28 de abril de 2010

OPERACIÓN BIKINI Y BAÑADOR

Con la llegada del buen tiempo el personal (mayoritariamente joven aunque también los hay algo  talluditos) empieza a querer quitarse unos cuantos kilos de encima. Los michelines que se consiguieron en los meses de frío y entretiempo  atiborrándose de  hamburguesas, papas fritas, pizzas y pasteles, toca ahora eliminarlos para mostrar al prójimo nuestra mejor cara y cuerpo en la piscina, la playa o en la calle. En estas fechas las herboristerías no dan abasto en atender a hombres y mujeres que desean perder unos cuantos centímetros de cintura a ver si así se la encuentran, aunque sólo sea durante los tres próximos meses del verano.

-¿Tiene usted unas hierbas por ahí que me dejen el vientre liso? –suplica el chavalote barrigón a fuerza de tragar grasas y alcohol durante los nueve meses anteriores.
-Chico, donde entienden de milagros es dos calles más abajo, en la Iglesia del Buen Pastor. El cura se llama don Andrés…
-Pues muchas gracias por su información...

¡Llega el veranillo y hay que demostrar al resto del personal que tenemos un envoltorio corporal chachi piruli!  Con los calores se aligera la vestimenta y se airean las carnes maltrechas. En las mozas las faldas y los escotes se acortan dos dedos y en los mozos se lucen bíceps salchicheros y paquetes de torero. Las barrigas cerveceras y ginebreras no están bien vistas pues lo que priva es ir bien fresquitos y fresquitas mostrando el ombligo al respetable. En fin, las cursiladas típicas del verano, donde la sesera y la entrepierna del personal aumentan de temperatura que es una barbaridad. Y como se ha perdido el sentido del ridículo, valiendo cualquier cosa y pose con tal de creer que se va a la moda y que se luce palmito, el espectáculo playero y callejero es digno de grabarse en HD. 

Pero donde más se nota el subidón de la operación bikini y bañador es en los gimnasios, polideportivos y paseos marítimos. Desde mozas quinceañeras a maromos cuarentones, pasando por parejas de tortolillos que deciden apoyarse mutuamente en el esfuerzo supremo de rebajar su peso unos kilazos antes del verano, todos muestran sus excesos carnosos  con la ilusión (casi siempre no recompensada) de que el sudar la camiseta durante un par de meses les hará estar en el verano más altos, más guapos y más fuertes. Y, claro, en estos meses de abril, mayo y junio, hay overbooking. Por cierto, con el consiguiente cabreo de los que están todo el año currándose la percha.

-Uy, señó, ¿podría desirme cómo funsiona esta máquina? Ez que no veo al maitre…
-Al monitor. Se dice monitor…
-No me tome er pelo, señó, que el monitor es la pantalla esa del ordenadó…

Entonces  empiezas a explicarle a la pipiola que tú llevas en el gimnasio desde que parió tu abuela y que a qué has venido aquí, mozuela… Ella te dice, con la cara llena de pecas pero sin pizca de rubor, que le ha engordado mucho el culo, que tiene varias morcillas alrededor del agujero ese que tenemos en el centro del universo y que quiere estar guapa para estas vacaciones, cuando acabe la universidad. A lo cual le preguntas, ya puestos a ligar un rato y perder la tarde, que qué estudia. Y ella, encantada de haber encontrado a un señor serio y formal que la entiende, te explica que hace cuarto de Magisterio. Entonces le razonas que esa carrera sólo tiene tres cursos y la muy chulapona, pasándose la lengua por los labios y atusándose el pelo en plan actriz de tercera división, te espeta: es mi cuarto año de primero de Magisterio. La jodía tenía razón…

En fin, que al final le explicas cómo funciona la maldita máquina y para hacerte el simpático le insinúas, muy educada y honestamente, que sus morcillas están de muy buen ver y mejor comer y que para pedazo culo el de mi vecina del tercero, que no cabe en un sofá de tres plazas. En eso que aparece el monitor del gimnasio, un bravo mozo que está que se sale (en lo único donde anda raquítico es en la masa cerebral, pero nadie es perfecto).  El tipo ojea desde la puerta, coge el capote y, acercándose con  paso de pistolero del far west,  decide arrimarse al toro. Entonces la chica te deja allí tirado, en medio de la demostración, para enrollarse con el torerete resabiado que acaba de llegar a su burladero.

