28 de octubre de 2009

TAMBORES DE GUERRA



Sobre el cirio que había montado en el Atlético de Madrid hasta la misma noche del domingo pasado, tenía pensado escribir sobre el particular este miércoles. La mezcla de ultras, abeles, giles, cerezos y una historia ciclotímica de un equipo capitalino que juega a ser grande pero que en realidad es casi siempre una medianía, auguraba un articulillo de lo más pinturero y sarcástico. Pero hete aquí que los problemones futboleros se solucionan muy fácilmente: se cambia de entrenador y aquí paz y después gloria. (Como ya dijimos en otra memorable ocasión, justo cuando don Cerezo nombró a quien ahora ha puesto de patitas en la calle,  “los entrenadores son el pararrayos de los directivos, que así salvan el pescuezo ante las furibundas críticas de los acríticos aficionados e hinchas. Todo sea por seguir chupando palco todos los domingos y salir en las televisiones cada dos por tres cantando la gallina”). Así que, ¡hasta el próximo cabreo, beibis atléticos!

Claro que, por si acaso, tenía en la recámara el problemazo del Barça al cual los periodistas deportivescos de turno ya habían colocado en la UVI pues llevaba un par de partidos desangrándose. Los equipazos grandes y universales –y más si se les idolatra como si fuesen un becerro de oro- tienen un serio problema: han de ganar siempre. Bastan tres partiduchos seguidos comiéndose los mocos para que las masas salgan a la calle y salten al estadio  reclamando la cabeza del entrenador, del presidente y de la señora de la limpieza. Así que el Puñetas, mientras miraba con un ojo al Atlético madrileño, con el otro echaba una visual hacia las Ramblas y su fuente de Canaletas. Por fortuna los gordos problemazos se trastocan en vulgares problemillas de fácil olvido si hay por medio unos cuantos goletes. Así que seis tantos al Zaragoza obraron el milagro dominguero: no sólo ya no hay crisis en el club de Guardiola sino que Laporta puede seguir sacando pecho sin que lo corran a gorrazos las miles de peñas barceloninas que –incomprensiblemente- pululan por fuera de Cataluña sin saber ni pizca de catalán.

He de confesar, sin embargo, que a quien estaban esperando mis ojillos miopes era a otro club elegido de los dioses, también en horas bajas porque lleva un par de partidos haciendo el ridículo: el Irreal Madrid. Como está obligado siempre a ganar y a jugar bien –como si esto fuese cosa de coser y cantar- bastan varios resultados en contra para que los buitres carroñeros enfilen su afilado pico hacia el Bernabéu, especialmente hacia el lugar donde se asienta el entrenador. Así que contemplé también la posibilidad de que al final el Irreal Madrid fuese el club al que más cantazos le iban a arrear en esta semana. Sobre todo si no goleaba por ocho a cero al Alcorcón en la Copa del Rey. Como la goleada se la han llevado los chiquillos de Pellegrini, ya tenemos montada la de dios. ¡Estaba cantado! Así que hoy miércoles –cuando escribo estas letrajas- los tambores de guerra apuntan sólo hacia el club florentinesco. El Atlético madrileño y el Barça, al final se han ido de rositas gracias al cambio de entrenador del primero y a la última goleada del segundo. La esperada leña al mono tiene ya un grandioso y único receptor.


Como no es la primera vez que el Irreal Madrid es “humillado” (ni será la última) por una derrota imprevista, lo que publica la prensa nacional e internacional nos lo pasamos aquí por el arco del triunfo. ¡Esto ya no es noticia, beibis! La noticia, queridísimos verdugos, es la siguiente: “4-0. El Alcorcón golea al Real Madrid haciendo el partido de su vida”. O algo así, pero se ve que a los chicos de la prensa lo que les encanta es despreciar a los clubes pequeños ninguneando sus hazañas pues sólo se centran en la “tragedia” del club todopoderoso y megaguay.  Y se lo toman tan mal como si a ellos mismos les hubiesen humillado metiéndoles cuatro pepinos en salvas sean sus partes.


Tal como muestran las portadas seleccionadas a modo de ejemplo, los del Marca –en plan periodistas de Puerto Hurraco- exclaman “¡Vete ya!” a un Pellegrini al que todavía no le han dado tiempo ni de conocer a sus jugadores. ¿Y quién demonios son estos tipos para echar a la calle a nadie? “Vergüenza histórica”, “y encima se pone farruco…”. ¡Señor, señor! Para vergüenza histórica las frecuentes portadas de este diario. ¿Y qué me dicen del portadón del diario “Sport”, capaz de cometer ¡cuatro faltas de ortografía! en un increíble titular de cinco palabras?

A estos funerarios y truculentos niños de la prensa deportivesca habría que recordar lo que ya escribimos en febrero de 2006 cuando el Zaragoza le metió seis castañas al “mejor equipo del mundo”, claro, el Madrid…: “Perder un partido por goleada no es ni un desdoro, ni una vergüenza, ni un crimen”. Por lo demás, no pensamos defender aquí nada más que a los chicarrones del Alcorcón, a los que casi nadie ha reconocido su juego, entrega y valor. Los millonetis del Madrid, incluido su entrenador, que vayan preparando las bayonetas y los cañones porque tienen una guerra encima dispuesta a volarles la cabeza y los testículos. (Claro que mientras que no les vuelen la cuenta corriente…). Les atacan por tierra, mar y aire gentes que piensan que el fútbol es lo único importante y que todo vale con tal de hacer caja y patria chica. Afortunadamente tienen muy mala memoria y bastará que el próximo domingo el Irreal golee a su rival para que se les pase pronto el enfado. Incluso son capaces, dado que esto de la pelotita da muchas vueltas, de convertir en héroe y mito a Pellegrini si éste sobrevive y consigue la ansiada Liga o Champions. Los mismos que ahora le humillan (aquí sí es correcta la palabra) besarán el trasero al entrenador chileno si logra aguantar, levantar vuelo y ganar alguna copichuela futura de buen ver. Yo que éste no cometería el mismo error y mantendría muy fiel la memoria: a esta soldadesca, ni agua…     

25 de octubre de 2009

COLABORACIÓN ESPACIAL: JACINTO RX



Hola, insignificantes… Perdón, perdón, pido quinientas mil veces perdón.

