30 de marzo de 2005

A REVUELTAS CON LA VIOLENCIA FUTBOLERA

Me temo que la semana deportiva está metida en sangre. Quiero decir, que si el lunes hacía referencia obligada al cariñoso codazo del sevillista don Javier Navarro al jugador del Mallorca Juanillo Arango, con el que le partió las muelas y casi media vida, hoy no hay más remedio que seguir en plan sanguinoliento.

Leo en varios periódicos diversas noticias relativas a la violencia en el fútbol, especialmente referidas a los últimos encuentros internacionales disputados en el mundo mundial. Resulta que los partidos del pasado fin de semana han dejado un balance de 6 muertos, 199 heridos y 399 detenidos en diversos altercados en los estadios. Estadística que se queda corta porque los que se encargan de hacerla siempre tiran alto cuando se trata de aspectos positivos y barren por los suelos cuando el asunto es negativo o levanta ampollas. La razón de este proceder: cuidan de nuestra salud y de su bolsillo.

Señor, señor. En el partido Eslovenia-Alemania, 52 ultras detenidos. En el Italia-Escocia, hinchas del Inter y de la Atalanta se liaron a mamporros, ante los ojos atónitos de los seguidores escoceses. En el Egipto-Libia hubo una batalla campal. El Camerún-Sudán acabó con un jugador en prisión pues el capullo amenazó de muerte al árbitro y le intentó agredir. En el Zambia-Congo, como había espectadores hasta en las torretas de la luz, hubo decenas de heridos tras desplomarse una de ellas. Sobreventa de localidades y picaresca africana. Por el continente americano la cosa no fue mejor: el Chile-Paraguay acabó con 23 arrestados, altercados callejeros y escenas dignas de un psiquiátrico. El Irán-Japón acabó como el rosario de la aurora: 6 muertos y centenares de heridos. Todo porque la policía reprimió dentro del campo una manifestación política contra el gobierno y ya se sabe que el Jatamí –aunque va de mosquita muerta- es más duro de roer que una chuleta de ternera comprada en el Carrefour. Y para no seguir deprimiendo más al lector, con el riesgo de que en cualquier momento empiece a resquebrajarse la pantalla del CRT o del TFT, cierro este pequeño desglose de gracietas futboleras con el partido Mali-Togo, que fue suspendido en la segunda parte cuando más de 500 espectadores invadieron el césped, no para pastar en él, sino para agredir a TODOS los futbolistas, no se sabe si porque el partido estaba siendo soporífero o porque por aquellos andurriales el personal tiene la biliburricie a flor de piel y no distingue siquiera entre compatriotas o forasteros. También es posible que sean muy demócratas (zurriagazo a tó el mundo), pero no creo que la cosa vaya por ahí.

Tras tan larga disgresión, qué vamos a decir.

Qué vamos a decir si hoy mismo el diario As titula a toda página: “La Batalla de Belgrado” refiriéndose al partidillo entre Serbia y España que en estos momentos se está jugando cuando escribo estos renglones torcidos.

Pues vamos a decir algo… Que no sólo los futbolistas como el Navarro ese, ni los entrenadores guerreros, ni los directivos mafiosos tienen la culpa. Que no sólo los políticos desnortados y los federativos tragones son culpables de todo este maloliente estado de cosas. Que muchísima culpa la tienen los medios informativos que calientan los partidos. Pero, sobre todo, que cada vez hay más cafres y trogloditas que acuden a los campos de fútbol.

La solución no es fácil porque esperar que venga de los de arriba (de los que mandan, dirigen o curran en esta sopa boba) es como pedirle a Pamela Anderson que se meta a monja. Si hay alguna alternativa de mejora en el asunto vendrá de los mismos espectadores, de esa gran masa de gente corriente y moliente que todavía acude a los campos de fútbol creyendo que va a ver un partido de fútbol. El día que miles y miles de aficionados decidan quedarse en casa para ver el asunto por la televisión, o no verlo; para evitar salir descalabrados o con las costillas rotas; para ahorrarse el dineral que cuesta el invento y para emplear el tiempo en labores más productivas o educativas, ese día el tinglado del futbolín empezará a cambiar algo para volver a asemejarse a lo que un buen y ya lejano día fue: simple y llanamente, un bello espectáculo.

28 de marzo de 2005

LOS CARNICEROS DEL FÚTBOL

El domingo 20 de marzo, en el partido Mallorca-Sevilla, se produjo una durísima entrada del defensa sevillano Javi Navarro sobre el jugador rival Juan Arango, que en días sucesivos las televisiones se encargaron de repetir voluptuosamente quinientas mil veces para que el populacho nos solazáramos con los espasmos entre la vida y la muerte del jugador mallorquín.

Entrada (o, más bien, agresión) como la de Navarro es cosa habitual en los campos de fútbol. Tanto como las imprudencias temerarias o las calamidades de los conductores en nuestras carreteras. En la mayoría de las ocasiones no ocurre nada, sólo un susto o una seria advertencia. Pero a veces la buena estrella desaparece y se produce el accidente fatal, quedando los cadáveres entre el acero retorcido o el futbolista más fláccido que un pelele. Y entonces todo el mundo se lleva las manos a la cabeza: ¡Esto no puede ser! ¡Castigo ejemplar! ¡Asesinos!

Y nunca pasa nada, fuera de estos improperios viscerales fruto de la pasión más volandera. Es más, mentí dos renglones más arriba porque no todo el mundo se lleva las manos a la cabeza y pone a parir al carnicero de turno. A éste siempre le defenderán sus compañeros de cuadrilla, la directiva y la afición de su equipo. Todos hechos una piña en el más estúpido y majadero de los sectarismos. Y que no cunda el pánico. Si la situación fuese al revés (el agredido como agresor y viceversa) estaríamos asistiendo a la misma historia pero con los protagonistas cambiados en los papeles. Y es que cualquier exceso en el bando propio merece absolución en la misma medida que se niega al adversario.

