado el itinerario circuitero, ¿eh? Es como si en la Vuelta Ciclista a España la primera etapa empezase en Los Lagos de Covadonga, la segunda se realizase en Sierra Nevada, en la tercera se subiese al Teide y así sucesivamente.
Claro que todo este despilfarro qué narices importa. Si mueve lo que hay que mover, derrocha lo que hay que derrochar y se pringa lo que hay que pringarse es porque el NEGOCIO que lleva aparejado (en realidad lo único serio del asunto) es redondísimo. De eso entiende mucho el pobre paria don Bernie Ecclestone, capo de la fórmula guán. Nunca un negociejo tan privado quemó más recursos y movió más material en tan poco tiempo si exceptuamos el desplazamiento de los soldados americanos en alguna de las últimas invasiones a terceros países por estrictos motivos de “aquí mando yo”. Al Puñetas le encantaría saber cuántos impuestos paga el circo de don Bernie en los distintos países en los que desembarca con sus locos cacharros. Saber si las organizaciones ecologistas lo tienen en su lista negra, esa que debería estar siendo estudiada en los tropecientos Ministerios del Mierdo Ambiente. Conocer qué chanchullos políticos y económicos maneja el pobre paria para que su circo ambulante cada vez haga perder el culo a más gobiernillos y jerifaltones, que luego sacan pecho y foto ante un Ferrari o un MacLaren de muchos quilates, cuando lo que gustaría al personal sensato es verlos enseñando las facturas que todo ese montaje cuesta al erario público.
En fin, con su pan y su gasolina se lo coman. Desde aquí invito a esos politicastros que se dicen de izquierdas y de altísima sensibilidad ecologista y medioambiental a que graven la carrera de la fórmula guán que se realice en su país –Spain sin ir más lejos- con una millonaria tasa contra el derroche energético, la contaminación ambiental y el mal ejemplo a la ciudadanía. Esa que luego se monta en su cuatro latas, se echa a la carretera y –creyéndose que son un diez por ciento de Fernandito Alonso o Hamilton- se salen de una curva a 140 por hora o se estampan contra un árbol que estaba donde no debía. No caerá esa breva impositiva porque lo bueno de este y otros circos deportivescos es que entretienen un montón al personal y le hacen olvidar las heroicas chaladuras y corruptelas de sus politicastros, tan perfectamente prescindibles.