27 de enero de 2009

HOMENAJE A LOS INVISIBLES


El mundo del espectáculo es bastante puñetero, mejorando lo presente. Todo el mundo conoce los dimes y diretes, la cara y el careto de quienes asoman la patita triunfalmente por los medios de comunicación, sea cine, tele, radio u hoja parroquial. A nuestros ojos, la Sharon Stone está de pan y moja, pero nadie se acuerda de la patulea de gente que pierde las pestañas y manos para mantenerla así de guapetona, a sus maduros añitos. Los gorgoritos que hace en el escenario mi admirada Amaral suenan a gloria celestial pero ni dios sabe la de gente que hace que la cantante sea lo que es: esos que están detrás del escenario encargados hasta de los detalles más nimios. Todos los que vemos copar los megawatios de los focos para ellos solitos no serían nadie si no tuviesen  detrás un equipo de profesionales especializados que les cubren las espaldas y realizan el trabajo más oscuro.   

En el mundo del deporte, todo espectáculo, ocurre lo mismo. El astro, el rey midas, el gran campeón deben gran parte de sus éxitos al trabajo que muchos curritos hacen en la trastienda. Currantes que, en su materia, suelen ser también unos ases, pero que no traspasan el umbral del escenario porque toda la luz tiene que llevársela el jefe, el idolillo de masas o el equipo puntero, no se sabe porqué cortedad de miras. Hoy quiero personificar en un masajista a toda esta gente casi desconocida que actúa para la gloria y el esplendor de los deportistas triunfadores. Estoy seguro que sin su trabajo y el de otra gente anónima, muchas medallas y triunfos deportivos no se habrían producido o serían escasos. Personifico hoy el trabajo imprescindible de estos trabajadores que actúan entre las cortinas del escenario en Marcelino Torrontegui.

No es un masajista cualquiera. En la actualidad lo es del Málaga C.F., pero su labor abarca otros deportes. Tiene en su haber cuatro asistencias a Juegos Olímpicos y 18 campeonatos mundiales de ciclismo. Por sus manos han pasado Miguel Indurain, Tony Rominguer, Lance Amstrong, Oscar Freire,  Alejandro Valverde, Abraham Olano, Alberto Contador, Joan Llaneras o Joane Somarriba. Lo más granado del ciclismo. Pero también Chema Olazabal, el golfista, que no golfo (algunos malos lectores suelen confundirse).  ¡La de cosas que tiene que saber –y no contará nunca- de estos grandes campeones!

Hace varios meses, en el diario SUR, leí una entrevista a Torrontegui, de la que destacaré algunas frases: “El auténtico campeón estimula a todos los que estamos alrededor. Son una gente muy fuerte mentalmente. Los ves tan centrados y tan puestos en su sitio, tan ganadores, que te hacen ellos a ti más que al contrario. Y si alguna vez fallan, saben reconocer inmediatamente sus errores. Son muy autocríticos”. “El deporte ha evolucionado mucho. Pierde un poco de encanto. Hoy hay más presión y nos movemos más en el modelo de empresa que sólo busca rendimiento”. “El deporte de alto nivel sí es perjudicial para la salud. La gente se exprime mucho”.” “Se ha masacrado al ciclismo con el dopaje. En los Juegos de Pekín llegamos y el primer día, análisis de sangre y orina; el segundo y el tercer día, igual. Es el deporte más controlado del mundo.”  

Masajistas, médicos, preparadores físicos, utilleros, psicólogos… y demás auxiliares de los deportistas y de los equipos merecerían salir de vez en cuando a la luz pública, más o menos como ocurre en las películas cuando, tras el acostumbrado final feliz, desfilan los nombres de  todos los que han intervenido en el invento (actores, peluqueros, guionistas, paisajistas, efectos especiales, vestuario…), sin cuya ayuda –cada cual en su parcela- nada hubiera sido igual. El culto al líder, llámese Zapatero, Messi, Penélope Cruz o Emilio Botín no puede hacer olvidar que no serían nadie si detrás de ellos y ellas no trabajase un montón de gente experta y especializada en vendernos la burra y el burro como es debido. Qué quieren que les diga, la historia no la hacen los generales ni los reyes sino los soldaditos y la anónima gente que todos los días tiene que currar si quiere llevarse un trozo de pan a la boca.  

