29 de septiembre de 2006

UNA TRAGEDIA "NASIONÁ" (O LAS DOS ESPAÑAS)


Andaba esta tarde tranquilito, ajeno a toda actualidad, (por eso estaba “en la gloria”) cuando llaman a la puerta y es mi vecino del décimo que –conocedor de mi interés por las cosas deportivas- me espeta a bocajarro:



-¡Acaban de cargárselo!


-¿Cómo dices?


-¡Que ya no cuentan con él!



A mi calenturienta mente acudieron diversas conjeturas, a cual más desagradables mientras mi vecino se rascaba el cogote y su perrucho (al que seguramente iba a sacar a la calle para que hiciera sus necesidades en el jardín) olisqueaba mi pierna.


-No sé, ¿los barones del PP se han cargado al Mariano, por el bien de España? ¿O a Zapatero le ha dado un ataque de risa y lo han tenido que encerrar en una prisión de máxima seguridad? ¿O es que han cesado al seleccionador Luis, ese sabio de la nada?



Casi entre sollozos, el guarrete de mi vecino (su perrucho también está aprendiendo a serlo: tal para cual) me dice casi con voz sollozante:



-¡¡ Luis no ha convocado a Raúl para los dos próximos partidos de España ¡!



Entonces me di cuenta que se avecina una tragedia nacional. Le dije adiós cerrándole abruptamente la puerta pues el chucho empezaba a atacar creyendo que el Puñetas era una farola. Y, aún con el corazón latiendo a toda prisa por el sobresalto y la emoción, no pude contenerme, de espaldas a la puerta, y comencé a llorar. Como un niño.



-¡Sniff! Pero ¿ cómo pueden hacerle eso a un tío que lo ha dado todo por España (¡Espaaaañaaaa, Espaaaañaaaa, Espaaaañaaaa!) durante diez años, más de cien partidos, con 44 goles, habiendo jugado siempre con todos los seleccionadores –incluido Luis-, jugando en la actualidad en su equipo, donde para su entrenador Capello prácticamente es insustituible y cuando entrenadores de otros clubes lo siguen considerando el alma máter del Madrid y de la selección? ¿Acaso es el único culpable de que ésta no se coma una rosca ni sea capaz de ganar una partida de parchís? Y si no mete goles, ¿no será que es porque cada vez los técnicos lo alejan más del área o porque ya empieza a tener vista cansada?



Francamente, el puñetero vecino me había dejado hecho polvo con la súbita noticia. Mas pronto reaccionó mi cuerpo serrano, los valores sanguíneos, arteriales y tropicales volvieron a su normalidad y entonces apareció en mí el otro yo, la antítesis, el ser frío, calculador y ajeno a toda sensiblería: el auténtico Puñetas, el del Arco.



-La verdad es que Raúl siempre ha sido el tuerto en el país de los ciegos. Un paquete de celofán cuando el resto de los jugadores era una simple caja de cartón. Pero aquí, donde hay más cantamañanas deportivos por metro cuadrado que en ningún lugar del mundo (con permiso de Argentina y Brasil), siempre lo han considerado como un genio de la pelota. Lo encumbraron a los altares hace más de diez años, cuando casi era un zagal, y unos pretenden bajarlo de allí de manera violenta al considerar que ya es un perro viejo, y otros mantienen que a toda costa debe seguir figurando encima de la peana, tal que si fuese un intocable San Raúl. Esto huele a simple roce personal entre el seleccionador y el jugador, quien probablemente ha olvidado que tantos años de acudir a la selección no le dan atribución para meterse en asuntos que no le competen y sí a Luis. Si este hubiera querido renovar al equipo, habría dejado en la estacada a más de la mitad de los paquetitos, pero sigue llamando a los mismos y Raúl continúa jugando como siempre, en plan oscuro y escasamente vistoso, pero útil para su equipo. Por eso sus entrenadores madridistas siguen confiando en él, porque se deshidrata en el campo más que ninguna de las figurillas de porcelana que le rodean y encima con el enorme mérito de que su trabajillo apenas sirva para nada. Esto suena a vendetta coyuntural del mister: “!Aquí mando yo, chaval, y ahora te quedas en casita a meditar!”.



Dicho lo cual, y ya con mis constantes vitales a plena normalidad, me fui para el ordenata y escribí esta chorrada profética: “Luis acaba de firmar su sentencia de muerte. Acaba de abrir el melón de las dos Españas: la raulista y la antiraulista. Una le aplaudirá, la otra media lo maldecirá. La tragedia nacional no ha hecho más que empezar. Más cabezas rodarán tras los dos próximos partidos, donde se fracasará. Luis será el primero al que le caerá la guillotina. Y le seguirán otros más, incluido ese juntaletras del Alfredo Relaño. Nostradamus ya lo predijo. Alfonso Guerra también lo tenía previsto en Suresnes, cuando diseñó la transición política a la democracia, y el Puñetas acaba de verlo dibujado en la apocalíptica cara de su guarrete vecino”. ¡La revolución se acerca! ¡Viva la revolución!” (Ji, ji, ji, ji….)

26 de septiembre de 2006

UNA NACIÓN, UNA SELECCIÓN Y LOS NIÑOS EN MEDIO


Hoy la cosa tiene ciertas connotaciones políticas, lo que para algunas gentes de mente obtusa (esas que sólo ven por el ojo de la cerradura de su ideología, partido o pesebre) puede representar un riesgo de síncope o de taquicardia. No me hago responsable de que algunos y algunas tengan menos entendederas y caletre que un alcohólico a las puertas de una destilería.

