RICOS, MANDONES Y FAMOSOS
El día anterior me quedé con las ganas (una especie de coitus interruptus) de seguir metiéndole mano (ahora debería decirse “teclas”) a esa nueva moda que tienen muchos ricachones golferas de meterse a presidir un club deportivo pues a muchos de ellos no les basta con la erótica de la pasta gansa: necesitan la pornografía de la fama y el marraneo del poder.
El caso de Dimitri Piterman, del cual me ocupaba el otro día, es paradigmático, pero tipos como él nos encontramos en el mundo del deporte en mayor número de lo que parece. Y no hablamos de gente como los presidentes del Real Madrid, Barcelona, At. De Madrid, Villarreal, Málaga y otros porque al fin y al cabo son los tíos modestos dentro de su riqueza, se limitan a patrocinar un solo club, han llegado mediante paripés electorales y suelen dejar hacer más o menos libremente a sus asalariados. El Piterman ya es cometa de otra galaxia, como vimos.
Otro pájaro de cuentas es el Romanov, alias el Abramovich, quien se gastó hace un par de años unos 37 millones de euros para hacerse con la mitad del Chelsea y empezar a jugar a ser el Napoleón futbolero. En este tiempo el camarada ha roto el mercado gastando auténticas millonadas por futbolistas que valen menos que una casa de chocolate y en estos momentos se está pensando poner encima de la mesilla de noche del jugador interista Adriano la redonda cifra de 100 millones de euros para llevárselo de calle y a la cama. Y como no le basta con un equipo de fútbol, el gachón se ha ido haciendo dueño de otros cuantos más en diversos países, incluido el TSKA de baloncesto y algunos otros que sólo él y Nuestra Señora de los Dólares conocen. Pero la lista de ricos, famosos y mandones en esto del deporte es bastante larga. Hay por Méjico un tal Jorge Vergara que colecciona equipos como el que colecciona gorgoritos de la Pantoja. Uno de sus últimos intentos ha sido desembarcar en Europa, conforme se mira al Manzanares, pero el Atlético de Madrid le ha dado calabazas porque aunque la fe de su gran masa social es inquebrantable, es demasiado peligroso exponerla al bolsillo de un rico aburrido que no entiende de pupas, fervores calderonianos ni de himnos de Joaquín Sabina.
Al Fayed, el que iba para suegro de la difunta y santificada Diana de Gales, no sólo se forra con sus grandes almacenes “Harrods” y con otros negocietes la mar de boyantes, si no que también ha puesto sus manos limpias sobre un equipo inglés para así poder salir todos los días en los periódicos. (Recordar aquí cómo empezó la historia el ya difunto Moby Gil, en su querido club colchonero, y cómo acabó mangoneando en media Costa Sol, mafia incluida). Leo por ahí que hasta el primer ministro de Tailandia, harto de aburrirse como una ostra, se compró una parte del Liverpool, lo que significa que al menos una oreja y una mano de Benítez –su entrenador- le pertenece. No podemos olvidarnos en esta breve galería de vips del musoliniano Berlusconi, tan amigo de la cirugía estética como del futbolín. Su Milan, que siempre se mueve en la crema del fútbol mundial, tiene su entrenador y todo, aunque se presume que don Silvio suele confeccionar las alineaciones en los ratos libres que le dejan sus posesiones televisivas, sus operaciones de rejuvenecimiento facial y pollil y sus parlamentos y firmas en el BOE italiano.
Como no soy Pedro J. Ramírez o el director de EL PAIS, mi información sobre más gente de esta calaña berlusconera o abramovichera no va más allá en los nombres propios, pese a que hay una ingente multitud de ricachones que en el fútbol, baloncesto (incluida la NBA) y otros deportes de máxima audiencia, están ocupando-entreteniendo sus ratos libres con el tejemaneje de importantes equipos deportivos. Muchos tienen hartazgo de money pero echan en falta más poder y, sobre todo, la fama y el engolamiento de su ego. Es aquí donde vuelvo a las aguas patrias: a ver quién conocería a don Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, si no fuese por eso mismo. A pesar de su riqueza personal, de dirigir algunas de las empresas más importantes del país, para el gran e indocto vulgo, don Flo era un perfecto desconocido. Ahora no. En estos momentos su ego se encuentra super-satisfecho firmando más autógrafos que cualquiera de sus astros galácticos. Don Floren es el astro rey: un solete al que hasta los presidentes de gobierno piden permiso para sentarse a su lado. Y encima juega con ventaja respecto a esos arribistas millonarios de agua dulce: él ha llegado por la vía electoral y no arriesga ni un solo euro personal en el invento. Vaya lo uno por lo otro: el día que el socio se canse de él, le dará la patada electoral sin tener que pagarle ni un céntimo. A los Abramovich o Piterman, cuando los echen habrá que hacerlo con los dos pies por delante o con una paga extra de mil pares de bemoles.
