28 de marzo de 2010

EN FIN, YO NO QUERÍA, PERO...

24 de marzo de 2010

EXCELENTÍSIMO E ILUSTRÍSIMO SEÑOR MESSI


Yo es que me meo… Perdón por tan fina expresión, muy escuchada en altos cenáculos y bajas camas, pero es que ya está uno en la edad de tomarse casi todo a pitorreo en vez de agarrar cabreos de campeonato y jurar en arameo. La ultima cachondeada procede del lunes pasado, día en que algunos  periódicos, bastantes radios y todas las televisiones dedicaron elogios tan mayúsculos, tan superlativos y tan estratosféricos al señorito Messi, que uno pensaba que tanto peloteo al jugador azulgrana no podía ser sincero ni cierto.

El numerito mediático del otro día con Messi fue “demasiao”. Un genio, un astro divino, un ser de otra galaxia, el mejor jugador de fútbol que en el universo ha sido. Y todo porque llevaba dos partidos seguidos marcando goles y desequilibrando el marcador. Hombre, la cosa tiene su mérito pero no es para tanto. Porque si resulta que lo que hace este tipo son genialidades, ¿cómo calificaríamos las virguerías que realiza un cirujano con los menudillos pochos de sus enfermos?, ¿cómo tendríamos que calificar al trabajo de un bombero que salva una vida humana a punto de achicharrarse? ¿cómo deberíamos llamar a lo que realiza un oscuro grupo de investigadores en un laboratorio, cuando logra descubrir medicamentos que salvan vidas o inventa cacharros que harán la vida más cómoda a una gran parte de la humanidad?

¿No es obsceno llamar, con unas letras así de gordas, “ser superior” a un futbolista que será muy bueno pero lo suyo no deja de ser una vulgar faenilla si la comparamos no ya con profesionales como los citados más arriba si no con otras figuras del balón que fueron excelentes en su momento?  ¿No es obsceno (y una mentira como una catedral) titular “Ya es el mejor de la historia”, señalando que “ya ha superado a leyendas como Maradona, Cruyff y Pelé”, cuando nuestra Ilustrísima sólo tiene 22 añitos y su historial todavía está a medio hacer? ¿Qué gilipollez es esa de afirmar que “Messi es infinito o que “Messi convierte el fútbol en arte?

De verdad, que me meo… vaya, que me estoy meando leyendo y escuchando a todos estos memos y cantamañanas que ensalzan hoy a Messi cual si fuera un Dios pero que mañana, cuando vengan mal dadas (que vendrán, es ley de vida) no dudarán en ponerlo a parir. Tan malo es pasarse como no llegar y últimamente hay medios desinformativos que se están pasando cuatro pueblos en sus valoraciones. Messi será muy bueno en lo suyo, pero lo suyo no deja de ser una total y absoluta INANIDAD. Y ahora, perdonen que acabe hoy tan pronto pero es que mi vejiga urinaria está a rebosar por culpa de tanta gansada como se ha dicho y escrito esta semana sobre su Excelentísima Ilustrísima. ¡Ave, Messi!   (Menos mal que el chaval va de prudente y modesto por la vida…) 

21 de marzo de 2010

UN DEPORTE DE PAZ

Ea, ñores y ñoras. El Puñetas está ya harto de tanto deporte competitivo, tanta conflictividad en los estadios, tanto soponcio porque nunca gana su equipo favorito (que es ninguno), tanto error arbitral, tanta gentío perdiendo la chaveta por un golete o una canasta, etc. Así que hoy me he dicho:

-A ver, Juanillo, un deporte que sea la mar de pacífico, tierno, donde todo sea un remanso de tranquilidad y armonía. Un deporte que no cause ninguna preocupación, ningún desasosiego, ningún peligro para el corazón. Y que sea baratito de practicar, oyes.

Tiré de archivo y escogí el que mejor va a mis nuevas exigencias: la colombicultura.