La cosa se describe con cuatro palabras: la telele pública catalana está difundiendo un anuncio que muestra a varios niños jugando un partido de fútbol. Uno de ellos, vestido con camiseta de color rojo (los colores de la selección española) impide jugar a otro niño porque va vestido con la camiseta de la selección catalana. Al final, éste y otros dos chaveas más (uno de los dos es una niña, por aquello de la igualdad sexuá) se quitan la camiseta y juegan con los demás desnudos de cintura para arriba. Las letrajas finales del anuncio afirman “Una nació, una selecció”. ¿Está claro, no?



Hay algunos por las Cataluñas que se empeñan en recordarnos periódicamente que “Som una nació”. Pues bueno, pues vale, pues a mí qué. Lo que ya no está tan claro es la forma de recordarlo. Si alguien critica cualquier asuntejo que se traigan entre manos los políticos autóctonos, se le descalifica con que está ofendiendo a Cataluña. Si el Defensor del Pueblo español recurre algunos artículos del novísimo Estatuto catalán, está atacando a la bella tierra catalana, incluidos a los seres inertes que la pueblan. Los últimos días unos cuantos miles de forofos del terruño boicotearon a la escritora Elvira Lindo el pregón de las fiestas de la Mercé de Barcelona, porque sólo admiten que el mismo se pronuncie en el idioma nativo. Hace poco se montó una tormenta de verano en un vaso de agua porque a Etóo, jugador del bendito Barça, le preguntó una periodista en catalán y el camerunés dijo que no entendía nada, que le preguntase en castellano. ¿Pero para qué han fichado a Etoo, para que meta goles o para que hable catalán, camerunés y castellano?


Algunos ciudadanos de Cataluña parece que están todo el santo día envueltos en la senyera, peinan barretina desde que se levantan hasta que se acuestan y “cagan tió” siempre que el reloj da las doce. Ejercen de patriotas y nacionalistas las 24 horas del día y los 12 meses del año. Y eso, francamente, aparte de ser muy cansado y aburrido, hace que uno se vuelva demasiado intransigente con los que no se lo toman tan a pecho, te convierte en un cascarrabias, eleva la tensión arterial y al final te sorbe el poco cerebro que tienes, dejándote hecho unos zorros y un cateto integral. La ventaja es que, gracias a este exceso de bilirrubina patrioteril, muchos se ganan la vida muy ricamente y encima sacando pecho y medallas ante el resto de la tropa. Como todavía Cataluña no es una nación con Estado, pagan el pato los que no comulgan con ellos. El día que lo sea, pagarán el pato, la vaca y hasta el cerdo. O tendrán que cambiar de nación. Visto el énfasis excesivo e insensato con el que estos comepatrias se toman las cosas de la tierra, el porvenir está ya escrito con renglones torcidos.



De modo que a nadie puede extrañar que se usen niños para confeccionar anuncios como el que comentamos. Qué malo que es el zagal de la selección española que no deja jugar al que lleva la camiseta catalana. Con lo fácil que sería mostrar un anuncio positivo: los niños se miran entre sí y deciden jugar todos sin camiseta. Ea, ya no hay España, ni Brasil, ni Cataluña ni la Puñeta. A tomar por saco todas las selecciones. Eso sería un anuncio rompedor, valiente y totalmente progresista. Usar a los niños para campañas políticas es una obscenidad. Si fuera por el Puñetas no habría selecciones nacionales deportivas (¿por qué demonios tenemos que admitir que unos países, naciones o corrales jueguen unos contra otros, siendo representados por unos indocumentados como suelen serlo los deportistas?), pero uno comprende que el aroma del terruño a muchos les alegra las pajarillas, aunque normalmente, cuando vienen mal dadas, son los primeros que salen huyendo del barco, preferentemente por la frontera. Resulta entonces que su verdadera patria eran ellos mismos.


De modo que el tema seguirá dando que hablar y pues bueno, pues vale, pues a mí qué. Pero que se haga con seny, con sensatez, con respeto, sin abusar de los niños y las ancianitas. Y como siempre miro el percal de manera crítica pero positiva, je, je, aquí van unas cuantas sugerencias para aquellos a los que les encanta etiquetar a los seres humanos: para enfrentarlos y separarlos, claro. Aquellos que en vez de ver en el prójimo una persona con dos ojos, una nariz y dos piernas ven primero de dónde es, su religión, su color de piel, el caudal de su cuenta corriente, su lengua o cómo se lo monta en la cama. A tomar por saco tanto inquisidor y cornúpeta. ¿Para cuando selecciones cristianas, mahometanas o budistas? ¿Cuándo veremos la selección del Mediterráneo, la del Cantábrico o la del Indico? ¿Y una homosexual, otra pedófila o una formada por seres virginales? Una selección que representase a los de derechas sería genial. Y otra para los de izquierdas y otra para los mediopensionistas. Y así, se me ocurren selecciones nacionales a gogó. Si se trata de encontrar nuevos alicientes a nuestras anodinas y aborregadas vidas, yo encantado de dar ideas. Claro que donde se ponga un España-Cataluña, no veas. Chachi piruli. Y a inventarse una nueva trola (o una nueva escaramuza) para seguir viviendo en el cuento y del pesebre. Cuando ya nos habíamos librado de un mayoritario nacionalismo español vienen ahora estos y otros soldaditos de opereta a tocar el trombón, pom, pom. Jodé, seguimos sin poder dormir tranquilos…

22 de septiembre de 2006

FAIR PLAY: ¡QUÉ ORDINARIEZ!


