DEPORTE Y REPRESIÓN
Pues sí, hoy voy a seleccionar algunos párrafos de un artículo titulado “Deporte y represión”, aparecido en la revista marxista “El viejo topo” hace 32 añitos de nada. O sea, que regresamos a la guerra fría, a la vieja URSS y a esos sesudos análisis que por entonces solían publicarse en las revistas serias. Hoy sólo hay revistas superficiales donde lo más profundo que publican es el escote de Madonna. El caso es que yo guardé ese artículo porque me pareció interesante entonces y aunque hoy está bastante apolillado el pobrecico, algunas reflexiones aún pueden tener vigencia y capacidad para despertar algunos sarpullidos en las mentes puras y virginales que pululan por este mundo tan inocentón e ingenuo del deporte de este siglo XXI. Hoy, pues, vamos de reliquia histórica que a más de un joven lector sonará a chino o maorí. Aseguro que la cosa tiene enjundia y daría para dos semanas pero seré piadoso y sólo le dedicaré el día de hoy. Seguro que gente mucho más docta que yo le saca bastante jugo y hasta es posible que –leyéndolo o recordándolo- se le caiga una lagrimita por los tiempos pasados que –quien sabe- lo mismo cualquier día regresan. (Como la Tierra da vueltas, al final acabamos repitiéndonos más que la morcilla…).
Vale, pues, de preámbulos –para que luego no digan que no les avisé- y demos paso a algunas perlas del citado artículo, escrito por Pierre Laguillaume, y seleccionadas por el ínclito Puñetas.
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“El deporte se inscribe en el marco de las relaciones de producción que determinan, en lo fundamental, su estructura interna, su naturaleza profunda. En la actualidad, el deporte está determinado por la sociedad capitalista y por las relaciones de clase. El deporte, como todo hecho social, tiene una naturaleza clasista, está fuertemente jerarquizado y cada vez más centralizado. Por eso no existe ningún sector deportivo autónomo. Las federaciones internacionales, el COI y organismos del mismo tipo lo administran, dirigen y controlan. Esta administración es la que determina una práctica mundial del deporte. Toda la estructura organizativa del deporte está basada sobre esta realidad superior. El deporte, como la ciencia y el arte, ignora las fronteras y sus normas y estructura son universales. La unidad que las naciones no pudieron lograr a lo largo de los siglos en el plano político, ha sido realizada por el deporte en su ámbito particular…en menos de 50 años. La unidad mundial del deporte es, sobre todo, política. (…)
Prácticamente todos los países están vinculados a la confrontación deportiva internacional. Cada Estado organiza y controla su deporte nacional a través de sus competiciones, sus campeones, sus records, su comité olímpico y sus federaciones. En la actualidad el deporte se ha convertido en un deporte de Estado. El objetivo de la estatización del deporte sirve evidentemente para coordinar y controlar a las masas, y sobre todo a la juventud, así como para impulsar la vida en un sentido de esfuerzo nacional único. El deporte se ha convertido hoy, totalmente, en un engranaje del capitalismo monopolista de Estado, cuyos sirvientes incondicionales son los CAMPEONES. El campeón no es más que el portavoz del gran capital en el mercado deportivo, el agente propagandístico de la burguesía. El campeón, al servicio de su nación, espera una gratificación del gobierno. El deportista, así, ya no se pertenece: pertenece al sistema, pertenece al Estado. (…)
La ideología deportiva es inseparable de la ideología burguesa. Los grandes ideólogos del deporte (Arnold, Coubertin…) han sido grandes ideólogos burgueses. El campeón es la realización viva del hombre tal como lo desea el capitalismo. El deportista es aquel que, por encima de todas las cosas, ha sabido integrarse en una jerarquía: relaciones jerárquicas entre dirigentes y dirigidos, entre los valores deportivos, entre los competidores. Este principio, basado en la selección, obliga a los débiles a permanecer en la sombra, olvidados, borrados, en el mismo nivel en que se encuentra un obrero que no tuvo la ventaja de heredar de un padre propietario capitalista. No por casualidad, todas las estructuras altamente jerarquizadas (Iglesia, fuerzas armadas, burocracia) promueven el deporte con tanto desvelo. Trabajo y Patria son las voces de mando en el deporte. Los países del Este burocratizados han readaptado este slogan burgués: “Listo para la producción y la defensa del país”. La movilización deportiva es una pre movilización patriótica. (…)
El espectáculo deportivo se ha convertido en un ritual obsesivo de masas. Este ceremonial representa la trampa que va a permitir las grandes maniobras multitudinarias. Se trata de un ejercicio ritual de movilización masiva, que cumple una función evidente: controlar a las masas. Al reunirlas periódicamente alrededor de motivos nacionales y chauvinistas, el Estado ejerce una presión ideológica sistemática. Esta movilización ideológica y física de la población a través del deporte entraña una despolitización masiva de la atmósfera política. Toda la prensa, todos los medios masivos comentan los mínimos gestos de los campeones, los menores incidentes y resultados de los encuentros y dejan de lado la actualidad fundamental. Ello representa la domesticación de la conciencia crítica y más aun cuando se produce una identificación masiva con los objetivos nacionalistas del deporte. Bajo este aspecto el deporte constituye un poderoso medio de condicionamiento político y perfectamente se le puede aplicar el calificativo de opio del pueblo, en el doble sentido del término: por una parte, oscurecimiento de las facultades críticas (evasión, fuga, éxtasis); por la otra, compensación, sustitución de las desdichas reales. A través de la identificación nacional, el deporte configura un poderoso medio de homogeneización y cohesión social y, como tal, es presentado por sus ideólogos. (…)
El deporte, como hecho de masas cotidiano, constituye un espectáculo masivo también cotidiano. La industria ha encontrado en él una importante fuente de ganancia. Los deportistas-mercancía son tratados y manipulados con todos los métodos del marketing aplicados al mercado deportivo. En efecto, el motor del espectáculo deportivo es el atractivo que ejercen los hombres-espectáculo sobre el público. El valor mercantil (y no su valor de uso, que es nulo) significa, por lo tanto, el dinamismo del espectáculo deportivo. Al atraer a las grandes masas, el espectáculo deportivo representa una especie de consumo cultural que corresponde estrictamente a las necesidades de la producción cultural masiva del sistema. A su vez, el deporte se ha erigido como el ámbito de la mitología laica. Los encuentros deportivos, por el carácter casi sacro y semi místico, han adquirido los rasgos de las fiestas religiosas tradicionales. Ciertas pruebas, particularmente penosas y esforzadas, se han revestido del carácter simbólico del vía crucis. (…) El deporte como forma de dominación, de represión (competencia, rendimiento) sólo podrá desaparecer en una sociedad comunista”.
Chin, pon…