-¿La cultura de Cristóbal Colón? –salta el becario del blog, mal hijo de la Logse.
-No, majadero, el cultivo de la paloma, o la cría de la paloma, que es más de lo “mesmo”…

Sí, ñoras y ñores. El deporte que andaba buscando. Y muy practicado por las Españas, y parte del extranjero, según he comprobado en la interné. Tranquilo, sin riesgo físico y hasta sostenible. El día que Míster Zapatero se entere de la existencia de la colombicultura, la nacionaliza y la fija como estandarte del deporte ecológico, amigable, solidario y, claro, sostenible. No estoy de cachondeo, futboleros y formuleros guán. Escribo con mis facultades plenas al 120 % y siendo muy consciente de lo que digo. Ya está bien de tanto pan y circo, de tanto deporte alienante, de tanto nacionalismo y localismo usando una camiseta deportiva como pretexto. Ya está bien de tanto diario y telediario que no hacen más que hablar de pelotas, balones y gasolina. La colombicultura ya estaba aquí cuando ellos llegaron y seguirá estando en el futuro de los tiempos aunque les pese a los que sólo buscan en el deporte sangre, sudor y lágrimas.

-Bueno, corta el rollo, Puñetas y explícanos qué demonios es la colombicultura, que se me hace la boca agua… -otra vez salta el becario, ávido de emociones fuertes.
-Pues aquí te dejo (les dejo, carísimos lectores) varios enlaces sobre el particular. Quiero ser objetivo. Decidan ustedes mismos tras dejarse caer un rato por ellos. Yo me voy a comprar un par de pichones para empezar a entrenar cuanto antes…

Qué es la colombicultura   

La colombicultura, un deporte apasionante

Ley de protección de la colombicultura y el palomo deportivo (Comunidad Valenciana)

17 de marzo de 2010

LO QUE FALTABA


Éramos pocos y parió la abuela. “En la localidad Jesús María –900 kms al noroeste de Buenos Aires- hay un club social y deportivo “Che Guevara”. Tiene entidad jurídica y sus equipos compiten en las categorías de primera, reserva, sub 17 y sub 12 de la liga de provincia de Córdoba. Tiene unos 70 jugadores que entrenan dos veces a la semana y juegan los sábados o domingos”.

Como no podía ser de otro modo, las camisetas son rojas y lucen la inconfundible estampa del Che en el pecho. En su espalda, su famosa leyenda “Hasta la Victoria, siempre”. La presidenta del club, doña Mónica Nielsen, es una guevarista total. Faltaría más. “Siempre trato de inculcar el Che y sus ideales a los pibes. Él era un apasionado de los deportes, jugaba al fútbol, al golf y era un gran jugador de rugby. Hasta hizo las veces de periodista deportivo”. Joé, qué bien.

Esto de que el deporte se use para comer el coco de los pibes y chaveas me resulta bastante obsceno, pero deben ser recelos de viejo. Al fin y al cabo todos los gobernantes que en el mundo han sido, fuesen revolucionarios –ninguno- o conservadores –todos- (un revolucionario deja de serlo en cuanto se dedica a gobernar un país y una sociedad), siempre han intentado arrimar el ascua educativa a su sardina ideológica. Eso sí, unos lo han hecho por lo bajini y otros no han tenido el más mínimo pudor en expresarlo a voz en grito. Si ya lo dijo el mismo Ché, según la presidenta: “La arcilla fundamental de nuestra obra, es la juventud”. Arcilla… Te doblo por aquí, te estiro por allá y et voilá, ya tenemos un monigote a nuestra imagen y semejanza. De eso también saben mucho los señores de la sotana. A ellos también “les gratifica el alma”, como a doña Mónica, el conseguir chavalotes con sus mismas particulares ideas.

No había caído el Puñetas en el enorme campo que tiene el deporte para la manipulación del cerebrín infantil, tan moldeable, tan arcilloso. El sistema educativo y los medios propagandísticos, junto a la industria del ocio, no son bastantes. El deporte podría dejar de ser el pariente pobre, ideológicamente hablando, e ir hacia niveles más ambiciosos de adoctrinamiento y modelamiento de las ideas. Hace unos años alguien del Vaticano, al comprar un club para hacerlo más “ético”, dijo: "Deseamos resaltar el verdadero significado del deporte. El fútbol debe volver a ser un instrumento de la educación y no apuntar a intereses económicos". No lo dijo pero todo el mundo entendió que se refería a la educación católica, porque no creo que estuviera pensando en una educación laica, aconfesional, atea o simplemente plural y abierta a todas las ideas y religiones.