Me llamo Jacinto RX y procedo del planeta RX16, situado a varios años luz del planetucho Tierra.  (Uy, perdón, mil veces perdón). Ya habrán adivinado que soy un extraterrestre, aunque de tanto observarles, cada vez me siento más unido emocionalmente a ustedes. Estoy por aquí desde septiembre de este año (mi primera visita la hice en 2007) cumpliendo una misión: mezclarme y estudiar este planeta de mierda. Perdón, perdón, se me escapa sin querer mi superioridad estratosférica sobre la primitivesca realidad humanoide y, encima, parece que está fallando mi programa lingüístico-informático de “autoncensura educativo-diplomática”  que estamos obligados a usar cuando nos ponemos en contacto con seres vivos de realidad molecular  patatera, típica de los que viven aún en la prehistoria galáctica, como es vuestro caso. Los RX no solemos usar  expresiones malsonantes ni despectivas pero somos muy permeables a la realidad circundante, así que  han bastado dos meses de vidilla en su puerco planeta (uy, perdón otra vez) para que ya se me hayan pegado algunas malas expresiones a fuerza de oírselas a ustedes, queridos terrícolas.

Me pide el Puñetas –uno de los humanoides más inteligentes que conozco, así que no quiero ni imaginar la burrez de los que figuran por debajo de su escalafón evolutivo- que colabore de vez en cuando con su Arco deportivo y yo, encantado, pues precisamente la tesis doctoral que estoy preparando con mi visita a la Tierra trata sobre esta cuestión: “En los andurriales de la Galaxia todavía hay gente que hace deporte”. Es un título provisional pero por ahí van los tiros. Así que, junto a otras actividades inconfesables que me han encargado los dirigentes de mi planeta, estoy aprovechando para hacer mi doctorado de arqueología galáctica sobre algunos de sus usos y costumbres.

Una cosa que me ha llamado mucho la atención son los enormes cabreos que se pillan algunos de ustedes a cuenta del deporte, sobre todo de los deportes de equipo, y especialmente del fútbol, que es el que más les tiene comida la sesera. Ni en el Primer ni en el Segundo Mundo de la Galaxia existe el fútbol. En el Tercer Mundo –la Tierra y otros planetillas del extrarradio- hace furor y esa es una cosa que ni yo mismo –tan mega inteligente- acabo de explicarme. Uno no entiende que ustedes vayan al fútbol y a otros deportes a pasárselo bien, previo pago bastante sustancioso, y en vez de reírse, guasearse o disfrutar de lo lindo, la mayoría agarre un cabreo de mil pares de narices. (Joder, con qué poca precisión hablan ustedes… No sé a qué viene mezclar las narices con el cabreo pero, en fin, es su lenguaje, amiguitos…). En RX16, cuando pagamos por algo, lo hacemos para ser más felices, para gozar, para quedarnos después como nuevos. Yo comprendo que ustedes, con ese ridículo cerebrín que poseen (y del que no tienen ninguna culpa), no puedan hacer como nosotros (que somos un 90 % de cerebro y un 10 % de cuerpecito serrano), pero aún con tan insuficiente masa gris se pueden hacer ciertas virguerías y sensateces.

Mi consejo es que disfruten del espectáculo deportivo (ese que realizan profesionales preparados al efecto) mientras dure pues no les quepa duda que al igual que en el resto de la Galaxia  acabó desapareciendo por aburrimiento de los espectadores y de los profesionales, aquí también acabará tarde o temprano. Claro que para eso hará falta que su encéfalo y partes colindantes se tecnifiquen neuronalmente en proporciones insospechadas. Para que eso ocurra deberán pasar miles de siglos todavía así que sólo queda pedirles que al menos no cometan la insensatez de dejar su cerebrito en stanby, que es lo que suelen hacer a menudo, ayudados por sus dirigentes, sus medios de comunicación y sus costumbres tan poco edificantes, cuando no bárbaras (como practicar sexo de manera tan rudimentaria). Los extraterrestres que les estudiamos desde hace tiempo no podemos ayudarles por muchos poderes extrasensoriales que tengamos. Si no son capaces ustedes, por sí mismos, de evolucionar cerebralmente en la dirección correcta, acabarán pagándolo como lo han hecho otras especies primitivas: yéndose al carajo ustedes y el planeta. Para mi próxima colaboración espero tener arreglado el programa informático que se encarga de las cuestiones diplomáticas pues tengo la sensación que hoy he hecho pocos amigos. Bueno, no es esa la misión principal que me ha traído a estos andurriales terráqueos…

NOTA DEL EDITOR: Pido mil disculpas a mis exquisitos lectores por el lenguaje tan políticamente incorrecto que Jacinto RX ha empleado en su colaboración, especialmente en el primer párrafo. En sólo dos meses de estancia en la Tierra ya ha aprendido a hablar como un auténtico animal. Le he explicado que, por este planeta, todo se pega menos la hermosura y me ha dicho: amén. Había pensado en cambiar algunas palabras o directamente censurarlas, pero me lo he pensado mejor no vaya a ser que provoquemos un conflicto interplanetario de incalculables consecuencias. Le pedí consejo a Leire Pajín, muy versada en acontecimientos planetarios, y al final he decidido dejar la cosa como la han leído. 

22 de octubre de 2009

MALAS NOTICIAS PARA LOS OPTIMISTAS



Ya se lo venía barruntando Nostradamus Puñetas pero no era cosa de sembrar antes de tiempo las alarmas. En un mundo donde está empezando a primar la seguridad por encima de la libertad es normal que al final el personal vaya armado hasta los dientes o protegido hasta las cachas. Los alemanes, que para estas cosas son unos linces, ya se han puesto manos a la obra: “Los futbolistas internacionales alemanes sólo deberán abandonar en su tiempo libre el hotel de concentración en el Mundial de Sudáfrica 2010 equipados de chalecos antibalas y acompañados de guardaespaldas armados”.(Leído en "El Mundo").