(De los periódicos): “Numerosos equipos de fútbol anuncian que sus jugadores no lanzarán el balón fuera aunque un rival esté en el suelo lesionado”.



1. Hubo un tiempo en que había una caballerosidad ejemplar en las competiciones deportivas. Hace muuuucho tiempo. Los señores que iban a disputar un encuentro se saludaban cortésmente dándose los buenos días, tardes o noches, se preguntaban por la salud de la señora o novia respectiva y no se regalaban una cajita de bombones porque el bolsillo andaba más tieso que una mojama. Tiempos en que el personal jugaba por amor al arte, a veces costándole el dinero, porque creían ciegamente en el dicho “cuerpo sano, mente sana”. No había patrocinadores, así que las camisetas lucían impolutas, sólo con el escudín del equipo y el número. Y cuando acababan, a menudo los dos equipos hasta se echaban unas cañas a la salud del rival, se hubiese ganado o perdido. La gente acudía a los estadios a pasar el rato viendo a aquellos seres tan fuertotes y sanotes darle a una pelota como si fuesen niños chicos.



2. Los tiempos, con esas cosas de la modernidad y el progreso, arramblaron con tanta coña bucólica y amariconada. El deporte es ser el mejor, ganar siempre y como sea, hacerlo jugando al límite del reglamento. Los jugadores ganan una porrá de millones, o están en ello, así que es mucho lo que hay en juego. El Estado presume de los mejores, las regiones y pueblos se desviven y relamen de placer si alguno de sus equipazos gana alguna copichuela o copetín. Los deportistas llevan publicidad hasta en el culo. Viajan más que un comandante de un Boing 747 y siempre tienen que andarse con cuidado pues el personal los vigila para que no se den a la buena vida y la palmen después en el campo. Y es que la honra personal de mucha gente depende de estos nuevos héroes de la creación. Adiós cerveza post-partido. Adiós espectadores que acudían sólo a pasar un rato entretenido. El contrario es un enemigo que me puede arrebatar tropecientas mil monedas en 90 minutos como no me ande espabilao. Un asco, con tanta productividad, tanta responsabilidad y tanta gaita, pero mandan los tiempos.



3. Como era de esperar, la evolución degeneraría tarde o temprano en el ámbito de la deportividad y el juego limpio: si hay que hacer trampas para ganar se hacen, fuera o dentro del campo. Al enemigo, ni agua. Además, que tiene mucho cuento y hace muchas tretas. Que cuando pierde la pelota y podemos hacer un contraataque, se tira al suelo, se retuerce de dolor, echamos la pelota fuera para que le atiendan y diagnostiquen una apendicitis aguda y luego resulta que hemos perdido una oportunidad buenísima de contraataque y que el capullo que gemía a grito pelado sólo tenía teatritis. Si ya lo dice ese sátiro del Puñetas: "hombres de fútbol, no; hombres de teatro". Del malo, pero cada uno hace lo que puede. Así que, como ya estamos hartos, se van enterar. A partir de ahora, que se caigan, desconyunten o mueran. Nosotros seguiremos con la pelota en dirección recta hacia la portería enemiga y que espabilen.



4. El Fair Play a freír gárgaras. ¡Qué estupidez, ordinariez y sin sentido! Si todos mentimos quinientas mil veces en un partido. Si todos nos retorcemos como trapos cuando vamos ganando y corremos como galgos cuando perdemos. Nos hemos quedado en pelotas nosotros mismos: somos unos chantajistas, unos cuentistas, unos fulleros. Así que es hora de aprovecharse de ello y el que venga detrás que arree, aunque se lesione de verdad o se quede con la pierna patitiesa. El Código de Conducta de la FIFA, esos canallas, que lo cumpla San Judas: “Juega limpio, respeta el reglamento del juego, respeta a los rivales, a los compañeros, a los árbitros, a los directivos y a los espectadores, acepta la derrota con dignidad, rechaza la corrupción, las drogas, el racismo, la violencia y otros peligros para nuestro deporte…” ¡Qué bonita es la teoría vista desde un despacho con una moza abanicándote la pirula ahí abajo! Esto es la guerra, somos los nuevos gladiadores y morimos nosotros o mueren ellos. Bueno, ésto por ahora sólo es una metáfora pero como los tiempos se modernizan y progresan que no veas, pronto llegaremos a ello también, pero de verdad, con hospitales de campaña y toda la parafernalia bélica. ¡La cosa, que es imparable! ¿Qué culpa tenemos nosotros?



(De los periódicos): Corrupción en el fútbol italiano. Ya hay sentencias en firme. Corrupción en el fútbol inglés, con numerosos entrenadores implicados. Rodarán cabezas. Próximo estreno de la misma película en España. Permanezcan atentos a la pantalla).



