31 de marzo de 2006

AL FINAL NO HAY HUELGA



Los árbitros de la Liga Española de fútbol han estado amenazando en los últimos tiempos con hacer huelga de pito en la jornada de liga de este fin de semana. Mientras que al Puñetas se le hacía la boca agua, en los mundillos futboleros y politiqueros se encendían todas las alarmas pues un país puede sobrevivir al acoso pertinaz de una banda terrorista, a la corrupción de algunas de sus autoridades, a las estupideces de los famosuelos de medio pelo que lucen cretinez perpetua en los programas del corazón, pero salir indemne de una huelga arbitral que dejase temporalmente en paro a los Ronaldinhos, Ronaldo y cía, eso no habría país civilizado que lo pudiese aguantar y menos el de las Españas.



El Puñetas ya veía venir centenares de divorcios (¿quién es la guapa que aguanta al pelanas del marido subiéndose por las paredes a consecuencia de la adrenalina no expulsada en la jornada liguera?), incrementarse el número de accidentes domésticos y aumentar el índice de depresiones y ataques epilépticos. Afortunadamente de todo ello nos hemos salvado gracias a la “cagalera” habitual de los trencillas. Porque los pobres, ninguneados y puteados por todo bicho viviente, tienen el orgullo propio por los suelos. Cómo tenerlo cuando cincuenta mil o cien mil personas te llaman de todo menos bonico. Pero éstas pagan para ello, más ¿qué hacemos con esos tíos del micro y de las teleles que siempre están echando la culpa al arbitrucho de turno? Claro, como ellos pueden ver las jugadas un millón de veces a cámara lenta… Así arbitra cualquiera. Así son tan listos… ¿Y qué hacemos con los jugadores, más preocupados de engañar al árbitro que de jugar bien al fútbol? Les pido que efectúen el siguiente experimento futbolil. Vean un partido de fútbol de manera desapasionada, tal y como si estuviesen haciendo una vivisección a una mariposa, por ejemplo cuando jueguen dos equipos que no les hagan ni tilín ni tolón, y dedíquense a contar las veces que los jugadores hacen teatro del bueno (algunos son mejores actores que Luis Varela) buscando un penalti, cayéndose al suelo en contacto con el aire pero haciendo como que el rival les ha empujado, etc. Aseguro, porque el experimento lo he realizado ya muchas veces, que la cuantificación de los dos equipos pasa de la treintena de veces.



Esta vez parecía que los tipos sin los cuales no hay partido de fútbol (los árbitros, claro) se iban a plantar por un dinero no cobrado (una miseria comparado con el papel crucial que desempeñan) pero al final se han rajado, como siempre. Y es que ellos “cobran” a todas horas. Encima sus jefes se lo ponen a huevo para que siempre estén en la picota y así actúen de pararrayos de la irritación social, o sea, furbolera. Ni una moviola a pie de campo para examinar en un pis pas la jugada conflictiva, ni un detector electrónico que indique que la pelotita traspasó la línea de gol de la portería, ni siquiera un asesor colgado de las pantallas para susurrarle al oído que de penalti nada, que el delantero se echó al suelo simplemente para atarse el cordón de la bota izquierda. Nada de nada. Si todas las perrerías y dificultades que se ponen a estos empleados del pito se les hiciesen a la mayoría de los trabajadores, estaríamos de huelgas hasta los mismísimos. Pero estos tipos es que tragan lo que les echen. No se sabe si por masoquismo aprendido o innato. Y, sin embargo, a este juntaletras le parece que son los personajes más sanos del fútbol. No espero que nadie me diga, tiene usted razón, caro Puñetas. No los defiendo por sistema, pero sí me parece que normalmente son los más inocentes de la película. Un poco cortos, tímidos y vergonzosos sí que son, porque es que a más de un jugador que se dedica a decirles lo que tienen que pitar en vez de ponerse a marcar goles, yo le metía el silbato en la boca ante los vociferantes cien mil espectadores y le decía:



-Arbitra tú, capullo.



Menos mal que pronto se extenderá como el aceite la única medida que los dirigentes futboleros han pergeñado para hacerles la vida más fácil y que ya se ve en algunos partidos de Champion Li: esos auriculares tras los que –esto es una primicia mundial del Puñetas- suena siempre una música relajante para que –por si acaso- no se pongan de los nervios ante tanta presión del respetable público y de los maleducados jugadores y, cabreadísimos, se líen a repartir mandobles a diestro y siniestro. Suelen contenerse a la hora de manifestar cualquier tipo de emoción negativa ante el fiero entorno, pero nunca se sabe… Con el inventito del auricular, ya ni esa remota posibilidad será posible.