Lo grave es que nunca se reconoce la propia culpabilidad (en este tema, los futbolistas son peores que los niños) y lo más grave aún: que ni los árbitros, ni los clubes, ni los organismos competentes imponen castigos ejemplares. ¿Qué tal, por ejemplo, en no volver a jugar hasta que el jugador contrario pueda hacerlo? Cada vez se me agotan más los adjetivos para calificar a un deporte hermoso que ha devenido en lucha tribal donde la necedad, la incompetencia y el sectarismo campan a raudales por los despachos y los terrenos de juego. El pistolero Navarro desenfundó el codo (parte que cada vez más futbolistas emplean como instrumento de trabajo) para estrellarlo en la tráquea de Arango. No es que quisiera hacerlo adrede. Es que el pobre Javi (dejemos lo de “pobre” porque el tío gana en una temporada más de lo que usted y yo vamos a ganar trabajando toda nuestra vida), o sea, el rico Javi no sabe hacer otra cosa. Es así de malo, laboralmente hablando. Lo suyo es el patadón, el cabezazo y empinar el codo hacia el cuerpo del rival. Y que sea lo que Dios quiera, reza el amigo antes de cada choque.

No podemos pretender, es lógico, que todos los futbolistas sepan tocar virtuosamente el balón. Eso queda para la minoría. Una mayoría se consuela con fabricar un par de jugadas en cada partido y correr hasta desangrarse. La minoría restante tiene que dedicarse a destruir, a hacer de malos de la película, pero malos de verdad: palo y tentetieso. Y para eso no hace falta que sepan acariciar un balón o que feliciten las pascuas a los rivales. Lo que todo el mundo exige a los carniceros no es que sean buenas personas o hagan malabarismos con el hacha, sino que corten a la perfección el filete o los higadillos del pobre animal que les toca en suerte. Si Navarro no es duro en el césped, no jugará y se le acabará el chollo. Está clarito como el agua. Y ahora dejo para fin de fiesta un fragmento del artículo publicado por Luis Miguel Fuentes en el diario El Mundo del jueves 24. Escrito desde la misma Sevilla, o sea, conociendo bien el paño, no tiene desperdicio.

“Pensé que el chaval iba a morir en el campo y odié el fútbol que hacen los carniceros pero sostienen los meapilas, los sacristanejos, los tontos del pueblo con billetera. Hay demasiado dinero, vanidades y babosos para pensar siquiera que una agresión así pueda terminar en algo más que un castigo para cumplir delante de la tele de plasma. Mientras esperamos que al fútbol baje de vez en cuando un ángel malabarista, los tronchadores de piernas, los idiotas de las guerras entre barrios y los presidentes de clubs que hablan como chuloputas nos ponen el fango como honor y el crujido de los huesos como virilidad. Javi Navarro es un cepo que arma el Sevilla en cada partido. Del Nido, un fanático con cara de asco, tipito de boda y discurso de folklórica que busca el olor de la sangre en el campo o bajo la falda de los cristos, creyendo en ambos casos que hace Patria. El fútbol a veces es casi arte y entonces parece que Leonardo corre la banda. Más a menudo, apesta o nos lo presenta gente que apesta. Sólo si nos desinfectáramos de estos tipejos puede que el fútbol llegara a ser, verdaderamente, geometría en movimiento y la fiesta de unos espadachines que sólo bailan”.

23 de marzo de 2005

MARCHANDO UNA DE CITAS

Una de mis aficiones favoritas es lo que vulgarmente se llama “citas”. Esas frases cortas que concentran un kilo de buena sabiduría. Y dentro de ellas, las hay cínicas, bienintencionadas, humorísticas, burras….

Hoy me ha dado por rebuscar un poco en el tema deportivo. Cuesta trabajo el asunto porque no hay mucho publicado ni en libros ni en la interné. Así que he recurrido a mi memoria, alguna que otra publicación y hasta a mi propia imaginación. Aquí van unas cuantas píldoras bien humoradas (esa ha sido la condición básica de su elección).

* Fútbol: único lugar donde puedes ver como le dan patadas en los genitales a un millonario. (Anónimo)

* Un país habrá llegado al máximo de su civismo cuando en él se puedan celebrar los partidos de fútbol sin árbitros. (Coll)

* Los futbolistas son los únicos profesionales que exigen ser recompensados por cumplir con su deber. (Manuel Alcántara)

* España es un ejemplo para el olimpismo mundial: es donde mejor se cumple el lema "lo importante no es ganar, sino participar”. (Perich)

* Sucesos: cincuenta y dos muertos en un accidente en un campo de fútbol. Afortunadamente no hay que lamentar desgracias intelectuales. (Perich)

* La inocentada del día: España campeona del mundo de fútbol. (Juan Puñetas)

* “Cuando yo me vaya, se acabó el Atlético” (Jesús Gil). Siempre fue un bocazas.

* "Si no me valoran cojo la maletita". (Figo, futbolista del Real Madrid). Lo dijo en mayo del año pasado. Este año se hará realidad.

* Perdimos porque no entró la pelotita. (Cualquiera que juegue al fútbol)

* El amor es el único deporte que no se suspende por falta de luz. (Anónimo)

* En una partida de ajedrez a veces juegan cuatro caballos y dos burros. (Juan Puñetas).

* El deporte es el departamento de juguetes en los grandes almacenes de la vida humana. (H. Cosell)

* El deporte es una guerra sin armas. (George Orwell)

Y para rematar la faena, un chistecillo:

* Un papá está dando la papilla a su crío. Cabreado le dice a la mujer:-Cariño, nuestro niño va para futbolista…-¿Tiene buenas piernas? –le pregunta la parienta-No, pero escupe de miedo… (Chiste gráfico de Pachi publicado en el diario SUR).

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Hasta el lunes próximo, amigos deportistas.

21 de marzo de 2005

A VECES LLEGAN CARTAS

Lo primero que suelo hojear en un periódico suelen ser las cartas al director. Es ahí donde se palpa el talante del diario en aceptar las críticas de sus lectores así como la ideología de ese montón de papeles que tienes entre las manos y que, tras unos minutos de sobarlos, deberás lavártelas de lo negras que se quedan. ¿Cuándo harán periódicos que no manchen?