El caso de Dimitri Piterman, del cual me ocupaba el otro día, es paradigmático, pero tipos como él nos encontramos en el mundo del deporte en mayor número de lo que parece. Y no hablamos de gente como los presidentes del Real Madrid, Barcelona, At. De Madrid, Villarreal, Málaga y otros porque al fin y al cabo son los tíos modestos dentro de su riqueza, se limitan a patrocinar un solo club, han llegado mediante paripés electorales y suelen dejar hacer más o menos libremente a sus asalariados. El Piterman ya es cometa de otra galaxia, como vimos.
Otro pájaro de cuentas es el Romanov, alias el Abramovich, quien se gastó hace un par de años unos 37 millones de euros para hacerse con la mitad del Chelsea y empezar a jugar a ser el Napoleón futbolero. En este tiempo el camarada ha roto el mercado gastando auténticas millonadas por futbolistas que valen menos que una casa de chocolate y en estos momentos se está pensando poner encima de la mesilla de noche del jugador interista Adriano la redonda cifra de 100 millones de euros para llevárselo de calle y a la cama. Y como no le basta con un equipo de fútbol, el gachón se ha ido haciendo dueño de otros cuantos más en diversos países, incluido el TSKA de baloncesto y algunos otros que sólo él y Nuestra Señora de los Dólares conocen. Pero la lista de ricos, famosos y mandones en esto del deporte es bastante larga. Hay por Méjico un tal Jorge Vergara que colecciona equipos como el que colecciona gorgoritos de la Pantoja. Uno de sus últimos intentos ha sido desembarcar en Europa, conforme se mira al Manzanares, pero el Atlético de Madrid le ha dado calabazas porque aunque la fe de su gran masa social es inquebrantable, es demasiado peligroso exponerla al bolsillo de un rico aburrido que no entiende de pupas, fervores calderonianos ni de himnos de Joaquín Sabina.
Al Fayed, el que iba para suegro de la difunta y santificada Diana de Gales, no sólo se forra con sus grandes almacenes “Harrods” y con otros negocietes la mar de boyantes, si no que también ha puesto sus manos limpias sobre un equipo inglés para así poder salir todos los días en los periódicos. (Recordar aquí cómo empezó la historia el ya difunto Moby Gil, en su querido club colchonero, y cómo acabó mangoneando en media Costa Sol, mafia incluida). Leo por ahí que hasta el primer ministro de Tailandia, harto de aburrirse como una ostra, se compró una parte del Liverpool, lo que significa que al menos una oreja y una mano de Benítez –su entrenador- le pertenece. No podemos olvidarnos en esta breve galería de vips del musoliniano Berlusconi, tan amigo de la cirugía estética como del futbolín. Su Milan, que siempre se mueve en la crema del fútbol mundial, tiene su entrenador y todo, aunque se presume que don Silvio suele confeccionar las alineaciones en los ratos libres que le dejan sus posesiones televisivas, sus operaciones de rejuvenecimiento facial y pollil y sus parlamentos y firmas en el BOE italiano.
Como no soy Pedro J. Ramírez o el director de EL PAIS, mi información sobre más gente de esta calaña berlusconera o abramovichera no va más allá en los nombres propios, pese a que hay una ingente multitud de ricachones que en el fútbol, baloncesto (incluida la NBA) y otros deportes de máxima audiencia, están ocupando-entreteniendo sus ratos libres con el tejemaneje de importantes equipos deportivos. Muchos tienen hartazgo de money pero echan en falta más poder y, sobre todo, la fama y el engolamiento de su ego. Es aquí donde vuelvo a las aguas patrias: a ver quién conocería a don Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, si no fuese por eso mismo. A pesar de su riqueza personal, de dirigir algunas de las empresas más importantes del país, para el gran e indocto vulgo, don Flo era un perfecto desconocido. Ahora no. En estos momentos su ego se encuentra super-satisfecho firmando más autógrafos que cualquiera de sus astros galácticos. Don Floren es el astro rey: un solete al que hasta los presidentes de gobierno piden permiso para sentarse a su lado. Y encima juega con ventaja respecto a esos arribistas millonarios de agua dulce: él ha llegado por la vía electoral y no arriesga ni un solo euro personal en el invento. Vaya lo uno por lo otro: el día que el socio se canse de él, le dará la patada electoral sin tener que pagarle ni un céntimo. A los Abramovich o Piterman, cuando los echen habrá que hacerlo con los dos pies por delante o con una paga extra de mil pares de bemoles.
1 comentarios:
Tal vez los tiempos estén cambiando. Tal vez estén llegando al deporte profesional esos patrocinadores tan deseados otrora.
Lo que pasa es que en vez de una marca comercial, el equipo anuncia un nombre propio. Detrás de ese nombre propio hay una serie de negocios, y la popularidad da confianza a los inversores.
La inversión que hacen en imagen estos señores que nombras seguro que les reporta beneficios en otras esferas (amén de beneficios fiscales y algún blanqueo de conciencia).
Tal vez lo que esté ocurriendo es que el deporte profesional, en vez de convertirse en un espectáculo, se esté convirtiendo en un circo.
Lo malo sería que este circo fuera romano; tras los leones hambrientos quedará un reguero de sangre.
Publicar un comentario