25 de enero de 2009

A GRANDES CRISIS, GRANDES REMEDIOS


Ha tardado en manifestarse la crisis en los campos de juego  pero ya empieza a ser una realidad, aunque aún no ha tocado fondo. Según los datos de esos expertos que siempre se equivocan, o que no se sabe de dónde demonios se sacan las cifras o las previsiones los muy listorros, “la Liga española perdió 432.058 espectadores en relación al mismo periodo del año anterior”. Ojo al dato: exactamente 432.058 tipos y tipas. Como si el control del  taquillaje de los campos futboleros fuese una ciencia exacta. El culpable del descenso no es sólo la crisis económica que tenemos encima sino también otros factores que pululan por ahí de forma bastante irracional: el precio de las entradas, demasiado alto para el raquítico poder adquisitivo del hincha hispano; los horarios nocturnos, que obligan a muchos espectadores a ir a los encuentros con el pijama puesto; el que se televisen demasiados partidos, lo que provoca un retraimiento de la gente que va al campo pues en casita la cosa se ve mejor, se está más calentito y no digamos el tiempo que se ahorra uno evitando los atascos de tráfico.  En línea con lo que reseñábamos en el articulillo del jueves anterior, es peligroso para el fútbol que el personal se acomode al mullido sofá casero en vez de a la dura silla o banco del estadio pues entonces se pierde la “magia”, la “comunión” con la masa amiga y al final uno empieza a pensar por sí mismo, que es lo malo que tiene estar solito en casa ante el televisor pues lo que en el campo (rodeado de miles de gargantas y de ojos iguales que los tuyos) es penalti seguro, en el LCD del salón (tras diez mil repeticiones de la jugada) ya no lo parece y lo que en el estadio tiene pinta de ser una genialidad de Messi, en la TV es simplemente una jugada chorra.

Que el personal  haya desertado de los campos (aproximadamente en medio millón de bocas) debe hacer meditar muy seriamente a los que viven opíparamente del futbolín pues el que no va a misa no deja dinero en el cepillo y, al final, termina por no creer en dios. Así que urge tomar medidas y pronto. Desde luego, bajar el precio de las entradas por muy baratas que estén en relación a otras grandes Ligas; por supuesto, poner los partidos a una hora adecuada (domingos por la mañana o por la tarde), ahorrando energía eléctrica en la facturación; evidentemente, retransmitiendo cada semana sólo un partidín pues el personal no es tonto y tiende a la vagancia placentera, tanto del bolsillo como del trasero, al estar  más cómodo –ya lo hemos escrito más arriba-en el butacón casero que en la sillita de plástico u hormigón del campo. Desde luego empezar por rebajar los sueldos y gastos de los equipos: fuera primas y primos (los jugadores ya cobran un sueldo, qué más quieren), menos estancias en hoteles, disminución de las concentraciones, corte de las ayudas a los ultras del equipo para que animen a los socios más apáticos y, en fin, reducción de todo tipo de gastos que no sean precisos, que hay muchos. O se aprieta uno el cinturón, o al final los calzones se van a caer y nos van a dejar con las vergüenzas al aire.

Pero el Puñetas, siempre tan imaginativo y tan amante de ayudar al prójimo, también cree que urge tomar medidas urgentes para recaudar dinerín extra. No me extenderé mucho pues el trabajo intelectual hay que pagarlo (a ver, vayan haciendo cola los clubes, que tengo muchas ideas), pero aquí van cuatro perlas majóricas para que el personal se haga una aproximación.