Al grano. En la prensa deportiva casi todas las cartas suelen reflejar el “descerebramiento” típico de todos aquellos que tienen sorbido el coco por su equipo favorito y que no ven más allá de su alineación y de sus figurillas ambulantes. Pero de vez en cuando alguien se levanta del suelo, otea el horizonte y escribe cosas la mar de interesantes. A continuación transcribo una de esas cartas últimamente leídas.

“Qué pena me da ver en lo que se está convirtiendo el fútbol y todo lo que le rodea. Árbitros que tienen que dejar su profesión por amenazas de muerte de los aficionados; jugadores que un día son dioses y al día siguiente tienen puesto precio a su cabeza como si fueran forajidos; estrellas que ganan lo que un ciudadano normal no ganaría ni en siete vidas; fichajes que cuestan lo que el producto interior bruto de muchos países sin siquiera haber demostrado lo que valen; gentuza –pocos pero muy ruidosos- con cánticos racistas, a los que se les da la publicidad que necesitan para convertirnos a todos los demás en igual de cafres que ellos…
Por todos estos motivos, creo que el único fútbol que de verdad merece la pena es el de los infantiles de mi barrio, donde si dos chavales tropiezan, se levantan y se dan un abrazo. Chavales que todavía no saben lo que es protestar una decisión arbitrar y mucho menos jugar con la presión de ganar a toda costa. Ellos sólo pretenden jugar al fútbol para divertirse”. (Diario AS).

Pues sí, reconforta saber que algunos no estamos solos en nuestras pejigueras contra la manía de destrozar un bello deporte como el balompié por parte de dirigentes, jugadores, espectadores y medios de comunicación. No soy tan optimista como el escribiente respecto al fair play de los chavales. Quizás los de su barrio sean una maravilla, pero no creo que eso sea la norma general. (Algún día volveré sobre el asunto).

Sólo en los últimos días se han dado casos que inciden en lo denunciado por el lector. En Brasil, un árbitro responde a golpes –en legítima defensa- frente al intento de agresión de un aficionado. En Málaga, un jugador del equipo local sube a las gradas para pegar a unos aficionados que proferían insultos no se sabe si a él o al equipo rival. En Alemania es detenido un jugador por la compra de partidos e ingresa en prisión acusado de recibir dinero a cambio de regalar un penalti y amenazar a un portero. Las televisiones, cuando no hablan del Madrid y del Barcelona, es que están poniendo las imágenes de cualquier acto desagradable que haya ocurrido en un campo de fútbol, para que así el personal aprenda como tienen que hacerse las cosas (de mal). La dramática escena ocurrida este domingo con el jugador del Mallorca, Arango, es un ejemplo de ello.

Total, que la vida está muy difícil, pero los que tenemos la obligación de hacerla más digerible –los humanoides- cada vez la estropeamos más. Hasta en los placeres. Que tiene bemoles que el personal en vez de disfrutar, divertirse y olvidarse de la dureza del hábitat, acuda a los partidos para todo lo contrario. Algunos lo consideran beneficioso por aquello de la adrenalina que se suelta, el desfogue de las pasiones, la canalización de la mala leche y la socialización de las abejas. Pura masturbación psico-ideológica. El fútbol (como tantas otras cosas, incluido el sexo) se inventó para favorecer el placer y no la estupidez o la idiocia.

18 de marzo de 2005

SE RETIRA EL REY



El ajedrez se hace republicano: su rey abandona.

Garri Kasparov (en Linares tenía que ser) ha anunciado que se larga, que deja el ajedrez competitivo, que está harto de pelearse más en los despachos que en los tableros.

Veinte añitos lleva el amigo liderando el ajedrez mundial. Una fuerte personalidad, una formación enciclopédica (este tío sabe de todo), una renovación en las formas y el fondo del ajedrez profesional. A mí siempre me ha caído bien, a pesar de su prepotencia y mala uva en ocasiones. Más que nada porque trajo al deporte del ajedrez un aire renovado y una popularidad que nunca había tenido antes, salvando la época ya añeja de Bobby Fischer (otro que tal baila, pero en loco), quien se pudre en una celda de Japón a la espera de que los mandarines de EEUU manden la Octava División de Paracaidistas para llevárselo a una celda local a que cumpla castigo por una niñería ya periclitada y obsoleta.

De talante rebelde y contestatario, Kasparov se enfrentó al eterno presidente de la Federación Internacional de Ajedrez, el filipino Florencio Campomanes, un corrupto de armas tomar. También en su país, la madre Rusia (aunque él tiene ascendencia judía, armenia y de Azerbaiján) fue aplaudido como héroe nacional cuando criticó el anquilosamiento del régimen comunista y apoyó a aquel señor tan simpático llamado Gorbachov, alias el perestroiko. En su delirio consciente llegó a enfrentarse hace unos años a un potente ordenador apodado Deep Blue en una serie de partidas que atrajeron la atención mundial, aunque un año después, en una segunda confrontación, la victoria correspondió a la máquina. Quizás desde entonces el bueno de Garri andaba con el ego un poco mosca y de capa caída.

Sea como fuere, su abandono va a representar para el ajedrez de competición un fuerte palo, pese a que hay jugadores de cierto renombre y fama como el indio Anand o chavalillos genialoides como Karjakin y Carlsen, que a sus 14 años ya le mojan la oreja a más de un gran maestro.

Yo creo que tarde o temprano Garri se liará la manta a la cabeza y se meterá en política, pues su computadora cerebral siempre tiene que estar peleando contra alguien. ¿Y quien mejor como rival que el Putin puteador? En cualquier caso, la popularidad del ajedrez en colegios, internet y casas de masajes está en su más alto nivel. Yo, sin ir más lejos, soy capaz de comerme a las piezas enemigas en un santiamén… siempre que sean de chocolate. A veces juego contra mí mismo pues así tengo la completa seguridad de que seré el vencedor. En otras ocasiones lo hago contra el Fritz del ordenador aunque acabo molido de las palizas que me da. Hubo incluso una época en que (entonces los ordenadores estaban en mantillas) jugaba por correspondencia contra jugadores de todos los rincones de España. A veces tardaba un mes en hacer un movimiento, pero es que ya entonces el servicio de Correos era un desastre y las cartas llegaban cuando llegaban.

