El pasado jueves una noticia amenazaba con derrumbar los cimientos del solar hispano y euskadiano: un total de 165 futbolistas y exfutbolistas vascos hicieron un comunicado en el que aseguraban que “no disputarán el partido previsto para el día 23 de diciembre ante la selección de Irán, si el combinado no mantiene el nombre de Euskal Herria y finalmente es sustituido por el de Euskadi”. Nuestros miopes ojos, arrasados en lágrimas tras leer el comunicado de los peloteros vascos –otros les llamarían, quizás con más tino, tocapelotas- no podían ver ni las letras del teclado. Fue imposible escribir nada aquel día. Hoy, con el tiempo que todo lo sana y unas pastillas de Valium superconcentrado, nos disponemos a tratar el asunto. Tiempo hemos tenido de pensar y repensar sobre el particular pues hasta tuvimos que pedir la baja laboral por depresión.
Decían los peloteros del citado comunicado que “los deportistas de Euskal Herria (…) queremos representar a una nación de siete territorios y 21.000 kilómetros cuadrados, cuyo nombre a día de hoy es Euskal Herria". Escribían “representar a una nación”, como si once tipos en calzoncillos, por mucha bandera, himno y camiseta de por medio, pudieran representar a un colectivo social de tan amplio espectro. Leñe, si no se representan ni a sí mismos… Luego está lo de llamar “nación” a 7 territorios tan diversos como Vizcaya, Navarra o Zuberoa. Quizás en un futuro esos territorios puedan ser una nación pero en la actualidad no lo son. ¿De quién se consideran representantes: de una nación inventada? Hoy, a estas horas, sabemos de la existencia jurídica y política de Euskadi y Navarra (comunidades autónomas del Estado español) y de tres provincias - Behe Nafarroa, Lapurdi y Zuberoa- que pertenecen al Estado francés. Eso es lo que hoy tiene plena realidad y existencia formal. Mañana, cualquiera sabe. Mañana lo mismo regresamos a la Edad Media, la Prehistoria o por fin se consigue el viejo sueño de algunos: una Euskal Herría bien grande y bien libre.
Hemos dicho en varias ocasiones que –dado que algunos futbolistas salen en los mass media más que los mismísimos presidentes de gobierno- los peloteros deberían pasar por la escuela o la universidad para culturizarse un poco. Su responsabilidad, como “modelos” sociales reflejados por los espejos mediáticos, es muy grande y un salivazo o una gilipollez a destiempo puede contagiarse a miles de lindos infantes y adolescentes, que copian de sus idolillos hasta los andares. Me extraña, pues, que desde la incultura más supina –a ver, cuantos de esos 165 furbolistas son bachilleres, cuantos han estudiado Geografía o Ciencias Políticas- se atrevan estos tipos a sentar cátedra, en “representación” de todo un pueblo. Sí, podemos ser compresivos si consideramos que en cuestión de polítiquería –ahí, ahí les duele- todo vale (hasta el asesinato y el tiro en la nuca, según algunos psicópatas), pero no deberían utilizar su popularidad local por darle patadas a un balón para dedicarse a darle patadas al sentido común y al principio de realidad más elemental: Euskal Herría, salvo que algún iluminado nos lleve la contraria, no existe por el momento.
La respuesta más certera e ingeniosa la ha dado el alcalde de Bilbao, Iñaki Alkuna: "Yo vivo en un país que se llama Euskadi y a mí quiero que me represente la selección de Euskadi. Que a esos jugadores les pague la Hacienda de Euskal Herria, a ver cuánto cobran". Pues cobrarían cero patatero, naturalmente. Claro que enfrentarse a la potentísima selección futbolera de Irán la noche antes de Nochebuena no debe ser precisamente un plato de buen gusto. Quizás venga el enfado por ahí. A mí me cabrearía cantidubi el tener que “representar” heroicamente a mi país, defendiendo el honor patrio, frente a una selección adversaria que juega al fútbol peor que los chicos de mi barrio. Con rivales así lo único que puede venir es el ridículo, de perder o empatar el encuentro. Por este lado, mejor sería que reclamasen que les cambien el adversario. ¿Qué tal la selección rusa o la inglesa o la italiana? Así, al menos, aprenderían algo en el campo. En cualquier caso, espero con el ánima en vilo ver qué pasa al final. Sería una pena que los futboleros nos perdiésemos un Euskal Herría – Irán por culpa de un nombre propio.
Echándole morro e imaginación al asunto, al igual que hacen estos 165 peloteros –que quizás estén más acojonados de lo que parece, ya saben porqué etarrinas razones-, lo mismo ha llegado la hora de inventarnos nuevas selecciones nacionales, al margen de la realidad vigente. Así algunos dejaríamos de aburrirnos siempre con los mismos. ¿Qué tal una Selección Hispana, formada por jugadores de habla española? Argentinos, uruguayos, españoles, bolivianos…, todos juntos en defensa de un bello sueño: por el idioma hacia la Copa del Mundo. O la mismísima Selección Romana, formada por jugadores nacidos en lo que fue (y espera ser algún día de nuevo) territorio del Imperio Romano. Puestos a soñar, la Selección de Al-Andalus sería un enemigo bien duro de pelar y me caería bastante cerca. No me extraña que, entre acojonos y ensoñaciones, el fútbol vasco de estos representantes de la nada esté de capa caída en los últimos años. Puestos a escoger, mejor sería que mirasen al pasado glorioso –de la historia siempre se aprende algo- que a ese futuro que ni dios sabe como será.