EL FÚTBOL COMO TRAMPOLÍN POLÍTICO
Hubo un tiempo en que los presidentes de los clubes de fútbol eran gente del montón o, a lo sumo, algunos pequeños empresarios, propietarios de bares, restaurantes o gestorías. Debemos exceptuar a los presidentes de los equipos más poderosos (adivina, adivinanza…) que, habitualmente, se dedicaban a los grandes negocios, especialmente los de la construcción pues –en España- son los que dan mayor pasta y beneficio con el menor riesgo y honradez.
Pero desde hace unos lustros el personal con ganas de figurar y medrar por las alturas se dio cuenta que ser presi de un equipo de furbo es un excelente medio de continuar la expansión del negocio, de ganar dinero, de coger fama y hasta de poder aspirar a ser alguien en el mundo de la politiquería.
Nos informan ahora que Mauricio Macri, el presidente del Boca Juniors argentino (que hace poco ganó su sexta Copa Libertadores), será alcalde de Buenos Aires a partir de diciembre. Otro tipo que ha hecho una meteórica carrera en la política desde que un día le diera un disgusto a su financero padre diciéndole que se presentaba de candidato a la presidencia de Boca. Una vez alcanzada, lo de don Mauricio ha sido una meteórica carrera en cohete hasta llegar a la alcaldía bonaerense, previo paso por el Congreso de los Diputados y, quien sabe, si la meta final no es la butaca principal de la Casa Rosada, donde sientan sus posaderas los presidentes de la República.
Arrimarse al mundo bobalicón que han creado los mass media en torno al fútbol es garantía, en muchos casos, de éxitos posteriores, incluidos los políticos si es que el estómago del aspirante es capaz de aguantarlos. Hoy día no sólo son conocidísimos los jugadores y los entrenadores (de los que se sabe hasta el color de sus meadas) sino todos los que giran en derredor de la pelotita, incluyendo los utilleros y regantes del césped. Incluidos, faltaría más, los presidentes. Basta sin ir más lejos el caso del señorito actual del Irreal Madrid, el Sr. Calderón, que en un solo año de presidencia ha salido más en las telemugres que su más famoso antecesor, don Florentín de los Ladrillos y Cía, quien estuvo reinando en torno a los seis años. (Don Floren ya había pasado por la política, con sonoros fracasos, así que lo suyo se entiende). Yo diría que el mandamás del Madrid ha salido en las telecacas más veces que el mismísimo Presidente del Gobierno Zapatiéstico.
Todos recordamos a aquel gordinflón con lengua larga y bífida llamado Jesús Gil y Tal que, tras usar de trampolín la presidencia del At. de Madrid, llegó a ser alcalde de Marbella y de las mafias que allí introdujo, hasta el punto que sólo cuando se murió algún juez tuvo bemoles para empezar a sanar el patio, metiéndole mano a sus camaradas de trinque y corrupción, aún vivos y aún pendientes de juicio final. De modo que ya se ha convertido en una vieja aspiración de todo ser privilegiado con aspiraciones de ser alguien el día de mañana en el mundo de la política, el apoltronarse en la presidencia de un importante club de fútbol y echar la caña de pescar. Sólo hay un problema: el futbolín está cada vez más corrompido, más loco, más disparatado y al final acaba devorando hasta a los que se suben al mismo para servirse y autopropulsarse hacia otros puestos de mando más eróticos: una alcaldía, un diputaje, un salón de masajes…
Se afirma en los mentideros que un ejemplar típico que –llegado el momento- dará el salto de la rana, pasando del fútbol a la política, es el ínclito señor Laporta, presidente del Barcelona. No sé si será verdad, pero se le nota muchísimo que cada cosa que hace, cada gesto que expresa, cada palabra que suelta, que todo lo que gira en torno suyo está milimétricamente pensado (salvando aquel “desnudo” en el aeropuerto del Prat) para no quedarse fuera de juego en el brillante futuro politiqueril que le auguran y que él no desmiente.
En cualquier caso, la última palabra la tienen siempre los electores. Claro que si te presentan tropecientos tíos y tías en distintas listas electorales y, de todos, al que más conoces es a aquel que fichó a Ronaldinho (un suponé), parece claro quien se va a llevar el voto de la confianza al agua. Aunque tanta confianza al final acabe dando asco. Como pasó con el Gil y Tal y Tal…