Que le vaya bien a don Garri, que nosotros lo veamos y que el ajedrez siga presente en nuestras vidas para pasar el rato dándole al coco, antes de que se nos seque definitivamente. De no usarlo, se entiende.

16 de marzo de 2005

INSTALACIONES DE USAR Y TIRAR

Hay en la Hispania Macarrónica una fiebre por el bricolaje deportivo que no se pué aguantar. Me refiero a eso de fabricar una instalación deportiva para unos cuantos días, gastarse una pasta gansa y luego desmontar el tinglado y guardarlo en el cajón de las cosas inútiles o, simplemente, tirarlo a la basura.

Hace unos días se celebró en Madrid el Campeonato Europeo de Atletismo en el Palacio de Deportes. Allí se consiguieron doce medallas (no es para tirar cohetes, aunque se haya vendido como una hazaña) y una tomadura de pelo al contribuyente.

Resulta que el Palacio de los Deportes no se ha construido para el atletismo sino para el balonmano, para el baloncesto, conciertos u otros deportes. Pero el problema no ha sido ídem. Construimos en el Palacio una pista artificial de atletismo –se dijeron los derrochones politiquillos y federativos-, quedamos como dios y alá, y cuando el torneo finalice, tararí que te vi, desmontamos la pista, la embalamos y la dejamos que pase la noche de los tiempos en el cuarto de los ratones. Dicho y hecho, que para eso la pasta gansa la ponen los ciudadanos con sus impuestos y las medallas se las ponen estos mendrugotes de tres al cuarto: “Hemos dado una gran impresión cara a Madrid 2012”, ha dicho el Secretario de Estado para la cosa deportiva, un tal Liszapateresky o algo así.

Así que los ases del bricolaje ya han desmontado la pista, numerado cada trocito, guardado en sus cajas correspondientes y sepultado en algún sótano hasta que algún futuro mendrugo politiquil o federativo se acuerde que hay deshecha una pista de atletismo en algún desván de Madrid. ¿Cuánto ha costado la broma de construir el material, instalarlo, desinstalarlo y guardarlo? ¡Un Potosí y medio! Pero ellos, los mendrugos, no pagan. Pagamos nosotros. Y ahora no tenemos un euro en el bolsillo y tampoco una pista de atletismo donde retozar o brincar como las cabras.

Claro que la cosa ya viene de antiguo. Recuerdo, a pesar de mi memoria de mosquito, que en la Copa Davis somos expertos en construir pistas de tenis que cuando se acaban las eliminatorias las mandamos a paseo. Un derroche de dinero y de recursos naturales y artificiales que nadie cuestiona. Y es que ya somos ricos, europeos y catedráticos en la cultura del desperdicio. Pero lo más original ocurrió allá por julio del 2003, en el mundial de natación de Barcelona, donde el derroche llevó a prefabricar la piscina dentro del Palau de San Jordi. La cosa merece recordarla mejor con un punto y aparte.

Además del despilfarro de recursos naturales y medios económicos, tanto bricolaje suele venir acompañado a menudo de la correspondiente trampa. La tienen las pistas de tenis de la Davis para garantizar que nuestros jugadores no tiemblen ante el saque del rival y la tenía aquella piscinilla. Alberca de usar y tirar. Como los pañuelos de papel o el cine actual. Los nadadores mundialistas de entonces no necesitaron tomar EPO ni Clamouxil para mejorar artificialmente sus marcas porque para eso estaban los ingenieros talentosos que les fabricaron la piscinita guay del paraguay con la que pudieron batir los récords de dos en dos. Aquello fue una tomadura de pelo para los competidores de Mundiales anteriores y para cualquier deportista con vergüenza torera, aunque nunca leí crítica alguna al asunto. Corcheras diseñadas para evitar oleaje excesivo. La purificación fue con ozono para que fuera más bonito el color del agua, no hubiera olores, y –oh, casualidad- aumentara la flotabilidad del agua. Una artificial piscina rompe-récords que, una vez acabado el tinglado, se desmontó y de la que nunca más se supo. O sea, que no quedó ni gota ni rastro del cuerpo del delito. Todo perfecto y silencioso. Así dio gusto. Los próximos récords natatorios, en otra nueva piscina similar cuando los ingenieros se lo propongan.

Ya digo, desperdicio de instalaciones y medios junto a una trampa tramposa que no se la salta un galgo. En aquella piscina y en estas pistas de atletismo. Aunque nunca quede rastro del asunto: raterías de gente de cuello blanco que tira nuestra cartera al estercolero.

14 de marzo de 2005

NI GALÁCTICOS ANTES, NI CHATARRA ESPACIAL AHORA

No veas la que se ha montado porque el Madrid ha quedado eliminao en la Champion Li. (Lo reciente de Getafe es, simplemente, la resaca). Editoriales, reportajes a doble página, litros de adjetivos en las teleles, esquelas funerarias a gogó… “El ocaso de los dioses”, tituló el periódico del pluralista Polanco. Y todo el mundo rasgándose las vestiduras, haciendo sangre y vertiendo vinagre. ¡Cómo le encanta al personal rasgarse las vestiduras y echar bilis sobre el prójimo!

Pues no es pa tanto, chavales. Ni antes los galácticos eran maravillosos, guapos y rumbosos, ni ahora son unos apestados feísimos que no saben ni darle al agua mineral. Hizo fortuna el término “galáctico”, inventado por algún periodista mamón que seguro ahora será el primero que despotrica de tanto astro sideral. Seamos serios por una vez (hablando de fútbol, es difícil) y digamos las cosas por su nombre: ni el Madrid era el mejor equipo del mundo por tener en su nómina a unos cuantos ases de la publicidad, ni desde lo de Turín ha quedado convertido en pura chatarra futbolera. Si hablamos de propaganda, entonces sí: Beckham es el hombre mejor vestido del planeta, Zidane es un malabarista del Cirque du Soleil que se pasó al futbolín para hacerse rico, Ronaldo se mueve más que las tetas de la Obregón y Raúl es un gladiador romano que trabaja más que una tropa de albañiles. Pero si dejamos la farándula y el cachondeo, la cosa es más sencilla: un equipo de fútbol debe ser eso, un equipo, y no un grupo de faranduleros, por muy buenos que sean individualmente.

