EL GRAND NATIONAL Y OLÉ
Como el tiempo pasa que es una barbaridad, no he tenido oportunidad todavía de hablar de la carrera más espectacular que, a mi miope modo de ver, se disputa en el mundo. No es de coches, de motos, de ciclistas o de caracoles. Es el Grand National, una prueba legendaria de la hípica británica, que el sábado día 9 de abril disputó su 158 edición. Ahí es nada. (Estos ingleses es que no se cansan de ver siempre lo mismo).
Este año el National tenía una seria competencia: el bodorrio de la Camila y el Carlos. Los camaradas, hartos de empujones, dilaciones y trampas de la Historia y la familia real, decidieron que ya no aguantaban más. Que aunque fuese haciendo la cusqui al National, ellos se casaban como está mandao. Pero como había el riesgo de que al celebrarse ambos eventos a la misma hora, medio país confundiese el careto de la Camila con el de un caballo del National y el chaqué del Orejones con la vestimenta de un jinete, y de resultas de la confusión acabasen las ópticas a tope a pesar de ser fin de semana, pues eso, que los organizadores del Grand National dieron su espuela a torcer y retrasaron la salida hasta que los pipiolos de su Insulsa Majestad hicieron el paripé de su bodorrio.
Y no veas qué espectáculo. (Me refiero al National, claro, no a lo otro). La pista se encontraba en perfectas condiciones, lo que no suele ser habitual pues lo bueno es que haya barro y agua para que los caballos lo pasen aún más canutamente. Pese a ello, las caídas fueron numerosas, tal como mandan los cánones y las barreras del hipódromo, como la llamada “The Chair”, una zanja de 76 cm de fondo, 1,83 m de largo y un seto de 1,42 m de alto, que no se la salta ni un galgo. Así que los pobres pollinos suelen llegar a la meta (si es que llegan) con la lengua fuera y más cansados que si hubieran asistido a un mitin de Fidel Castro.
Cuando parecía que llevaba todas las de ganar el caballo Clan Royal, pilotado por Tony McCoy, dos caballos de esos que van por libre una vez que han dejado por los suelos a sus jinetes se le cruzaron en su camino y se lo llevaron por delante. Accidente habitual que aprovechó el oportunista de siempre, aquí llamado “Hedgehunter” (o sea, Pepe), para ganar de calle y llevarse las 400.000 libras de premio, que al cambio de euros no sé cuanto serán pero que seguro que es mucha pasta. Con lo que el amigo caballo podrá comer marisco todos los días que le queden de vida.
Y como a la mujer de ahora, moderna y chiripitiflaútica, le gusta meterse en todos los fregados menos en el de la casa (cosa que veo normal) pues ahí tuvimos ante nuestras retinas a Carrie Ford, que puso la guinda de la emoción durante bastantes metros finales, aunque al final se quedó quinta. Y aunque eso de “no hay quinto malo” suele decirse mucho por España, la británica acabó un poco triste. Peor para ella.
Cuando minutos más tarde, la reina Isabel II, gran amante de los caballos (dicho sea sin ninguna segunda intención), recibió a los maduritos recién casados, empezó su discurso de bienvenida con esta perla majórica: “Tengo que anunciar dos cosas de gran importancia: La primera es que 'Hedgehunter' ha ganado el Grand National. Y la segunda es que pese a 'Becher's Brook' y 'The Chair' (obstáculos que deben sortear los jinetes en esa carrera), y otro tipo de obstáculos terribles que mi hijo se ha encontrado, ha logrado superarlos y me siento muy orgullosa y les deseo lo mejor”. Y no se puso a llorar de la emoción porque una reina inglesa jamás llora y mucho menos se emociona (salvo viendo el Grand Nacional).
Lo que no dijo la muy pillina es que uno de los mayores obstáculos al casamiento de su madurito hijito con la añeja Camila fue ella misma, su mentirosa Majestad. Pese a ello, la nueva parejita logró superarlo como si hubiera sido uno de los grandes setos del National (dicho sea sin ninguna segunda intención, esto es, el compararlos con los bellos ejemplares que todos los años se parten las pezuñas intentando llegar sanos y salvos a la meta de la mejor carrera del mundo).