PD: Sólo arbitré una vez un partido de fútbol en mi vida, a unos chavales de dos ciudades distintas en un campamento veraniego allá por el Pleistoceno, cuando el fútbol todavía no era una religión y cuando había más fair play que ahora. Cuando llevaba veinte minutos de encuentro les dije a los jugadores: “ahí os quedáis, imbéciles”. Y hasta ahora. A lo mejor tan negativa experiencia me ha traumatizado y por eso ando por estos derroteros. Yo creo, más bien, que la misma me curó el masoquismo que nos inculcan desde pequeñitos. Pero ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito ni arbitrado.

28 de marzo de 2006

AQUÍ PAGO YO



El año pasado, por estas fechas, me cachondeaba sanamente de los moteros, esos bichos raros que son capaces de pegarse un atracón de kilómetros montados en un loco cacharro para ir a ver una carrera de motos y luego vuelta a deshacer el camino rodado. Este año me voy a tomar la cosa menos burlescamente.


Domingo 26. Gran Premio de Jerez. Primera prueba del Campeonato del mundo de Motos en sus diversas cilindradas. Desde hace varios días los moteros han inundado la ciudad gaditana. Muchos jerezanos están que echan las muelas: se acabó la paz y la tranquilidad. Aficionados venidos desde el más allá montan unas fiestas y broncas que te cagas. Ya se sabe: mucho alcohol, gasolina y ruido. Demasiada ostentación por parte de numerosos mastuerzos sobre dos ruedas que intentan presumir del poco cerebro que tienen. La ciudad sin ley, en la que miles y miles de recién llegados campan a sus anchas, cortan calles para hacer sus numeritos y llenan media ciudad de basura. “Los hoteles están a rebosar”, dicen los politiquillos locales de turno, sacando pecho, incluidas las señoras. Que les pregunten al personal de a pie. Cuando acabó el espectáculo ya se contabilizaban 9 muertos en la carretera y en la ciudad. No está mal para una celebración tan festiva.



¿Y de quién fue la bella idea de montar un circuito en Jerez, tierra de caballos y vino, es decir, lo más alejado al mundillo de las motos? Pues la parida salió hace más de veinte años del caletre de un señorito jerezano llamado Pedro Pacheco, alcalde de la ciudad desde el inicio de la transición política y que todavía anda comiéndose el turrón por el Ayuntamiento, aunque con menos éxito. ¿Qué hago yo para pasar a la posteridad? –vino a preguntarse el amigo. Y se montó un circuito para sus ratos libres. Naturalmente que el dinero no lo puso de su bolsillo. Como era de esperar, dado que su partido no era quien mandaba en la Junta de Andalucía ni en el gobierno de la nación, contó con pocas ayudas de las restantes administraciones. Así que la ciudad ha tenido que sufragar sola las multimillonarias facturas que han ocasionado las pruebas. Pero ahora resulta que quien gobierna en el Ayuntamiento jerezano es una señora socialista del PSOE y, claro, el gobierno andaluz ha decidido que a una camarada no se la deja en la estacada, así que se ha abierto una autovía de acceso al circuito aún no recepcionada y se han puesto 1.130.000 euros para el vigésimo gran premio del domingo pasado, que se unen a los cuatro millones ya aportados como opción de compra del circuito. O sea, que el Puñetas ya está pagando con sus impuestos el tingladillo del circuito de Jerez. Como hacen, por cierto, los ciudadanos de Cataluña, Valencia o Madrid con los suyos. Y es que es encantador esto de que las administraciones públicas tiren a espuertas el dinero de los contribuyentes en negocios privados como, por ejemplo, el de las motos. Después no hay dineros para otras cosas más importantes (sanidad, educación, farolas, medio ambiente…), pero eso qué.