Juntar a algunos de los mejores jugadores del planeta (una definición absurda, por propia definición, pues el “mejor” lo es en función y gracias a los demás) puede ser tan descacharrante como contratar a los mejores violinistas del mundo y ponerlos a tocar juntos en una orquesta. Aquello será una guerra de egos y un galimatías de sonidos inarmoniosos. El director de orquesta haría mejor en dedicarse a tocar el violón en una estación de metro. Pues eso es, pero en pobre, un equipillo de fútbol: una pequeña orquesta donde debe haber de todo, como en botica, y no sólo excelsos violinistas.

En todo equipo que se precie (obvio que no hablo de "este" Madrid), debe de haber futbolistas que cumplan los roles más diversos para que eso funcione como una piña piñonera: El guaperas, que coge la pelota como si fuera papel de fumar, sirve para vender camisetas y poner el careto en las afotos. El currito (o negrero), dedicado a correr los 90 minutos en busca del tiempo perdido. El ogro, para partir las piernas a los rivales e imponer respeto en el área propia. El robaperas, encargado de quitar la pelota a todo el que la lleve y que no sea del equipo. El mayordomo, dispuesto a servir los mejores pases al niñato, ese delantero centro que no hace ni el huevo, pero que tiene un olfato de gol único. También hacen falta los motorizados, esos que se dedican a correr más que los gamos, preferentemente pegados a las bandas, para poner en bandeja las pelotas al niñato y al oportunista, otro violinista imprescindible, que está ahí para cazar mariposas y goles. En fin, que un equipo se hace con gente de esta calaña y que no sea buenísima para que así rinda todos los días y no se quede tirada en el césped tomando el sol o un gintonic entre spot y spot.

¿Y el líder carismático, el cemento que une tanto ladrillo suelto? –preguntará sagaz el lector inteligente. Pues sí, también es necesario e imprescindible, pero todo a su tiempo. Ya tenemos a la orquesta al completo, pero falta la guinda. Ese que cuando todo está perdido, dice ¡al río! y logra salvar los muebles. El que reúne todas las condiciones (pero en chiquitito) de sus camaradas de equipo. El que carga con la cruz de sacar las castañas del fuego cuando el incendio abrasa hasta al masajista. Y que todo lo hace fácilmente, como el gachó ese de las películas que tras pasarlas canutas, en un golpe de efecto, mata a los malos, se hace con la chica, la besuquea y pone el the end del flim, digo film. Un solo líder y no cinco, porque entonces la chica se hace un lío, los malos se aprovechan y nunca llega la hora de poner el fin al asunto.

Ya decía que en el Madrid no hay nadie que represente tal cual a todos estos feligreses referidos. (Cosa que, por cierto, empieza a ocurrir en el Barça). Y así no hay equipo que valga, sólo propaganda y mucha cara. Porque, vamos a ver, ¿cuántos campeonatos y trofeos han ganado estos pseudo-galácticos? Un par de Champions, un par de Ligas y muchos miles de millones de pelas. No es poco pero tampoco es una exageración, salvo lo de los sueldos. Además, el fútbol es también suerte (sobre todo el fútbol moderno, donde marcar un gol es tan difícil como encontrar la lámpara de Aladino), y un solo golete puede encumbrar o arruinar toda una temporada. Y un golecillo se puede marcar de rebote, de penalti, de carambola o de remanguillé. Antes los marcaba el Madrid y ahora se los marcan a él. La diosa fortuna, que es muy veleta y muy putera.

De modo que ni antes galácticos ni ahora pura chatarra espacial. Los chicos del Real sólo son excelentes futbolistas que en otros equipos destacaron/destacarían mucho más como individualidades al tener un equipo trabajando para ellos (¿será necesario recordar el caso Morientes/Mónaco?) pero que ganarían menos y saldrían todavía menos en los anuncios y fiestas de guardar. La Real orquesta es una jaula de grillos que necesita más que a un buen entrenador-director de orquesta, a un domador o un prestidigitador. O sea, una utopía, ¿verdad Camacho y Luxemburgo de mis entretelas?

11 de marzo de 2005

MI ARTISTA PREFERIDO

Ni Zidane, ni Ronaldinho ni Valeron: Lopera
Ni Gaby, ni Fofó ni Miliky: Lopera
Ni Zapatero, Chaves o Florentino Pérez: Lopera

Mi artista preferido se llama Manuel Ruiz de Lopera, presidente del Real Betis Balompié. Vamos, yo es que de mayor, quisiera ser como Lopera (aunque sólo fuera con una diezmillonésima parte de su fortuna).

Si el bueno de don Manué viviera en Madrid y fuera presidente del Real, sería portada todos los días en los periódicos y teleles. Como vive en una ciudad de provincias, por muy Sevilla que sea, sólo le sacan el cadavérico careto dos veces cada año. Cuando, oh casualidad, su equipo se enfrenta a los galácticos esos que viven en Marte.

Sí, don Manué es una mina. Por la pasta que tiene en los bolsillos, ganada trabajando sin parar desde los 8 años, en que tiraba de un carro del pan arrastrándolo por el barro. ¿Para cuando una película sobre su vida y milagros?

También es una mina porque don Manué es que lo borda cada vez que abre la boca. Tan serio que parece y no veas lo cachondo que es… Acaba de decir: “Mi mujer está orgullosa de que me haya gastado 36.000 millones en fichajes”. Puro humor grouchista. Aunque también se aplica al drama chaplinesco: “Una madre me pidió ir a la autopsia de su hijo desnudo, envuelto con la bandera del Betis, fui y lloré”.

