20 de febrero de 2007

PÉSIMOS TIEMPOS PARA LOS ENTRENADORES


Como el mundo de la competición deportiva se ha vuelto una selva más inhóspita que la más salvaje de las selvas naturales (“la competición engendra tensiones, trampas, coacción, disgustos, violencia, e incluso la lucha entre los integrantes del propio equipo” –son palabras certeras del compa de la Aguja), empiezan a abundar los damnificados y cadáveres, sean físicos o mentales. Pero tengo para mí que uno de los sectores más perjudicados en esta pérdida de cualquier valor deportivo y humano en el mundillo fuertemente pestilente de la alta competición, es el de los entrenadores (especialmente los futboleros).


Desde hace años muchos entrenadores son como el papel higiénico: usar y tirar. Y empeorando. Ya no basta que lo deportivo vaya mal o regular. Incluso se les manda a paseo tras los triunfos (es mejor irse –se dice- en la cresta de la ola que cuando la cosa no funcione). Rehenes de dueños de clubes que sólo aspiran al negocio, a la fama y propaganda personal, al blanqueo de dinero… Con tipos en el club que les han quitado atribuciones, como los directores deportivos, los preparadores físicos, los nutricionistas, los psicólogos… y que hacen que al final el papel de entrenador sea coordinar a toda esta gente y, eso sí, dar la cara y recibir todas las bofetadas. Si encima estás en un club de esos que presumen de ser los mejores del mundo, de esos que desprecian a los rivales ya que consideran que siempre tienen que ganar la Liga (si vas cuarto y a cuatro puntos del líder, es un fracaso desastroso), y si –para mayor desdicha- entrenas en un país en que el fútbol o el baloncesto es el narcótico social y nacional por excelencia, entonces lo tuyo –amigo entrenador- no tiene cura: cambia de profesión o dedícate a vivir de las rentas, si es que alguna vez diste un pelotazo contractual.


La presión sobre estos profesionales es tal que a veces explotan. Mientras que los jugadores se desfogan físicamente en el campo pegando patadas a los contrarios o eluden sus responsabilidades personales diluyéndolas en el equipo, el entrenador se encuentra sólo ante el peligro y siempre con enemigos a cuestas: los chicos que no juegan, el directivo que tenía otro candidato, el tonto del club (siempre hay un tonto y a veces suele serlo el mismísimo presidente de la entidad…). Luego están los aficionados –eso entra en el sueldo- y la prensa canallesca que vive a tu costa sin que tú veas un duro por ello. Así que a nadie puede extrañar que algunos entrenadores tengan que pasar por la UVI con angina de pecho o amago de infarto, o que otros exploten verbalmente para huir de ella. Así, Manel Comas, el dicharachero entrenador de baloncesto del Caja San Fernando de Sevilla, que esta semana afirmaba -tras perder un partido- que sus jugadores son “gilipollas” o, refiriéndose a un jugador concreto, que "es un NAF: Negro Atlético Fraudulento, y de mí no se va a reír más”. A los dos días don Manel se ha tenido que tragar sus feas palabras, pero al menos la descarga emocional de sus exabruptos le ha evitado pasar por la UVI. O qué decir del caso de Fabri, entrenador del Alavés, cesado por su presidente (“alias Piterman”) minutos antes del partido y luego readmitido a la finalización del mismo. Don Piter le había hecho la alineación una vez más, pero al entrenador fantasma se le infló sorpresivamente la dignidad. Descarga de adrenalina y bilirrubina, nueva bajada de pantalones, pero al menos la salud –oye- se mantiene en un nivel estable.