Es broma, porque aquí nadie tira de la manta. Nuestra democracia es tan frágil que no lo aguantaría…

19 de septiembre de 2006

HOMBRES DE FÚTBOL, NO, HOMBRES DE TEATRO



El otro día leía un carta al director en el suplemento dominical XLSemanal que me hizo rescatar de la memoria un comentario que deseaba escribir de parecida temática pero que ha ido retrasando la actualidad. Preparados, listos, ya:



“Hace unos días vi la típica imagen de un jugador de fútbol rodeado de micrófonos, grabadoras y aparatos varios. No sé por qué, porque el fútbol apenas me interesa, decidí ver la noticia. Se trataba de Joaquín, el nuevo jugador del Valencia, que tenía los ojos llorosos y la voz temblorosa por su marcha del Betis, el equipo de toda su vida, según me informaron. Tan sentida despedida hizo que el jugador me cayera bien, tan agradecido me pareció, tan simpático, tan… que empecé a construirle mi propio altar (imaginario, claro). Pero he aquí mi sorpresa cuando en la siguiente imagen lo veo sonriente y feliz de la vida, posando para las cámaras con la vestimenta del Valencia. Imaginen cómo acabó mi altar, en llamas por lo menos. “Qué rápido se le olvidan a éste las penas”, pensé. “Qué cambios de humor que tiene”. Si yo fuera aficionado, me dedicaría a animar al equipo del barrio. Puede que sus partidos no sean tan espectaculares, pero sus sentimientos serán sin duda más sinceros”.



Sin ser aficionado, el autor de la carta demuestra una gran capacidad de observación del mundillo teatrero del fútbol. Y es que basta disponer de dos ojos capaces de ver todas las camisetas y no sólo la de “nuestro” equipo, un par de oídos sin cerumen patriotero o localista y un coeficiente intelectual normalucho (tipo Mariano Rajoy) para darse cuenta que los jugadores de furbo son unos estupendos actores. A su lado los clásicos de las bambalinas quedan a la altura de sus zapatillas doradas. ¡Qué arte en la seducción del respetable! ¡Qué vena dramática a la hora de recibir un patadón en la espinilla! ¡Y qué silbidos de indiferencia sueca cuando quien arrea el mandoble es la mismísima criatura! ¡Qué voces de barítonos expresando ante cien mil respetables que ha sido penalti aunque el árbitro señala saque de banda! ¡Qué de emociones concatenadas: el abrazo metrosexual al compa que ha metido un gol de chiripa, la contricción por el error clamoroso de enviar la pelota fuera del estadio (un fallo lo tiene cualquiera), ese cuello nervado por la sangre ante la injusticia arbitral, ese rictus cómico ante el tropezón del rival…! En cuestión de minutos se pasa de la risa al llanto, de la furia a la ternura, del cachondeo a la severidad jupiterina. No hay actor julivuyense capaz de realizar semejante papelón en directo, ante las escrutadoras cámaras televisivas y bajo la atenta mirada de miles de almas sedientas de épica ajena.



Jodé, si es que Raúl no tiene ná que envidiarle al Cruise, Casillas a Fernando Tejero, Etoo a Denzel Washington, Ronaldinho al Murphy o Beckham al Alfredo Landa en sus años del destape. La pena es que en la representación no haya papeles femeninos, porque entonces la temática teatrera daría más juego. En fin, a ver si algún siglo de éstos Zapatero saca una ley que obligue a la paridad masculino-femenina en los equipos. Así, en fútbol, cinco tíos y cinco tías (el portero o portera, homosexual) para que no haya discriminación sexuá ni teatrera y así tós contentos.


Por eso, porque en las venas y en las piernas lo llevan, Joaquin llora en el vestuario del Betis, coge el avión que tiene en la puerta y dos horas más tarde adopta el papel de Robert Redford en el vestuario ché. Y sin haber aprendido previamente el método Stalinowki (o algo así) o haber realizado un Master en Teatro Espontáneo. Les sale así, de bote pronto, de manera natural y directa. Y eso ya lo saben los publicistas y los chicos de las pasarelas y las telecaquiles: ponga un futbolista famoso (pero, ojo, que sea del Madrid o el Barcelona, que tienen más seguidores y glamour) en su fiesta, su guateque, su spot publicitario, su taxi, su galaxia o su vida. Porque estos chicos, además, es que sirven para todo, incluido el fútbol, claro…



“Teatro, la vida es puro teatro…” dice un famoso tango. La vida es fútbol y sus protagonistas unos actores estupendísimos y la mar de peliculeros. Tan geniales, que hasta contagian su vena cómico-dramática al público, al que hacen actuar gratis. Mejor dicho, pagando. Lo cual que tiene mucho mérito. ¿O no?

15 de septiembre de 2006

MADRE NO HAY MÁS QUE UNA


Ya tenía ganas, ya, de escribir algo tierno y casi con su puntito de lagrimeo… Además, qué carajo, el tema tiene su enjundia y su tomate.



Hoy desayuno leyendo que Riquelme, el mejor jugador argentino de la actualidad, al que disfrutan en Villarreal en directo, ha decidido dejar la selección de Argentina por problemas de salud de su madre. Esta ya ha sido hospitalizada en dos ocasiones con crisis nerviosas tras el Mundial de Alemania debido a que la mujer no puede superar las duras críticas que se dirigen hacia su hijo por parte de la prensa argentina.


Me gustaría que algún lector argentino nos comentara de primera mano la noticia y el nivel de esas críticas, pero viendo lo exagerados que son por allá con estas cosas del futboleo y conociendo la que se ha cocido por España con el fracaso de la selección de Villar (¿captan la ironía?), no me extraña que la madre esté hospitalizada. Lo raro es que no lo estén las madres de todos los jugadores argentinos. Y los padres, y los hijos y los abuelos. Hasta las mascotas.


Esto del futbolín ya pasa de castaño oscuro. ¡Qué sólo es un deporte, leñe!