La cosa todavía es una recomendación de la empresa de seguridad encargada de estos menesteres, lo que quiere decir que la realidad final puede ser peor. ¿Qué tal si los jugadores van desde el hotel al campo dentro de unos modernos tanques antiminas? ¿Y si los vestuarios, antes de entrar, son registrados por un equipo de la policía secreta teutona, desde las taquillas a las tomas de agua? ¿Y si veinte helicópteros vigilan desde el cielo a los miles de espectadores? ¿Y si los cuerpos de operaciones especiales se mezclan en las gradas para evitar males mayores, instintos asesinos y zumbidos de abejas como los que hubo hace poco en la Copa FIFA Confederaciones? Pero, como toda seguridad es poca, quizás lo más aconsejable sería que los jugadores jugasen protegidos por esos mismos chalecos antibalas usados al ir de compras fuera del hotel. Y todas estas medidas extraordinarias de seguridad, ¿por qué? –se preguntará el inquieto y, ya aterrado, lector. Pues porque los deportistas modernos de alto standing se han convertido en representantes de sus países de origen o adopción, tal como si fuesen altas autoridades. En consecuencia, mecachis en la mar, empieza a ser obligatorio el concederles las mismas o superiores medidas de seguridad que a los mandatarios cuando estos salen de picos pardos a otros lugarejos del planeta. Y es que hay mucho criminal y terrorista suelto por ahí dispuesto a subir a los altares de la gloria a costa de montar un sangriento cirio con los nuevos embajadores de las patrias ajenas: los tíos que hacen deporte de alta competición, empezando por los futbolistas, los preferidos de la afición.

Convertir a nuestros amados idolillos de la pelota y otras hierbas en altos representantes de su país (cuando lo único que hacen es dar patadas, correr o saltar, y representarse a sí mismos) tiene esos inconvenientes: que la gente a la que le gusta joder la marrana de manera violenta acabe por encontrar sentido al sinsentido de querer cargarse a alguno buscando cualquier pretexto político, económico, ideológico o novelesco. Nostradamus Puñetas, en su bola de cristal, ve el futuro en esta dirección y ya hay indicios –como en el caso alemán- de que algunos empiezan a tentarse la ropa, por si acaso. Mañana será en Sudáfrica y pasado en Río o en Jabalcuerno del Porrosillo. Y es que hasta los cacharros más inanes (como el móvil o el Euribor) los hemos convertido en instrumentos de acciones violentas y delictivas, así que toda precaución será poca. ¡Hasta los cepillos de dientes pueden ser armas de delito! Por de pronto, y más previsores que nadie, en el Arco hemos puesto un detector invisible de mala leche que provocará una alarma en nuestro ordenador central cuando la escala de la web supere el nivel  3 de alerta amarilla y el 5 de alerta roja. Hay que cuidarse, camaradas….

-Pi pi, pi, ¡peligro!, pi, pi, pi, pi, ¡peligro!….
-Jodé, el detector no respeta ni a su dueño… ¡Soy inocente, maldito cacharro….!

18 de octubre de 2009

DE SORPRESA EN SORPRESA


Rafael García trabajaba de obrerete en una obra (levantamiento de pisos) en un pueblo del extrarradio de Madrid. Empezaba su jornada habitual saliendo de casa a las cinco de la mañana. Como todo lo que tenía de fortachón lo acumulaba en sus músculos pero no en su cerebro, llevaba ya varios años haciendo siempre el mismo recorrido pero aún no había pillado con exactitud el horario del autobús. Así que todos los días se veía obligado a correr detrás del mismo hasta la siguiente parada pues siempre se le escapaba. Menos mal que el tráfico, aún a esa hora tan temprana, era completamente infernal, así que siempre le daba tiempo de –a paso ligero- alcanzarlo. La escena se repetía con el siguiente autobús y con el tercero. Rafaelito, ni qué decir tiene, con tal entrenamiento diario, estaba preparado para correr los diez mil metros y hasta el maratón si fuera preciso.

Cuando llegaba a la obra se ponía el casco y se subía al andamio a cargar y descargar ladrillos y lo que hiciera falta. Sus bíceps y tríceps daba gloria verlos, acostumbrados al máximo esfuerzo para levantar y soltar con cuidado el material de construcción que todos los días tenía que mover de un lado a otro. García hacía el trabajo de una grúa, pero mucho más económico. Quizás esa era una de las claves de su éxito como trabajador imprescindible. Viéndole sube que te sube y baja que te baja,  nadie dudaría en considerarle vencedor en una prueba olímpica de halterofilia o lanzamiento de peso.

Tras la hora de comer, en que se zampaba todo lo inimaginable, todavía echaba tres horitas más acarreando material hasta que llegaban las cinco, cogía el petate y se largaba de la obra, camino de casa. Y vuelta a repetir la carrera de relevos con el bus. Subía las escaleras de cuatro en cuatro (buen saltador de altura sería a poco que se entrenase un poco) y tras besar a su joven damisela, volvía a la calle camino del gimnasio. ¡Rafaelito era de los que no podía pasar un minuto sin estar moviendo un músculo! Allí se machacaba dos horas haciendo pesas, corriendo en la cinta transportadora, montando en bicicleta y hasta nadando. Cuando se echaba a la piscina, los que estaban en su calle, salían de la misma a velocidad supersónica. No era cosa de ponerse en medio de aquel monstruo que movía los brazos y piernas con la fuerza de un camión de varias toneladas. El personal lo miraba incrédulo y extasiado, pensando qué pedazo medalla de oro en los 1500 libres se estaba perdiendo el país por no tener federado a aquel tipo tan enorme. Cuando consideraba cumplida su labor natatoria, salía como el que se levanta de una buena siesta, más fresco que una lechuga. Luego se metía en la sauna y sudaba el tío durante un cuarto de hora. El calor, en vez de agotarlo, le aportaba nueva energía.

Por fin, harto de quemar calorías, regresaba a casa andando (es un decir porque cada zancada suya equivalía a cuatro de un ser normal, pues no lo he dicho pero ahora lo digo: Rafaelito calzaba un 48, medía dos metros exactos y pesaba 110 kilos en bruto. Ni un gramo de grasa, ni un michelín ni un firestone. ¡Qué pedazo de tío!). Tras subir nuevamente las escaleras a paso de trote entraba en su nidito de amor donde su damisela ya le tenía preparada una cena que no se la saltaba ni un elefante. Luego se ponía guapo y junto a su chica bajaba al pub de quien esto les cuenta, donde se tomaba siempre lo mismo: un refresco de naranja y unos cuantos cacahuetes. De verbo imposible, yo intentaba sonsacarle algo más que monosílabos. Nunca lo conseguí. Menos mal que para eso estaba su damisela, para completar el argumento.

