28 de noviembre de 2006

EL BANQUILLO DEL ATHLETIC, UNA SILLA ELÉCTRICA


En el Athletic de Bilbao acaban de despedir al entrenador. El equipo anda por la decimoctava plaza de la Liga, está eliminado de la Copa (el tradicional torneo en que siempre se ha comido algún rosco) y gana un partido de higos a brevas. Con estos mimbres, la cuerda se ha roto por donde suele hacerlo: por el entrenador. El culpable, el chivo expiatorio. Lo lamentable en un club que siempre ha fardado de modélico es que en un año lleva ya cuatro entrenadores tirados a la basura. Y el coche sigue sin arrancar. Uno de ellos, el ínclito Clemente, lo salvó la temporada pasada de la debacle y a principios de la actual lo echaron porque denunció que no había jugadores para garantizar claramente la categoría. A don Javi lo tenemos ahora de entrenador de Serbia comiéndose las mieles del triunfo. Lo que es la vida, en tu país eres un paria y en el extranjero te idolatran. Algo huele aquí a quemado, o mejor, a errado.



Así que el banquillo del Athletic de Bilbao parece una silla eléctrica: todo el que se sienta en él acaba achicharrado. Con muy buenas maneras, a veces con lloriqueos o –como en el caso de Clemente- por la puerta de atrás, pero siempre el inquilino termina chamuscado. ¿Y cual es la solución? Ya que no se puede echar a los jugadores ni en el mercado abunda mercancía nativa de cierta calidad, habrá que ir pensando que puestos a irse a la segunda división, mejor sería hacerlo con unos euros en los bolsillos y no endeudados hasta las cejas tras pagar la nómina de tropecientos entrenadores. Yo no sé si la directiva del Bilbao cree en la magia o los milagros, pero si el negocio va mal no será porque desde hace varios años no lo están diciendo los agoreros de siempre: hay que cambiar de filosofía, con sólo jugadores vascos no nos comemos ni una mandarina y más temprano que tarde acabaremos en el sumidero frente al resto de los equipos, los cuales sólo utilizan jugadores nativos para adornar el pastel, es decir, como guinda folklórica.


Este es el quid de la cuestión, que cuando han llegado las épocas de vacas flacas, siempre ha salido a colación. El problema de ahora es que la flaqueza coyuntural amenaza en convertirse en anorexia crónica y estructural. El tener jugadores sólo de la cantera y del país (un país muy pequeñito, para más inri) será muy romántico e inflará el ego patriótico, pero en un mundo globalizado, mercantilizado y en el que los clubes de fútbol empiezan a actuar como si fuesen multinacionales, es una filosofía condenada al fracaso. Por mucha raza, RH y gaitas que le echemos al asunto. Que se sepa, en esto del fútbol, a todo quisque le gusta ganar y como sea. En el Athletic también. La prueba es que en un año se han merendado con “patatas” a cuatro buenos entrenadores. Así que o se asume que lo primero es la tradición y el jugador del terruño, aunque tengamos que jugar en segunda o tercera división (en cuyo caso sobra echar tantos entrenadores y montar numeritos) o se dice que hasta aquí hemos llegado, vamos a ser como los demás, no estamos dispuestos a hacer más el panoli, o todos moros o todos cristianos. Y entonces va el club bilbaíno y ficha a un tío de Polonia, a un chileno, otro de las Maldivas o algún negrito de Senegal. Se agita la coctelera y la mezcla de sangres diversas quizás logre acabar con la cuesta abajo que se ve venir. Quizás.



Toca plantearse la duda. O seguimos más puristas que el aire puro, pero corriendo el riesgo de jugar en campos donde no llegan ni los buitres, o nos liamos la manta a la cabeza, mandamos a tomar por saco una tradición que nadie sigue en ningún ámbito de la vida cotidiana y aspiramos a estar en la Champion y a ser conocidos en medio mundo, pues Bilbao –qué leñe- se lo merece. Toca elegir. O nacionalismo de opereta o internacionalismo coquetón. O boina o pañuelo pirata. O nos encerramos en el caserío a comer chistorra con la pandilla o nos lanzamos a esos mundos de dios a reverdecer viejas glorias, cuando los vascos patrullaban por doquier. De ambas opciones se viene hablando desde hace tiempo, pero precisamente el paso de éste va abriendo cada vez más la brecha entre ellas. Serán los socios del club bilbaíno y su directiva quienes un día deberán decidir si merece la pena tirar por la borda el querido timón de toda la vida y comprarse uno nuevo en el mercado internacional. Lo único que cabe exigir es que –mientras se debate el asunto- no se pierdan los papeles y, francamente, con cuatro entrenadores en poco más de un año la cosa roza ya el despilfarro.

24 de noviembre de 2006

MÉDICOS A SUELDO DEL BALÓN


Mientras al currito de a pie, ese pringao que se gana un sueldecillo de miseria en doce horas de trabajo, lo tiene la Seguridad Insocial media vida con una lesión de rodilla o lumbar porque no hay dinero ni ganas para mandarle una prueba de diagnóstico más fiable que una vulgar radiografía, en el lado de los deportistas de sueldazo y famoseo los médicos no paran de investigar, trabajar y sacarles de apuros. Y es que donde se ponga la labor social de un buen delantero centro que se quite la porca miseria terrenal de cualquier currante de tres al cuarto.