Acabo. El señorito Pacheco (actualmente primer teniente de alcalde) ha inundado su ciudad recordando que él es el responsable de la existencia del circuito, aunque nada ha dicho del pastón que le ha sacado a los jerezanos (ahora también pagamos el resto de los andaluces) para que su juguetito funcionase durante estos años. Pero los señoritos son así: echaos palante con la pasta ajena. Encima muchos les ríen las gracias en vez de salir detrás corriéndolos a gorrazos. Si es que estamos más domesticados…

24 de marzo de 2006

TRES MIL EUROS Y AQUÍ NO HA PASAO NÁ



Recuerdo hace unos años cuando el At. de Madrid fue intervenido judicialmente por los múltiples tejemanejes de aquel santo varón llamado Gil y Gil. Los mandamases del futbolín (federaciones y clubes privados) son incapaces de poner orden en su propia casa y funcionan en algunas ocasiones al margen de la ley que rige al resto de los ciudadanos aunque –eso sí- siempre tienen la mano tendida para embolsarse ayudas públicas de todos los colores: recalificaciones urbanísticas, subvenciones con el cuento de que los clubes representan a las ciudades (¿?) y a los ciudadanos (¿?) y ahorros propios a costa del trabajo público de funcionarios tales como la policía, los sanitarios y las teleles públicas. Son incapaces, ya digo, de resolver sus propios problemas. ¿Cuestión genética, cultural o crematística? ¡Pues de todo un poco!



Iba hoy a comentar la enésima muerte de alguien en un rally (esas carreras de la muerte en que pilotos y aficionados juegan a la ruleta rusa con la increíble pasividad de los miopes gobernantes) cuando el espectáculo del Vicente Calderón de este jueves aconseja unas palabritas. Naturalmente que ni el Puñetas ni nadie en sus cabales se sorprenderá de que ocurran cosas como las de la otra noche. Cuando se juntan miles y miles de humanoides más o menos fanatizados lo raro es que no ocurra alguna desgracia. En este sentido el mundo del fútbol no puede ser criticable en exceso. Pocas cosas ocurren pese al alto riesgo potencial. De lo que se espanta uno y cualquier persona de bien es que cuando ocurre algún escándalo, desde dentro del fútbol no hay nadie (o casi nadie) que aplique medidas correctoras, sanciones ejemplares y corte el brote maligno por lo sano. Todo vale y todo se justifica. Nada se castiga y nada se escarmienta. Y así el porvenir amenaza ser de lo más risueño…Tras el grano, el quiste. Tras el quiste, el tumor. Tras el tumor, el cáncer. Tras el cáncer... ja, ja, ja...


El Comité de Competición ha castigado al At. de Madrid con 3.000 eurillos, una propinilla que causa risa y vergüenza ajena. Los actos violentos que -por ahora, de vez en cuando- se cometen en los campos de fútbol españoles salen gratis (es decir, quedan impunes) gracias a la hipocresía, torpeza y ligereza de los responsables del fútbol dentro de los que deben incluirse –por supuesto- los mismos clubes. La Directiva del Atlético a estas horas ya debería haber puesto una dura sanción a sus tres jugadores expulsados en el partido por no saber controlar los nervios en momentos de alto riesgo. (Si no saben controlarse, que les den clases de yoga y de taichi). Ahora le ha tocado al equipo del Manzanares, pero son todos del mismo pelaje. Otras veces ha sido el Sevilla, el Bilbao, el Barcelona y recorreríamos toda la geografía española. Los graves incidentes dentro del campo, en el césped y en las gradas, se los pasan por el arco del triunfo los directivos, jerifaltillos y jueces de opereta del Comité de Competición. Pues vale, pues de acuerdo. Pero que no se quejen si alguna vez –desde fuera, cosa no deseable- hay que entrar a saco en clubes y federaciones para atajar tanta cobardía y tanta estupidez. Por no hablar de la corrupción… En varios países europeos el tema está que arde y en manos de los juzgados. Como a las Españas toda medida regeneracionista tarda en llegar medio siglo más tarde que en el resto de nuestro entorno, habrá que seguir esperando con infinita paciencia.

21 de marzo de 2006

VIVA ER BETI MANQUE PIERDA



Hubo un tiempo en que el Betis bueno era el club más simpático del mundo. Aquella época en que todavía había cierto romanticismo en el tingladillo futbolero, en que los jugadores se dedicaban a jugar, los directivos a no salir en los medios y los aficionados a aplaudir a su equipo y no tanto a denigrar al contrario. Tiempos en que los aficionados del “Betis güeno” presumían de sus colores con el bello dicho con el que titulo hoy esta parida algo nostalgicona.