En la estupenda bitácora “Lo que hay que oír” escribía JC el otro día estas sesudas reflexiones: “Llevo varios días oyendo cómo se pedía, en todos los medios de comunicación y entre la opinión pública, la dimisión de Luis Aragonés debido al “ridículo que hemos hecho ante Irlanda del Norte”. Y, ante esto, me planteo: y la próxima vez que uno de nuestros amados políticos haga el ridículo ¿existirá el mismo consenso a la hora de pedir su dimisión? Se habla de que los resultados de la selección española de fútbol son desastrosos. Y, nuevamente, pienso: y cada vez que la calamitosa gestión de algún político lleve a resultados desastrosos ¿exigiremos su dimisión con la misma vehemencia? También se han hecho comparaciones entre los resultados de la selección de fútbol y la de baloncesto. Y, una vez más, se me viene a la cabeza: ¿saldrían mejor parados nuestros políticos en una comparativa de resultados con los de países como Noruega o Suecia? Y es que, francamente, no comprendo cómo en este puñetero país se puede exigir a voz en grito desde todos los estamentos la dimisión de un seleccionador de fútbol y, al mismo tiempo, hacer la vista gorda de tal manera con los desmanes, desvergüenzas, trapicheos, robos más o menos manifiestos, manipulaciones, falsedades y mentiras de toda una clase política instalada en la poltrona con la seguridad de que nadie los va a echar a patadas, por más tropelías que cometan”.



La cita es larga, pero merece una seria reflexión. ¿El fútbol is different y lo único importante?. Ahora muchos tratarán a Riquelme de traidor a la patria (esa segunda madre, dicen algunos tontos del haba) o de cobardica o de la acera de enfrente. “Mi madre es mi madre y no se compara con la camiseta de la selección” –ha dicho con ese laconismo expresivo que le caracteriza. Su misión es cuidarla y evitar que en otro fiasco de la selección las críticas de los cagaletras deportivos argentinos y de la analfabeta opinión pública de sofá y sillongol se lleven por delante a su madrecita del alma querida. Me parece estupendo.


Un bravo por Riquelme: ¡BRAVO! Y que les den morcilla. El sólo se dedica a jugar al fútbol, a ganarse la vida (muy bien, por cierto) como todo quisque, rehuye el gentío, la propaganda, los gestos vanos, la palabrería. Riquelme no se considera un soldado ni un defensor de los valores y esencias patrias concentrados/as en un balón de reglamento. ¡A la porra tanto cínico, tanto sinvergüenza que medra a su costa y que ladra con lo primero que le viene al morro! Y si quieren sancionarlo, que lo hagan. Recogerá sus cosas del vestuario y con su mamaíta y resto de la familia, se quedará en España o se irá a donde le dé la gana a disfrutar de la renta acumulada. Sí, es millonario gracias a toda esa gente que tanto le critica ahora (y que mañana volvería a aplaudirle ciégamente en cuanto marcase un gol), pero tengo la sensación de que a Riquelme hasta el dinero es incapaz de hacerle torcer el gesto y la bonhomía. Sólo el dolor de su madre. Así que "hasta aquí llegó el río".



Madre sólo hay una. A la “otra”, se llame Argentina, España, Cataluña (para algunos), Israel, USA, Cuba o las Chimbambas, que la vayan dando. Un hurra por Riquelme: ¡HURRA!

12 de septiembre de 2006

1.001, ODISEA NACIONAL-FUTBOLERA EN EL ESPACIO


Lleva la selección de fútbol de la Federación Española de Ídem la friolera de 1.001 goles marcados a lo largo de su ya dilatada historia. De ellos sólo UNO ha servido para ganar una copichuela: aquel de Marcelino allá por 1964, frente a la diabólica URSS, y que permitió conquistar la Eurocopa. Desde entonces ha llovido, granizado, caído chuzos de punta, han pasado tropecientos entrenadores y jugadores y no ha vuelto a producirse otro milagro de igual o mayor catadura. Sólo ganamos para sustos y fiascos. Ni una puñetera copa de champán que llevarnos al gaznate. Mil goles tirados a la basura. Lo nuestro es jugar con Andorra, Islandia, Chipre y otros países de la élite mundial, de manera que cuando debemos enfrentarnos a un equipucho de esos del montón (Inglaterra, Italia, Alemania, Francia…) nos liquidan como a moscas sólo por el miedo escénico de ganarles.


Escribía hace poco Arcadi Espada que “el fútbol español es una asombrosa galería de paquetes. Marcelino, Gento, Rexach, Amancio, Marcial, Gordillo, Butragueño, Guardiola y Raúl fueron futbolistas mediocres elevados por razones del comercio patriótico a una categoría muy superior a la real. En un siglo España no ha dado un solo futbolista importante”. Estoy totalmente de acuerdo con él. Así como también en que los mejores jugadores de nuestro fútbol siempre han sido extranjeros: Di Stéfano, Kubala, Cruyff, Maradona, Ronaldo o Ronaldinho.


Y, sin embargo, siempre se ha vendido la burra de que somos un país que está en la élite del fútbol mundial. Muchos se lo han creído. La triste realidad es que, a nivel de selección, ná de ná. Paquetes y más paquetes con los que trabajaría muy a gusto la agencia de transportes Seur, aunque se vendan a precio de diamante. Hay que reconocer que en otros ámbitos (investigadores, literarios, políticos…) tampoco estamos para tirar cohetes pero al menos no nos dan la tabarra con su inexistente excelencia. Tampoco nos preocupa, claro. Lo único importante y sagrado es el balón sagrado, y son ya tantos los convertidos ciegamente a su fe que ni aún con fracasos tan estrepitosos como los que estamos viviendo últimamente hay más de cuatro gatos capaces de sacar los pies del tiesto.