Dice doña Mónica una cosa muy interesante: ”El deporte es un derecho humano: practiquémoslo”. Claro que, luego, aclara: "Acá viene cualquiera y no se le exige que comparta la ideología". Pues le alabo el detalle porque ya estaba echando leches sobre su manera tan peculiar de concebir un club de infantes y jóvenes. Uno, en su ingenuidad, preferiría pertenecer a un club deportivo donde la ideología política tuviera que aparcarse en la puerta. Francamente, no creo que para meter un gol haya que hacerse guevarista o leninista o liberal. Sí, ya sé que algunos opinan que todo es política, pero deberían hacérselo mirar en el psiquiatra: obsesión enfermiza con delirios de grandeza.

Una cosa es que la política quiera aprovecharse del deporte para llevar el agua a su molino en algunas situaciones y otra muy distinta es que éste deba dejarse hacer e, incluso, convertirse en una variante más de la política, como ha ocurrido y ocurre en los países totalitarios (algunos democráticos están empezando a imitarles: deporte de Estado). Ya bastantes zorros y zorras hay en el gallinero del deporte más o menos aséptico como para que encima le añadamos una ideología concreta. Quizás en un futuro, quien sabe, la Champions la jueguen el PSOE C.F, el Real PP y el Racing de Izquierda Unida. Sólo eso nos faltaba para echar la pota y los higadillos por nuestra boquita de piñón. Por lo demás, aplaudimos la labor social de doña Mónica, a la que animamos a que se deje de politiquerías y zarandajas e inculque en sus retoños sólo simplezas. Por ejemplo, la importancia del deporte para lograr mejorar la salud, fomentar la amistad y conseguir el placer del entretenimiento. Todo lo demás son cuentos.

14 de marzo de 2010

PARADOJAS DEL DEPORTE

Pepiño Puñetas, zapatero jubilado y tío mío por parte de padre, vino el otro día a casa y me trajo un regalillo:

-Toma, sobrino mío, dos hojas que he encontrao al hacer limpieza de papeles de cuando yo leía algo. Ahora sólo veo la maldita televisión. Lo mismo te vienen bien para esa chorrada de cosa que tienes en la interné dichosa…
-Pues no sabes cuánto te lo agradezco… Debe ser una cosa del Pleistoceno o algo así…
-Mu gracioso el sobrino cincuentón… Pues que sepas que los papeles son de un librillo de ensayo sobre el deporte cuyo nombre no recuerdo. Tampoco su autor ni la editorial. Tras leerlo lo tiré al contenedor, como tantos libros rollo que he leío en mi vía, pero debí arrancá esas dos páginas. Las traigo por si te sirven…

Mis ojillos miopes echaron una rápida visual a aquellas dos hojuelas y lo que leyeron me dejó maravillado. Que hace alrededor de 30 años alguien escribiera cosas tan certeras (y tan modernas y actuales), con tanta precisión y ahorro de palabras,  me maravilla cantidubi.  Di un casto beso a la frente de mi tío y me dispuse a digitalizar aquella hermosura. ¡Cómo me gustaría saber quien escribió tan magnífico texto!
El deporte  es una realidad social inmensa, desarrollada en una enorme complejidad. Por eso aparecen en su seno, cada vez más, los contrastes. Tanto que cualquier aficionado se pregunta más o menos: ¿El deporte ayuda al entendimiento internacional o lo desintegra? ¿Beneficia las capacidades corporales o las consume? ¿Es vuelta a una vida más natural o es una carrera hacia la súper tecnificación? ¿Educa hacia la comprensión o excita la rivalidad? ¿Relaja o produce tensión? ¿Equilibra o neurotiza? ¿Educa o deseduca? Estas y otras muchas perplejidades produce, en muchas gentes, la realidad deportiva de nuestro tiempo.

De manera análoga a lo que sucede en el fútbol hay también otros deportes que, según su popularidad  en unos u otros países, arrastran un alboroto de millones: tal es el ciclismo, boxeo, baloncesto, esquí, etc. Como consecuencia de ello alrededor de estas actividades se apiñan los intereses. El dinero, junto con la política, es el gran centro de poder; por eso, hay ambiciones, forcejeos, intrigas. Todo ello en el terreno de juego se traduce en “ganar como sea”, “comprar al adversario”, “primas a terceros”, “doparse”, presionar a organismos federativos, comprar árbitros, etc. (…) Interesa arrancar victorias, contabilizarlas, con la exclusiva preocupación de exhibir una buena gestión pública, la eficacia de un ministro, de un gobierno o la excelencia de un sistema político. Estas injerencias políticas, que llegan desde los más altos niveles, son acciones muy peligrosas de cara a la desnaturalización del deporte.

