9 de marzo de 2008

EL DEPORTE DE LA CALLE


Como aquí nos gusta andar por caminos no trillados, hoy salimos a la calle para comprobar si el personal hace o no deporte. O, mejor dicho, ejercicio físico. Ya sé que una cosa no es equiparable a la otra, pero lo más importante de un buen titular es que sea mentira o, al menos, diga una verdad a medias.

Hay quien se encierra en un gimnasio para mantenerse en forma. Me parece estupendo y yo mismo lo hago. Pero en la calle se puede hacer ejercicio físico de una manera muy fácil y sin gastarse un euro. Hay plazas tomadas por los chavales (y no tan jóvenes) para practicar alguno de esos deportes urbanos que han nacido para calmar el aburrimiento juvenil. Por ejemplo, el parkour, donde el mobiliario y los obstáculos callejeros son utilizados para dar cabriolas, saltos y ejercicios varios. A veces se queda uno extasiado mirando las volteretas circenses de estos mozalbetes. Eso sí, con el móvil preparado para marcar rápidamente el número de urgencias clínicas, porque piensa uno que de un momento a otro alguno de los artistas se va a partir la crisma, el espinazo o el dedo gordo del pie. Luego, afortunadamente, no pasa nada. O pasa, más afortunadamente, cuando el Puñetas ya se ha largado.



Claro que para realizar el parkour hacen falta altas dosis de osadía, destreza y forma física que nunca podrá tener la gente madurita. Para los que pasan de los treinta añitos se han inventado los semáforos. Parece mentira que un simple poste con tres agujeros coloreados pueda dar tanto de sí. Especialmente en las grandes ciudades donde las avenidas son amplias y los carriles destinados a los coches cobijan más chatarra que carne las raquíticas aceras. Parece que nuestros concejales de Tráfico –habitualmente los más torpes de la Corporación- se hayan confabulado para que los pobres peatones hagan los cuarenta metros lisos en tiempo de record. Entre que dan escasos segundos al semáforo peatonal y que cada vez hay más conductores mal nacidos, observar un paso de cebra (no es casualidad el nombrecito) en una avenida de alta densidad automovilística mueve a compasión por el ciudadano bípedo. Mujeres con el carrito del bebé adquiriendo velocidades de Fernando Alonso en cuanto ven que el semáforo va a cambiar de color. Viejecitos con garrota que rejuvenecen en unos segundos sacando fuerzas de flaqueza con tal de no ser despanzurrados en el paso de cebra por la jauría de conductores que se echan encima sin el menor miramiento (la ley les ampara pues ya tienen el semáforo en verde). Chicas de tacones de a metro que en un periquete deben dar auténticos saltitos de pértiga para arribar sanas y salvas a la acera de enfrente. En fin, un ejercicio físico que repetido en ocho o diez tránsitos en otras tantas avenidas, convierte en deportistas consagrados a quienes han optado –queriendo o sin querer- por no hacer más actividad muscular que la indispensable.



Pero no todo son carreras. También está ampliamente divulgada la modalidad de saltos. Saltito por aquí para no pisar la caca del “perro” o “perra” que sacó al chucho a la calle sin preocuparse de recoger sus excrementos. Saltito por allá para evitar esa alcantarilla mal puesta, esa baldosa rota que te puede provocar un esguince tobillero a la menor oportunidad. Saltitos por acá y acullá para eludir los tropecientos mil obstáculos situados en vertical y horizontal en las selváticas aceras de nuestras urbes.



Por si no bastaban todas las actividades físicas imprevistas que nos vemos obligados a hacer los peatones al transitar por la ciudad (¡cómo olvidar las carreras tras el bus, el tren de cercanías o ante el inminente cierre de la ventanilla de tal o cual ministerio o consejería!), ahora los Ayuntamientos se están dedicando a situar en parques y otros lugares de ocio esas maquinonas que tanto abundan en los gimnasios. Quieren que el personal ejercite sus músculos en la calle para mantenerlo sano y que no se nos muera, disminuyendo así el número de contribuyentes. Entre unos y otros han conseguido que nuestras calles y parques parezcan más un polideportivo que otra cosa. ¡Luego dicen algunos que no tienen tiempo para hacer deporte o ejercicio físico!

2 comentarios:

la aguja 14/3/08, 12:25  

Llevo tiempo diciendo que cruzar la calle por un paso de peatones es una actividad de riesgo.

Hace unos meses estuve en Bilbao; se me ocurrió cruzar una de las calles más anchas de la Villa por donde no debía (nada más que seis carriles, que Bilbao es la capital del mundo pero es pequeño). Más abajo se abrió el semáforo y los coches salieron rugiendo (serían las 23:00 h.). Yo, que empezaba a acelerar, enseguida me di cuenta de que la velocidad a la que venían, o esprintaba o me atropellaban. Cuando iba alcanzando ya el quinto carril, que se me empieza a agarrotar el bíceps femoral de la pierna derecha.

¡Hostias!, que no estoy ni para una carrerilla. Al final, renqueando, con la mano agarrándome la pata, y cojeando a saltitos, llegué al final de la calzada. La pitada que me propinaron me ha hecho pensar.

Ya no estoy para divertirme con aquella canción de Paloma: "[…] cruzar en rojo los semáforos […]".

Juan Puñetas 26/3/08, 21:02  

Como cada vez ejerzo más de peatón, cada vez me doy más cuenta de la burricie de una gran mayoría de conductores que sólo piensan en sí mismos. Por eso no me fío un pelo de ellos y en un paso de cebra, aún con semáforo, hasta que no hacen gestos claros de pararse no me tiro al ruedo. Es más, cada vez me sorprendo haciendo gestos de enfado a esos desgraciados que deberían de pararse en el paso de cebra porque te están viendo que has empezado a cruzar y los tíos siguen como si fueses invisible. Falta de educación y de vergüenza.

Pero dejando a un lado estas quejas, a las que habría que añadir algunas que otras injurias hacia los gobernantes municipales que sólo se preocupan del tráfico circulatorio de los cuatro latas y no de los peatones, este maltrato hacia el viandante lleva consigo al menos que pueda mantenerse en buena forma física si es asiduo a la calle. Así que yo pediría desde aquí los primeros campeonatos urbanos para viandantes con pruebas como el salto de baches, carrera de obstáculos en la acera, persecución de autobuses, atravesar pasos de cebra y otras lindezas.

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).