NADAL Y LOS MERCACHIFLES MEDIÁTICOS
Era el lunes pasado cuando este Puñetas puñetero fue capaz de realizar la proeza de estar despierto hasta las cuatro de la mañana para el ver el partido Nadal-Djokovic de la final del Open USA de tenis. La razón de semejante esfuerzo físico, espiritual y masoca sólo cabe achacársela a que presentía un partidazo de buen tenis, una lucha igualada y emocionante, y a que luego quería escribir sobre el particular en este Arco de mis entretelas.
Ganó Nadal y, como siempre ocurre en estas ocasiones, los medios se han llenado de desaforados elogios hacia el manacorí, como si lo suyo hubiera sido una gesta titánica (equivalente, por ejemplo, a buscar trabajo en esta Spain zapateril y ¡encontrarlo!). Para bajarles los humos afirmo con todo el morro que me adorna que el partido estuvo lejos de ser un partidazo, que hubo demasiados altibajos, con golpes increíbles y fallos más increíbles todavía. Por ambas partes, aunque fue el jugador serbio quien, sobre todo en el cuarto set, empezó a errar más de la cuenta, quizás por cansancio, quizás porque ya era consciente de que Rafaelito se había puesto el disfraz de la muralla china, quizás porque volvió a recordar lo que ya sabe de sobra: que para llegar a ser número uno del tenis le falta lo que les sobra a Nadal y Federer, regularidad y ciertas gotas de genialidad. Ah, y menos dosis de histrionismo, que al espectador divierten mucho, pero que a él mismo no le aporta ningún beneficio.
Vi el partido, como todos los que juega Nadal, con la voz de los comentaristas en off y eso que zapeaba entre Canal Plus y Eurosport pero es que uno lleva mucho tenis a sus espaldas y ya conoce demasiado a los tipos que largan por el micrófono. El Puñetas se sabe de memoria la cantinela respecto a Nadal como antes, hace ya sus añitos, se la supo con Indurain. Un suponé.
Recuerdo que el ciclista navarro se rebelaba contra el éxtasis y el peloteo excesivo que destilaban los plumillas de la prensa y los microfonistas de los medios audiovisuales en relación a sus triunfos. Por eso afirmaba –siempre que le dejaban- que él era un tipo normal, como tantos, que le costaba muchísimo ganar una carrera y que para ello debía estar a tope y muy bien preparado. Sus quejas caían en saco roto porque las portadas siempre eran las mismas cuando ganaba: el extraterrestre, Miguelón, el dios Miguel y otras idioteces semejantes, ya saben, humildad, sensatez, cerebro privilegiado, forma física descomunal, etc. Los elogios hacia Indurain ruborizaban hasta a las amapolas. Y, por supuesto, al propio ciclista, al que sentaban como una patada en cierto sitio blandengue de la entrepierna masculina.
Con Nadal se repite milimétricamente el mismo percal hiperbólico. Ya se le está catalogando como el mejor tenista de la historia o que puede llegar a serlo, cuando le queda todo un mundo. Lo de adjetivarlo como “ser de otra galaxia” es cosa habitual en quienes se deleitan demasiado en la información-ficción, vendiéndola y comprándola a precio intelectual de saldo. Dar por sentado antes de los partidos que los va a ganar es norma habitual en estos mercachifles mediáticos. Y señalar, como hoy mismo cuando llegaba a Madrid, su enorme humildad, carisma, sensatez y tal, sólo hace preguntarse a cualquier oyente o lector crítico si es que hay que destacar lo obvio, si es que lo habitual en los tenistas es que sean unos insensatos, unos arrogantes y unos canallas.
Todos estos excesos babosiles en tanto adulador sobreactuante, al final, a quien más perjudican es al deportista súper vanogloriado pues da la impresión de que gana casi sin despeinarse cuando detrás hay siempre un inmenso esfuerzo personal; perjudican a sus rivales, a los que se les ningunea y minusvalora su trabajo y, en general, perjudica a todo el deporte pues la esencia del mismo es ganar… y perder. Ganar sin tantos aspavientos ni perendengues ni cantares de gesta, y perder sin hacer de la derrota un ridículo, una debacle, un drama, como es habitual. Que esa es otra: en cuanto vienen mal dadas, las excesivas cañas se vuelven injustas lanzas y si no, que se lo digan a los chicos del baloncesto hispano, cuyo sexto puesto en el último mundial ha sido tomado por los mercachifles como un humillante retroceso y un sonoro fracaso. Vamos, que ser el sexto mejor equipo del mundial lo puede conseguir cualquiera e, incluso, hasta sin bajarse del autobús.
Así que menos honores, menos excesos y grandilocuencias y más apego a la realidad, a la verdad y al sentido común. Esa noche me alegré de que Nadal ganara la final del USA Open porque jugó mejor tenis que su rival pero bastaba ver los chorreones de sudor que le caían cara abajo para darse cuenta que la victoria le costó lo suyo. Ni paseo, ni victoria de un ser superior ni gaitas. Que el propio Nadal tenga que decir públicamente en esas ruedas de prensa que le hacen a menudo, donde hay preguntas incoloras, inodoras, insípidas e idiotas, que “no me veo como el mejor deportista español de la historia, eso es una barbaridad” no demuestra más que sentido común del jugador frente a la insensatez de la prensa. Que el propio Nadal tenga que decir que “no soy un jugador completo” debería hacer callar a muchos bocazas que lo ponen hiperbólicamente por las nubes como si ya hubiese alcanzado la perfección divina.
Sí, ya sabemos que esto del deporte de elite funciona así, con la creación ficticia y estrafalaria de mitos, dioses y seres extraplanetarios cuando sólo hay gente muy profesionalizada, constante, con mucho amor propio y espíritu de sacrificio. Ya sabemos que se trata de comprar y vender informacioncitas para que el negocio siga próspero. Parece que la efímera épica del espectáculo deportivo no es suficiente para atraer a curiosos y clientes. En cualquier caso, la mercachiflería mediática debería –aunque sólo fuese por vergüenza torera-, ser algo más comedida y realista a la hora de cantar las batallitas de los gladiadores del circo actual. Aquellas en que pierden y, por supuesto, aquellas en las que salen victoriosos.
2 comentarios:
Es un círculo, Puñetas: el deportista profesional, los mierdos de incomunicación y desinformación, la masa ignorante (manteniendo el fracaso del sistema educativo se fabrican seguidistas incapaces de mantener un criterio propio), los patrocinadores que huelen que es lo que sigue la masa, y vuelta a empezar con los deportistas profesionales. Es un círculo que se retroalimenta a sí mismo, engorda, crece y se ramifica. A esto se suman los impresentables políticos... la mejora por depuración de este sistema es algo inalcanzable; tal vez la única solución sea que colapse.
El colapso... Buen título para un articulillo sobre el deporte. Y sobre el mierdo ambiente. Y sobre la política casposa. Y sobre tantas cosas que, tarde o temprano, acabarán haciendo paf, plof, cataclac y ....... (aquí los puntos suspensivos significan encefalograma plano). Estamos más cerca del colapso de lo que parece. Atentos a las pantallas...
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