Viva el Betis manque pierda. Pues el otro día un equipo rumano lo apeó de la UEFA y la mayoría del personal del Estadio Ruiz de Lopera ya no se acordaba de tan bella y otrora sentida frase. Incluso una pandilla de tripudos ociosos se permitieron unas horas después el lujazo de insultar impunemente a la plantilla verdiblanca. Algunos hasta quieren echar a la calle a Lopera, el presi benefactor, que es como echar a la rue a Jesús del Gran Poder, si se me permite la licencia religioso-futbolera. De desagradecidos está el mundo lleno, de maleducados y de indocumentados. Porque nadie le pone una pistola a estos “aficionados” para conducirlos al estadio a ver al Betis. Ellos van solitos porque les da la gana y bien cara que pagan la broma. Si el equipo triunfa (como le ocurrió no hace muchos meses, cuando ganó la Copa del Rey), se pega uno los saltitos de alegría de rigor para desentumecer los músculos y a seguir trabajando todos los días para poder seguir teniendo dinero para ver al Betis bueno. Pero si las cosas vienen mal dadas, porque en este sinsentido del fútbol, salvo los cuatro equipos ricachones de turno, todos llevan bolitas en el sorteo para cualquier año irse a freír espárragos a la segunda división, entonces ahueca uno el ala y se plantea gastarse los cuartos de manera más provechosa o decide seguir encontrando sentido a la vida en el ritual semanal del partido liguero de turno más alguna que otra breva que caiga en forma de Champion Li, UEFA o Copa, si es que el sol alumbra de cara. Y ya está. Ahí se acaba el tema y la discusión. Y el que no lo entienda así, que se meta la mano en la cartera y saque un bono de propiedad del club o un par de acciones o unos cuantos pagarés. Y si no lo hay (que no lo suele haber, porque la propiedad de los clubes está repartida en poquísimas manos, salvo excepciones), entonces sólo queda pensar en positivo:



-El año que viene, en vez de ser cola de león seremos cabeza de ratón. Ganaremos más partidos. Intentaremos ascender, que es más divertido que intentar no descender… O pensándolo mejor, voy a meter en una hucha el dinero que me ahorro por no fumar ya, y el que me ahorraré por no ver a mi equipo en el destierro de la segunda división. Y en agosto, no veas las vacaciones que me voy a pegar en el Caribe con la parienta y lo que haga falta.


Pues no señor, allá que algunos descerebrados se ponen a hacer pintadas de fuera, fuera y otros más lanzados se van al campo a poner de vuelta y media y de perros y vagos a los jugadores, que seguro que pierden los partidos porque son masoquistas, no te jode… Así que menos numeritos y más ser positivos. O sea, “viva er Betis manque pierda”. Aquello era una afición (de la que algo queda) y no muchos cantamañanas de ahora. Y si alguien se pica, que se arrasque, que yo seguiré prefiriendo un seguidor bético flemático e ilusionado que uno cabreado y cenizo.

17 de marzo de 2006

DE JUZGADO DE GUARDIA



El único deporte, que yo sepa, en el que pegarle un mamporro al rival está bien visto es el boxeo. Y pese a ello, hay unas normas muy estrictas que intentan proteger la integridad física de los contendientes. En el baloncesto mira que hay contacto físico (en mis tiempos, no, entonces daba gloria jugar a la canasta: bastaba un roce y falta personal) realizado entre tíos de más de cien kilos de peso, pero apenas suele haber graves lesiones. En el ciclismo, donde vas a cincuenta por hora montado encima de una máquina que se sustenta sobre un par de centímetros de goma, suelen menudear poco las caídas y graves lesiones, pese a esas acojonantes llegadas al sprint donde no cabe una pluma entre ciclista y ciclista. En fin, no sé en qué deporte habrá más lesiones. Supongo que en uno de contacto, donde pueda haber agresiones o conato de ellas entre los participantes. El rugby sería un candidato perfecto al primer puesto, pero como la deportividad suele acompañar a los jugadores (pese a esos tremendos agarrones y revolcones por el campo), no podemos seguir por aquí. ¿Quizás el balonmano, donde tíos corpulentos y fortachones chocan entre sí a velocidades endiabladas? Pues parece que tampoco las enfermerías de los equipos están excesivamente llenas. Así que, el Puñetas empieza a malpensarse que el futbolín lleva todas las papeletas para auparse al primer puesto. Y los hechos, desgraciadamente, parecen dar la razón.