En ello estábamos, tan conformistas y resignados, cuando los gigantes del baloncesto ganaron el Mundial y algunos empezaron a preguntarse que a qué juegan esos chicos del fútbol, aparte de cantar el oé, oé, teñirse el pelo o no peinárselo nunca, hacer anuncios chorras o montar en un BMW o Porsche. Angel Antonio Herrera se lo planteaba crudamente en el diario El Mundo: “El entorno de los guaperas del fútbol es un entorno perfumado de capricho, chatis y mechas. El entorno de los guerreros del basket es un clima de sensatez, sentido y camaradería. Una concentración de futbolistas internacionales es una prórroga de la pasarela Cibeles. Una concentración de internacionales de baloncesto es una acampada de amigos o un alegre picnic de familiares”.



Como señalaba el admirado colega de la Aguja, esta pequeña abertura de ojos a otro deporte iba a durar unos cuantos días: lo que tardase en reanudarse la Liga y comenzar la Champion Li esa. Pero me ha sorprendido la defensa casi numantina (en plan Capello, vamos) que algunos seguidores del fútbol han hecho de los éxitos “cero patatero” de la selección española minusvalorando, en cambio, lo del baloncesto. La fe en la religión futbolera mueve montañas. Hasta el punto que he leído por ahí que el Boca Juniors tiene la idea de crear un cementerio exclusivo para su hinchada. Algunos, según Lopera, ya son béticos de nacimiento. O sea que, Alá es grande.



-Pues ahora voy y dimito –gritó Luis tras la debacle de Irlanda.


-Pero, ¿tú eres tonto o qué? –debió espetarle el presidente Villar, uno que se gana la vida como dios sin tener que poner en riesgo la tibia ni el peroné por esos campos del diablo.



Y el bueno de Aragonés (por algo le llaman sabio), se lo pensó diez minutos y dijo:



-Pues vale, pues de acuerdo, a por el gol 1.002.



Y a por él irá, aunque parece que tiene pensado convocar (siguiendo la recomendación de Guti, esa flor de pitiminí que nunca acaba de madurar) a Calderón, Garbajosa y Gasol para el próximo encuentro amistoso con las Islas Barbados, a ver si juegan mejor que los paquetes actuales que están poniendo en peligro la continuidad de su nómina. Seguiremos atentos la película en la pequeña pantalla…


Viñeta de Pachi publicada en el diario SUR el 12 de septiembre de 2005.

8 de septiembre de 2006

PERO QUÉ DIVER...



Está acabándose el verano y en él hay gente que para divertirse tiene que hacer las cosas más raras del mundo, o más obscenas, o más bárbaras. Muchas de ellas están castigadas penalmente y si les pillan, un tiempecito de cárcel o una buena multa les pone –aunque sea momentáneamente- a buen recaudo. Pero cuando no es gente individual o pequeños grupos si no pueblos enteros (con el beneplácito de las autoridades y la justificación de la tradición más tradicional), entonces la diversión no sólo no lleva castigo alguno si no que hasta tiene premios, palmadas en la espalda y otros signos de alta estima.

A lo largo del año, nada más que en España, más de 70.000 animales son utilizados en esas fiestas populares tan divertidas de nuestros pueblos. Utilizados como objeto de tortura y escarnio. Por ejemplo, esa donde tipos que se creen unos cachondos valientes, lancean al pobre toro hasta dejarlo para el arrastre. ¡Pero qué diver…! Corridas de toros ilegales, la vaquilla a la que se emborracha con aguardiente, peleas de carneros, toros embolados, de fuego o ensogados, el salto de la cabra, las peleas de gallos, la suelta de vaquillas, patos al agua... Una gran ristra de barbaridades cometidas a indefensos animales y todo para que los miembros más impresentables de la comunidad o del pueblo (se llame éste Tordesillas, Toro o Cipotillo de Arriba) se relaman de gusto, se corran de placer y prosigan –eso dicen los muy paletos- con la tradición que a veces se remonta a cinco siglos. Gente cobarde y violenta a la que, puestos a seguir la tradición, no se le ocurre comer a cuatro manos, vestir como lo hacían sus antepasados medievales o morir de la peste o la lepra, cosas tremendamente habituales y típicas hace 500 años.


Otras muchas fiestas son menos bárbaras pero aún más estúpidas. Batallas campales en el pueblo tirándose toneladas de uvas, agua, vino, tomates o cualquier manjar que se les ocurre a los descerebrados de turno. Derroche obsceno de viandas y productos naturales que merecerían un destino mejor que estamparse contra las paredes del pueblo o en el careto de un tonto del haba que juega a divertirse con las cosas de comer. A veces hay suerte y, como sucedió el año pasado en uno de esos pueblos, parte del personal coge una ligera enfermedad o sufre molestias a consecuencia de tanto divertimento, lo cual es de justicia y hasta conveniente.


En otros lugares y lugarejos les da por armar un ruido ensordecedor (con lo bueno que es para la salud) tirando cohetes por un tubo, lanzándose petardos los unos a los otros o quemándose vivos. Gracietas de gente satisfecha a la que había que enviar a Irak, Afganistán o simplemente a los barrios residuales de las grandes ciudades para que paseen por ellos a las 3 de la madrugada, les suba así la adrenalina y tengan emociones fuertes, no haciendo el petardo con tanto petardo y tanta gaita.