Ya digo, la cosa se está poniendo oscura. Pero el caso más escandaloso de la actualidad es el de Fabio Capello, entrenador del Madrid. El hombre lo estará haciendo bien o mal, pero el acoso mediático (dejemos a un lado el de algunos de sus jugadores y de varios directivos y técnicos de la casa) es para estudiar en las Universidades de Periodismo. Desde que llegó el primer día al equipo le están crucificando. Lo último ha sido el anuncio de su dimisión por parte de la cadena obispera de la COPE, a la que han seguido miméticamente el resto de las telecacas y radios. A estas horas don Fabio todavía no se ha largado o lo han echado, contradiciendo al señorito Abellán. Ver algún informativo de Telepingo o Antena Puaff, o escuchar emisoras como la citada, es asistir a un linchamiento del entrenador italiano en primera fila y gratis, sin que a los “periodistos” se les caiga la cara de vergüenza o se les ruboricen los genitales. Prensa no ya canallesca, como decía el clásico, si no facinerosa y mugrienta, que te atosiga a todas horas, te insulta desde la mañana a la noche, que opina de tu trabajo sin tener ni pajolera idea de lo que dice y que se cree que tiene autoridad suficiente para quitar o poner entrenadores. Quizás es que, como en el caso de Antena 3, su “Territorio Champion” y sus ingresos crematísticos dependen de que el Madrid y otros equipos españoles avancen en la Champion Li (a más eliminatorias, más negocio) y con el italiano parece que ven peligrar las ganancias más allá de los octavos de final. “Todavía sigue Capello en el banquillo”, afirmaban hoy en su bochornoso y patético noticiero del mediodía. Luego, le pusieron el micrófono al acosado para, con todo el morro de una piara de cerdos, preguntarle que cuando se va a marchar. El tío dice que no contesta a eso, y vuelven a la carga. Que si va a estar sentado en el banquillo en el próximo partido... y el tío repite lo de antes y vuelta a empezar.


Menos mal, dirá Capello, que al final me acabaré largando con los 15 millones pactados en los tres añitos de contrato, con lo que bien estará lo que mal acaba, pero una cosa es asumir que te griten quienes pagan –los aficionados- y otra que tengas que aguantar a tropecientos tíos con el micro entre las piernas diciéndote los muy inútiles que el inútil eres tú. Ser entrenador empieza a ser una cosa demasiado seria y arriesgada si no tienes licencias de armas.

PD: Hoy tuve el masoquismo de escuchar la primera parte del Real Madrid-Bayer de la Champion Li en boca de los locutores de Antena Puaff, otros que se mean las patas abajo cuando le enchufan la alcachofa a cualquier político embustero y bailarín pero que se atreven con cualquier futbolero de tres al cuarto, como Capello. Oiga, unos impresentables que mejor harían en estudiarse los miles de vídeos de las retransmisiones de Matías Prats padre. Una verborrea, una cantidad de apreciaciones subjetivas, un forofismo, un chorro de equivocaciones, unos destripaterrones del diccionario…, en suma, unos cantamañanas que no saben que un partido de fútbol en la telemierda no puede retransmitirse igual que si aquello fuese la radio. Estos, un tal Luque y un tal Manu, son los que luego largan contra Capello cuando salen en plan percha parlante en el noticiero simpsonero de Antena Puaf. ¡Regresad de nuevo a la escuela, beibis…!

2 comentarios:

la aguja 24/2/07, 0:59  

Tenía yo en mente hacer un articulillo de esos que te gustan sobre los dos tipos (arquetipos más bien) de entrenadores que se pasean por los equipos deportivos de toda índole.

Pero creo que me lo repensaré al menos un par de semanas porque aquí le has dado la vuelta mirando desde dentro.

La verdad es que sí, que el entrenador acaba siendo una especie de cura confesor, intermediario y psicoanalista mediático de todo el tinglado del deporte profesional.

¿Qué pasará el día que se pongan todos los entrenadores en huelga? (pregunta malévola, sin duda…).

Juan Puñetas 28/2/07, 21:43  

Para mí que muchos ya están en huelga... Visto cómo funciona el tinglado, hacen lo que pueden y lo que les dejan, cobran a fin de mes o al final del contrato (aunque los echen previamente) y a esperar tiempos mejores o a reciclarse...

Por cierto, que muchos entrenadores ganen menos que la mayoría de sus jugadores, ya indica un poco por donde va el asunto...

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