CUANDO EL BALONCESTO SE REPITE MÁS QUE EL AJO
Entramos en la recta final de la liga ACB con la final a cinco partidos entre el Real Madrid y el Barcelona. No, no estamos hablando de fútbol sino de baloncesto. Lo cual demuestra que, pese a una mayor igualdad, aquí también mandan los dos caciques de siempre. Poderoso caballero es don dinero, que dijo don Quevedo.
Así que habemus de nuevo partidos de la máxima rivalidad, donde no sólo se juegan meter la pelota por el aro, sino algo más. Ya me entienden quienes quieren entenderme. Aunque, a decir verdad, hemos visto tantas veces enfrentarse a ambos equipos, que la cosa ya es harto aburrida. Sólo en los play-off (horrible palabro importado del país de las hamburguesas), desde que se instauraron allá por 1983, se han enfrentado en 46 partidos. Sumen los partidos de la Liga regular, los de la Copa, los de las competiciones europeas y los amistosos, y comprenderán que un nuevo enfrentamiento no nos alegre especialmente las pajarillas. ¡Coñazo de iteraciones! ¿A quién le puede apetecer –excepto a los fanáticos- comer tropecientas veces el mismo plato? Pero, ojo, que no sólo se repiten más que el ajo los partidos entre el club merengón y el culé. Otro tanto ocurre con los Tau-Unicaja, Madrid-Juventut, Barcelona-Unicaja y así sucesivamente. El año pasado, mismamente, el Unicaja y el Juventut llegaron a enfrentarse a lo largo de la temporada en más de diez ocasiones. Una pesadez y un abuso del personal.
Lo grave es que no por muchos partidos, las eliminatorias se deciden antes. Mucho play off a cinco eliminatorias, como ha pasado en las recientes semifinales, y luego todo se resuelve en los últimos segundos del quinto partido. ¿Para qué han servido los otros cuatro? ¡Sólo para hacer caja!
Claro que tanta insistencia en que se vean las caras los jugadores de los equipos fetén de la ACB permite que el conocimiento personal y la camaradería entre éstos alcancen cotas jamás imaginadas en otros deportes. De modo que diálogos como los que a continuación transcribo son bastante comunes en los partidos, en esos huecos que hay siempre para que descanse el público.
-¿Qué, Fernando, otra vez por aquí?
-Ya ves, Alfonso, otra vez pegando saltitos a tu vera.
-Mi chica te manda recuerdos. Con la de veces que nos vemos, ya somos casi de la familia…
-Pues sí, Alfonsico. Bueno, después seguimos hablando, que va a empezar el partido.
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-Verás que hoy tenemos el día gafado, Fernando…
-Bueno, si hoy os va mal, lo mismo os recuperáis en el segundo partido.
-Sí. Esta es la ventaja de los play off. Por cierto, dile al pivot ucraniano que tenga cuidado con los codos que casi me los mete en el ojo.
-Tranquilo, es buen chico. Pero ya sabes que ha estado lesionado casi toda la temporada y, claro, no te tiene la confianza ni el trato que los demás. Después seguimos, majete…
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-Pues hemos perdido el partido, pero nadie dirá que no hemos sudao la camiseta.
-Nos vemos dentro de unos días en tu campo y a ver si allí tenéis mejor suerte…
-Lo espero, amigo. Ya sabes que, normalmente, esto se decide en los últimos segundos del último partido. ¡Pues no nos quedan minutos de trabajos forzados!
-Recuerdos a tu familia y hasta luego, Lucas…
Sí, tanta repetición y tanta gaita tiene al menos la saludable contrapartida de que los jugadores intiman y actúan como camaradas, aunque con tanta leche de encuentros los traten como animales de carga. El baloncesto se repite más que el ajo (el negocio es el negocio), pero ya se sabe que para la salud física y mental el famoso bulbo es estupendo. Vaya lo uno por lo otro…
2 comentarios:
Pues es que hasta de lo bueno y de lo que a uno le gusta mucho puede acabarse saturado.
Un empacho de baloncesto puede tumbar al más forofo.
Y si el hartazgo viene por la disputa del mismo partido una y otra vez, pues qué quieres que te diga.
Casi casi salen a una media de un encuentro al mes por año. Al final acabaran siendo como entrenamientos.
Esos mandamases del circo del baloncesto tendrán que cuidar los enfrentamientos, porque no es posible estar dándole siempre mordiente al mismo menú.
Podrían hacer como los de la fórmula, con aquello que ya denunciaste de realizar carreras por la noche.
Estos podrían jugar un partido en una cancha rodeada de un foso de agua. Se alegraría la gente viendo los continuos chapuzones. ¡Qué sé yo! Cosas así de frívolas que le den algún aliciente al asunto. Acabarán inventando algo.
Yo soy unos de esos aficionados saturados. Siempre me ha gustado un buen partido de baloncesto, pero llega un momento en que dices, ¿y qué hago viendo este partido de liga que no servirá para nada y al que luego sucederán más tarde otros más importantes?
En los mismos play off, prefiero esperar al que se preve que puede ser el último partido del mismo. A veces llega el tercer encuentro prácticamente con todo decidido por 2 a 0, con lo que no lo veo ya. Y si van ganando alternativamente unos y otros, espero al quinto partido. Y luego están los famosos cuatro tiempos, de los que los dos primeros suelen ser de poco fuste. Así que al final todo es contemplar los últimos cinco minutos y santas pascuas.
Claro, no tengo equipo favorito ni soy hincha de ninguno: sólo quiero ver espectáculo. Quizás por esto me pasa lo que me pasa.
Ah, y así me pasa ya con todos los deportes. Y es que, aparte del empacho, es que este mundo es de un repetitivo que asusta.
Pero como todo no van a ser malas noticias en este sentido, me ha gustado mucho la innovación del mundo del tenis en la mayoría de los partidos: los partidos se disputan al mejor de tres set, con lo que son más breves, hay más intensidad, y como te descuides, cuando te enchufas al partido, ya ha acabado.
Lo de la Fórmula I, por ejemplo, es otro peñazo habitualmente. ¿No sería mejor disputar cuatro o cinco carreritas más cortas y sumar luego los puntos? ¿O hacer alguna por eliminatorias? Como ves, hay aquí tema para un articulillo, que pienso aprovechar gracias a tu comentario antes de cerrar el Arco por esta temporada. (Sí, voy a abrir en septiembre pues parece que el pozo todavía tiene algo de agua...)
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