Andan los médicos de la cosa la mar de preocupados porque los futbolistas se rompen con una facilidad pasmosa. La plantilla del Valencia no es una enfermería; es un hospital entero. Los ligamentos cruzados se estropician con una frecuencia tan vulgar que ya hasta los niños de pecho pronuncian antes el vocablo “ligamento” que “mamá”. Los galenos andan investigando y por ahora lo único que tienen claro es que la culpa de tanta lesión no está clara. No hay culpables: ni una deficiente preparación física (por exceso o defecto), ni el calzado (por muy hortera que sea), ni el abuso de partidos, ni la presión excesiva que los entrenadores, presidentes, afición y médicos aplican sobre los jugadores para que se repongan cuanto antes y salgan al campo a comerse la hierba de nuevo. De modo que si la culpa no es de nada ni de nadie, ¿a quién reclamamos?


En vista de que no hay chivo expiatorio, los médicos andan como locos buscando como prevenir las lesiones. La mejor manera sería que los jugadores abandonaran el fútbol por el parchís y a la oca, pero eso no cuela. También que fueran menos burros y en vez de arrearse estopa se cuidaran más de la ética y estética futbolil. Tampoco les vale pues el espectáculo y el negocio se irían al garete. Así que, para prevenir, lo mejor es “aprender a caerse”. ¡Cómo si ya no supieran de sobra cómo hacerlo para que el arbitrucho pite penalti o le saque la tarjeta roja al rival! En serio: muy bien lo de prevenir. Por lo visto, ya están liados estudiando a ver si encuentran algún tipo de protector (una rodillera mágica, por ejemplo) que alivie las lesiones del cruzado u otras roturas. Veremos a ver en qué queda el asunto, aunque al Puñetas más le agradaría que investigasen cómo hacer pruebas médicas baratas para que los curritos de a pie puedan saber en pocos días qué leches les pasa en su modesta rodilla, codo u hombro.


Lo cierto es que los futbolistas están empezando a ser cuidados médicamente como si fuesen seres privilegiados de los que depende el porvenir del mundo. En el Sevilla y algún que otro club de campanillas está dando que hablar la terapia nutricional del doctor Escribano, muy crítico con la alimentación habitual de los jugadores. “Somos lo que comemos” decía el clásico y ahora deberíamos traducir por “come bien, nene, y meterás muchos goles”. El citado doctor tiene patentada una papilla hecha a base de espaguetis, manzana, tomate, frutos secos, fructosa, azúcar moreno y otros mejunjes naturales que, en sus justas y misteriosas proporciones, transforma al futbolero en un correcaminos que es capaz de comerse –si se tercia- a los jugadores rivales. “Le aseguro que lo único que tiene es un montón de alimentos naturales destinados a la reposición de glucógeno” –ha dicho en una entrevista reciente que leí el otro día.


La papilla famosa (el nombre es correcto, pues al fin y al cabo, los futbolistas son como bebés, quiero decir, que tienen más o menos sus mismas luces y neuronas…) se la da a sus huestes en el descanso y otra al final de partido, para que recuperen las fuerzas gastadas. Y así tenemos a los jugadores del Sevilla, como toros, que cualquier día de éstos –por equivocación- los van a lidiar en la Maestranza, je,je…



Bueno, estos chascarrillos inocentes nacen de mi cochina envidia hacia unos jugadores a los que centenares de prestigiosos médicos, fisioterapeutas y magos del deporte dedican todos sus esfuerzos para que cada domingo y algún que otro día entre semana nos hagan disfrutar de lo lindo en los estadios. Y mientras que los tíos de la bata y los del pantalón corto se lo pasan de miedo investigando, curando y jugando, los curritos que los vemos andamos con la cojera a cuestas porque no hay dinero (ni puñeteras ganas) para hacernos un diagnóstico fiable, una papilla revitalizadora o una leve operación de juanete.



-¡Mira que es usted demagogo, señor Puñetas!


-Eso es que usted me mira con muy buenos ojos, señor doctor…

21 de noviembre de 2006

¡ PUÉS ME CAE SIMPÁTICO !


Dicen los que conocen más de cerca al personaje, que es más soso que una de las miles de vacas que pueblan el país donde nació. Me es igual. Dicen los que le tienen inquina, que es el tuerto en el país de los ciegos. Me da igual que me da lo mismo. Lo cierto es que Roger Federer me parece un chico la mar de resalao, serio, formal, que respeta a sus rivales, que juega divinamente a eso de darle raquetazos a una pelota, que es discreto, que lo mismo te hace un seis a cero en una pista rápida que en una de tierra que en una piscina con red.



El otro día le ganó a Nadal, otro tío que me cae bien. Dos maneras de entender el tenis. Federer parece que flote sobre la pista, derrocha las energías estrictamente necesarias, golpea como le sale de la raqueta y parece que jugar al tenis sea lo más simple del mundo. A Rafaelito se le nota demasiado el esfuerzo, su enorme musculatura denota que lo suyo es menos natural, que depende en exceso de sus golpes de derecha, que el servicio le sale a menudo respondón. Es que ves a Federer, que parece tan poquita cosa, vestidito de forma tradicional, sin tantos colorines y tanta gaita, sin enseñar cachas ni bíceps, y piensas que a Nadal no le dura dos telediarios. Pero los que somos un poco leídos y conocemos el paño, je, je, sabemos que más vale maña que fuerza, habilidad que corazón, técnica natural que programación científica. Nadal es joven y todavía mejorará cantidubi dubi dá, pero lo de Federer es inalcanzable, aunque el mallorquín haya perdido con el suizo sólo dos veces desde abril de 2005.