Con todo ello no se favorece el entendimiento humano por medio del deporte., las relaciones amistosas entre los pueblos. Tales presiones deportivas no distienden sino que excitan; no crean amigos, sino más bien enemigos. He aquí un primer contraste entre las utopías del deporte y sus realidades. Pero todo esto se refiere al deporte-espectáculo, a la alta competición oficial. Queda el otro deporte, de práctica espontánea, de expresión y divertimento personal, de higiene corporal o espiritual. Sin embargo, es aquí donde se advierte alarmante descomposición.

La imagen del deporte-espectáculo con sus tensiones y compra de victorias ha producido contagio en otros niveles de la práctica deportiva. Hoy, en cualquier competición colegial o vecinal, se ven niños y niñas no ya animados a dar el máximo esfuerzo por ganar, sino nerviosos, consumidos, psíquicamente empobrecidos por el miedo a perder. O, lo que es peor, se ve a sus padres maquinando al borde de la cancha o la piscina, excitados y embrutecidos por la exhibición de sus hijos, propensos a cualquier trampa.

He aquí el cuadro: los hijos víctimas de la angustia de ganar que les transmiten sus padres; en el colegio, en la escuela, en el club, dirigentes y “educadores” prestos a hacer trampas, incluso a falsificar documentos acerca de la edad de un muchacho, para que el equipo que ellos dirigen gane.

A los más sencillos niveles de práctica deportiva ha llegado el mal estilo del alto deporte corrompido; y esto es peor que las corrupciones en el deporte-espectáculo.

Quizás la cosa venga de lejos. El origen no está simplemente en el gran deporte manipulado, sino en las actitudes generales del hombre de nuestro tiempo. El viejo refrán “en la mesa y en el juego se conoce al caballero” se puede trasladar a la sociedad. En los juegos propios de su tiempo se manifiesta, se desnuda una sociedad determinada, Cuando ni siquiera en el juego, en la diversión, una persona o un gremio social son capaces de ser limpios, eso significa que han dejado definitivamente de ser limpios.

11 de marzo de 2010

CATÁSTROFE

Rogamos a San Balón dos jaculatorias y tres lágrimas artificiales por la triste desaparición en la Champions League del afamado equipo de don Florentino Pérez en el día de desgracia del 10 de marzo de 2010. Aunque quedan sólo unos meses para que vuelva a resucitar en dicha competición, todos sentimos tan lamentable pérdida, especialmente su afición (a la que la eliminación ha sentado como una patada en los higadillos), los amigos de la cosa mediática y todos aquellos que deseábamos una larga vida championera a nuestro afamado y ricacho equipillo. ¡Cuántos magros ingresos vamos a dejar algunos de recibir por tan lamentable pérdida! ¡Adiós superávit de resultados por culpa de una noche aciaga y de unos tipos tan poco talentosos pero tan magníficamente retribuidos! ¡Qué de portadas se pudrirán en el limbo de nuestras rotativas, qué de bellos juegos florales estilo “Esto es Europa: hoy tenéis que ser once Juanitos” u “Hoy necesitamos al Bernabéu como al comer”! ¿Por qué esta vida tan mísera y desgraciada que se arrastra desde hace seis años por los arrabales de la Champions? ¿Por qué el cruel destino nos impide poder disfrutar de al menos  un par de eliminatorias más y así alcanzar las mieles de la gloria?  ¡Qué injusticia de vida, con lo fácil que sería que al rico diese poder y éxito y al desharrapado, como el Olympique ese de Lyon, le contentase con unos octavos de final y va que chuta! ¡Mísera naturaleza futbolera enemistada con la justicia, la historia y el parné! ¡A ti, putrefacta alcahueta, elevamos nuestras plegarias para que  la temporada próxima podamos alcanzar el cáliz de la final, pero no nos dejes caer en la amarga sensación de quedarnos siempre a las puertas de los cuartos de final como si fuéramos vulgares cantamañanas! ¡Que nuestras súplicas sean tenidas en cuenta! ¡Ya toca, San Balón, que te estás pasando un montón!  Devuélvenos la pronta confianza para que nuestro desconsuelo se troque en ilusionada espera, en bellas expectativas, en maravillosas vistas futuras. ¡Que al menos la Liga sea nuestra! ¡Amén, amén y amén!