-¿Y todos los días haces lo mismo, Rafael?
-Sí.
-¿Incluidos los fines de semana en que no trabajas?
-Sí.
-Bueno –terciaba Daniela, su chica-, como no va a la obra aprovecha para hacer unas cuantas chapuzas en la economía sumergida esa y aumenta el doble las horas de gimnasio.
-Pero alguna salida, viaje, película…., algo haréis…
-No.
-Es muy casero. Se acomoda en el sofá y se zampa todo el deporte del fin de semana. Yo me voy a dar una vuelta con unas amigas del piso de abajo.
-¿Y, Rafa,  no se te ha ocurrido probar en algún deporte donde seguro que podrías ganarte bien la vida?
-Quizás…
-No te entiendo…
-Sí –volvió a intervenir Daniela-. Hace unos meses descubrió el ajedrez. Fíjate tú que nadie imaginaría que se le diese bien, él que es un desastre para todo lo del intelecto, pero un compañero de la obra le metió el gusanillo en el cuerpo y, como por arte de magia, todas las noches se tira un par de horas jugando contra el ordenador…

Yo nunca había creído antes en los milagros, pero desde aquel día supe que Rafaelito nos iba a proporcionar uno si se tomaba aquel juego con la misma dedicación y esfuerzo que todo lo demás. Quizás nos había estado engañando con su cerebrín tan poco dado a la cosa oral y dicharachera o quizás es que un analfabeto integral puede, en cosa de damas y reyes, llegar a ser un genio. El caso es que en menos de un año nuestro mudito del refresco de naranja y los cacahuetes ya se había proclamado campeón regional. En uno de esos torneos conoció a un alto jerifalte de la política deportiva, también apasionado del ajedrez. Y, como la vida es una sorpresa detrás de otra, se lió con él dejando plantada a Daniela. Pronto ascendió como la espuma, olvidado el andamio: de guardaespaldas del político pasó poco después a asesor en temas varios. No me pregunten cuales. Cuentan las lenguas viperinas que sigue igual de cachas pero que se ha vuelto muy hablador. Sigue jugando al ajedrez pero ahora su nueva pasión es la Bolsa. ¡Joder con Rafaelito! ¡Y parecía tonto!

-¿Cómo te va la vida, Daniela?
-Estupendamente, Pepe. En buena hora se le ocurrió a aquel armario llamado Rafael García dejarme plantada por aquel politicucho. Me tenía sorbido el cerebro siendo incapaz de ver que aquel tipo sólo era un saco de músculos. Bendita la hora en que milagrosamente descubrió el ajedrez y luego a su amante.
-¿Y nunca sospechaste que le iba la marcha con los de su mismo sexo?
-Ay, Pepe, que todo te lo voy a tener que decir, pero como ya hay confianza… Aquí donde me ves tan mona, soy transexual. Soy una mujer en un cuerpo de hombre aunque ya me queda poco para dejar de serlo. ¡El mes que viene me opero de abajo! Entonces por fin podré ser libre…

Pese a la enorme experiencia mundana que me proporciona mi pub, viendo y charlando con miles de clientes, nunca pude imaginar que aquella pizpireta chica fuese un chico venido a menos. Me alegré por ella y le prometí un cubata gratis semanal durante todo un año para celebrar su cambio total de personalidad. En cuanto a Rafa, nunca he vuelto a verlo. Su amante ha sido nombrado representante en la FIFA y se ha ido con él a viajar por esos mundos del extranjero ese. Desde este episodio sólo me fío de la realidad física cuando la tengo delante en pelota picada. Cosa que, por mi oficio, me ocurre más de lo ustedes se figuran…  

14 de octubre de 2009

EL POLÍTICO SENTIMENTAL Y EL PRESIDENT LENGUARAZ



Como las noticias corren que es una barbaridad, los otros días nos enteramos que el 14 de agosto del presente año, don Joan Laporta, el muy honorable president del Barça, llamó al presidente de la Junta de Extremadura para decirle de todo menos “bonito”. ¿Y a qué vino el cabreo de don Joan ante el máximo dirigente de la Comunidad Autónoma extremeña? Cuentan las crónicas que todo arranca de un artículillo publicado por éste en el diario Marca (titulado “Querido President”) donde, además de declarar su amor al Barça (“para nosotros también es más que un club, es un sentimiento, una emoción, parte de nuestras vidas”) reprochaba al mandatario barceloní que “cuando hables como presidente del Barça lo hagas sabiendo que nos representas a todos”. Y es que don Joan anda de un tiempo a esta parte con la lengua politiquera muy desatada pues se le acaba el momio de la presidencia y ahora tiene que poner los huevos en otra cesta. Y en dónde medrar mejor que en el mundillo de la política barriobajera que se hace en este país y en el suyo. Así que, junto a la bufanda de hincha culé, se ha puesto también la de flamante independentista catalán que es una cosa que hoy día viste y abriga mucho. Lo malo es que no ha esperado a salir de su actual carguete si no que lo está utilizando para su promoción y autobombo a ver si así aumenta su meritorio currículum y consigue colocarse en los primeros puestos de la opción politiquera que pretende pues el hombre –como buen deportista que es- hace ascos a todo lo que no sea ganar y no es cosa de meterse en la puñetera política para ir de figura decorativa o de vulgar pegador de carteles cuando lleguen las elecciones. Él, elegido de los dioses, no puede contentarse con cualquier birria que le ofrezcan.

Siguen contando las crónicas que en esa llamada telefónica el Joan se empleó a fondo con el político extremeño llamándolo “imbécil” y otras cosas igual de lindas. Como el lector puede imaginar, episodio tan chusco no podía pasar desapercibido por el Puñetas pues si aquí le damos a la sátira y la crítica, sería imperdonable que dejásemos pasar la oportunidad que nos brindan estos dos señoritos. Y a eso vamos, claro…