De modo que, como quien no quiere la cosa, en plan “pues bueno, pues vale, pues voy a jugar un ratito para distraerme…”, el bueno de Roger lleva ya conseguidos tal cantidad de premios y triunfos que está a falta de unos cuantos grandes premios más para ser el tenista con mayor palmarés de la historia del tenis. Sin aspavientos. En plan hormiguita. Sin hacer tantos anuncios y sin tener a las chicas haciendo cola en la puerta del hotel. Sin pasar por el gimnasio más de lo estrictamente necesario. (Hasta en el tenis femenino hay jugadoras que tienen unos brazos más abultados que él). Y todo ello sin un mal gesto, con ejemplar deportividad y discreta naturalidad. No tiene el saque más potente del circuito, ni el mejor revés, ni una creatividad genial, ni la erótica del tío bueno. Pero arrasa. Y hacerlo de la manera tan suave y casi delicada con que lo hace, me deja maravillado. Joé, uno, que no es de piedra.



Por si faltaba algo para subirlo a los altares del Puñetas, junto a San Cucufato, patrón de los sátiros, me he enterao que no jugará contra España en la próxima ronda de la Copa Davis. No, no es que vaya a lesionarse a cosa hecha, ni que se encierre un mes en un monasterio budista. Ni siquiera que le tenga miedo a Rafaelito Nadal. Simplemente que no le apetece, porque días después empieza el Abierto de Australia, donde quiere conseguir su décimo Grand Slam y acercarse así a su sueño: tener el mejor historial tenístico de la historia. Y oiga, esto ya son palabras mayores.



-¿Y la federación de su país qué ha dicho? ¿Y los suizos? Supongo que lo habrán puesto a parir y le habrán mandado la policía…



Pues no, caballero. En Suiza no son tan burros como por otras latitudes, así que han lamentado su renuncia y han continuado con sus cosas: llevarse el dinero de medio mundo, ordeñar a las vacas, esquiar y fabricar relojes. En fin, esas cosas típicas con que los suizos pierden el tiempo, pero con las que consiguen vivir tan ricamente en paz. La que nos falta a otros…



No me digan que no tiene redaños don Roger. Si él no juega la eliminatoria, la victoria caerá casi con seguridad del lado español. O sea, que “por su culpa” Suiza se irá a hacer gárgaras en la Davis. Pero al chico le da igual. Sabe que eso del patriotismo barato es sólo cosa de mediocres y fanáticos. Cuando él juega, juega Federer no Suiza, aunque todo el tinglado comercial y mediático hable del país. En las competiciones juegan deportistas contra deportistas, cada uno con su lengua, su geografía, su cultura y sus gaitas a cuestas, aunque eso a los chupa-patrias de turno les trae al pairo pues sólo ven la banderola del país con que los envuelven. Menudo cuento. Claro que a lo mejor esto pasa (y no pasa nada) porque estamos hablando de tenis, un deporte de caballeros y caballeras, aunque de un tiempo a esta parte más parezca un deporte de niños pijos y pijas. El Puñetas quisiera saber qué hubiera pasado si Federer fuera un delantero centro goleador, de esos que cuando meten un gol se creen que han realizado una gesta histórica digna de pasar a los anales.


Don Federer me cae muy simpático no porque gana casi siempre, si no porque se le nota poco. Sabemos que le gusta ganar hasta jugando a las canicas, pero el tío es listo y también sabe que al fin y al cabo lo suyo es un juego y que los perdedores también tienen su corazoncito y merecen un respeto. En el último Masters de Shangai, donde barrió de la pista en 98 minutos al otro finalista, dijo lo siguiente: “En un momento dado, he tenido que reirme por lo bien que estaba jugando. Todo lo que probé, salió. Yo tampoco tengo palabras para describir esta actuación. Me ha sorprendido también a mí”.


A ver si el bueno de Roger lee esto (traducido, claro), y me regala un Rolex… Aunque los que le conocen afirman que es un poco tacaño de gestos y también de bolsillo… ¡No se puede ser perfecto, coñe!

17 de noviembre de 2006

EL PRESIDENTE EGÓLATRA Y LA AFICIÓN DESMEMORIADA


Un poquito de historia para excitar nuestras pasiones. El 11/03/2005 le dedicaba una parida a Lopera, el presidente del Betis, con el ambiguo titulillo de “Mi artista preferido”. Por aquel entonces se vanagloriaba de que “los béticos se dirigen a mí no como presidente sino como algo suyo. La afición me considera más bético que el escudo. Soy un hombre que he sido bético antes de nacer”. El 13/06/2005 el Puñetas cantaba las glorias ultraterrenales del Betis tras ganar la Copa del Rey al Osasuna. Aquel “Jesús del Gran Poder 2 – San Fermín 1” no tenía desperdicio. Finalmente, el 21/03/2006 en “Viva er Beti manque pierda” loaba con nostalgia los tiempos en que la afición verdiblanca era la más simpática de España y hasta de las derrotas sacaba buen humor. Pero aquella flema y cachondeo se han evaporado. Todos nos hemos avinagrado demasiado, nos hemos vuelto demasiado picajosos y a estas alturas de la película aquí dispara con bala hasta el tío que está criando malvas en el cementerio.



