21 de junio de 2009

SON POCOS Y ENCIMA SE PELEAN

 
Está a puntito de acabar la quinta temporada del Arco puñetero y me doy cuenta que no le he dedicado ni medio renglón al mundillo de la Fórmula Guán. Como el bueno de Alonsico ya no se come una rosca… En realidad sí me he preocupado pero el mensajillo iba a provocar ampollas y tampoco era plan (aquí cuidamos mucho la salud), así que me lo he comido con patatas y no ha salido a la luz. Hasta ahora.

Siempre he intuido que lo verdaderamente importante en el circo automovilístico  es el coche y que los pilotos son personajes secundarios.  La única manera de demostrar el error de esta apreciación sería que todos corriesen con el mismo vehículo y con las mismas prestaciones, pero como eso nunca va a ocurrir, más a favor de mi opinión. La prueba clarísima de que tengo razón (jodé, parezco Zetapé, por lo rotundo) es que esta temporada los gallitos (Ferrari. Maclaren, Renault…) se están comiendo las uñas de los pies mientras que escuderías que actuaban de comparsas en los últimos años se están inflando de grandes premios y de champán. Todavía ni se lo creen los de Brawn GP, Red Bull o Toyota. Como tampoco los Button, Barrichello, Vettel o Webber. Por el puesto que ocupan Hamilton y Alonso, parece que a éstos se les haya olvidado cómo se aprieta el acelerador pero la realidad es que ni antes eran los mejores ni ahora son unos conductores como usted y yo: el coche es quien manda. Esta temporada, con los cambios técnicos exigidos, las grandes escuderías se han quedado para vestir santos. Poco durará la alegría en la casa del pobre pero este añito… que les quiten lo bailao.

Por eso mismo, porque es anti natura que Ferrari vaya 4º en la clasificación de constructores (y Maclaren, 6º) y que sus pilotos se hundan abisalmente en las clasificaciones, es por lo que tenía que llegar el cisma que se avecina, vecina. Si encima que este año la FIA los ha fastidiado bien al cerrar gran parte del grifo de la libertad técnica, añadimos que quiere poner un límite presupuestario a cada participante, es normal que los grandes digan que tururú, que por ahí se va a Madrí. ¿Nosotros ser tratados como vulgares mindundis?

En estos momentos hay un cisma montado que ríanse del que se produjo entre 1378 y 1417 con el rimbombante título de “Cisma de Occidente”. Acercándonos en el tiempo, ni la separación entre el torero Jesulín de Ubrique y la don nadie Belén Esteban –que todavía da juego- puede competir con lo que hay montado entre la FIA, la FOTA y la madre que los parió. En medio de todo tenemos al ínclito Ecclestone, ese pobre paria que vive de la caridad pública, je, je, jefe supremo del cotarro y al que cada carrera deja pingües beneficios que entrega limpiamente a la beneficencia.

¿Cómo acabará la cosa? La gasolina no llegará al río porque el negocio tiene que seguir y nadie va a tirar piedras contra su propio tejado. Al final llegarán a un arreglo, Ferrari y Maclaren continuarán comandando el pelotón, Ecclestone será auxiliado por Cáritas Diocesana, Alonso fichará por Ferrari y la Sexta seguirá con el calvo dándole emoción audiovisual a un espectáculo más soso que una lata de sardinas. Uno, en sus pocas luces automovilísticas, no considera un espectáculo grandioso y digno de fuertes ataques de histeria el ver una procesión de coches corriendo en un circuito para ellos solos. Como ya escribí una vez, es mucho más emocionante lo que ocurre en las carreteras, y mucho más peligroso. Ahí quisiera yo ver a estos pilotos y a esos monoplazas, a ver qué demonios hacían en la hora punta de la M-40. En cualquier caso parece que estos dos añitos de piloto segundón han bajado un poco las ínfulas de nuestro Fernandito Alonso, que se nos ha convertido en un chico humilde y todo. Y es que a todos los grandes campeones (y héroes) les sienta divinamente una pasada por la derrota y el ninguneo. Les hace más humanos y, por tanto, más cercanos al común de los mortales.

Dicho lo cual les dejo a toda pastilla porque tengo que ir a la farmacia de la esquina y he de coger mi bólido, sin el cual soy incapaz de desplazarme más allá de cincuenta metros a la redonda. 

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