Pero los festejos más festejados por todo este ganado de gente pueblerina que sólo sabe divertirse de manera tan borreguil y cipotera, son los famosos encierros. Te pones en el carril por el que van a pasar unos toritos bravos, echas a correr que te las pelas delante de ellos y ya está, machote, ya has demostrado que eres todo un hombre. Pero si por casualidad el tipo ese de los cuernos te da un mandoble y te hace un siete en el trasero, entonces mamá, pupa, y al hospital a que te curen que para eso trabajamos de sol a sol la inmensa mayoría, para que los médicos le pongan de nuevo el culo sanote al gilipuertas que conscientemente lo ha puesto en grave riesgo porque con ello se divierte cantidubi. Mientras tanto, las famosas autoridades aplaudiendo desde la barrera y organizando todo el tinglado para que varios miles de tiñalpas corran felices delante de unos morlacos. Tiene perendengues la cosa, que en un día normal vayas al hospital con la vesícula en cortocircuito y te den cita para dentro de tres meses mientras que a un niñato de los que participan en el encierro, si el asta de un toro le roza un sobaco, tenga ambulancia en la puerta y un equipo médico dispuesto ipso facto -sin cita previa- a curarle sus males, excepto la idiotez, que esa no tiene cura en según qué casos. Estos, por ejemplo.



En fin, cada uno se divierte como puede y como sabe, aunque sea jodiendo a seres inocentes como los pobres animales. Pero que el coste de todo este insensato cachondeo salga de nuestros bolsillos, que reciba el beneplácito de los que gobiernan y que se justifique con el cuento chino de la antigüedad y las buenas costumbres, eso ya roza la patología más patológica, o sea, el psiquiátrico.



PD: Al lado de estas bárbaras y estúpidas celebraciones, el comportamiento de los espectadores en muchos deportes (cien mil almas aguerridas y calenturientas en un campo de fútbol no es moco de pavo) ronda lo ejemplar, lo tierno y hasta lo culto. Dónde va a parar...

5 de septiembre de 2006

CAMPEONES DENTRO Y FUERA DE LA CANCHA


Confieso que lo que más me pide el cuerpo es aprovechar el exitazo del baloncesto español en el Mundial de Japón para darle en “tós” los morros a esos señoritos de postín del futboleo, a toda esa caterva de medios de incomunicación que sólo ven fútbol por los cuatro costados y a esa inmensa inmensidad de gente que no sabe lo que se pierde poniendo sólo sus ojitos ojerosos sobre la pelambrera o calvorota de unos millonarios a los que tenemos ultraconsentidos y megacaprichosos simplemente porque practican el deporte rey. Pero no sería justo que en estos momentos de felicidad baloncestística perdiéramos el tiempo hablando de esos ineptos del césped. Lo dejaremos para otra ocasión.



No hay ningún otro deporte en que pueda haber más tensión en una cancha y posibilidades alternas de victoria que en el baloncesto, cuando se llega con un marcador igualado a los últimos minutos. Esa magia única nos la han birlado los chavales de la selección española en el recién acabado mundial porque en todos sus partidos, excepto uno, llegaron al último cuarto con el partido ganado. Es lo que no me gusta del baloncesto: que las palizas en el marcador convierten un prometedor partido en un montón de minutos finales insulsos y aburridos (los clásicos minutos de la basura). Así que eso es lo que, cariñosamente, tengo que reprochar a Gasol, Garbajosa y la compaña. Han ganado tan de calle, con tanta suficiencia, que excepto el partido con Argentina –por lo ajustado del marcador- y la final –por lo simbólico de la misma-, en el resto del campeonato el Puñetas se ha aburrido como una ostra en la segunda parte de los encuentros. Y, por una vez y sin que sirva de precedente, se ha aburrido felizmente, porque aquella persistente superioridad jamás la había visto en nuestra selección en los cincuenta tacos que me adornan, ni siquiera cuando muchos de estos jugadores ganaron el campeonato mundial junior en Lisboa allá por 1999.



Probablemente la diáspora nacional que ha sufrido la extinta URSS y la fenecida Yugoslavia, junto al ciego orgullo de los altivos yanquis de la NBA, haya contribuido a hacer más fácil esta victoria. Pero cuando –como en el balonmano- se junta una generación de jugadores valientes y decididos, a los que se les da continuidad y confianza; cuando se tiene unas ligas nacionales potentes (con una excelente élite internacional), en las que hay una competitividad real y efectiva entre al menos media docena de equipos; y cuando se junta todo esto con unos cuadros técnicos y seleccionadores que saben lo que hacen y se enfrentan con valentía a los retos, entonces es inevitable que algún año explote todo ese potencial y dé sonoras alegrías. Cómo no comparar la extensa y potente preparación que ha tenido antes del Mundial la selección de baloncesto con la miseria y la pachanga que suele acompañar a la de fútbol, cuyos encuentros amistosos suelen ser con selecciones de ínfima categoría, que no sirven nada más que para perder el tiempo aunque engrosen el historial de victorias de cara a la galería.