Por si alguien no se ha dado cuenta, estoy hablando completamente en serio. Don Manué de Lopera me va, me va. Gente como él habría que embalsamarla para que la posteridad nunca la relegue al olvido. Sí, es un personaje contradictorio, pero en un país de dogmáticos esto es una maravilla. Lo mismo era accionista de un periódico facha como fue “El Imparcial”, que califica al socialista Felipe González de buen presidente. Lopera se lleva bien con todo el mundo, se aplica a todas las tostadas siempre que su Betis güeno saque algo en limpio. Se las da de muy religioso: superdevoto del Cristo del Gran Poder y macareno, pero yo creo que su verdadera religión es ser bético. “Hay muy pocos ateos que sean del Betis”, afirma. Otra perla: “Dios creó al bético diciendo voy a seguir siendo bético después de muerto”. La reperla: “Hay apuntados niños que aún no han nacido porque tienen que ser béticos por gracia de Dios y antes de nacer”.

Con un personaje así yo es que me quedo embobado. Hablo en serio, coñe. Un tío que coge como presidente a un equipo que debía 4.000 millones de pesetas y que ahora –según sus palabras- está situado entre las 30 primeras empresas andaluzas, no es un presidente cualquiera: es un salvador. Y, encima, con los pies en la tierra: “No soy importante, importantes son los médicos que salvan vidas, la congregación de Sor Ángela de la Cruz donde cuidan a los enfermos….”

Flipo con don Manuel. A veces me parece ridículo y otras me resulta genial. A su lado, los famosillos presidentes del Barcelona, del Real Madrid o del Deportivo, son unos monaguillos o reclutas. No en balde, si mi escasa memoria no me falla, es el único presidente vivo que tiene un campo de fútbol con su nombre. El único presidente al que los aficionados defienden en la fortuna y en la adversidad. Y él mismo, sin rubor, así lo proclama: “Los béticos se dirigen a mí no como presidente sino como algo suyo. La afición me considera más bético que el escudo. Soy un hombre que he sido bético antes de nacer”.

En la acera de enfrente, en el odiado Sevilla C.F. (algún día habrá que referirse a la rivalidad sadomasoquista entre los béticos y los sevillistas), su presidente intenta loperizarse, pero se queda en el más espantoso de los ridículos. Del Nido: “Soy la máxima autoridad de Sevilla y el hombre más importante de la Tierra después del Papa”. A lo que don Manué responde como hay que responder: “Pues yo soy el más humilde de Sevilla porque me dedico a trabajar desde los 8 años con el carrito del pan…” y ecétera.

Si alguna vez decido ser de algún equipo de fútbol, ese será el Betis, manque pierda. Y todo gracias a Super San Manué de Lopera. Un verdadero artista del que todavía no sé si me da pena, envidia, risa o admiración. ¡O todo a la vez!

9 de marzo de 2005

EL FÚTBOL, UN DEPORTE GUARRO

Sé que hoy me la voy a cargar, pero tengo el día de lo más satírico y burlesco. Así que correré el riesgo de ser crucificado en el altar de los bien pensantes, o sea, de la mayoría.

Ya suelo ver un partido de fútbol de higos a brevas, sólo cuando es importante lo que está en juego o cuando sé que va a haber –a priori- buen espectáculo, aunque a menudo resulta que lo que se preveía divertido deviene en soberana castaña. La mayor parte de las veces el fútbol y el buen juego brillan por su ausencia y sólo se ve lo marrulleros y guarros que son la mayor parte de los futbolistas. (Algunos prefieren hablar de virilidad y fuerza. Allá ellos, porque para virilidad la del balonmano, el rugby o la maratón).

El fútbol es el único deporte en el que sus practicantes se pasan todo el tiempo escupiendo, algunas veces hasta al rival. ¡Y les da lo mismo que lo vean millones de espectadores! Es lógico que no pase en una cancha de baloncesto o de balonmano, pero tampoco suele ocurrir en el rugby, el fútbol americano, el hockey sobre hierba y todos aquellos deportes que se practican sobre el césped. Me gustaría saber los fundamentos científicos de que los jugadores de fútbol estén a todas horas con la saliva volando hacia el exterior. Intento encontrarlos pero debo ser muy torpe o no tengo la enciclopedia adecuada.

A los escupitajos se unen las miles de patadas que se dan los protagonistas unos a otros. Cuanto peor jugador eres, más patadas endiñas. Y las hay de todas las especies: al tobillo, a la pierna, a la cabeza, por detrás, por delante… A veces el repertorio se amplía y surgen otras variedades como codazos, empujones, agarrones… Un extraterrestre que no supiese de fútbol, viendo tan descacharrante “deporte”, pensaría simplemente que allí el personal se está peleando. Además, cada patada a las espinillas o tobillos del rival es aplaudida a rabiar por el “respetable” que mira tan pacífico evento, aunque si el que recibe la tarascada o coz pertenece al equipo propio, entonces los aplausos se trocan en un rosario de insultos y desplantes toreros. Y lo más gracioso: el que atiza, tras ver al rival retorcerse de dolor por el suelo (aunque a veces todo es puro teatro), pone la cara de lelo como diciendo ¡yo no he sido!

Pero hay más: el fútbol también es uno de los pocos deportes donde se va descaradamente a engañar al árbitro. ¡Ah, el árbitro!, ese tonto útil al que le llueven todas las bofetadas. Hasta los jugadores lo zarandean a menudo, o le insultan o le tratan de inepto. ¡Ellos, unos tipos que son incapaces la mayor parte de las veces de meter una pelota en un pedazo de portería! Porque, ¿alguien se ha puesto debajo de una portería y ha visto lo ENOOOOOOOOOOOORME que es?

Claro que lo peor viene cuando, encima, abren la boca los interfectos y sueltan por el micro una muestra maravillosa de su formación integral: bueno…, po…, taba ganao…, no sé…unas veces se gana y otras se pierde… nos robó el árbitro…, no tuvimos suerte…, el partido fue mu difícil… ¡Dan ganas de mandarlos a preescolar de cinco años!