Uno alucina con la cantidad de patadas gratuitas que se arrean los jugadores de fútbol entre sí. Hablo sólo de patadas, que los codazos, agarrones y tal tampoco son moco de pavo. Patadas que van a destrozar al rival. Patadas que pueden romper una pierna a la menor oportunidad. Menos mal que el azar también juega, como lo hace en la carretera, donde sólo un porcentaje pequeño de las imprudencias automovilísticas se convierte en accidente, pese a lo cual hay más de tres mil muertos. No diré que hay voluntad concienzuda de agredir al jugador oponente (que la hay en ocasiones), pero sí que abundan las patadas innecesarias, los golpes violentos y las entradas de juzgado de guardia. Más todo, o casi todo, se consiente si “el jugador le ha dado al balón” (aunque se lleve por delante la tibia y el peroné del rival), si “el jugador ha llegado tarde al choque”, si “no ha habido intención de agredir” (vayamos a lo objetivo, señores) o si “el rival está haciendo teatro” (que también).


En el césped todo se consiente: las masas vociferantes contra el árbitro, al que vituperan e insultan de manera socialmente aceptada, contra los jugadores, entrenadores y hasta masajistas rivales, que sólo están para recoger los despojos en que a veces se convierten algunos jugadores por las “feas” entradas de sus contrarios. Y todo tipo de entradas lesivas de las que una mínima parte son castigadas con una vulgar tarjeta amarilla o roja, que lo único que hará es que el jugador agresor descanse de partidos durante varias semanas mientras sigue cobrando la nómina tan ricamente. Así que lesiones con medio año de curación cada vez son más frecuentes (auspiciadas también por un exceso de partidos) y dentro del simil puñetero de “pan y circo”, en el fútbol vamos camino cada vez más del “jugador gladiador” que del “jugador artista” (gracias, Ronaldinho) o del “jugador vivales” (gracias, Hugo Sánchez, qué lejos quedas). En el fútbol las faltas –como en todos los demás deportes- deberían ser la excepción (es penalizar a los buenos jugadores frente a los mediocres) y deberían ser castigadas con algo más que un vulgar pitido arbitral. Y el que no sepa jugar al fútbol que se vaya a otra honrosa profesión. Pavoni, jugador del Cádiz, ha sido el último que ha caído en la batalla. De cuatro a seis semanas de baja por una salvaje entrada de un jugador rival. Quizás algún día a alguien se le inflen las narices y decida salir del rectángulo de juego y resolver la cuestión a golpe de tribunal. Mira por donde, no sería mala idea. En el futbolín y en otros deportes. Al menos en el fútbol sala la cosa ya ha empezado…


“Condenan a un año y seis meses de prisión a un futbolista en Jaén por agredir a un rival en un partido de fútbol sala. El jugador sancionado golpeó a un rival en el centro del campo cuando éste se encontraba sin balón. Consecuencia de la agresión la víctima sufrió la fractura de los huesos de la nariz, sufriendo desde entonces dificultades respiratorias. La víctima tardó 50 días en curar y estuvo 21 días impedida para desempeñar sus ocupaciones habituales. El agresor también deberá pagar 3903 euros a la víctima”. (Leído recientemente en el diario JAEN).

14 de marzo de 2006

REFLEXIÓN TRAS LA MUERTE DE ROLLÁN

Sólo la trágica muerte de Jesús Rollán, el exportero de la selección española de Waterpolo (un triunfador en su deporte, que llegó a ser valorado como el mejor portero del mundo durante un par de temporadas) ha servido para que algunos medios de comunicación (esos que andan obsesionados por el fútbol y las bragas de las famosas) dedicasen unas glosas a quien fuera alma máter de los años dorados del waterpolo nacional. Aún así, lo han hecho pasando casi de puntillas por la noticia: un suicidio (tras muchas dudas iniciales), una depresión, un problema familiar… Jodé, de la depre de la Mosquera nos enteramos hasta en la teletienda.



A pesar de haber sido una auténtica estrella en su deporte, a nivel nacional e internacional, muy poco se ha sabido de él cuando triunfaba y ahora que ha fallecido. Da una enorme tristeza pensar la cantidad de gente maravillosa que entrega toda su juventud y mejores años de la madurez a la práctica de deportes minoritarios y que ni son reconocidos mínimamente en el éxito… ni en la muerte. Para varias televisiones nacionales, Rollán era un don nadie deportivamente hablando porque ellas sólo se dedican a chafardear sobre el nuevo opio del pueblo, esa mezcla de héroes peloteros y famosuelos/as de entrepierna. Así que ¿por qué iban a dedicarle a su muerte unos cuantos segundos, si era más importante mostrar el anoréxico contoneo de la fulana de moda o el balbuceo del pringao futbolero de turno?