ASÍ QUE, tras poner al lector en situación, vayamos al melodrama de ahora, cruelmente anunciado en el último año, tras el éxito de la Copa. Y es que el Betis no levanta cabeza, a Lopera lo tienen frito (desde hace meses no se sienta en el palco) y cada vez abundan más los aficionadillos que en vez de ir al estadio con una sonrisa y un chiste en la boca, se llevan una botella de vinagre y un tetrabrick de mala leche. Y así, oiga, no hay quien viva. Que se lo digan al pobre Irureta, el nuevo entrenador, que está sufriendo más que si estuviera esperando en la consulta de un médico, presa de horribles dolores y malos presentimientos. Cuando los buenos resultados no llegan porque las cosas se hacen mal o regular, los primeros que te saltan a degüello son aquellos que meses atrás te daban besos hasta en el cielo de la boca. Y eso le está pasando al ínclito Lopera, de un tiempo a esta parte. En algo más de un añito ha pasado de estar en la cumbre del éxito a caer en la mayor de las desgracias. Los que antaño lo consideraban más bético que la madre que los parió, ahora le llaman de todo menos “bonico”. ¡Quién le ha visto y quién le ve, don Manué!



De modo que en tiempos de vacas flacas, al flaco de Lopera le están arreando con toda la cornamenta, con el rabo y hasta con las ubres. Vamos, con la vaca entera. Desde el tipo que va al campo a comerse el bocata de chorizo entre insulto e insulto a los jugadores rivales y al arbitrucho (menudo estómago tiene el gachó) al arribista que, cual buitre carroñero, espera que las migajas del banquete le caigan en el bolsillo como fruta madura para ser él quien se encargue del Betis güeno. Hugo Galera, un suponé, un expresidente al que le va la marcha pese a los años que adornan sus venerables canas. De Guatemala a Guatepeor, de Lopera a Galera y rima consonante porque esto del Betis es la pera.



El problema viene cuando resulta que Lopera es el dueño del club gracias a que con su fortuna compró la gran mayoría de las acciones. Los listos de siempre se quieren pasar de listos tomando a Lopera por idiota. O sea, pretenden que venda las acciones y se vaya a rezar a Jesús del Gran Poder. Pero, ¿quién es el guapo que vende en horas bajas, perdiendo hasta la camisa? ¿Y quién es el burro que es capaz de comprar unas acciones a precio normal –como quiere Lopera- cuando los resultados deportivos las han devaluado? Solución no hay más que una: aguantar y que llueva, que crezca la hierba, que salga el sol, que el Betis se salve de irse al trullo de la Segunda División y que, cuando haga buen tiempo y la cosecha sea medianamente óptima, llegue otro mirlo o caballo blanco y suelte en los bolsillos loperianos el millonaje que éste invirtió en el club de sus amores, cuando había atracción y feeling. La solución final sólo pasa por el divorcio, el adiós-muy buenas, y por ahí os pudráis.


La jugada de Lopera (que es quien se juega los cuartos) es seguir mandando antes que perder hasta los zapatos de piel de cocodrilo, convocar elecciones amañadas y que salga un peoncillo que sea algo más listo que un tal León, al que no hace mucho colocó para guardar el rebaño y resulta que las ovejas, las cabras y hasta el perro se le están escapando pradera abajo. ¡Está perdiendo olfato, don Manué!



Ese es, en el fondo, el gran problema. Lopera debería haber aprendido ya que en el circo del futbolín (como ocurre cada vez más –desgraciadamente- en cualquier orden de la vida) todo tiene la categoría de “usar y tirar”. El final de aquel don Florentín, el presidente galáctico del Madrid, debería haberle abierto los ojos definitivamente. Pero don Manué es de esa categoría de personajes ególatras que se creen que porque en la vida les ha ido muy bien (y su trabajo les ha costado), la anécdota va a ser siempre una categoría. Ya nada es eterno, ni siquiera los dioses. Y menos la tradición: ya no queda nada de aquella simpática actitud de los seguidores béticos. Estamos en la época de lo perecedero, de lo coyuntural, del cubo de la basura al que va a parar todo en cuanto las cosas se tuercen un poco o nos aburrimos. Tenemos menos aguante que un eyaculador precoz crónico. Ya ni el éxito asegura la continuidad. Así que, cuando las vacas eran gordas, fue el momento de vender las acciones y retirarse a disfrutar. Cuando vienen mal dadas, un tipo acostumbrado a la supervivencia como Lopera, no se va a ir con el rabo entre las piernas y muchos millones tirados al agua. “No me da la gana vender” –ha dicho. Que sí, artista, que el que quiera peces que se moje el culo y te suelte la guita y la manteca correspondiente. Que para rebajas y saldos, ya está el Corte Inglés y la tienda de “todo a un euro”.

14 de noviembre de 2006

NO ME LO PUEDO CREER: ¡LOS CICLISTAS SE REBELAN!