Total, que la práctica del fútbol actual es un ejemplo de deporte no apto para gente inteligente, sensible, educada y culta. Así que no comprendo nada de nada ese amor que los intelectuales y otras presumibles gentes del arte y la cultura muestran hacia el deporte del guarreo, quiero decir, del futboleo.

PD: Zidane, perdona, esta parida no va contigo.

7 de marzo de 2005

POR OPTIMISTAS QUE NO QUEDE

Comenzó el circo de la Fórmula I. Y lo hizo con el duelo que previsiblemente marcará las carreras, Renault-Ferrari, aunque también el curso pasado se habló de lo mismo y luego pasó lo que pasó, que siempre ganaba el Schumacher de las narices. No lo digo enfadado, que conste. Es el mejor piloto desde hace años y tiene la mejor mecánica: ese Ferrari que va como un cohete.

Una digresión: una encuesta citada por el periódico AS hace unas semanas decía que ante la pregunta a los encuestados varones de qué preferían hacer en un fin de semana, si pilotar un Ferrari o pasarlo con la explosiva actriz Pamela Anderson, los interrogados, en un 86 %, contestaron que subirse al volante de tan mítico automóvil. Placer que Schumacher hace casi todos los días y encima le pagan una millonada.

Volvamos al redil. Empezó la Fórmula I y los cantamañanas de turno andan a vueltas con el pavo engreído: Fernando Alonso ganará el mundial. Llevo leyendo informaciones sobre la pretemporada de la Fórmula I y oyendo de vez en cuando a los exaltados chicos de Telecinco preparando el espectáculo que la cadena del W.C. piensa retransmitir en exclusiva para España: Fernando Alonso ganará el mundial. Recuerdo la temporada pasada en que a nuestro mítico piloto Alonso lo vitoreaban hasta en los accidentes o salidas de pista. Francamente, es demasiado.

De acuerdo en que Fernandito es un piloto aguerrido que cuando coja experiencia, le acompañe la suerte y el coche, nos dará muchos días de gloria, como suele decirse en estos casos. Pero me parece que es erróneo crear falsas expectativas, quemando a nuestro joven piloto antes de tiempo, al exagerar sus posibilidades reales de éxito aquí y ahora. Oyendo a estos cantamañanas, a veces parece que el neófito sea el veterano piloto alemán y que el maestro sea nuestra joven gloria asturiana. Qué falta de respeto para ambos.

Este año todavía no ha empezado el circo, como quien dice, y ya todos dan a Fernando Alonso como brillante vencedor. Temo este desbocado optimismo porque en este país a nuestros buenos deportistas los subimos a las alturas en menos que canta un gallo y los tiramos al estercolero en menos que rebuzna un rucio. Lo segundo viene a consecuencia de lo primero. Y Alonso, cuando habla y cuando actúa, demuestra que sabe donde está, cual es su tiempo ahora y cual será su futuro si hace las cosas bien, no se le suben a la cabeza tantos falsos halagos y se dedica a aprender y a perfeccionar las mecánicas.

Diario AS, 3 de marzo: “Gran Premio de Australia. Renault cree que ganará de calle en Albert Park. El equipo técnico de la escudería de Fernando Alonso está convencido de su superioridad. Todo es optimismo, aunque existen dos dudas: la fiabilidad del coche y la estrategia de carrera”. Ese mismo día Alonso afirmaba: “Hasta que no pasen unas carreras será difícil ver favoritos. El equipo ha hecho bien los deberes, pero no me fío. El año pasado las sensaciones eran buenas y Ferrari nos metió 40 segundos”.

Al mismo tiempo, el propio Schumacher afirmaba que “no tenemos a punto el coche por lo que partimos con una desventaja en las primeras carreras, pero creemos que es la mejor opción, ya que de lo contrario no lo hubiéramos hecho así”. O sea, que los que se juegan la vida al volante de los bólidos mantienen la cabeza entre los hombros, como magníficos campeones que son, mientras que todos los botarates que les rodean, algunos, en su misma escudería, y otros en los medios de información y propaganda, hablan y no paran haciendo pronósticos que barren para casa. Y es que no es lo mismo ver los toros desde la barrera que comprobar cómo los cuernos te rozan la taleguilla. Y eso, más que miedo, da mucha sensatez. Quiero equivocarme, pero todavía es temprano para Alonso. Renault deberá mejorar mucho sus coches y Schumacher-Ferrari tendrán que coger una pájara de cuidado.

4 de marzo de 2005

LA TRAMPOSA COPA DAVIS



Ha vuelto de nuevo la famosa Copa Davis de Tenis. Cuando escribo ésto ya hemos perdido los dos primeros partidos. El rival, pese a ser una selección de camaradas de segunda división, nos dará esta vez sopas con marisco. ¿Y qué puede llevar a una selección, campeona hace poco de la edición anterior de la Davis, a quedar eliminada a las primeras de cambio? Pues lo de siempre: la conjura judeo-masónica de nuestros rivales. En este caso, la pista que Eslovaquia ha colocado para que nuestros jugadorazos se partan los dientes contra ella. Una pista que el nuevo presidente de la Federación Española de Tenis, los entrenadores del G2, los jugadores hispanos y los periodistas de la casa no han dudado en calificar de “ilegal”.

Antes de empezar esos partidos de la eliminatoria en que los eslovacos (mucho me temo) van a barrer de la pista a los españolitos, los responsables del tenis se estaban poniendo la venda en los ojos: “Intentaremos vencer, pero no puedo garantizarlo”. “La pista es moqueta pintada. No se ha visto una pista así en ningún torneo”.