* Aprovechar las instalaciones del club, infrautilizadas habitualmente ya que los futbolistas no destacan precisamente por disponer de un horario laboral muy abultado: a partir de ciertas horas abrir el gimnasio, la sauna y todo el utillaje habitual para el uso y disfrute –previo pago, claro- de los usuarios que así lo deseen.

* En las zonas colindantes al terreno de juego, plantación ecológica de productos hortelanos, tipo zanahorias, tomates, patatas, ajos, cebollas, etc. Su venta, bajo la etiqueta de “Made in Bernabéu” o “Made Nou Camp”, por ejemplo, daría unos grandes réditos dinerarios.

* Como hay mucha gente a la que la hierba le alegra las pajarillas (véase el siguiente enlace bastante resultón), alquilar el césped en ciertas horas, respetando el anonimato y la intimidad, para que el personal  fornique alegremente sobre las briznas de hierba en que sus ases sudan la camiseta y se la restriegan. ¡Qué mejor sitio donde echar un buen polvo que el lugar donde retozan habitualmente nuestros idolillos!

* Hacer sorteos, rifas y tómbolas en los descansos de los partidos. A los ganadores se les daría oportunidad de viajar con el equipo (sería gratis porque donde caben 20 caben 22), se les invitaría a cenar a casa de la estrella del club (hamburguesas y papas fritas, que es su cena habitual de casa) o se les acomodaría en el palco durante un partido, con foto de primer plano para la posteridad.

La filosofía de estas actividades es bien simple: mucha recaudación y poco gasto, aprovechando el amor y el orgullo que profesan los socios, aficionados y simpatizantes hacia el equipo de sus amores y desvaríos. De este modo, los clubes españoles podrían obtener un jugoso sobresueldo que, unido al recorte de gastos innecesarios o lujosos, haría que el negocio de la pelota pudiese seguir brillando en el firmamento deportivo por los siglos de los siglos, amén, por muchas crisis de pasta gansa que tengamos. 

22 de enero de 2009

EL ESPECTÁCULO ES LA MASA

Ayer, tirando papeles, encontré un recorte de un viejo libro, del que desconozco el título, el autor e incluso el año de publicación. Lo siento. En dos pequeñas páginas se reflexiona sobre los espectáculos de masas, incluidos los deportivos, especialmente el fútbol. A veces me he preguntado a qué se debe el gran éxito de este deporte. No creo que sea por el juego en sí, bastante aburrido y repetitivo. Quizás el que los equipos hayan conseguido la ficción ideológica de que representan a una ciudad cuando, en realidad, son sociedades anónimas, los dirigen habitualmente gentes de alto nivel adquisitivo y los integran una veintena de jóvenes jugadores nacidos en muchas partes del mundo. Vivir con pasión casi enfermiza lo que ofrece esta gente semana a semana, año tras año, es un misterio poco entendible para una mente algo crítica y poco rutinaria. Sí, ficción ideológica de aldeanismo cuando algunos son auténticas multinacionales. Otro factor que ayuda a la apoteosis es la polémica, que siempre sobrevuela en cada partido. Polémica procedente de alguien “ajeno” al espectáculo como es el trío arbitral. Sus decisiones son miradas con lupa y discutidas siempre y en todo lugar. Desde las altas instancias se niega el cambio de los reglamentos y la introducción de las nuevas tecnologías para favorecer la misión arbitral. Sólo se entiende porque se desea mantener uno de los elementos claves del éxito del fútbol: el follón y la perenne discusión. Pero hay otro elemento muy importante en la fascinación que ofrece el deporte rey y que se da también en otros fenómenos: la presencia de la masa, de la muchedumbre. Es de ello de lo que se habla en ese recorte del viejo libro. Y aquí lo planteo como hipótesis de trabajo y reflexión.