Pero, además, ves a estos jugadores, seleccionador y clubes nacionales de la canasta y compruebas que están en otro planeta respecto al personal del futbolín. (Lo siento, no puedo reprimir la comparación). Se entregan en todos los partidos, forman una piña, estudian su deporte, están al día de lo suyo, respetan pero no temen a los rivales, no viven del cuento y en su mayoría es gente valiente capaz de dar el salto a lo desconocido para mejorar, afrontar nuevos retos y superarse a sí mismos. ¡Qué hubiera sido de Gasol o Calderón si se hubiesen anquilosado en la ACB! Por eso Sergio Rodríguez, Garbajosa y otros más a los que no dejan salir por ahora, saltan el charco para hacer las Américas. Aunque al final corran el riesgo de llevarse un soberano trompazo.



Lo que hace falta es que el éxito de nuestros baloncestistas trascienda a los festejos de rigor, el “semos los mejores” y el olvido mediático y todo se traduzca en un incremento ostensible de la práctica deportiva del deporte de la canasta en nuestros colegios, institutos y calles. Ese sí que sería el auténtico éxito derivado del triunfo que ahora todos celebramos.



Las imágenes de Gasol en el banquillo sin poder disputar la final pero viviéndola como si estuviera en la cancha, la respuesta emotiva de sus compañeros (“Pau también juega”) y los ojos enrojecidos del seleccionador Pepu (un pedazo entrenador y mejor persona) evocando en la victoria a su padre, fallecido la noche anterior a miles de kilómetros de distancia, siempre nos recordarán que las grandes victorias aparte de lograrse con enorme sacrificio, trabajo e ilusión junto a un poquito de suerte, se alcanzan- sobre todo- superando las adversidades personales. Ahí es donde Gasol, Pepu y todos los jugadores demostraron que son unos verdaderos campeones. Dentro y, de qué manera, fuera de la cancha.

1 de septiembre de 2006

¡ MUY BUENAS !


¡Muy buenas, amigos deportistas!



Decíamos ayer, o sea, el 12 de julio, que el uno de septiembre estaríamos nuevamente por estos lares, puntuales como un reloj suizo. Pues, ¡voilá!, ya estamos aquí porque hemos llegao. La mar de descansaos y dicharacheros, con el florete en plan Alatristre (hoy se estrena la película) pero en son de paz, que aquí no pretendemos hacer sangre. A lo máximo, sangría refrescante, que no es poco viendo lo aborregado que está el patio.


Siguiendo la máxima gubernamental de turno, hemos realizado unos arreglillos al tenderete para que parezca que algo cambia cuando, en realidad, todo sigue igual. Ahora el diseño gráfico asemeja un auténtico arco del triunfo por el que pasaremos olímpicamente dos veces por semana hasta que llegue el próximo veranillo, Alá mediante. También se han cambiado los coloretes de la pantalla, pero manteniendo los tonos suaves y relajantes para que no se diga que no cuidamos los ojos del personal amigo.


En la columna de la izquierda, cada mes cambiará parte de los contenidos: el podium, las citas puñeteras y el test. Lo restante es material programático para que nadie piense que le hacemos ascos a la filosofía y a la historia. Por el lado derecho incorporamos una encuesta. Aquí todo el mundo ya las hace, de ahí su falta de credibilidad, pero la nuestra va a batir todos los records. Cada dos meses le hincaremos el diente a otro tema de alto calado.


Dicho todo lo cual, Pascual, ya mismo vamos a empezar a tocar las narices al mundillo deportivo. El veranazo fue pródigo en algunas cosillas de interés que intentaremos recordar brevemente en los próximos días. El circo del furbo ya ha empezao la función (había “mono” en la afición), así que tendremos la polémica servida un día sí y otro también. En estos momentos nuestros muchachazos del baloncesto se parten las muelas en el campeonato del mundo canastaril y el Fernandillo Alonso se las trae tiesas con su loco cacharro frente al Schumacher de los Ferrari. Todo se andará a su debido tiempo y a nada haremos ascos.



Sólo recordar que aquí le damos al lingotazo de la sátira y la ironía más de lo debido, aunque con la suficiente delicadeza para no herir más que lo estrictamente necesario. Si lo nuestro fuese sadismo nos habríamos apuntado desde hace tiempo a un partido político y hasta es posible que ya estuviéramos provocando calamidades desde alguna poltrona. Más lo nuestro es puro y duro entretenimiento en plan ajo y agua, sin ánimo de lucro ni de enmienda. Nos gusta el deporte y, encima, lo practicamos en nuestras horas de ocio. Nos meteremos con el fútbol para compensar tantos cuentos e historias como nos largarán sobre el mismo los medios de descerebramiento de masas y las telecacas, pero que conste que amamos dicho deporte con la misma pasión con la que somos capaces de comernos un plato de langostinos de Huelva. Nos encanta el cielo y el infierno pero el limbo nos aburre, así que nadie podrá quejarse de que por aquí no nos mojamos el trasero. (Si es que ya lo tenemos hasta chamuscao…) Eso sí, nos enrollamos más que las persianas, pero el Puñetas es de esa vieja guardia en vías de extinción acostumbrada a leerse hasta la última línea de los prospectos de las medicinas. En unos tiempos en que las ideas se acortan a los tres renglones y medio, aquí seguimos enganchados al troglodítico discursete del folio completo, con su preámbulo, nudo y desenlace clásicos.



Y ná más por hoy, que ya siento nacer las agujetas en la yema de los dedos, de tanto darle a la tecla. Tras no dar golpe bitacoril en mes y medio, el esfuerzo de hoy es digno de merecer el premio Príncipe de Asturias del deporte. Por lo menos…

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).