Ya tenemos la disculpa para el desastre que se avecina (o avecinó, si usted lee este comentario una vez pasado el tsunami eslovaco). Pero ganar o perder, no es el problema. El quid de la cuestión está en nuestra acostumbrada doble moral. Nos quejamos ahora pero sacamos pecho y nos llenamos la boca de champán cuando ganamos la Davis jugando todos los partidos en casa, en unas pistas de tierra realizadas ex profeso para que los rivales tuvieran todas las dificultades del mundo. ¿O ya no nos acordamos de los tejemanejes que hubo que realizar en la mismísima final de Sevilla, montando artificialmente una pista pensada científicamente para evitar que el cañonero americano Roddick perdiera potencia en sus saques? Entonces ningún españolito protestó: ni siquiera mi vecino Perico, que protesta hasta cuando duerme. Sí, ganamos la Davis gracias al bricolaje de las pistas y a lo de jugar TODAS las eliminatorias en casita. Entonces nadie levantó la voz para gritar aterrorizado por tanta trampa y ventajismo. Ahora, en cambio, todo son ayes y lamentos, que parece que nuestros chicos y directivos del tenis hayan aprendido flamenco en cuatro días.

Esta edición nos ha tocado jugar en el otro lado de la luna. Ahora nos devuelven el tortazo los eslovacos. Y caeremos a la moqueta con un K.O. técnico impecable. (No hace falta ser muy adivino). He visto unos minutos de gloria a Feliciano López y es que el tío no rasca bola ni cuando se rasca la coleta. Y digo yo que la moqueta es la misma para los dos contendientes, ¿no? Que por cierto, el Moyá y el Ferrero están missing. Debe ser que se olían el percal o que ellos sólo juegan con el equipo español cuando la fiesta se hace en casa, por aquello de estar arropados por la familia.

En fin, que esto de la Davis es lo más tramposo de todos los torneos habidos y por haber. Cada uno se monta la pista que le da la gana. Si el sorteo viene de cara puedes jugar todas las eliminatorias en la puerta de tu casa y si viene de cruz (como este año), harás más viajes al extranjero que el Ministro de Exteriores, el famoso Morrotinos. Comprendo que no soy yo el más indicado para exigir seriedad, pero alguien con catorce dedos de frente debería encontrar un modo más racional de jugar este torneo antes tan prestigioso y ahora tan cachondeado. Uno, que en su modestia le da a la pelotita amarilla desde hace más de veinte años, no acaba de entender el giro a menudo tan cochambroso que lleva dando el tenis desde hace unos años. No quiero satirizar tanto como lo hice en mi comentario “El tenis del abuelo” de fecha 28 de enero, pero hay cosas que más que deporte parecen de circo. Ojalá me equivoque, pero Eslovaquia nos va a dar un repaso tenístico morrocotudo. ¿La culpa? De la moqueta, hombre, de la moqueta…

2 de marzo de 2005

¿PARA CUÁNDO LAS LIGAS AUTONÓMICAS?

El panorama autonómico-nacionalista anda la mar de divertido, con el Plan Ibaleche, el ya precocinado Plan Rovireche y los próximos cambios de estatutos autonómicos, desde el andaluz del capataz Manolo Chaves, el del bombo (lo digo por el tamaño de su cabeza) al mallorquín de don Jaume el Mata-dor, pasando por todos los estatutos habidos y por haber en la España mundial. “La Generalitat reclama la Seguridad Social y poder convocar referendos”, leo en un diario gratuito. Exigirá en el nuevo estatuto la cesión de nuevas competencias: la inspección de bancos, los aeropuertos y los paradores son parte del paquete, que incluye a RENFE, carreteras y lagos (incluidos los bichos que viven en ellos). Por pedir que no quede. Yo creo que mejor quedaría el tripartito catalán pidiendo simplemente la independencia. Nos ahorrábamos discusiones bizantinas pues dialogando no se entiende la gente si no habla claro.

Lo que no entiendo es cómo el gobierno catalán, el vasco y el resto de los autonómicos, con esto de la “modernización” de los Estatutos (que sólo la conciben como más poder para ellos y menos para los demás) no piden también las competencias en materia deportiva, que incluirían el organizar la correspondiente Liga Autonómica de Fútbol, baloncesto, etc. No comprendo cómo se puede pedir el tener una selección “nacional” y no una Liga “nacional”. Tampoco cómo se puede demandar una agencia tributaria propia o tener competencias para la gestión sanitaria o de la salud y en cambio el mundo del fútbol tiene que seguir funcionando en torneos nacionales organizados por la Real Federación Española de Fútbol del señorito Villar.

Que alguien me lo explique. Quizás los politiquillos nacionalistas y autonómicos no reclamen las transferencias deportivas porque, en el fondo, pero muy en el fondo, no son completamente idiotas, pero yo creo que una Liga Catalana sería la mar de divertida, con Ronaldiño jugando contra Jaume Solé y con el Barsa peleando por el título contra el Santa Coloma de Gramanet. Los vascos tendrían más batiburrillo juntando al Atletic, la Real y el Osasuna. Sin olvidarnos del Alavés. Encima, aliviarían gastos al ahorrarse muchísimos kilómetros en los desplazamientos, que los jugadores y cuerpos técnicos podrían hacer prácticamente en bicicleta, dándose un paseo, como quien dice. El acabóse de la emoción futbolera y competitiva tendría lugar en la Liga de fútbol de la Comunidad murciana, con partidos tan emocionantes como los del Murcia contra su filial juvenil, o en Cantabria, donde el Racing podría tener como oponente más directo al título liguero a un equipo de veteranos de la cosecha del 79.

En Madrid la cosa estaría más emocionante, con el Atletico de Madrid de comparsa y el Rayo como guinda, si bien el Real ya no necesitaría galácticos planetarios sino simplemente pavones y pavoncillos: con Guti como figura chulesca estelar, la cosa iría de maravilla. En Al Andalus es donde todo estaría más equilibrado: acostumbradas a pelearse las ocho capitales de provincia por cualquier tontería, la sangre de la rivalidad podría llegar hasta cotas jamás alcanzadas por las lluvias otoñales.

De modo que, si son consecuentes, algunos gobiernos autonómicos con aires de grandeza (también llamados eufemísticamente “capacidad de decisión política”), junto a las tranferencias y competencias de RENFE, carreteras, bancos y sillas, deberían pedir también el traspaso de la Liga de fútbol en la parte que les toca. Si es que son consecuentes los muy puñeteros…

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).