“Lo que atrae a las muchedumbres son los records de audiencia, las grandes estadísticas, el show de la asistencia desmesurada, lo excesivo, lo gigantesco. Lo que las multitudes buscan es el irrepetible espectáculo de sí mismas. Las masas van hacia el Mundial, los Rolling Stones, las loterías y las apuestas, los best-sellers, Wojtyla, los grandes almacenes, las grandes ciudades, las playas o las rebajas, atraídas por el olor inconfundible que emite la masa. No impulsadas por el juego deportivo, el azar, el rock del concierto, las ofertas ventajosas, el serial, el líder religioso, el asfalto o el sol. Van impulsadas por sí mismas, arrastradas por su propia escenografía, gigantesca. Los éxitos del show-business (incluso la literatura, la música o el periodismo) han dejado de medirse por la calidad interna de los productos, por la belleza, la originalidad o los significados de las mercancías que se ofertan a las muchedumbres: se miden por las cifras de audiencia, se computan por los índices de asistencia, se registran por las cifras de concurrencia. Un recital de rock, una película, un partido, lo que sea, no tienen sentido –ni tan siquiera existencia- sin público masivo, al margen de que ese recital, esas historias, esos juegos, puedan ser impecables en sí. Lo que da sentido a los nuevos espectáculos de la modernidad son las muchedumbres. Y al revés: poco importa que el acontecimiento en sí sea un fracaso, falle la megafonía o el juego futbolístico sea lamentable; las masas saben que lo que no fracasa, lo que no es tedioso, que lo que jamás falla es la multitud.”

Ficción ideológica de que el equipo “nos” representa y es de “nuestra ciudad”, aunque el presidente sea un millonario ruso y casi todos los jugadores sean de fuera o extranjeros; posibilidad de polémica en todos los encuentros gracias a un sistema rudimentario de arbitraje y a un reglamento que fomenta el conflicto; comunión de masas (más de 100.000 personas en directo, a veces, millones a través de los mass media), con repetición de los mismos cánticos y rituales encuentro tras encuentro, como en una liturgia cuasi-religiosa, pero donde –en ocasiones- hay más protagonismo y espectáculo en la grada que en el campo. Tres patitas para un banco futbolero que mueve millonadas de parné, de sentimientos y de apoteosis/fracaso (o sea, de épica artificial). Por eso, los que gobiernan y mangonean el cotarro, deberían vigilar que la gente no deserte de los campos de juego. El día en que prefiera ver el tinglado desde el cómodo sofá de casa, ese día al fútbol (y a otros deportes de grandes masas presenciales) le habrá llegado su hora.

20 de enero de 2009

QUÉ ROLLO LA GIMNASIA, MACHO...

Hoy me deja las teclitas del Arco el compi del Puñetas para que escriba cuatro letrajas sobre el sport que menos me gusta y más me aburre. Ya cuando estaba en la EGB, que no la acabé porque mi vocación era la mecánica de coches (ay Fernando Alonso, cuanto te envidio), la gimnasia me parecía un rollazo. El profe nos ponía a dar vueltas al campucho como una peoncilla. Cuando ya estábamos bien sudados nos mandaba hacer equilibrios sobre un banquete y luego a saltar un potrillo. No nos rompíamos los dientes de milagro.  Para acabar las sesiones nos metía tela de espalderas, donde debíamos permanecer colgados un montón de minutejos. Desde entonces todo lo que huela a gimnasia me repatea. No sé ni porqué la echan por la tele. Esas niñitas que hacen virguerías con su cuerpecillo a costa de estar machacándoselo desde pequeñitas. Y esos tipos llenos de musculitos sólo para poder aguantar colgados de unas anillas o dar cuatro brinquillos sobre el suelo al ritmo de una música sosona. Bah, tanto músculo y no tienen dos tortas. ¿Qué chiste tiene la gimnasia? La ves y luego, ¿de qué vas a discutir con el compi? ¿De las mallas de la chiquilla rumana o de los tirantes del ruso de las barras paralelas? Y luego unos árbitruchos que dan puntos a los participantes sin que nadie se entere porqué un nueve o un siete. Ya podían explicar la puntuación, leñe. Yo es que no comprendo cómo hay gente masoquista que se dedica a estas cosas, para ganar muy poco dinero o incluso perderlo. Además, que acaban artrósicos perdidos en muñeconas y manecillas (por lo menos) según leía el otro día en el “Diez Minutos”. Acaban las pobrecicos (sobre todo ellas), con el cuerpo hecho una piltrafilla. Y todo para que no las conozca nadie y para no hacerse millonarias. Ya sus digo, que hay que ser de otra galaxia para dedicarse en cuerpo y almita a eso de la gimnasia. Conmigo que no cuenten, que donde se ponga el fútbol, el baloncesto o el tenis, que se quite este deporte tan soso y tan poco saludable. Y tan rácano con la pasta.


