LOS FACHAS DEL DOPAJE
Le recomiendo –amable lector- que lea muy detenidamente el enlace siguiente. Si tras hacerlo no se le ponen los pelos de punta es que usted es calvo.
Hace unos días la prensa se hacía eco de la siguiente noticia: “Eliminado un ajedrecista del campeonato de España por negarse a un control antidopaje”. El ajedrecista se llama Manuel Rivas y los que estamos un poco al tanto de la calle sobre el tablero de las 64 casillas, sabemos que es un gran jugador y una gran persona. Su historial no puede quedar emborrado por esta noticia, que los medios se han limitado a transmitir como loritos sin ahondar en ella ni en sus implicaciones. Y como aquí estamos para mojarnos, máxime cuando nos tocan los cataplines de la razón y el sentido común, pues vamos a ello.
Resulta que los jerifaltillos del ajedrez (nacionales e internacionales) quieren que sea olímpico. No por amor al ajedrez si no por querencia a la pasta gansa que ello reportaría. Una de las condiciones es pasar por las horcas caudinas del movimiento olímpico, amigo de la peseta, el euro, el dólar y todo lo que huela a dinero. Así que desde hace un tiempo se han establecido los clásicos y obligatorios controles, considerando como sustancias dopantes a las típicas de estas ocasiones: cannabis, alcohol, anestésicos locales, esteroides, anabolizantes… Ya se sabe: el ajedrez está formado por señores que para jugar mejor no dudan en acudir medio borrachos a una partida, en fumar cannabis en sus ratos libres o profesionales o en chutarse opíparas raciones de mierdas sintéticas para fortalecer su musculatura cerebral, con el consiguiente aumento de ELO. Por tanto, leña al mono y que no pase ni uno en cuanto detectemos alguna de estas sustancias en su sangre u orina, que seguro que con tal de ganar millones de euros y mucha fama estos tíos son capaces de ponerse de esteroides y asteroides hasta las cachas. Desde luego -escribiendo ya sin pizca de ironía-, hay que desconocer muchísimo el mundo del ajedrez y a los ajedrecistas para ponerse en este suponer.
El gran problema, sin embargo, no es el de poner unas sustancias a voleo en la lista de dopantes y hacer pasar los controles a todo quisque, sin miramientos ni sensibilidad. Lo que entusiasma a los jerifaltillos, aparte de salvar descarriados y pecadores, es lo que es consustancial a todo tipejo que tiene cierto poder político (y los mandarines deportivos lo tienen) sobre los demás: joder vivo al personal de a pie, demostrar quien manda y qué ocurre a los que no obedecen. Puro comportamiento fascistoide. Despertar a los ciclistas a las cuatro de la mañana para pincharles en los testículos. Acercarse a la casa del tenista cuando está echando un polvo con su novia para reclamarle unos mililitros de orina. Tener localizado al deportista a todas horas para -cuando nos dé la gana- importunarle y pedirle que mee. Lo que cuenta la ajedrecista austriaca en su escandaloso caso: saltarse a la torera los derechos más elementales del deportista, ciscarse en su privacidad, actuar como jueces sin serlo, expulsar a quien recurra a la justicia extradeportiva y otras exigencias arbitrarias. Ellos así lo quieren y dictan, ordenan, juzgan, condenan, castigan y expulsan. Con un par. Y quien rechiste, a las tinieblas.
No sé las argumentaciones de don Manuel Rivas para negarse a pasar el control antidopaje porque no he visto por ningún lado un periodista decente que fuese a preguntárselas. (La noticia, claro, es la descalificación por no pasar por el aro). Pero me las imagino. Un tipo que ya en 1978 fue campeón de España, no va a estar dopándose ahora que está cerca de los 50 tacos. Ni tiene porqué mear cuando les salga de las narices a los cabezas de huevo habituales.
Tenemos en el Arco suficientes artículos sobre el dopaje como para que nuestra posición esté bien clarita al respecto, pero hoy era preciso sacar no sólo los dientes si no toda la dentadura: hay que llamar fachas a esos tipos para los que todos los deportistas son sospechosos, drogadictos por tomarse una aspirina contra el dolor de cabeza y villanos porque –en defensa de su propia dignidad- se niegan a pasar por ciertas cosas. ¡El ajedrez es otro mundo, camaradas de la prepotencia y el desvarío! De haber sido el menda lerenda esa jugadora austriaca del enlace inicial de este libelo, saco la escupidera de la hija enferma y la estrello en la cabeza de esos desgraciados que se atreven a llamar a mi casa a la hora que les sale de las narices para pedirme 75 mililitros de orina. ¿Pero quién demonios se creen que son estos tipejos?
Hace unos días la prensa se hacía eco de la siguiente noticia: “Eliminado un ajedrecista del campeonato de España por negarse a un control antidopaje”. El ajedrecista se llama Manuel Rivas y los que estamos un poco al tanto de la calle sobre el tablero de las 64 casillas, sabemos que es un gran jugador y una gran persona. Su historial no puede quedar emborrado por esta noticia, que los medios se han limitado a transmitir como loritos sin ahondar en ella ni en sus implicaciones. Y como aquí estamos para mojarnos, máxime cuando nos tocan los cataplines de la razón y el sentido común, pues vamos a ello.