Que todo un presidente de una Comunidad haga públicamente tan sentida declaración futbolera (me da igual que sea al Barça como al Cantidubidubidá C.F.) provoca la hilaridad de este firmante, pero es que yo me río muy fácilmente. Ese “sentimiento”, esa “emoción” que provoca el club de sus amores es algo tan incomprensible para el muá que todavía ando revolcándome por las esquinas. ¿Pero cómo puede provocar tan alto cariño un club profesional, millonario, formado por gente que gana más de lo que pesa, que mañana está en Barcelona y pasado mañana en Milan, que lo único que hace es salir a un campo de juego a intentar –en prosaica y rutinaria labor- meter más goles que el equipo rival? ¿Tan bajo ha caído la palabra “amor” y “sentimiento”? Se ama y se quiere a los seres vivos, ñoras y ñores, pero no a un club social… “El Barça es de las mejores cosas que nos ha pasado” –escribe el político sin el más mínimo rubor ni rigor intelectual. Pues, oiga, no quiero ni pensar cómo serán las peores… Menos mal que, acto seguido, escribe en el articulillo: “…el día que el Barça deje de ser tan universal como es, los que viven en la Diagonal, tendrán sólo un equipo de fútbol”. Universal o no universal, el Barça es sólo un equipo de fútbol, señor Fernández Vara. Déjese de patrañas deportivescas y de cuentos chinos sentimentaloides. Una cosa es que la publicidad y la propaganda nos vista de seda al mono (sea un club de fútbol, un banco, un partido político, una empresa energética, una televisión o una multinacional del automóvil) y otra que los idiotas del pueblo llano pensemos que el mono es inteligentísimo y que representa los más altos valores de la universalidad, la solidaridad, la sentimentalidad, el patriotismo, la leche, la releche y la caraba. Los alegres chicos de la gran masa social seremos tontos del culo (así nos consideran los elegidos de los dioses y quizás no les falte razón) pero a la mayoría aún nos queda todavía –no sabemos durante cuánto tiempo más- alguna neurona que funciona con cierta racionalidad. En cambio, a los monos, no les funciona ninguna y por eso su mundo (y, de rebote, el nuestro) va como va: un completo desastre.

En cuanto al otro president, el Laporta (al que entiendo que venda la burra del “mes que un club” pues ese ha sido y es su negocio para incautos creyentes), me da igual que sea independentista que dentista: cada cual se masturba políticamente como su pene/vagina le da a entender. Otra cosa es usar su cargo deportivo para hacer poltiquería personal, confundiendo las churras con las merinas. Y peor cosa es creerse el rey del mambo porque en la última campaña deportivo-publicitaria el equipo que él preside ha ganado el triplete y le encasquetó un 2 a 6 al Irreal Madrid, cosa que –según el amigo- “no acaban de superar los enemigos del barcelonismo y de la caverna”. Bagatelas infantiles, señorito mío, con la crisis y la torta que tenemos encima...  Llamar “imbécil” a un político elegido por el pueblo extremeño también es muy feo, máxime si luego te defiendes aduciendo que esa palabra no es un insulto, lo cual puede volverse en contra porque hoy o mañana otros podrán llamarte también “imbécil” sin que se les caiga la sonrisa de la boca. En lo de afirmar que “…parece que Fernández Vara quiera hacerse publicidad a mi costa” sí que tiene razón el jefe culé. ¡Dónde va a parar la influencia, el prestigio social, la inteligencia y el glamour de un president futbolero en comparación con un político elegido democráticamente para gobernar una deprimida comunidad autónoma!  Mejor haría el mandatario extremeño en dedicarse a trabajar noche y día por sus conciudadanos y poner al club de sus amores en el sitio estricto que le corresponde: un equipo de fútbol profesional muy famoso y supermillonario, pero nada más que eso, un equipo. Que no es poco…

San Joan Laporta, elegido de los dioses, empieza a parecerse cada vez más a aquel Jesús Gil y Gil, presidente del Atlético de Madrid. Además de las malas artes, por de pronto ya ha aprendido también a darle patadas al “imbécil” y “ostentóreo” diccionario…

7 de octubre de 2009

LOS CAPELLANES. DON CAMILO

El lector va a tener hoy ante sus ojitos la entrada más larga de todo el Arco. Así aprovechamos para estar libres en el puente del Pilar y seguir cumpliendo con nuestro objetivo de servir en la cazuela dos pájaros (dos artículos) a la semana. De ahí que el título cubra dos asuntos diferenciados aunque haya un nexo común y, por eso, aparezcan en esta entrada formando un todo.

Hay un programa de radio en la cadena COPE llamado “Al sur de la semana” que se emite durante las mañanas del sábado y domingo. Dentro del mismo, no recuerdo exactamente a qué hora, escuchaba la semana pasada (el día 3 de octubre) una sección que es habitual en ese día titulada “Los capellanes”. Asunto que llamó la atención del Puñetas. En dicho espacio radiofónico, 4 capellanes (el padre Jesús, el padre Ángel, el padre Taboada y el padre Gracia) estuvieron hablando durante un buen rato sobre fútbol, aunque aprovecharon para comentar algo sobre la fallida elección de Madrid como sede der las Olimpiadas de 2016.

Que unos sacerdotes hablaran de fútbol en las ondas (coordinados e interpelados magistralmente por el presentador del espacio, Rafael Sánchez), me hizo bastante gracia. Así que les escuché durante la casi media hora que estuvieron de palique. Divertidos. Caústicos. Ingenuos. Bocazas. Califique el lector como quiera a estos curiosos “locutores” si le da por escuchar el posdcast (¡excelente invento!).



Hoy les refiero esta tertulia como curiosidad por si no la conocen, como me ocurría a mí. Para pasar el rato no está mal. Y aunque cualquier lector asiduo del Arco considerará una extravagancia lo de dicha tertulia, la verdad es que uno no le hace ascos a nada ni nadie siempre que las cosas se hagan y digan con honestidad, gracejo y buena fe. Nada comparable a esas tertulias de periodistas deportivescos donde el fanatismo, la mala educación, el grito y la trola están siempre presentes.

Pero como una cosa lleva a otra, la audición de la tertulia de los capellones –no sé porqué- me trajo a colación un personaje literario que leí hace bastantes años: Don Camilo. Así que acudí a mi biblioteca más rancia y antigua y rescaté un viejo libro ya casi apolillado. El libro se llama así: “Don Camilo” y fue escrito en 1948 por Giovanni Guareschi. La acción –relatada en numerosos cuentos, independientes unos de otros- se sitúa en Brescello, un pueblo de la provincia de Reggio Emilia en los años 50, poco después del final de la segunda guerra mundial. Los protagonistas, Don Camilo y Peppone, simbolizan el conflicto entre dos culturas encontradas que, precisamente en los años 50, chocaban con fuerza proponiendo dos modos distintos de plantear la vida. Por un lado, el tradicional contexto social de la Italia católica y democrata-cristiana, representada por el párroco Don Camilo y por otro el revolucionario modelo comunista, encarnado por el alcalde Peppone. Sin embargo, la confrontación política, que en la vida real fue dura y se prolongó durante décadas, en las novelas de Guareschi se convierte también en una ocasión de reflexión afable, divertida y sarcástica acerca de los tipos antropológicos del italiano de a pie. En el fondo Don Camilo y Peppone son las dos caras de la misma moneda, dos italianos de gran corazón que a pesar de su aparente hostilidad no pueden estar el uno sin el otro. Son paisanos, se comprenden y se aprecian y, aunque estén enfrentados de cara a los acontecimientos locales, están unidos contra las adversidades externas y prefiguran el llamado "compromiso histórico" que luego, en los años 70, llegaría con la alianza y colaboración entre los partidos de mayor representación nacional, desde la democracia cristiana al Partido Comunista Italiano.