18 de enero de 2009

EL MACCABI NO ESTÁ EN GUERRA


El jueves pasado se enfrentaron en Málaga el Unicaja y el Maccabi en encuentro de la Euroliga de baloncesto. El partido era de altísimo riesgo pues aunque el deporte pretenda permanecer al margen de la política, ésta acaba contaminándolo todo. Y suele hacerlo porque en ella todo vale, hasta los argumentos más peregrinos. Así que la ecuación era muy simple: el Maccabi es un equipo de baloncesto establecido en Israel; luego el Maccabi es israelí: ergo sus componentes tienen algo que ver con los actuales gobernantes de aquel país, que están masacrando al pueblo palestino; por tanto, a los macabeos habría que darles un escarmiento, incluyendo su expulsión de la competición. Conclusión de algunos: hay que ir al palacio Martín Carpena a boicotear a Israel (?) y mostrar nuestra solidaridad con Palestina. 

Atendiendo a tales argumentaciones, los alegres chicos del Mossad, la policía israelí, anduvieron por Málaga con la antelación suficiente para peinarse casi toda la ciudad en previsión de algaradas o atentados contra los chicos del Maccabi. Se movieron como Pedro por su casa, con la anuencia de los gobiernos de acá, que en público ladran mucho contra los gobernantes israelíes pero en privado les venden armas y lo que se tercie, haciendo el mercadeo habitual. Que un buen negocio no empañe tu profunda conciencia moral. Así que campo libre a la policía israelí para que filtre el acceso al recinto, pida tickets de entradas, vigile desde todos los rincones y se apropie del pabellón como si fuera suyo. En Spain es que somos la mar de hospitalarios. A cambio, unos cuantos grupitos de gente llevaron al polideportivo sus pancartas protestando sobre los 600 muertos de Gaza o el genocidio de Israel. Al final no hubo grandes problemas y la mayoría optó por ver el baloncesto, que es lo que se proyectaba ese día.

Ahora bien, las preguntas que se haría un extraterrestre ante todo esto serían: ¿Y qué demonios tiene que ver el Maccabi con Israel? ¿Acaso el equipo macabeo representa políticamente a ese país? ¿Por casualidad representa al gobierno de Israel? ¿No es, simplemente, un equipo privado que juega exitosamente al baloncesto desde hace muchos años, independientemente de quien gobierne en Israel y del conflicto con Palestina o con Irán? ¿En base a qué peregrinos argumentos se considera que este –o cualquier otro equipo- representa al país y al Estado en que se ubica? ¿Necesariamente el club tiene que sufrir las consecuencias de lo que haga el gobierno de la nación? Es como si desde Groenlandia catalogasen a todos los españoles de socialistas porque actualmente gobierna el camarada Zapatero, o que tomásemos a todos los franceses por pequeños napoleones o que los cubanos son enemigos de la democracia porque su gobierno la aborrece. Una cosa es que se proteste, y con toda la razón del mundo, sobre la guarrada que el gobierno judío está haciendo con la población civil palestina , y otra que se tome a un equipo deportivo "israelí" (que lo único que hace, que se sepa, es jugar al baloncesto) como colaborador de la política del gobierno judío. (A veces el extraterretre se maravilla de la facilidad con que los humanoides del planeta azul toman el rábano por las hojas, aunque comprende que el cerebrito que tienen –el más deficiente de toda la galaxia- no da más de sí).

