LOPERA Y LA AFICIÓN BÉTICA: QUIEN LES HA VISTO Y QUIEN LES VE
En esta España de botijo y pandereta, en un tris-tras los mismos que se daban besitos en los morros y achuchones en la entrepierna son capaces a los diez minutos, o a los cinco años, de tirarse los trastos y las piedras a la cabeza con un ardiente odio equiparable al amor de otros tiempos. Veletas, exagerados, simples… No abusemos de los adjetivos porque los carga el diablo.
De ser el presidente más valorado de la historia del Real Betis Balompié ha pasado el señorito Lopera a ser el más odiado. Tanto es así que los que no dijeron ni “mu” cuando el campo bético pasó a llamarse Ruiz de Lopera, bautizado así por el ídem, hace poco emprendieron una cruzada para cambiar el nombre del estadio y retrotraerlo al viejo Benito Villamarín (antes Heliópolis). Lo ya escrito: hoy nos hacemos carantoñas y mañana nos damos patadas en las espinillas; hoy nos amamos hasta la náusea y mañana no nos podemos ni ver en pintura.
Aquellos polvos del mamoneo y el sobeo han traído estos lodos. Como dijo el clásico: se veía venir. En el Arco ya pusimos las peras al cuarto al señorito Lopera en articulillos bien lejanos (años 2005 y 2006). “Mi mujer está orgullosa de que me haya gastado 36.000 millones en fichajes”. “Una madre me pidió ir a la autopsia de su hijo desnudo, envuelto con la bandera del Betis, fui y lloré”. “Hay muy pocos ateos que sean del Betis” “Hay apuntados niños que aún no han nacido porque tienen que ser béticos por gracia de Dios y antes de nacer”. Únicamente por estas perlas el personaje ya se definía, es decir, se descalificaba por sí solo. (Perlitas del 2005, no de ahora, cuando muchos han descubierto la crudeza real del personaje demasiado tarde).
Tan bien iban las cosas entre don Lopera y doña Afición hace un lustro que el buen hombre decía por aquel entonces: “Los béticos se dirigen a mí no como presidente sino como algo suyo. La afición me considera más bético que el escudo. Soy un hombre que he sido bético antes de nacer”. Hoy, para esa misma afición, el caballero se ha vuelto un indeseable.
En realidad la crisis matrimonial empezó a hacer aguas menores a finales de 2006, cuando er Beti inició su caída deportiva en picado. Ya se sabe, si fallan los resultados hasta el tío que riega el césped es más inútil que un cero a la izquierda. Por eso, atónitos ante el cambio tan radical de actitud, escribíamos entonces: “Cuando los buenos resultados no llegan porque las cosas se hacen mal o regular, los primeros que te saltan a degüello son aquellos que meses atrás te daban besos hasta en el cielo de la boca. Y eso le está pasando al ínclito Lopera, de un tiempo a esta parte. En algo más de un añito ha pasado de estar en la cumbre del éxito a caer en la mayor de las desgracias. Los que antaño lo consideraban más bético que la madre que los parió, ahora le llaman de todo menos “bonico”. ¡Quién le ha visto y quién le ve, don Manué!”
La filosofía del “usar y tirar”, madre intelectual del mundejo del futbolín profesional, era ajena a don Manué, siempre tan creído de que él era un ser especial, un enviado de Jesús del Gran Poder. Algo tan absurdo y falso como que la afición bética era la más simpática de España y parte del extranjero. Bastó alcanzar algunas mieles triunfales, (con Lopera, por cierto) para demostrar que tan “ilustre” afición era como las demás: con mala sangre en las adversidades y con escasa virtud crítica en los éxitos. Del “viva er beti manque pierda” se pasó a frases y espectáculos lamentables que están en las hemerotecas para quienes gusten saber.
La situación de encono fue agravándose hasta límites grotescos. Del viejo idilio ya no quedaban ni las raspas. En 2009, ayer como quien dice, se celebró en Sevilla una manifestación histórica. “Con gentes de todos los pelajes sociales, desde el cantante de fama al obrerete anónimo. Todos juntos y unidos bajo un mismo lema y único clamor…” No se protestaba contra el paro endémico, contra un gobierno andaluz incompetente y corruptillo o contra la crisis de nuevo cuño. El clamor de aquella afición, otrora tan satisfecha con su líder, era “Por un Betis libre y con sentimientos”, “Lopera, vete ya”, “No nos hagas sufrir más”, “Resurgiremos de las cenizas”…
Ahora, a finales del 2010, ya ni el estadio recuerda en su nombre al señorito Lopera, acuciado por los aficionados que tanto le querían, acosado por la Hacienda pública y seguramente harto de tanto amigo devenido en traidor, incluyendo a sus hombres de paja. Que se lo merezca o no nos la trae al pairo, pero ese pendulazo entre el señorito y la simpática afición nos deja un regusto agrio en el gaznate. La sobreactuación, la falta de sentido de la realidad, la hipérbole, el nulo espíritu crítico adornan a la gran mayoría de los aficionados futboleros y a los personajillos que pululan por los palcos y el césped. Gentes que hoy te aclaman, mañana te aporrean (a un presidente, a un entrenador, a un jugador…) y, todo es posible, pasado mañana puede que vuelvan otra vez a subirte a los altares para acto seguido trocarlos en calentorro patíbulo. Señor, señor, qué voluble y qué cantamañas es mucho personal futboleril. A grandes amores, ya se sabe, grandes divorcios…
2 comentarios:
La locura es colectiva. La gente son fieras y estos listos son los domadores. Viven a buen ritmo una pila de años y cuando se les acaba, "que les quiten lo 'bailao'".
Ya sabe, las fieras no piensan. Sólo muerden, atacan, se defienden o se autoengañan con los trucos del prestidigitador (del domador, quiero decir). Les está bien empleado por... tontas.
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