Resulta que los jerifaltillos del ajedrez (nacionales e internacionales) quieren que sea olímpico. No por amor al ajedrez si no por querencia a la pasta gansa que ello reportaría. Una de las condiciones es pasar por las horcas caudinas del movimiento olímpico, amigo de la peseta, el euro, el dólar y todo lo que huela a dinero. Así que desde hace un tiempo se han establecido los clásicos y obligatorios controles, considerando como sustancias dopantes a las típicas de estas ocasiones: cannabis, alcohol, anestésicos locales, esteroides, anabolizantes… Ya se sabe: el ajedrez está formado por señores que para jugar mejor no dudan en acudir medio borrachos a una partida, en fumar cannabis en sus ratos libres o profesionales o en chutarse opíparas raciones de mierdas sintéticas para fortalecer su musculatura cerebral, con el consiguiente aumento de ELO. Por tanto, leña al mono y que no pase ni uno en cuanto detectemos alguna de estas sustancias en su sangre u orina, que seguro que con tal de ganar millones de euros y mucha fama estos tíos son capaces de ponerse de esteroides y asteroides hasta las cachas. Desde luego -escribiendo ya sin pizca de ironía-, hay que desconocer muchísimo el mundo del ajedrez y a los ajedrecistas para ponerse en este suponer.
El gran problema, sin embargo, no es el de poner unas sustancias a voleo en la lista de dopantes y hacer pasar los controles a todo quisque, sin miramientos ni sensibilidad. Lo que entusiasma a los jerifaltillos, aparte de salvar descarriados y pecadores, es lo que es consustancial a todo tipejo que tiene cierto poder político (y los mandarines deportivos lo tienen) sobre los demás: joder vivo al personal de a pie, demostrar quien manda y qué ocurre a los que no obedecen. Puro comportamiento fascistoide. Despertar a los ciclistas a las cuatro de la mañana para pincharles en los testículos. Acercarse a la casa del tenista cuando está echando un polvo con su novia para reclamarle unos mililitros de orina. Tener localizado al deportista a todas horas para -cuando nos dé la gana- importunarle y pedirle que mee. Lo que cuenta la ajedrecista austriaca en su escandaloso caso: saltarse a la torera los derechos más elementales del deportista, ciscarse en su privacidad, actuar como jueces sin serlo, expulsar a quien recurra a la justicia extradeportiva y otras exigencias arbitrarias. Ellos así lo quieren y dictan, ordenan, juzgan, condenan, castigan y expulsan. Con un par. Y quien rechiste, a las tinieblas.
No sé las argumentaciones de don Manuel Rivas para negarse a pasar el control antidopaje porque no he visto por ningún lado un periodista decente que fuese a preguntárselas. (La noticia, claro, es la descalificación por no pasar por el aro). Pero me las imagino. Un tipo que ya en 1978 fue campeón de España, no va a estar dopándose ahora que está cerca de los 50 tacos. Ni tiene porqué mear cuando les salga de las narices a los cabezas de huevo habituales.
Tenemos en el Arco suficientes artículos sobre el dopaje como para que nuestra posición esté bien clarita al respecto, pero hoy era preciso sacar no sólo los dientes si no toda la dentadura: hay que llamar fachas a esos tipos para los que todos los deportistas son sospechosos, drogadictos por tomarse una aspirina contra el dolor de cabeza y villanos porque –en defensa de su propia dignidad- se niegan a pasar por ciertas cosas. ¡El ajedrez es otro mundo, camaradas de la prepotencia y el desvarío! De haber sido el menda lerenda esa jugadora austriaca del enlace inicial de este libelo, saco la escupidera de la hija enferma y la estrello en la cabeza de esos desgraciados que se atreven a llamar a mi casa a la hora que les sale de las narices para pedirme 75 mililitros de orina. ¿Pero quién demonios se creen que son estos tipejos?
2 comentarios:
Es lo que hay amigo. O lo tomas o lo dejas. Rivas lo ha dejado, por lo que veo. Pero siempre habrá estúpidos que 1) mearán donde les pidan 2) se aprovecharán del vecino que no mea para medrar en el escalafón deportivo.
Bueno, tampoco hay controles antidopaje a 7.500 metros de altura para los alpinistas, y dicen que van dopados hasta las cascarrillas para mejor asimilar las consecuencias de la altura. Hay quien dice que hay verdaderas farmacias allí arriba. Total, no veo a ningún súbdito de Lissavetzky subiendo a las cinco de la mañana al Annanpurna o como leches se escriba para pedir la meadita de rigor. Y en pelota, claro, para que se compruebe que le orina es genuina y no de otro, como ya sabemos que han hecho algunos.
Otros que también se pasan el dopaje por sus gatillos son los cazadores. Alguno inflaba el globo de la Benemérita, pero no conducen por carreteras interurbanas...
En fin, don Juan, que usted lo mee bien (a la mala baba que se le ha puesto, me refiero).
En efecto, siempre hay gente que tragará carros y carretas. Pero aquí (salvo que seas un número uno) pocas perras vas a sacar, así que no sé yo si compensa tanta meada. Me cabrea el tema porque cualquiera que conozca un poco el mundillo del ajedrez (el aficionado y el profesional) sabe que es uno de los deportes-juego más sanos. ¡Tomar varias tazas de café también es considerado doping! Como si los jugadores lo necesitasen para no dormirse en la partida... En todo caso, los árbitros y los espectadores, ¿no? En verdad le digo que si hoy levantase la cabeza el genial Capablanca, del susto se volvía como usted: capanegra. Un saludo y que méelo bien también..., aunque para auténtica meada, la de esos chiquilicuatros que obligan a pasar por el orinal a señores tan serios y respetables como los ajedrecistas.
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