Y me despido por hoy levantando mi copa de vino en honor de Carlitos, Camila y Hedgehunter. Va por vosotros, machotes y machotas.
Este año el National tenía una seria competencia: el bodorrio de la Camila y el Carlos. Los camaradas, hartos de empujones, dilaciones y trampas de la Historia y la familia real, decidieron que ya no aguantaban más. Que aunque fuese haciendo la cusqui al National, ellos se casaban como está mandao. Pero como había el riesgo de que al celebrarse ambos eventos a la misma hora, medio país confundiese el careto de la Camila con el de un caballo del National y el chaqué del Orejones con la vestimenta de un jinete, y de resultas de la confusión acabasen las ópticas a tope a pesar de ser fin de semana, pues eso, que los organizadores del Grand National dieron su espuela a torcer y retrasaron la salida hasta que los pipiolos de su Insulsa Majestad hicieron el paripé de su bodorrio.
Y no veas qué espectáculo. (Me refiero al National, claro, no a lo otro). La pista se encontraba en perfectas condiciones, lo que no suele ser habitual pues lo bueno es que haya barro y agua para que los caballos lo pasen aún más canutamente. Pese a ello, las caídas fueron numerosas, tal como mandan los cánones y las barreras del hipódromo, como la llamada “The Chair”, una zanja de 76 cm de fondo, 1,83 m de largo y un seto de 1,42 m de alto, que no se la salta ni un galgo. Así que los pobres pollinos suelen llegar a la meta (si es que llegan) con la lengua fuera y más cansados que si hubieran asistido a un mitin de Fidel Castro.
Cuando parecía que llevaba todas las de ganar el caballo Clan Royal, pilotado por Tony McCoy, dos caballos de esos que van por libre una vez que han dejado por los suelos a sus jinetes se le cruzaron en su camino y se lo llevaron por delante. Accidente habitual que aprovechó el oportunista de siempre, aquí llamado “Hedgehunter” (o sea, Pepe), para ganar de calle y llevarse las 400.000 libras de premio, que al cambio de euros no sé cuanto serán pero que seguro que es mucha pasta. Con lo que el amigo caballo podrá comer marisco todos los días que le queden de vida.
Y como a la mujer de ahora, moderna y chiripitiflaútica, le gusta meterse en todos los fregados menos en el de la casa (cosa que veo normal) pues ahí tuvimos ante nuestras retinas a Carrie Ford, que puso la guinda de la emoción durante bastantes metros finales, aunque al final se quedó quinta. Y aunque eso de “no hay quinto malo” suele decirse mucho por España, la británica acabó un poco triste. Peor para ella.
Cuando minutos más tarde, la reina Isabel II, gran amante de los caballos (dicho sea sin ninguna segunda intención), recibió a los maduritos recién casados, empezó su discurso de bienvenida con esta perla majórica: “Tengo que anunciar dos cosas de gran importancia: La primera es que 'Hedgehunter' ha ganado el Grand National. Y la segunda es que pese a 'Becher's Brook' y 'The Chair' (obstáculos que deben sortear los jinetes en esa carrera), y otro tipo de obstáculos terribles que mi hijo se ha encontrado, ha logrado superarlos y me siento muy orgullosa y les deseo lo mejor”. Y no se puso a llorar de la emoción porque una reina inglesa jamás llora y mucho menos se emociona (salvo viendo el Grand Nacional).
Lo que no dijo la muy pillina es que uno de los mayores obstáculos al casamiento de su madurito hijito con la añeja Camila fue ella misma, su mentirosa Majestad. Pese a ello, la nueva parejita logró superarlo como si hubiera sido uno de los grandes setos del National (dicho sea sin ninguna segunda intención, esto es, el compararlos con los bellos ejemplares que todos los años se parten las pezuñas intentando llegar sanos y salvos a la meta de la mejor carrera del mundo).
Y me despido por hoy levantando mi copa de vino en honor de Carlitos, Camila y Hedgehunter. Va por vosotros, machotes y machotas.
1 comentarios:
Pues que me he partido los menudillos leyéndote. Estos ingleses son muy estirados... pero cuando vienen a Spain bien que se relajan.
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