Prometí hace ya tiempo que no iba a prestar atención al ciclismo (“A la porra el ciclismo” titulaba el 2/09/2005) hasta tanto el pelotón de los profesionales de la cosa no recobrase una dignidad y una autoestima absolutamente desaparecidas en combate. “A ver cuando les entra un poco de orgullo, se plantan y les meten los cuernos de sus bicicletas por salva sea la parte a tanto abusón, a tanto drácula y a tantísimo malandrín como pulula por las organizaciones y federaciones ciclistas”.



Cuando comenzó el serial “Operación Puerto” por el que las fuerzas vivas vendieron la moto de que medio pelotón internacional se dopaba hasta las orejas, los ciclistas respondieron como ha sido lo habitual: en plan conejo y a casita con el rabito entre las piernas. Se fueron a pique equipos como el Liberty y Comunidad Valenciana y las presiones de los órganos federativos, mediáticos y policiales empezaron a provocar un efecto devastador: todo ciclista es sospechoso hasta que no se demuestre lo contrario. Justo lo opuesto al Código Civil y Penal y a las normas básicas de un Estado de Derecho que, en el caso español, más parece de Desecho visto lo que se ve y enjuicia habitualmente. Pero como los chicos de la bicicleta seguían tragando, pues ancha es Castilla y el río Ebro.


Queda la duda de si habrá continuidad y si no es un esporádico espejismo, pero hace poco me desayunaba con este titular del diario El Mundo: “El pelotón se rebela”. ¡Ostras, Pedrín! –me dije, atragantándome con el bocata de jamón y a punto de espicharla por ahogamiento. Miré, remiré el titular y empecé a leer las dos páginas que lo desarrollaban como supongo lo hace un maniaco sexual en busca de su presa. La baba me chorreaba por las comisuras de los labios y los ojos me hacían chiribitas. ¿Será posible –me preguntaba- que estos tíos sean capaces ahora de juntarse unos cuantos y empezar a repartir hostias por un tubo? Pues, bueno, no será para tanto probablemente, pero aquella lectura acabó sentándome divinamente (y el jamón no digamos), hasta el punto que me conjuré para escribir este articulillo con la malévola intención de recordar a los sufridos ciclistas profesionales (tan sufridos que rozan y superan el masoquismo) que si ellos mismos no se quieren y defienden, no esperarán del prójimo que se parta los cuernos por sus puteados caretos.



Según leía en el periódico “un grupo de 57 ciclistas se ha lanzado a tumba abierta por las sinuosas sendas de los despachos de los juzgados” habiendo presentado demandas varias contra diversos equipos y la Asociación de Equipos de Ciclismo Profesional, firmantes de un “código ético” que excluye de la competición a los ciclistas inmersos en procesos judiciales y castiga un positivo con dos años, más otros dos para no fichar por un equipo de élite. O sea, ciclista al paro y si se suicida, mejor. Pura ética mafiosa. Porque, repitámoslo por si no se han enterado estos sátrapas de medio pelo, hasta que no hay sentencia en firme no debe haber condena, pero ellos se saltan a la torera lo legal (como lo hacen Federaciones como la FIFA o la UEFA, sin ir más lejos). No son jueces, pero actúan como si lo fueran. Y los corredores, uy qué miedo, amén, OK, yes, sí señor, lo que usted mande, mi comandante… De Juana Chaos o Ben Laden tienen más presunción de inocencia y derechos personales que Oscar Sevilla, Ullrich y compañía. Hasta que se les han inflado las gónadas testiculares y -parece ser- que de perdidos, al río, que ya está bien y que se acabó la libertad condicional que unos mamones que no saben ni montar en triciclo les vienen imponiendo desde hace años por toda la cara. Lean, como yo leí en el diario, algunas normas a las que deben estar sometidos los ciclistas participantes de ese engendro llamado UCI Pro Tour: “Los profesionales deben presentar cada tres meses un plan detallado de sus actividades personales y profesionales”. “Están obligados a facilitar el número de su móvil y el de otra persona que pueda informar de su paradero para pasar un control de dopaje en cualquier momento”. “El ciclista tendrá que comunicar el domicilio propio y documentar otras direcciones temporales de familiares y casas de amigos”. “Deben informar de sus viajes personales y profesionales así como ceder sus datos confidenciales a diversas entidades igual de mafiosas que la UCI” (Esto último lo ha escrito el Puñetas, claro).


El Mundo concluía muy juiciosamente: “Los ciclistas están obligados por contrato a comunicar su paradero las 24 horas del día y con tres meses de antelación. Deben estar permanentemente localizados para someterse a controles por sorpresa en entrenamientos o fuera de temporada. Algunos han recibido la visita de los “vampiros” cuando se encontraban cenando en su casa junto a un grupo de amigos”.


Si con estas rastreras e ilegales exigencias, (más el trato criminal que se da a los ciclistas cuando hay atisbos de dopaje, que después quedan en nada o en tremendos escándalos por falta de control y de vergüenza), los del pelotón siguen con los brazos cruzados y este inicio de rebelión les dura sólo dos días y veinte segundos, lo mejor que podríamos hacer la gente decente es dar la espalda completamente a semejante pandilla de cobardes. Antes el arado o el andamio, muchísimos más dignos, que la bicicleta. Y a los de la UCI y todos los mamarrachos que chupan de los ciclistas, que les vayan dando por donde daban a la Bernarda en sus noches de gloria y francachelas.