El alcalde Pepón está presentado como un hombre tosco y prácticamente analfabeto aunque con un corazón de oro, y el cura don Camilo tampoco le va a la zaga. En el libro, primero de una serie de gran éxito, Don Camilo termina ganando o empatando moralmente la mayoría de las disputas contra el alcalde comunista, reflejando claramente la posición cristiana y anticomunista del autor. Pero aquí no estamos para hablar de política si no para situar en su contexto el cuento que he seleccionado y que tiene una temática deportiva y futbolera. Además de divertido, refleja una situación que ya a finales de los años 40 mostraba que el deporte rey era capaz de aglutinar a las gentes con todo lo que es capaz de ofrecer: sencillez, emoción, trampa, alienación popular, etc. Espero que lo disfruten como yo lo he hecho tras una relectura.



LA  DERROTA

El duelo a cuchillo que venía durando ya casi un año terminó con el triunfo de don Camilo, quien llegó a concluir su “Recreatorio Popular” cuando a la Casa del Pueblo de Peppone le faltaba aún toda la carpintería. El “Recreatorio Popular” resultó una obra de primera: salón de tertulia para representaciones, conferencias y demás actos públicos; pequeña biblioteca con sala de lectura y escritura;  superficie cubierta para ejercicios deportivos y juegos invernales. Además, una magnífica extensión cercada, con campo de gimnasia, pista, piscina, jardín de infantes, calesita, columpios, etcétera. Cosas en su mayor parte en estado embrionario, pero lo importante en todo es empezar.

Para la fiesta de la inauguración don Camilo había preparado un programa en forma: cantos corales, actividades atléticas y partido de fútbol. Porque don Camilo había organizado un equipo sencillamente formidable, y fue éste un trabajo al que dedicó tanto entusiasmo que, echadas las cuentas, al cabo de ocho meses de adiestramiento, los puntapiés que don Camilo había dado a los once jugadores habían sido muchos más que los puntapiés dados por los once jugadores juntos a la pelota.

Peppone sabía todo y tragaba bilis. No podía soportar que el partido que representaba verdaderamente el pueblo resultara segundo en el torneo iniciado por don Camilo a favor del pueblo. Y cuando don Camilo le había hecho saber que para demostrar “su simpatía por las más ignorantes capas sociales del pueblo”, había generosamente concedido al equipo Dynamos la ocasión de medirse con el suyo, el Gallardo, Peppone palideció, y haciendo llamar a los once muchachos del equipo los puso en fila contra el muro y les espetó este discurso:

-Jugarán con el equipo del cura. ¡O vencemos o les rompo la cara a todos! ¡Es el partido el que lo ordena, por el honor del pueblo vilipendiado!
-¡Venceremos! -contestaron los once, que sudaban de miedo.

Cuando lo supo, don Camilo reunió a los hombres del Gallardo y refirió la cosa.

-No estamos aquí entre gente grosera y salvaje como ésos -concluyó sonriendo-. Podemos así reaccionar como caballeros juiciosos. Con la ayuda de Dios les meteremos seis goles a cero. No hago amenazas: digo sencillamente que el honor de la parroquia está en las manos de ustedes. Quiero decir, en los pies. Cumpla cada uno su deber de buen ciudadano. Ahora, naturalmente, si hay algún bribón que no se emplea a fondo, yo no haré tragedias como Peppone, que rompe las caras. ¡Yo les pulverizo el trasero a puntapiés!

Todo el pueblo acudió a la fiesta de la inauguración. Peppone, a la cabeza de sus secuaces, de pañuelo rojo encendido. En calidad de alcalde genérico, se complugo con la iniciativa, y como representante del pueblo en particular, afirmó serenamente su confianza en que la iniciativa no serviría para finalidades indignas de propaganda política, como algún maligno ya susurraba.

Durante la ejecución de los coros, Peppone halló la manera de observar con el Brusco que, en el fondo, aún el canto es un deporte en cuanto desarrolla los pulmones. Con señoril sosiego el Brusco le contestó que, según él, sería más eficaz a los efectos del mejoramiento físico de la juventud católica que los jóvenes acompañasen el canto con ademanes adecuados, a fin de desarrollar, además de los pulmones, también los músculos de los brazos.

Durante el partido de pelota al cesto, Peppone dijo con convicción sincera que también el aro tiene, además de un indudable valor atlético, una finísima gracia y se asombró de que en el programa no se hubiese incluido un torneo del mismo.

Como estas observaciones eran expresadas con tal discreción que se podían oír cómodamente a setecientos metros de distancia, don Camilo tenía las venas del cuello como dos estacas de aromo.Y esperaba por lo tanto con ansia indescriptible que llegara el momento del partido de fútbol. Entonces hablaría él.



Y llegó ese momento. Malla blanca con una gran G en negro sobre el pecho de los once jugadores del Gallardo. Malla roja con la hoz, el martillo y la estrella, entrelazados con una elegante D, los once del Dynamos.

El pueblo, indiferente a los símbolos, saludó a los equipos a su modo:

-..¡Viva Pepponel ¡Viva don Camilo!

Peppone y don Camilo se miraron y se saludaron con mucha dignidad inclinando ligeramente la cabeza. Árbitro neutral: el relojero Binella, apolítico de nacimiento.

Al cabo de diez minutos de juego, el oficial de carabineros, pálido como un muerto, se aproximó a Peppone, seguido por dos gendarrmes igualmente exangües.