El extraterrestre, pues, no entiende que se quiera excluir al Maccabi de la Euroliga porque quienes gobiernan en Israel están encantados lanzando misiles en Gaza sin preocuparse antes de si van a atravesar la cabeza de un miliciano/dirigente de Hamas o de un chavea que juega a la pelota delante de su casa. El Maccabi es un equipo que habitualmente está formado –como todos- por jugadores de variados países y que se dedican sólo a jugar y a cobrar por su trabajo. Este año la mitad de la plantilla son foráneos, algo inusual pues suelen ser mayoría. Incluso el líder del equipo es un tal Brown, negrito yanqui, que años atrás jugó en el mismísimo… Unicaja. La culpa que tendrá don Marcus de que a Simon Peres y a Hamas les guste un misil más que a un tonto un caramelo con palote.

15 de enero de 2009

ADIÓS SIN HACER RUIDO

Los vi en el diario AS del viernes 9 de enero. En un roalillo de una página par del final del periódico, encima de la lista de la lotería. “Isabel Fernández se retira tras 18 años de triunfos”. “Llaneras, el mejor olímpico, se despidió ayer en Rotterdam”. Sí, la judoteca española más laureada de toda la historia, con cuatro Juegos Olímpicos a sus espaldas (Oro en Sydney) y un porrón de medallas mundiales, europeas y nacionales, cuelga los hábitos. Por su parte, Joan Janeras, el mejor deportista español en la historia de los Juegos Olímpicos (dos oros y dos platas) y heptacampeón del mundo, colgaba la bicicleta de competición. Dos deportistas como dos soles; dos extraños en un país que sólo se acuerda de esta gente una vez cada cuatro años, exigiéndoles lo que no se atreve a exigir a los peloteros ricachones del fútbol: medallas en unos deportes donde somos un país de medianías. El otro día dijeron adiós a la alta competición. En la prensa deportiva, media paginita para el recuerdo. Una miseria cuando se dedican media docena todos los días a contar majaderías solemnes sobre cualquier futbolisto o futbotonto de medio pelo, siempre que sean del Real Madrid o el Barcelona. En las televisiones, ni olieron las despedidas. País de mierda que desconoce y ningunea a sus mejores hombres y mujeres, y no sólo en el deporte. No se van millonarios pero ni falta que les hace. Sabe dios cuantos siglos tendrán que pasar para que aparezcan dos deportistas de su mismo nivel en sus respectivas especialidades.

13 de enero de 2009

KANOUTÉ Y LA VOLUNTÉ (TRES MIL EURILLOS DE NADA...)


Ya saben la historia. Hace unos días, en el partido de Copa Sevilla-Deportivo, el jugador local Kanouté celebró un gol levantándose la camiseta. Debajo de ésta había otra con la palabra “PALESTINA”. El árbitro del encuentro le sacó una tarjeta amarilla y luego reflejó en acta el “impropio” proceder del jugador. Como era presumible, el Comité de la Nada (quiero decir, el Comité de Competición de la FEF) lo multó días después con la bonita y redonda cifra de 3.000 eurillos, al cambio, medio millón de las antiguas pesetas. Nunca una camiseta costó tanto dinerín del bueno, que irá a engrosar dios sabe qué arcas. El jugador sabía que su acción le acarrearía la multa, pese a lo cual hizo “lo que tenía que hacer”, según sus palabras.

Tras la sanción, aquí paz y después gloria. Las normas son las normas, según la mayoría del personal del redil y el pesebre, pero hay normas  y comportamientos que dan asco. Algunos –más bien pocos- tenemos un paladar que no traga cualquier bazofia y lo de la referida multa, lo es. La Aguja definió el asunto con una descriptiva palabra (“necios”) dedicada a los alegres chicos del Comité sancionador. El Puñetas todavía quiere ir más lejos, sacando a pasear toda su artillería dialéctica, que es mucha cuando le tocan las papilas gustativas.