10 de noviembre de 2006

DON PAQUITO: GRACIAS POR EL RECUERDO...


Cuando a mediados de la semana pasada escuchaba en una telele que le estaban dando un homenaje a Paquito Fernández Ochoa en su localidad natal de Cercedilla, con presencia de la mismísima realeza española, confieso que me saltaron todas las alarmas.


-Desde aquella tarde de febrero de 1972 en que se proclamó inesperadamente campeón olímpico de esquí ya ha llovido….¿Y ahora le dan un homenaje?



Lo que me temía lo escuché de manera casi vergonzante en voz de la locutora: "Paquito está muy enfermo".



Cuando eché una mirada al receptor y le vi postrado en aquella silla de ruedas y con un rostro absolutamente envejecido, supe que un maldito cáncer estaba a punto de llevárselo dios sabe a donde. Pero jamás pensé, y supongo que nadie de los miles de admiradores allí presentes, que la gloria de aquel día iba a ser tan corta. Probablemente aguantó como un jabato la llegada de ese postrer homenaje antes de volar hacia la blancura (o negrura) del infinito. Con la satisfacción del deber cumplido, el bueno de Paquito nos dejó unos cuantos días después.


Que conste que me repatea ese culto que en España tenemos al moribundo y al fallecido, al que habitualmente se ha ninguneado o puteado en vida. Mira que han tenido años en Cercedilla para hacerle una estatua a Paquito, pero más vale tarde que nunca. Mas el Puñetas no tiene obligación alguna de dorar la píldora a nadie. Hoy recuerda a Fernández Ochoa, porque forma parte de su propia memoria, cuando siendo un chaval de pantalones cortos y largas pelambreras, veía aquella televisión recién comprada (blanco y negro) con unos ojos abiertos como platos. El mundo empezaba a metérsele en su propia casa, un cuchitril donde por no haber no había ni cuarto de baño. Tristes años, aún todavía a principios de los 70, en los que en la pandereta de España (esa graciosa y dicharachera Andalucía) todavía vivíamos miles y miles de personas compartiendo baño y retrete con otros vecinos igualmente empobrecidos de cartera, pero ricos en decencia. Justo casi lo contrario de ahora. Así que muchos no habíamos visto un esquiador en nuestra puta vida, salvo en alguna película de acción o en la recien comprada teuve. Por eso me viene a la mente, entre tinieblas, pero bastante fidedignamente, la noticia de la TVE de entonces diciendo que un español, un tal Francisco Fernández Ochoa, había conseguido la medalla de oro del slalom de los Juegos Olímpicos de Sapporo. Y los infelices nos alegramos. La nieve se ve que servía para algo más que hacer monigotes y tirarle bolazos a los amigos el día que del cielo caían aquellos copos blancos.


Fue entonces cuando muchos españolitos descubrieron que había gente que se ganaba la vida con la nieve, descendiendo por ella a muchos kilómetros por hora, a punto de darse un hostiazo y deshacerse en pedazos. Tiempos en que Sierra Nevada, lo más cercano en la geografía para el chavea Puñetas, era sólo un nombre en los mapas, con la carretera más alta de Europa, un Parador de turismo para gente de alto copete y varias pistas de esquí, la mayor parte de las veces desérticas u ocupadas por esos niños de papá y sus progenitores, a los que les íbamos a dar para el pelo el día que llegase la democracia. En fin, historias de quien empieza a recordar cada vez más nítidamente una niñez pobre pero feliz…



Así que Paquito, sin quererlo, forma parte de la memoria de muchos desgraciaos de entonces, que con su muerte habrán revivido lejanos recuerdos ya medio sepultados por el oropel barato en vivimos hoy. Desde su histórico triunfo, el esquí empezó a adquirir su mayoría de edad, como los chaveas de entonces, y algunos hasta cumplimos el sueño -años más tarde- de subir a lo más alto de la mítica Sierra Nevada. No para esquiar, que es un deporte caro, algo señoritil y de excesivo riesgo. Sí para respirar aire puro, decir “aquí estamos, pese a todo” y salir pitando horas más tarde antes de que se echase el frío de la noche pues el modesto abrigo no amparaba gran cosa nuestro cuerpo serrano (quiero decir, tan poco serrano).



Paquito Fernández Ochoa. Un inesperado invitado en la mesa olímpica y alpina en que todo el bacalao se lo comían los austriacos, italianos, alemanes… Se coló de rondón por puro milagro. Sin ayudas públicas, sin preparación en centros de alto rendimiento, con toda la historia en contra... A veces es que llueve hacia arriba para que algunos desharrapados puedan contarlo…



Gracias por el recuerdo, don Paquito…

7 de noviembre de 2006

O “MENS SANA IN CORPORE SANO” O “GILIPOLLITIS IN COMODITIS”


Acabábamos en la parida anterior amenazando con un poco de filosofía en torno a lo que más de un listo hemos detectado: que falta cultura deportiva, amor real hacia nuestra salud, trabajo en comandita para tener una mente sana en un cuerpo sano, como decía el clásico, un tal Juvenal, autor también de dos perlas geniales: panem et circenses (pan y circo), refiriéndose a las costumbres de los romanos en tiempos del Imperio -hoy diría lo mismo viéndonos gritar desaforados en una cancha de futbolín- y Sed quis custodiet ipsos custodes ? (¿Quién vigilará a los propios vigilantes?), cuestión capital cuando hablamos en la actualidad de Lissavetzki, Zapatero, Castro, Putin, Bush o cualquier cantamañanas del poder.


