SI EL PUÑETAS FUERA MINISTRO DE LA IGUALDÁ
Hoy celebramos el último artículo de la temporada del Arco, a falta de los acostumbrados resúmenes de la próxima semana, y queremos hacerlo en comandita con nuestra homóloga “El Espectador”. (Aconsejo leer primero su artículo y luego pasar a éste). Y qué mejor que acabar el curso deportivo con algo de buen humor y mucho de crítica, normas habituales de esta santa casa y de la de mi vecino.
En el socialismo descorbatado que ahora mismito nos gobierna destaca con luz propia, aunque sin mérito alguno, la Ministra de Igualdá Bibiana Aído, de profesión sus meteduras de pata. Su filosofía (porque no pasa de ahí) es que las palabras deben hacer visible a la mujer, nombrándola, y si no se puede, debe buscarse el vocablo oportuno que permita identificar a los dos sexos en vez de sólo al macho ibérico. De esta manera de entender la gramática y la lengua les habla la Aguja en “El Espectador” hoy mismito y lo relaciona primorosamente con el lenguaje en el deporte. Pero nosotros queremos ir más allá de las palabras.
En este psocialismo zapateril, casi indistinguible de un anuncio televisivo, como no saben cómo hincarle el diente a los temas que más preocupan a la ciudadanía, (crisis económica, reinos de taifas en el Estado, falta de democracia interna de los partidos, corrupción política, ley electoral tramposa, sistema educativo por los suelos, justicia decimonónica, etc) se dedican a andarse por las ramas y las palabras, como hace doña Bibiana. Pero eso no cuela para el Puñetas, que si algo exige a los políticos gobernantes –además de formación intelectual, honradez y dedicación plena- es imaginación. Menos palabritas del niño Jesús y más hechos. O sea, menos pico y más pala.
¿Qué podría hacer la ministra Bibiana en el mundo del deporte buscando la famosa Igualdá? Por lo visto hasta ahora, parece que su igualitarismo se circunscribe casi en exclusiva al ámbito de la dialéctica macho-hembra y sus excesos, el machismo-feminismo. De la verdadera igualdad, la que se da ante la ley, ante el hecho económico y ante las libertades, hay mucha propaganda y excesiva tontería, pero desde aquí vamos a pedirle que empiece por el campo más grato y dónde es más fácil hacer visible la igualdad real entre el hombre y la mujer: el deporte federado.
Francamente, estoy aburrido de ver cómo las competiciones son o masculinas o femeninas. Cuando lo mixto se da cada vez más en la vida cotidiana –desde la educación al ejército- sorprende que en la cosa deportivesca todavía andemos aferrados a la separación de sexos: los penes con los penes y las vaginas con las vaginas. Se argumentará que las diferencias físicas no pueden evitarse, aunque conocemos miles de machos que no le dudarían un asalto a más de una robusta moza. Vale, dejemos que cuando la competición sea individual cada sexo marche por su lado. Pero no es el caso cuando quienes compiten son equipos y colectivos. Si en unas listas electorales deben de ir mitad machos y mitad hembras; si la pretensión es que se aplique la paridad en todos los colectivos, no sé porqué doña Bibiana y sus chiquilicuatres no se ponen a trabajar de una vez propugnando que los equipos deportivos sean paritarios. Sé que mi propuesta es una medida verdaderamente revolucionaria que dará repelús a los meapileros y meapileras del psocialismo zapaterino, más duchos y duchas en palabritas huecas y gestos de cara a la galería; pero es tan coherente esta propuesta que vamos a tener que restregársela en la cara a nuestros gobernantes cada vez que abran el piquito de loro hablando de igualdá. (Encima, cobran su buena pasta por hacer como que la defienden).
Como siempre, el tenis es el deporte de masas más avanzado, el más moderno y echao palante. En él pueden jugar parejas mixtas sin ningún problema. ¿Por qué no hacer extensible la medida al resto de los deportes? Incluido el fútbol, por supuesto. Es más, siendo el deporte rey y el deporte bufón, debería ser el primero en dar ejemplo. Hace poco la FIFA proponía alinear sólo a cinco jugadores extranjeros. La UEFA, por su parte, proponía establecer un cupo de jugadores formados en la cantera. El Puñetas propone (y espera que doña Aído se sume a la propuesta, si es que su “igualdá” no es de boquilla) que en cada equipo jueguen cinco hombres y cinco mujeres. Sí, amiguitos, han leído bien, pero por si acaso haremos como en las televisiones, repitiendo la jugada: propongo que en cada equipo futbolero jueguen cinco hombres y cinco mujeres. Salen diez jugadores y jugadoras… –se me argumentará con razón. Pues miren, yo subiría a doce por equipo, mitad y mitad, pero si quieren que le eche un poco más de morro e imaginación al asuntejo, propondría que los dos que nos faltan fuesen homosexuales. Así la igualdad sexuá sería completa y el lobby gay quedaría satisfecho.
No me digan que no serían mucho más atractivos los partidos… Y más plásticas las imágenes televisivas… Y habría más morbo, y más pasión, y más pasta de por medio y más de todo. En el fútbol y, prácticamente, en casi todos los deportes colectivos. No hay ninguna razón que pueda impedirlo, ¿verdad, doña Bibiana? Si es que el Puñetas debería ser el Ministro de la Igualdá esa y ya verían como habría hechos y realidades tangibles, no estas memeces parlanchinas del “miembro y miembra”. Se me argumentará que esta idea está muy bien, pero que el Gobierno no tiene poder nacional ni internacional para llevarla a cabo pues los clubes y equipos deportivos son entidades y empresas privadas. Bueno, aceptémoslo de momento por no alargarme…, pero ¿por qué no empezar con las selecciones nacionales? Ah, que esas también dependen de organismos privados... –se me volverá a decir. Pues entonces, ¿a cuento de qué viene el mentirnos con que la selección nos representa? ¿A cuento de qué viene montar esos numeritos patrioteros con unas selecciones en las que el gobierno de turno sólo puede intervenir para hacerse la foto cuando se gana un titulillo? Si es que se atrapa antes a un mentiroso que a un cojo… (o a una mentirosa que una coja...)
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