ESPÉCTACULO MEMORABLE EN MI CENA MEDITERRÁNEA
Martes 12 de abril. Acabo de asistir a un evento fantástico. El mayor espectáculo del mundo. Partido Inter-Milan. Encuentro de vuelta de la Champion Li. Mucha gente, mucho jolgorio y mucho aburrimiento. Marca el Milan, que se pone en el total de la eliminatoria con un 3 a 0. Esto está más acabado que la carrera política de Aznar. Faltan veinte minutos para que se acabe este bodrio. Pero sigo amarrado al asiento comiéndome un plato de patatas asadas con algo de aceite de oliva y de atún. Adivino que en los graderíos hay gana de bronca. Los Milan-Inter, equipos de la misma ciudad, suelen ser partidos de alto voltaje. Echo números por encima y calculo que en el estadio habrá al menos 10.000 subnormales y 5.000 cafres. Veo que Cambiasso, jugador exmadridista, acaba de marcar un golete para el Inter pero que el árbitrucho lo anula por falta al portero. Cambiasso se transforma en cuestión de segundos. Pasa del orgasmo facial por el gol logrado al rictus austrolopitecus cuando ve que su esfuerzo ha resultado baldío. Y en estas andamos cuando una bengalita vuela desde el fondo de la portería del Milan y cae al terreno de juego. Y segundos más tarde otra. Y otra. Y otra…. Y muchas más.
Lo presentía. Los subnormales y cafres estaban a la expectativa. Esta vez actúan los del Inter. Juegan en casa. En cuestión de segundos el área del Milan parece un estercolero. No sólo bengalas ardiendo. Botellas. Mecheros. Latas. Fruta. Hasta veo un paraguas. Sólo falta que tiren también un cochinillo. La megafonía del estadio está muda. El portero del Milan sigue al lado de la portería cuando ya el juego está detenido y sus protagonistas se refugian en el centro del campo. Una bengala impacta en su macizo hombro. Se va al suelo malherido. Encima dirán que el tío andaba por allí provocando y echándole cuento al asunto. Salen bomberos o algo parecido a intentar apagar los fuegos artificiales. De un momento a otro espero que salga también el camión de la basura para retirar toda la porquería almacenada en el terreno de juego. También sería deseable que la policía se pusiese a agarrar de la solapa a algunos cafres o que por los altavoces se anuncie algo así como: “Al que veamos tirar una bengala se la vamos a meter por el culo”. No, eso sería una provocación. Más pedagógico y democrático quedaría anunciar esto: “En el bar del estadio regalamos 30 euros por cada bengala que se traiga”. Hay que ser positivos, tío, que después a éstos cafres hay que pedirles el voto.
A los jugadores de los dos equipos les va la marcha. Quieren seguir jugando. El árbitro, con cara de susto, dice que ni tu tía. Bajan algunos directivos para intentar convencerlo de que la afición italiana es así de cachonda, pero que no pasa ná. ¡¡NO PASA NÁ!! Así que le convencen. Mientras el Michel, que retransmite el partido por la segunda cadena del water de la TVE, dice que a estos energúmenos no les gusta el fútbol. Intento beberme dos litros de vino de golpe para quedarme borracho como una cuba y poder así creérmelo, pero ni por esas. Los cafres siguen tirando bengalas y porquerías. Y por fin se oye a la megafonía decir algo, pero como lo dicen en italiano apenas me entero. Algo así como: “Muchachos, no seáis malos, que la FIFA nos va a fundir los plomos, y os vais a quedar sin poder tirar bengalas durante los próximos seis encuentros de la Champion Li del año que viene. No jodáis la marrana, tíos”. Pero los fachas van a lo suyo. Y así parece que se suspende el encuentro. Los jugadores y árbitros entran a la carrera a los vestuarios, por si acaso algún asno tiene buena puntería.
Y hete aquí que, cuando ya he acabado las patatas con atún, cuando ya estoy con el menta-poleo y empiezo a desperezarme para recoger la mesa, los tipos de corto regresan de nuevo al estercolero (digo, al campo). Y comienza a rodar de nuevo la pelotita, porque el espectáculo debe continuar. Y el circo romano (bueno, milanés) continúa. Nuevas bengalas y armas arrojadizas. El árbitro, ya sí, decide acabar con tan bello espectáculo. Y mientras los del Inter se retiran a los vestuarios sabiendo que sus amados cafres acaban de infligirles una derrota más severa que la del Milan, los de este equipo aplauden a su afición y hasta quieren dar la vuelta al ruedo. Parece que tanto darle con la cabeza a la pelotita les haya destrozado el cerebro, o al menos, el sentido común y la sensatez. Al fin se retiran echando leches y yo recojo las migajas de patata y atún, echándolas en el cubo de la basura. En el San Siro no habría contenedores suficientes para meter en ellos a toda esa panda de basura humana que ha obligado a suspender el encuentro. ¡Qué diver, mamones!