-Señor alcalde -balbuceó-, ¿cree oportuno que telefonee a la ciudad pidiendo refuerzos?
-Puede usted llamar una división, si quiere, pero si esos carniceros no abandonan el juego violento, nadie podrá impedir que aquí se levante una montaña de muertos alta hasta el tercer piso. ¡Tampoco Su Majestad el Rey podría impedirlo! ¿Ha entendido? -gritó Peppone, olvidando en su excitación hasta la existencia de la República.

El oficial se volvió hacia don Camilo, quien estaba a un metro de distancia.

-¿Cree usted que?... -balbució. Pero don Camilo no lo dejó terminar.
-Yo -gritó- creo simplemente que tampoco la intervención americana en persona podrá impedir que aquí nademos en sangre, si esos malditos bolcheviques no dejan de inutilizarme a los hombres con patadas en las canillas.
-Está bien -concluyó el oficial. Y fue a atrincherarse con sus dos hombres en el cuartel, porque sabía sin la menor duda que, al final de todos esos líos, la gente remata los festejos intentando incendiar el puesto de los carabineros.

El primer gol lo señaló el Gallardo y se levantó un alarido que hizo temblar el campanario. Peppone, con el rostro congestionado, volviose hacia don Camilo, apretando los puños amenazador, como para echársele encima. Don Camilo contestó poniéndose en guardia. Faltaba un milímetro para el encontronazo, pero don Camilo vio con el rabillo del ojo que la gente se había de pronto  inmovilizado y que todas las miradas estaban fijas en él y en Peppone.

-Si nos peleamos nosotros, aquí se produce la batalla de Maclodio -diio entre dientes don Camilo.
-Está bien: lo hago por el pueblo -manifestó Peppone, serenándose.
-Y yo por la cristiandad -dijo don Camilo.

Nada ocurrió, pero Peppone, apenas concluyó el primer tiempo, reunió a los de Dynamos.

-¡Fascistas! -les gritó con voz llena de repugnancia. Luego agarró por el cuello a Flaco, que era el delantero centro-. Tú, puerco traidor, acuérdate de que cuando estábamos en los montes te salvé tres veces el pellejo. ¡Si en los cinco primeros minutos no marcas un tanto esta vez soy yo quien te saca el pellejo!

El Flaco, iniciado el segundo tiempo, cuando se apoderó de la pelota trabajó con la cabeza, con los pies, con las rodillas, con las nalgas; hasta dio un mordisco a la pelota, escupió un pulmón, se reventó el bazo pero a los cuatro minutos la metía en el arco. Luego se echó al suelo y no se movió más.

Don Camilo fue a situarse en la puerta opuesta del campo para no comprometerse. El arquero del Gallardo, del susto tenía fiebre.

Los rojos se replegaron a la defensiva y no hubo forma de romper el cerco.Treinta segundos antes de terminar el partido, el árbitro decretó un penal contra el Gallardo.

La pelota partió. Ni Zamora habría atajado un tiro semejante. ¡Gol!

El partido allí quedó terminado. La única tarea de los hombres de Peppone consistió en retirar a los jugadores y llevarlos al comité. El árbitro era apolítico: que se las arreglara.

Don Camilo ya no comprendía nada. Corrió a la iglesia y fue a arrodillarse ante el altar.

-¡Señor! -dijo-, ¿por qué no me has ayudado? He perdido.
-¿Y por qué debía ayudarte a ti y no a los otros? Veintidós piernas tenían tus hombres y veintidós los otros: todas las piernas son iguales, don Camilo. Yo no puedo ocuparme de piernas. Yo me ocupo de las almas. Da mibi ánimas, caétera tolle. Los cuerpos se los dejo a la tierra. ¿Nunca volverás a encontrar tu seso, don Camilo?
-Me cuesta, pero lo encuentro –respondió don Camilo-. No pretendía que vos administrarais personalmente las piernas de mis muchachos, tanto más que son mejores que las de los otros. Digo solamente que no habéis impedido que la deshonestidad de un hombre castigase a los míos por una falta no cometida.
-Se equivoca el cura al decir la misa, don Camilo: ¿por qué no admites que otro pueda equivocarse, aun sin mala fe?
-Se puede admitir que uno se equivoque en todos los terrenos. ¡Pero no cuando se trata de un arbitraje deportivo! Cuando está de por medio una pelota...
-Don Camilo razona, también él, no peor que Peppone, sino peor que Bólido, que no razona absolutamente -prosiguió el Cristo.
-También eso es verdad -admitió don Camilo-. Pero Binella es un sinvergüenza.

No pudo continuar porque oyó avecinarse un vocerío tremendo y de allí a poco entró un hombre, deshecho, jadeante, con el terror pintado en el rostro.

-Quieren matarme –sollozó-. ¡ Sálveme!

La turba estaba en la puerta a punto de entrar. Don Camilo aferró un candelabro de medio quintal y lo blandió amenazante.

-¡En el nombre de Dios -gritó-, atrás o les parto La cabeza! ¡Recuerden que quien entra aquí es sagrado e intocable!

La gente se detuvo.

-¡Avergüénzate, jauría desatada! Vuelve a tu cubil a rogar a Dios que te perdone tu bestialidad.

La gente bajó la cabeza confundida y silenciosa y se volvió para marcharse.

-¡Persígnense! -ordenó don Camilo. Y con el candelabro blandido por la mano ciclópea, alto como una montaña, parecía Sansón.

Todos se persignaron.

-Entre vosotros y el objeto de vuestro odio  bestial está la cruz que cada uno de vosotros ha trazado con su mano. Quien trate de violar esta sagrada barrera es un sacrílego. Vade retro! Entró y corrió el pestillo de la puerta; pero no era necesario.

El hombre estaba abatido en un banco y todavía jadeaba.

-Gracias, don Camilo -susurró.

Don Camilo no respondió. Se puso a pasear de un extremo al otro y finalmente se paró delante del hombre.

-¡Binella! -dijo vibrante don Camilo-. Binella: ¡aquí, delante de mí y de Dios, no puedes mentir! ¡No hubo falta! ¿Cuánto te ha dado ese bellaco de Peppone para obligarte a sancionar un penal en caso de empate?
-Dos mil quinientas liras.
-¡Hum! -mugió don Camilo, poniéndole los puños bajo la nariz.
-Pero... -gimió Binella.
-¡Fuera! -vociferó don Camilo, señalándole la puerta.

Cuando quedó solo, se volvió hacia el Cristo.