Decía en un comentario reciente un amable y sabio lector del Arco: Me consta que la pedagogía deportiva tiende ahora a enseñarle al niño recursos con los que divertirse fuera de clase, a fomentar el amor al deporte -como juego y medio para mejorar- y a la salud del cuerpo, a conocer ese mismo cuerpo y como se expresa, a jugar y aprender jugando -y aprender a jugar jugando- Y, por supuesto, y más importante si cabe, a inculcar valores a los chavales desde donde mejor pueden llegarles: desde la actividad lúdica”.



Y, sin embargo, cuán complicado es que se consigan estos logros, pese a la buena voluntad de una parte del profesorado. (La otra parte, simplemente vegeta). Se trataría de intentar desarrollar en los abúlicos alumnos la “mens sana in corpore sano” pues si la mente está hecha un asquito, quien primero paga las letras y la hipoteca es el cuerpo y, a la inversa, si un esqueleto (con sus órganos internos, huesecillos y musculitos incluidos) se encuentra sano, cuidado, estimulado y en plan fuertote, la mente también conseguirá mayor armonía, cierta felicidad discurrirá por las neuronas y seremos hasta capaces de no tocar el claxon como posesos energúmenos en el atasco habitual de las ocho y media.


Sí. Aunque a algunos estas ideillas les suenen a cuentos chinos o coreanos, hay que entrenar el cuerpo (en la calle, en el trabajo, en el gimnasio y en la cama), pero también la mente. Está archidemostrado por los científicos –gente mucho más seria y fiable que los periodistas deportivescos- que la práctica del deporte de manera sencillita y el ejercicio físico continuado (no sólo cada primero de año, por aquello del “se me está poniendo cuerpo de sofá y careto de televisor LCD”) no sólo producen mejorías corporales y humorales (incluido que eres capaz de atarte los cordones de las zapatillas sin tener que pedírselo a un pariente cercano, porque la barriga te los impide ver), sino que se logra aumentar la confianza en uno mismo, disminuir la ansiedad y el dichoso estrés y, por tanto, se consigue alcanzar cierto estado de bienestar general hasta que lo estropea el Zapatético de turno con una subida del recibo del gas y de la electricidad. Ya sabemos que no hay felicidad completa, así que tampoco queremos engañar al sufrido lector.


El cerebro influye en el cuerpo para mantenerlo saludable o hecho una piltrafa. (Tú verás, nos dicen, eres libre, así que fuma, bebe alcohol, hazte socio del Barça, ve a tragar decibelios a un Gran Premio de Fórnula I, lee el AS, depílate el prepucio, come grasas hidrogenadas, hum qué ricas, y cómprate un Ferrari aunque luego no tengas ni para echarle medio litro de gasolina. Eres libre, así que escoge siempre lo peor para ti y lo mejor para nosotros, nos dicen miles de veces desde bellos y enternecedores anuncios con lindas melodías y cuerpazos siliconados o proteinizados para darnos envidia cochina).


El binomio mente-cuerpo es indivisible. Aunque ahora los científicos presumen de haberlo descubierto con sus complejos ordenadores y sabias investigaciones empíricas (por ejemplo, el ejercicio físico es beneficioso para la salud mental y para las funciones cognitivas en seres humanos, especialmente durante el envejecimiento), lo cierto es que hace cientos, qué digo, miles de años, gente mucho más lista que nosotros, allá por el Oriente, descubrió técnicas de mejora personal mental y física tales como el yoga, el zen y otros inventos que –desafortunadamente- se han perdido en la noche de los tiempos. Algo nos queda, sin embargo. Y ahí es donde deberíamos abrevar, junto a todos los descubrimientos e investigaciones de nuestra moderna sociedad occidental, para aplicándolos de manera bastante simple a nuestro ser (cuerpo-mente), ponerlo en disposición saludable. El problema es que, como todo lo que es beneficioso, hay que hacer un pequeño y continuado esfuerzo para conseguirlo y ahí la inmensa mayoría nos aplicamos maravillosamente el dicho ese de que trabaje Rita la Cantaora. Lo que pocos saben es que la susodicha llegó a centenaria y daba gloria verla.


Estamos enfermos de “comoditis” pese a que nos estrujan como a esponjas, sea en el trabajo o en el ocio. Comoditis en el cuerpo y gilipollitis en el cerebro. Ah, y un poquito de hielo en las venas.