Ya digo: en estas fechas  están los gimnasios y lugares parejos repletos de gentes ansiosas de perder lo que les sobra del envoltorio. También en los paseos marítimos, donde cada vez es más difícil andar tranquilitamente pues anda uno rodeado de bípedos que trotan a toda leche o corren echando el bofe tras meses y meses de no estirarse  más que en la cama y el sofá.

-Voy a escribir al señor alcalde para que ponga semáforos y señales de tráfico en el paseo. Algunos, llevados de su histeria por perder en una hora lo que engordaron en nueve meses, no ven que otros circulamos más despacio, pero cumpliendo fielmente las normas viales, y eso incrementa el número de choques frontales,  golpes por atrás  y roces laterales. Que hagan como yo, que me cuido todo el año, y por eso puedo lucir costillares y abdominales veraniegos sin tener que recurrir a estos sobreesfuerzos que sólo llevan a empeorar aún más el metabolismo y la salud…  Gente poco lista…
-Hijo mío, cuanto sabes y qué pedazo de sabiduría cobijas bajo esa gran calva…
-Gracias, mamuchi. No voy a saber de accidentes y tráfico si soy el Jefe de la DGT de esta ciudad…

Es de coña todo lo que montan algunos y algunas en este par de meses primaverales con tal de aligerarse unos kilitos. Luego vendrán las cientos de horas al sol en la playa, en el parque o la piscina. Todo para ponerse más negros que el tizón y poder presumir de ir a la moda. Y en cuanto llegue septiembre, borrón y cuenta nueva. Otra vez a tirarse a la bartola esperando que lleguen las calores para, una primavera más, intentar perder el peso ganado en la época del frío, donde cualquier ejercicio físico es considerado un esfuerzo sobrehumano y una locura. El humanoide “civilizado” es así de imbécil e imbécila: se pasa media vida, ora engordando, ora adelgazando,  porque así se lo dictan los rigores histriónicos de la moda. Menos mal que cuando sobrepasa los cincuenta, como el Puñetas, todas esas memeces le importan un pepino y de lo único que se preocupa es del hígado, de su colesterol o de su tensión arterial. ¿Kilitos a mí? Marchando una ensalada de espinacas, un filete de pollo  a la plancha y un flan de vainilla…

2 comentarios:

Capanegra 2/5/10, 21:37  

Bien mirado, eso de engordar y adelgazar cíclicamente es de lo más biorrítmico... Los esquimales y lapones y tribus de esas latitudes tan septentrionales es lo que hacen de forma natural...

¡Ah!, que es al revés... Que engordan durante el verano para perder ese peso acumulado durante el gélido invierno, época en la que escasea la caza...

Bueno, será que el ser humano es capaz de adaptarse a todos los ecosistemas...

Juan Puñetas 2/5/10, 23:46  

No había caído yo en su argumentación. Claro que los esquimales y lapones engordan y adelgazan para sobrevivir físicamente pero los "esquimales y lapones" de nuestros países desarrollados, ¿por qué razones hacen lo mismo? Pues por enseñar el culo, las tetas y lo que haga falta con tal de causar envidia al prójimo. Por presumir o fardar de cuerpecito serrano cuando en general está más tieso que la mojama. Hay comparaciones que, francamente, son odiosas...

Una lectura más positiva:
También hay mucha gente que se recicla en kilos según la temporada del año simplemente por sentirse bien en la época de las calores, sin renegar de lo bueno que tiene la temporada invernal (sobre todo, el darle al hocico tragando todo lo que caiga entre sus fauces). Claro que con dicha lectura ya me dirá en qué hubiera quedado mi articulillo: en dos vulgares rengloncillos sin una pizca de mala leche que echarme al gaznate...

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).