8 de marzo de 2010

LÍO DE FALDAS

Nota del Editor: Juro, rejuro y requetejuro que el cuento que hoy les traigo lo escribió Pepe Luis días antes de que saltase a los periódicos y teleles el caso del lío de faldas entre John Terry y Wayne Bridge, allá por las Islas Inglesas, esas. De modo que, una vez  más, la realidad imita a la ficción, aunque según Pepe, lo que él cuenta siempre parte de la vida real y él sólo le pone un poco de hielo, pimienta o azúcar. Una pena que, por culpa de la actualidad, el Puñetas no publicara antes este bello y edificante cuento. Ya dijimos con el asunto de Tiger Woods lo que pensábamos de la exposición pública de las vidas privadas de cada cual, así que no hemos dedicado (ni dedicaremos) ni una sola letra a estos tipos del Terry y el Bridge.  En el Arco las relaciones íntimas de los unos y otras nos importa un rábano, aunque somos conscientes de que hay muchos bípedos humanoides (demasiados) a los que les causa gran placer el meter sus narices en los asuntos de bragas y calzoncillos ajenos. Con ustedes, el cuentazo de Pepe Lui, anterior a la historia de esos dos gladiadores de la Premier League.


Fue hace un par de años, una tarde de verano, de esas en que se derrite hasta el asfalto, cuando conocí a Rafa (nombre ficticio por razones del guión). Me pidió una coca cola con mucho hielo y algo para picar. El pub estaba vacío y yo aburrido como una ostra, así que aproveché la más mínima oportunidad para entablar charleta con aquel tipo musculoso, peinado casi al cero, de aire tímido y mirada huidiza.

-En la calle hace un calor espantoso, ¿verdad? (Con esta frase ingeniosísima empecé la aproximación dialéctica).
-No se ve un alma. La gente estará haciendo la siesta. He podido aparcar tranquilamente justo enfrente del pub. A estas horas pocos locales hay abiertos para tomar un refresco cálidamente.

Ya entrados en harina, tras hablarle sobre el calorín que pasé en mis dos años de trabajo en Marruecos, me fue contando algunas cosas de él. Era futbolista, había fichado por un club de segunda división de una ciudad cercana, tenía pensado residir en Madrid y estaba empezando su periodo de aclimatación a la ciudad y a su nuevo equipo.

No era una estrella sino uno de esos jugadores oscuros, dotados de fuerza y de espíritu de sacrificio, que los entrenadores necesitan para que el equipo ande bien compensado en todas sus líneas, especialmente las defensivas.  Era un obrero del balón. Este tipo de jugadores suelen pasar bastante desapercibidos. El personal se fija casi siempre en quienes meten goles, los preparan o los evitan, sin darse cuenta que el fútbol es una labor de equipo donde todos los jugadores y todos los roles son imprescindibles. De esas y otras cosas hablamos cuando otros días y semanas  apareció por el pub. Siempre lo hacía en horas de poca clientela, como si temiera ser reconocido por algún seguidor. Aquel tipo era algo leído, cosa rara en un futbolista. Estaba matriculado en la Universidad a Distancia aunque nunca me dijo (la verdad es que era bastante reservado) lo que estudiaba. Alguna carrera de letras, deduje, por cómo se expresaba.

Un día, a mitad de temporada, vino con una chica. Me la presentó pero no recuerdo su nombre. La gachí estaba de impresión así que me quedé mirándola en plan bobo. La moza estaba bien maciza, era un poco más alta que él y juraría que tenía que ver con el mundo de la farándula. O la moda, o el cine, o algo así. Ya no volví a ver a Rafa en el resto de la temporada. Supuse que entre el fútbol, los estudios y su novia, estaría de lo más ocupado. Sé, por los periódicos, que solía jugar como titular en su equipo y que no le iba mal, aunque todas las medallas se las llevaba un chaval de similar edad, natural de la misma ciudad. Era un goleador nato, aunque cuando el equipo fallaba él no veía puerta ni harto de vino. Lo cual demostraba una vez más mi tesis de que lo primero es el conjunto y luego las individualidades. Digamos que aquel figura se llamaba Iván.

Casi por las mismas fechas que la primera vez que le vi, regresó al pub. Y casi a la misma hora.