Digamos primero que estamos hasta el copetín y el copetón de que en los campos de fútbol los árbitros (usando un reglamento caduco, trasnochado y bastante gilipollesco) pasen por alto infracciones de alto standing como fracturas de piernas, asesinas entradas a los tobillos y otras menudencias,  mientras que por cualquier fruslería sacan una tarjeta amarilla o roja, sea porque este jugador levanta unas manos protestando, ese dice cualquier grosería instalada en el vocabulario habitual  de estos “intelectuales” de medio pelo o… aquel se quita una camiseta para celebrar un gol, que hay que ver la importancia que le dan algunos a semejante casualidad.

Las razones de este error de apreciación tan filibustero y tan de bulto no son sino puramente mercantiles: el fútbol es negocio antes que deporte y está muy feo que los jugadores –en el climax orgásmico de la celebración del golete- suplanten u oculten la marca y propaganda que portan en su cuerpo serrano (en la camiseta y hasta en el culo, oiga) y que tantos réditos crematísticos da a los clubes. Ya digo, lo que está en juego es la pasta gansa. Pero, en vez de dejar a cargo de las empresas publicitadas el castigo por no cumplir el contrato firmado (hay jugadores desmemoriados a los que en la pasión sexual del gooooool se les olvida la cartera ajena que les paga), el propio Comité de Competición de la FEF se encarga de penalizar justicieramente el desliz, bajo el calificativo de “atentado a la dignidad y al decoro deportivo”, considerando como falta grave (uf, gravísima)  la exhibición de “cualquier clase de publicidad, lema o leyenda, siglas, anagramas o dibujos” que no figuren en la camiseta oficial, claro. ¿Necios? Algo peor: no tienen pudor alguno. (Valen todas las acepciones del DRAE). ¿Desde cuándo la estética es objetivo primoroso de lo que acontece en un campo de fútbol? Si quieren ir por este camino, que empiecen multando a todos los jugadores que escupen, incluso a la cara de los rivales.

Qué finolis nos han salido los que se encargan de vigilar que la corrección, el decoro y las camisetas sean un tres en uno. La violencia, en cambio, sea en las gradas o en el propio terreno de juego, se la pasan por los calzoncillos. Así que esta priorización de las normas me resulta indecente, cínica y equivocada. Algunos quizás vean exagerada mi postura (el Puñetas es muy picajoso y de la vieja escuela: la no logsiana), en cuyo caso les replicaré que -para exageración- multar con medio millón de pelas el mostrar una camiseta con la palabra “Palestina”, considerando el asuntejo como falta grave. ¡Hay que tenerlos asííííí de gordos! La inmensa mayoría de los espectadores –tan alejados del terreno de juego- ni se enteraron de lo que tan orgullosamente mostraba Kanouté. Sí, las televisiones y la prensa lo mostraron con detalle, pero si tanta importancia se le da a lo publicado por los medios, mejor sería que los burócratas del futbolín comenzasen a introducir estas tecnologías in situ para ayudarse de ellas en la evitación de goles fantasma, fueras de juego dudosos, penaltis presumiblemente inexistentes, etc. Claro que eso acabaría con parte del morbo y la polémica artificial que sustenta al furbo. Por eso huyen de la modernización de los reglamentos como gato escaldado… aunque bien adinerado.

Y como los reglamentos son los reglamentos, aunque tengan más pie que cabeza, (hablando de fútbol, es lógico, je,je), al menos los alegres chicos de la FEF podrían tener el detallazo de no quedarse con los 3.000 eurillos y donarlos a la Palestina real, esa que está siendo masacrada por el Gobierno israelí y por los descerebrados de Hamas. No hay cosa peor en este mundo que estar siempre entre dos fuegos: el amigo y el enemigo.    