3 de noviembre de 2006

DE LA GIMNASIA DE AYER Y HOY


Decía el clásico (un poeta satírico del siglo I/II de nuestra desdichada era) que el ideal vital es “un espíritu equilibrado en un cuerpo equilibrado”. En latinajo equivale al famoso “mens sana in corpore sano” que traducido a la pata la llana no refleja exactamente lo que afirmaba el amigo Juvenal, pero tampoco va descaminado: una mente sana en un cuerpo sano. A ello dedicábamos nuestra parida deportiva anterior poniendo de “chupa de dómine” a todos aquellos que se dedican a ponerse cachas en el gimnasio más por cuestiones estéticas que saludables, siguiendo gregariamente los tam-tanes de la moda, esa bruja más falsa que Judas. Lo curioso es que en los gimnasios ya no se hace “gimnasia”. Se trabajan multitud de variantes físicas para mover el esqueleto y los músculos, pero de gimnasia tradicional, afortunadamente, más bien poco. Y es que los tiempos actuales son muy divertidos y bullangueros y cualquier humanoide del siglo XXI no soportaría esas tablas gimnásticas a las que tan entusiásticamente se dedicaban nuestros profes de antaño y que te hacían echar el bofe, la leche en polvo y la tableta de chocolate.


El Puñetas echa la vista atrás, a los años 60-80, y recuerda con poca nostalgia aquellos trotes interminables alrededor del campo, para seguir luego con marciales ejercicios de brazos, piernas, tronco, abdominales, planos inclinados, estiramientos jamoneros en las espalderas y martirologios varios. Señor, señor, si lo que estábamos deseando los pajaritos aquellos era que el profe nos diese un balón de furbo o baloncesto para empezar a correr como posesos en busca del gol y la canasta. Han pasado muchos años y no creo que haya nadie que siga enseñando en aquel plan de prietas las filas, manos al hombro derecho del tío que tienes delante y más firmes que una vela. Hoy las cosas se hacen de otro modo, pero mucho me temo que en el fondo – a pesar de muchos profesores- sigue latiendo la misma monotonía, parecido discurso, idéntica uniformidad. Ya no se pone a los chavales formando en cinco filas y actuando en plan ballet, todos al unísono. Se practican juegos creativos, se hace psicomotricidad con los más pequeñuelos, se enseñan variados deportes a nivel de iniciación, se inculcan algunas nociones de salud y de conocimiento del propio cuerpo y hasta se hacen ejercicios en libros de texto de bellas ilustraciones. Pese a todo, los críos siguen con la misma obsesión que los de antaño, sino más: una pelota y a meter gol o canasta.


La queja de algunos profesores de educación física con los que hablo a menudo (y de los alumnos que estudian Magisterio en dicha especialidad cuando realizan las practicas en los colegios), es que lo único que les pone chiribitas en los ojos a los críos es el furbo y por libre. Ni tácticas, ni estrategias ni gaitas: todos detrás de la pelota en busca de “El Dorado”: el gol. Y tras lograrlo, aunque el campo sea de hormigón, a celebrarlo como se merece, imitando esas majaderías y arrastres por el suelo que tan estupendamente hacen los ídolos de la Champion y Liga de los Estrellaos. (Jodé, ¡ni que hubieran logrado el descubrimiento de la vacuna contra el cáncer o el Sida!). Y, francamente, bastantes de esos prácticos que acuden todo ilusionados por primera vez a un centro educativo, se encuentran de golpe con que la cruda realidad –un calco de lo que evacuan las telecacas- no tiene nada que ver con las florecillas y discursos beatíficos que les enseñan los catedráticos de la Universidad, habitualmente instalados en la práctica del parchís, la oca y el ¡qué bello es vivir! Yo mismo he asistido a la pérdida repentina de la supuesta vocación de profesor de educación física de algún allegado mío.


-Tito, no puedo, es superior a mis fuerzas, yo no valgo para esto. Al final lo único que quieren los chavales es jugar al fútbol. Y, encima, yo lo detesto….


-Dales una pelota a ellos y trabaja mientras tanto con las chicas… Suelen ser más inteligentes y maduras en estas tempranas edades. Y menos burras…


-Si lo único que quieren es saltar a la comba, charlar entre ellas sobre los chicos de Operación Triunfo y Gran hermano…



Palabrita del Puñetas que no me estoy inventando nada. Y suerte que estamos hablando de los alumnos de Primaria, que si nos vamos hacia la Secundaria, cualquiera pone mínimamente tiesos/atentos a algunos pajarracos de los que marmotean por esos Institutos superferolíticos. De modo que uno admira a esos profes de “gimnasia” (curiosamente muchos zangolotinos siguen llamando así a la asignatura) que haga frío o calor tienen que estar por el patio encauzando las energías telecaquiles de unos mozos que pierden los cuartos traseros por meter un gol en tropel, mientras que ellas se dedican a engordar tiernamente esa parte tan saludable con la que solemos sentarnos en el sofá. Esto es una caricatura, pero juro y rejuro que tiene una base tan real como la copa de un pino, como atestiguan los escasos índices de actividad física que realizan nuestros críos, adolescentes y adultos, cada vez más tripones y engolfados por las modas de marras. Aquí ocurre algo similar a la lectura: unos pocos se atiborran de libracos para que las estadísticas reflejen que tocamos a un par de hojas per cápita al año. Pese a la evidente mejoría en la enseñanza de la educación física, lo que sigue casi en pañales es la parte educativa: la formación deportiva, el amor al ejercicio físico (o sea, a nuestra salud), la educación del cuerpo y de la mente, al unísono, como dos caras de la misma moneda. Ya saben, mens sana in corpore sano. Pero de ello y otros perendengues hablaremos en el próximo comentario si la III Guerra Mundial no lo impide…


Continuará...

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).