-Hacía tiempo que no te visitaba, Pepe. Hoy empieza la pretemporada y no quería dejar la oportunidad de venir a saludarte.
-Te veo con más chispa que entonces, Rafa, la mirada más alegre, no sé… Te va bien, ¿verdad?
-No me puedo quejar. Me renovaron por un año más tras conseguir dejar acabar el equipo en mitad de la tabla. Aprobé todas las asignaturas del curso y mi rollo con Ángela va genial. Madrid ya es como mi segunda casa. Así que no me puedo quejar.
-¿Y tu relación con Iván, el figura? Yo sé que por fuera los jugadores decís que os lleváis de puta madre pero supongo que…
-Es un chaval magnífico. Muy diferente a mí pero por eso mismo nos llevamos de maravilla. Lo han nombrado capitán del equipo y mucho me temo que algún Primera se lo lleve a final de temporada cuando finalice contrato. Es demasiado bueno para la Segunda División.

Durante su segunda temporada sólo vino al pub tres o cuatro veces. Seguía igual de feliz y encantado de la vida. Una tarde de abril, miércoles santo, regresó. No traía buen aire. Conozco demasiado al género humano por mis muchos años de estar charlando con él tras una barra de un local de copas para no saber lo que le ocurre a cada cual. Más o menos, claro. Y como soy un cotilla, no tardé mucho en hurgar en la herida.

-Este año te va fatal en los estudios, Rafa. Has suspendido casi todos los exámenes parciales de febrero…
-He suspendido el más importante: el de mis amigos.
-No todos. Es imposible que todos nos fallen al mismo tiempo.
-Lo sé, pero jamás pensé que Iván y Ángela…

No dijo más. No era necesario. El figura estuvo lesionado durante un mes gracias a una de esas entradas asesinas que hacen los carniceros del fútbol, otra especie necesaria en cualquier equipo pero un pelín  impresentable. Durante todo ese tiempo, mientras que Rafa entrenaba y viajaba con el equipo, se estuvo trajinando a Ángela. Y viceversa. El lagarto con la lagarta. Y viceversa. No es que yo sea un estrecho en la cosa del cameo, los amoríos y tal, pero me parece a mí que habiendo tanta gente por el mundo está muy feo que se hagan ciertas cosas a espaldas de quien te estima. 

A final de temporada vino por última vez. Yo había leído por la prensa que había fichado por un equipo del norte de España pero nunca vi ni oí nada acerca de lo que había pasado con el largato y la lagarta. En un país en que se airean con una gran alegría todos los trapos sucios, incluyendo los más íntimos, me llevó a pensar que lo mismo la situación se había arreglado o que la discreción había sido inusual para estos casos.

-Con que te vas a donde llueve casi todos los días. Tú, un tío habituado al sol y al frío reseco.
-Sí, Pepe, me voy. Mis dos temporadas aquí han sido muy buenas menos en lo que tú ya sabes o intuyes. Prefiero poner tierra de por medio pues no quiero que mis asuntos privados repercutan en mi rendimiento profesional. Mi futuro es seguir ganándome la vida con el fútbol, corriendo kilómetros y kilómetros todos los días para que otros se luzcan y metan goles. Incluso para que se cepillen a mi chica. Espero que cuando las piernas acusen el esfuerzo ya pueda tener mis estudios acabados.
-Y el Iván de las narices, a Primera. ¡Qué cruel que es la vida!
-Como jugador, se lo merece. En lo demás, mal rayo lo parta.
-¿Se excusó contigo, se justificó? No sé, tuvo algún detalle…
-Tuvo el gran detalle de no abrir la boca en todos estos meses. Encima le estoy agradecido porque algunos de los compañeros que sabían de mi relación con Ángela, simplemente pensaron que lo mío con ella se acabó como se acaban a menudo estas cosas. Yo tampoco quise decir nada. Es probable que si los colegas se hubieran enterado de la verdad todo habría sido más doloroso. Sólo el entrenador se olió algo cuando en los entrenamientos y partidos comprobó que Iván y yo jamás teníamos un intercambio de nada. Ni de palabras, ni de manos, ni de miradas, ni siquiera de balón. La marcha del equipo ha sido un desastre, así que el míster sabía que al final el equipo acabaría rompiéndose en mil pedazos. Cada uno a otra ciudad y a otro equipo. A eso nos dedicamos hoy día muchos futbolistas. A viajar, maleta en mano, de ciudad en ciudad. Como los titiriteros de antes. Como los artistas de ahora. Menudos artistas estamos hechos…
-¿Y Ángela? ¿Ha abierto su boquita de piñón para desearte suerte, al menos?
-Se ha hecho la mártir y ha querido sacar tajada del asunto. Publicitaria, claro. Y seguro que lo habría  conseguido de ser yo e Iván dos jugadores de más nombre, de equipos grandes. No lo ha conseguido. Creo que ahora está liada con otro fulano. Es una mariposa que acabará aplastada por cualquier tipo duro y sin escrúpulos que se encuentre en su camino. Una pena.