11 de enero de 2009

CRISTIANO RONALDO Y EL LOBO


Ya saben la famosa fábula de Esopo en la que un pastor siempre asustaba a los vecinos diciéndoles que venía el lobo aunque era mentira. Días más tarde repetía la misma operación con idéntico resultado. Así, a fuerza de reiterar embustes, la gente se acostumbró a no creerle hasta que un buen día resultó que el lobo llegó de verdad. Naturalmente, los paisanos no creyeron al pastor a la luz de la experiencia con lo que el animalejo destripó ovejas con un gran desparpajo.

Viene la fabulilla al caso porque no recuerda el Puñetas, en sus ya largos años, fichaje más sonado que el de Cristiano Ronaldo por el Real Madrid. Naturalmente, todo es mentira y aunque han corrido ríos de tinta y de celuloide en torno al mismo, la gran noticia hasta el momento es que no se ha producido la contratación. ¡Nunca un fichaje dio tanto que hablar y que escribir! Lo importante y la novedad del asuntillo es que dicho fichaje duerme sólo en la imaginación de los fantasiosos y fabulistas señores de la prensa rosáceo-deportivesca.

Creía este juntaletras que nos iban a dar una tregua con semejante rollo durante las vacaciones navideñas, pero se ve que todavía el personal es muy crédulo y el rollete de ver al luso Ronaldo vestidito con la camiseta y el canesú merengue sigue teniendo cuerda para rato. Gracias a un fichaje nunca realizado el Manchester United  y el Real se llevan a matar, el sir don Fergunson echa sapos y culebras por la boca y hasta el más ignorante del mundo del futboleo ya sabe quién es el intelectual peloteril don Cristiano Ronaldo. ¿O debemos escribir Ilustrísimo?

Incluso cuando alguien soltó la última patraña (por ahora) de que Cristianito afirmaba muy serio y ante el altar que estaba casado con la afición del Manchester y por muchos años, hubo gente que vio en este acto público de amor rutinario un guiño cariñoso hacia la afición madridista. Vinieron a insinuar que el astro portugués alababa a su esposa actual antes de comunicarle que se larga con una nueva querida.

A veces el destino hace guiños no tan cariñosos como los de los imaginativos que ansían ver a Ronaldito trotar por el Bernabéu. El otro día, nuestro don Juan estuvo a punto de palmarla al chocar el Ferrari que conducía contra el muro de un túnel. Casi vuelve a revivir el drama de Lady Di, pero en vez de princesa, con rey pelotero. Afortunadamente el muchachote salió ileso del percance, cosa que no podemos decir del Ferrari. Lo cual demuestra que nuestro ídolo tiene el esqueleto de un acero superior al usado en su cochazo; o dicho más románticamente, que su otro amor –el automovilístico- dio su vida por nuestro entrañable y deseado As de Copas (la Champion, la Premier…). Que, por cierto, será un buen futbolista pero como conductor vale bien poco. No lo ficharían en la Fórmula I ni hartos de vino.

Si el chaval es inteligente (que mucho nos tememos que no), quizás se haya dado cuenta que el destino sólo te avisa una vez, que en las islas británicas ha vuelto a nacer y que es allí donde los buenos custodios tienen su vida perfectamente asegurada. Así que, por su bien, que se deje de coqueteos con el Madrid calderoniano, si es que se han producido, que –estamos seguros- no ha sido así. Sólo son una repetida y cansina fantasía de la afamada cuadrilla del reporterismo y cotilleo futbolero que hay en este país llamado Spain donde caen cuatro copos de nieve y sólo se les ocurre hacer metáforas con el club de Chamartín de fondo. Lo que tienen en demasía de embusteros tienen de poco en ingenio, aunque la vida da muchas vueltas y lo mismo un buen día nos siguen anunciando que viene el lobo Ronaldo y luego resulta que es verdad. ¡Tó pué sé!   

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).