Lo presentía. Los subnormales y cafres estaban a la expectativa. Esta vez actúan los del Inter. Juegan en casa. En cuestión de segundos el área del Milan parece un estercolero. No sólo bengalas ardiendo. Botellas. Mecheros. Latas. Fruta. Hasta veo un paraguas. Sólo falta que tiren también un cochinillo. La megafonía del estadio está muda. El portero del Milan sigue al lado de la portería cuando ya el juego está detenido y sus protagonistas se refugian en el centro del campo. Una bengala impacta en su macizo hombro. Se va al suelo malherido. Encima dirán que el tío andaba por allí provocando y echándole cuento al asunto. Salen bomberos o algo parecido a intentar apagar los fuegos artificiales. De un momento a otro espero que salga también el camión de la basura para retirar toda la porquería almacenada en el terreno de juego. También sería deseable que la policía se pusiese a agarrar de la solapa a algunos cafres o que por los altavoces se anuncie algo así como: “Al que veamos tirar una bengala se la vamos a meter por el culo”. No, eso sería una provocación. Más pedagógico y democrático quedaría anunciar esto: “En el bar del estadio regalamos 30 euros por cada bengala que se traiga”. Hay que ser positivos, tío, que después a éstos cafres hay que pedirles el voto.
A los jugadores de los dos equipos les va la marcha. Quieren seguir jugando. El árbitro, con cara de susto, dice que ni tu tía. Bajan algunos directivos para intentar convencerlo de que la afición italiana es así de cachonda, pero que no pasa ná. ¡¡NO PASA NÁ!! Así que le convencen. Mientras el Michel, que retransmite el partido por la segunda cadena del water de la TVE, dice que a estos energúmenos no les gusta el fútbol. Intento beberme dos litros de vino de golpe para quedarme borracho como una cuba y poder así creérmelo, pero ni por esas. Los cafres siguen tirando bengalas y porquerías. Y por fin se oye a la megafonía decir algo, pero como lo dicen en italiano apenas me entero. Algo así como: “Muchachos, no seáis malos, que la FIFA nos va a fundir los plomos, y os vais a quedar sin poder tirar bengalas durante los próximos seis encuentros de la Champion Li del año que viene. No jodáis la marrana, tíos”. Pero los fachas van a lo suyo. Y así parece que se suspende el encuentro. Los jugadores y árbitros entran a la carrera a los vestuarios, por si acaso algún asno tiene buena puntería.
Y hete aquí que, cuando ya he acabado las patatas con atún, cuando ya estoy con el menta-poleo y empiezo a desperezarme para recoger la mesa, los tipos de corto regresan de nuevo al estercolero (digo, al campo). Y comienza a rodar de nuevo la pelotita, porque el espectáculo debe continuar. Y el circo romano (bueno, milanés) continúa. Nuevas bengalas y armas arrojadizas. El árbitro, ya sí, decide acabar con tan bello espectáculo. Y mientras los del Inter se retiran a los vestuarios sabiendo que sus amados cafres acaban de infligirles una derrota más severa que la del Milan, los de este equipo aplauden a su afición y hasta quieren dar la vuelta al ruedo. Parece que tanto darle con la cabeza a la pelotita les haya destrozado el cerebro, o al menos, el sentido común y la sensatez. Al fin se retiran echando leches y yo recojo las migajas de patata y atún, echándolas en el cubo de la basura. En el San Siro no habría contenedores suficientes para meter en ellos a toda esa panda de basura humana que ha obligado a suspender el encuentro. ¡Qué diver, mamones!
1 comentarios:
No digo nada, que después dicen que no me gusta el fútbol. Pero si tienes todavía ganas en la recámara de tu teclado (iba a poner pluma estilográfica, pero las nuevas tecnologías acaban también con los símiles bonitos) no te puedes perder esta noticia de: El País, con especial atención al sexto párrafo, último punto.
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