Me dio la mano. Pensé que aquel hombre se merecía un abrazo. Salí de detrás de la barra y se lo di. Muy fuerte. Me dio las gracias y se fue. Viéndole de espaldas juraría que estaba más fuerte y musculoso que cuando lo vi la primera vez. Lo único que no había cambiado era su tímida y huidiza mirada.

3 de marzo de 2010

UNA EXCELENTE NOTICIA: ÁRBITROS AL ATAQUE


A veces hay noticias que le alegran a uno las pajarillas. Por ejemplo, ésta: “Un linier de Preferente denuncia a seis aficionados por recibir insultos constantes”. En este enlace hay más detalles. Y en éste, otra variante de la noticia, con palabras del denunciante.

-Puñetas, ¿por qué se alegra usted de eso? ¡El fútbol está para lo que está!

No, señorito mío. El fútbol no se inventó para insultar a nadie, sea árbitro, linier o jugador. El fútbol se inventó para hacer ejercicio físico de manera entretenida entre un grupo de amigos. Luego vino lo que vino, añadiendo espectadores al invento. Más tarde se produjo la degeneración del mismo desde el momento en que se pasó la mano a los insultos, ordinarieces y amenazas que en él ya son habituales, inclusive en un partido de niños. Finalmente ha acabado como válvula de escape de los males humores y represiones del personal actuante, en la grada y, algunas veces, en el césped. De acuerdo en que el número de implicados suele ser una minoría en relación a la gran mayoría que acude a los campos a disfrutar o padecer con su equipo favorito, pero la cantidad no puede enmascarar la calidad. Hay gente (más bien gentuza) que debería tener prohibido aparecer por un estadio de fútbol, salvo que acredite haber realizado previamente, y con aprovechamiento, un cursillo acelerado de buenas costumbres y modos con el prójimo, sobre todo si éste es árbitro o linier.

La odisea que algunos energúmenos (delincuentes, en mi opinión) hacen pasar a pobres árbitros y liniers modestos, acosándolos, insultándolos y amenazándolos sin piedad durante los 90 minutos del encuentro, merece algo más que una suave reprimenda. Merece un castigo. Merece una multa y, si es preciso, unos días de prisión para que se le aclaren las ideas a estos sinvergüenzas. Por eso la noticia del linier que ha denunciado a esos indeseables que lo denigraron durante el partido de marras se lleva mi más encendido aplauso.

-Es que mucha gente va al campo a desahogarse…
-Pues que se vayan al campo de verdad y se peguen cabezazos contra un árbol, que es muy sano y desahoga un montón.

En el colmo de la estupidez más degenerada (estos tipos tienen tan poco  cerebro que les cabe en un dedal) alguno de los denunciados parece que dijo esta memez: “Tengo derecho a insultarte porque he pagado la entrada”. Señor, señor, hay caracoles y calamares con más dedos de frente que algunos homínidos… Claro que gente así suele presumir de “valor” amparados en la masa, gracias a la cual se creen la mar de valientes y “echaos palante” frente a un pobre linier que gusta de arbitrar porque es masoquista o porque, a cambio, recibe unos magros 18 euros con los que podrá echar algo de jamón al cocido, con suerte. (El jamón es que va carísimo, oiga).  

En fin, que un “diez” para el denunciante, don Leoncio. Ahora sólo hace falta que haya un juez con ciertas agallas e imponga una sentencia bien edificante. Por ejemplo, que los insultadores cuiden el césped de su equipo y el del prado más cercano durante un año y un día. Aunque, de ser el juez mi menda lerenda, yo me inclinaría por esta otra: que esos tipos arbitren un partido y paguen un euro a una ONG conocida por cada insulto que les dedique el respetable. La ONG se pondría de oro y estos maleducados acabarían bebiendo su propia medicina en cantidades industriales. A veces el “ojo por ojo” (no el “diente por diente”, ojo) es la mar de justiciero. Y educativo…  

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