-¿No os había dicho que éste era un infame vendido? ¿Tengo o no razón de estar enojado?
-No, don Camilo -contestó el Cristo-. La culpa es tuya, que por el mismo servicio has ofrecido a Binella dos mil liras. Cuando Peppone le ofreció quinientas más, él aceptó la oferta de Peppone.

Don Camilo abrió los brazos.

-Jesús -dijo--, si razonamos así va a resultar que el culpable soy yo.
-Así es justamente, don Camilo. Proponiéndole tú, sacerdote, el primero la trampa, él ha pensado que se trataba de un negocio lícito, y en consecuencia, negocio lícito por negocio lícito, uno se queda con el que da mayor beneficio.

Don Camilo bajó la cabeza.

-¿Queréis decir que si aquel desgraciado hubiese recibido una carrada de leña de los míos, mía habría sido la culpa?
-En cierto sentido sí, porque tú has sido el primero en inducir al hombre en tentación. Pero tu culpa habría sido mayor si aceptando tu oferta, Binella hubiese fallado en favor de los tuyos. Porque en tal caso lo habrían apaleado los rojos y tu no hubieras podido detenerlos.

Don Camilo reflexionó un poco.

-En conclusión -dijo-, es mejor que hayan vencido los otros.
-Así es, don Camilo.
-Jesús, entonces os agradezco por haberme hecho perder. Y si os digo que acepto serenamente la derrota como castigo de mi deshonestidad, debéis creer que estoy verdaderamente arrepentido. Porque no enojarse al ver perder un equipo como el mío, un equipo, y no lo digo por jactarme, que podría jugar en la división B, un equipo que se come a dos mil Dynamos, creedme, es una cosa que destroza el corazón y reclama la venganza de Dios.
-¡Don Camilo! -amonestó sonriente el Cristo.
-No podéis comprenderme -suspiró don Camilo-. El deporte es un asunto muy especial. El que está metido, está metido, y el que no está metido, no está. ¿Expreso la idea?
-Demasiado, pobre don Camilo. Te comprendo tanto que... Bueno, ¿para cuándo es el desquite?

Don Camilo se alzó con el corazón rebosante de alegría.

-¡Seis a cero! -gritó-. Seis pelotazos como balas, que ni los verán pasar. Tan seguro es como que acierto en ese confesonario.

Arrojó al aire el sombrero y con un puntapié lo recibió al vuelo y lo metió en la ventanilla del confesonario.

-¡Gol! -dijo el Cristo sonriendo.

4 de octubre de 2009

¿MADRID 2020? TENEMOS LA SOLUCIÓN...


2 de octubre de 2009

POR SEGUNDA VEZ, HAN PASADO OLÍMPICAMENTE

Uf, qué descanso. Si el miércoles andaba todo nervioso por ver qué pasaría con las Olimpiadas de 2016, hoy, a esta hora, ya puedo descansar tranquilo. Al final los caballeros (y algunas caballeras) del COI han preferido a Río de Janeiro, como –por otra parte- se preveía. Lo que uno no entiende muy bien es el papelón de Obama, el primer presidente yanqui que acude a la verbena del COI sin asegurarse previamente que su Chicago no la cagaría. ¿Ingenuidad? ¿Los USA ya no son lo que eran? ¿Ganas de montarse en el Air Force One, donde se viaja de película?

Confieso que me he tragado todo el show verbenero de esta tarde sin perderme ni un pixel. Ha sido la traca final de un sueño (o utopía o tontería) que nos han sabido vender divinamente. Escuchaba uno a las distintas telecacas del país y la emoción y el suspense afloraba en mí con más intensidad que si estuviese viendo una película de Hitchcock o como si mi vida futura dependiera de lo que en Copenhague votasen los alegres chicos del COI. Al final han pasado olímpicamente de nosotros, tomándonos el pelo descaradamente porque si pensaban cambiar de continente en el 2016, lo podían haber avisado y unos milloncejos (se habla de 600) nos hubiésemos ahorrado en promociones y zarandajas aunque me imagino que -de Gallardón a Zapatero- todos acabarán diciendo que están bien empleados por la enorme publicidad que en el mundo entero ha tenido Madrid y España, y bla, bla, bla. Pues bueno, pues vale…

A la prensa le ha faltado tiempo para dar razones sobre la pérdida de las Olimpiadas de 2016. Nosotros no caeremos en esa tentación porque no nos gusta hacer leña del árbol caído (la leña ya la dimos en el artículo anterior del miércoles) pero tengo la leve sospecha de que las ganas de figurar del alcalde madrileño, que ha endeudado a su ciudad a niveles bastante insostenibles (¡luego habla del brutal endeudamiento del Estado!) van a hacer que el sueño, la corazonada y la tontería se prolongue otros cuatro años, hasta el 2020.

Tras ver el chou que se montan estos cínicos del COI (a los que los valores olímpicos tradicionales les importan un carajo, como vienen demostrando desde hace mucho tiempo), uno no está por la labor de bailarles más el agua. Nunca lo hubiera hecho pero dos veces seguidas ya es demasiado. Que organicen ellos las olimpiadas, arriesgando en el negocio y sudando la camiseta en vez de otros. Me parece inaudito, como señalaba el miércoles, que gentes mucho más importantes que ellos (¡los mismísimos presidentes de los gobiernos democráticos!) acudan a sus “señorías” a pedirles una Olimpiada, por el amor de dios. Que una organización privadísima tenga rendidos a sus pies a los próceres más insignes del planeta es una imagen de lo más surrealista, pero a tanto ha llegado el poderío de lo que hoy día se llama “deporte”, que cosas aún peores veremos en un futuro, de cumplirse las profecías.

Por fin me voy a ir a la cama con la paz en el cuerpo y el sosiego debido. Se acabó el numerito de Madrid-2016. Los tipos del COI nos han dicho que nones, que vuelva usted mañana y sería hora que alguien importante de este país les dijese que se metan las Olimpiadas donde les quepa. Pero, tranquilos, que volveremos a la carga. Las ganas de figurar de nuestros políticos y federativos son mayores que las de regresar a casa y dedicarse a esas minucias del día a día que –digámoslo bien clarito- son las que en verdad nos alegran o entristecen las pajarillas.

PD:  Y si quiere darse una vuelta por la primera vez que nos dieron calabazas, lea lo que escribimos en el Arco el 6 de julio de 2005. Todo lo escrito allí sigue teniendo plena actualidad.  

  © Blogger template 'Greenery' by Ourblogtemplates.com 2008

¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).