Recopilando de lo que uno sabía y ha leído por ahí. Un hombre que ha estado toda su vida peleándose en una piscina por ser el mejor, con entrenamientos durísimos que le dejaron físicamente echo polvo y con secuelas. (El waterpolo es un deporte tremendamente exigente). Un chaval sanote, fuerte, extrovertido, animoso y simpaticón al que se le vienen encima todos los problemas del ocaso deportivo y físico, junto a una separación matrimonial y –al parecer- un acercamiento a ciertas drogas blandas, aunque poco se ha confirmado sobre el tema. Una depresión de caballo que exigió un internamiento en un centro de rehabilitación y reposo. Algo muy fuerte tiene que pasar por la cabeza de un hombre acostumbrado a soportar la gran presión deportiva de enfrentarse a mil retos a lo largo de muchos años de práctica para que, alejado de ella, a las primeras de cambio y ante varias adversidades se venga abajo. ¿No estaremos exigiendo demasiado a los deportistas de élite, aunque la gran mayoría de ellos sean unos auténticos desconocidos por practicar deportes minoritarios? ¿No será excesiva la responsabilidad que echamos a las espaldas de los más cualificados deportistas para alcanzar las máximas cotas del éxito representando a su país, ciudad o equipo que les paga y eso acaba pasando factura? ¿Se les prepara también, además de para los éxitos y los fracasos deportivos, para el momento del adiós, del fin de la actividad, del silencio?


Ortega y Gasset hablaba en su tiempo de “la barbarie del especialista”. Hoy que batimos el record de barbarie en este sentido, incluyendo la deportiva, quizás sea conveniente pararse a pensar si no estaremos pasándonos de la raya. O quizás es que hay muertes, como la de Jesús Rollán, que necesitan alguna explicación justificativa para que podamos seguir encontrándole algún sentido a la práctica del deporte de élite.



P.D: Comprenderán que hoy no tenga ninguna gana de hacer irónicas gracietas con la afoto de turno. Otra vez será.

10 de marzo de 2006

LOS FANÁTICOS DEL MICRO



El martes y miércoles pasados, días en que tres equipos españoles se jugaban las habichuelas en la Champion Li, rompí una de mis normas de audición habituales: ver el partido de fútbol en el más absoluto de los silencios, con la voz desaparecida. Llevo años haciéndolo harto como estoy de la falta de neutralidad y objetividad de los locutores y comentaristas. Que prefiera que gane un equipo cercano no significa que no anteponga primero el espectáculo y la honradez torera. Debe ganar quien mejor juegue y sea más deportivo. Y dejarme de apasionamientos absurdos y comeduras de coco de bocas deslenguadas.


Ya digo, los otros días rompí con la rutina para hacer una ligera evaluación del estado actual de la cuestión y mortificarme de paso. Nunca más. Iba zapeando de la Ser a la Cope pasando por Radio Nacional, Onda Cero y alguna otra. Si en vez de goles, camisetas y pelotas, hubieran hablado de energía nuclear, islamismo u odio a América, estaríamos refiriéndonos al feísimo y horrible señor de la afoto de más arriba. Menos mal que hablaban (peor, gritaban y aullaban) de furbo. Como soy un exagerao quizás me pase un poco, pero se me ponían los pelos como escarpias cada vez que había un gol (menos mal que hubo pocos): GOOOOOOL, GOOOOOOOL… y así dos minutos insufribles. “¿Ha sido gol?” –pregunté a mi chaval que bostezaba frente a la tele por el aburridísimo espectáculo que estaban dando el Villarreal y el Rangers. “Sí, papuchi, ha sido SÓLO un gol” –me respondió el mozuelo, echando ya las muelas satíricas igual que su padre. –“Menos mal (rematé de lengua) que suele haber pocos goles en un partido que si no estos tíos acaban afónicos y los oyentes con dolor de oídos”.



Pero lo peor no es el folklore narrativo si no las opiniones sectarias pretendidamente técnicas de los tertulianos y la mala costumbre de narrar lo que “debe ser” frente a lo que “es” y se ve. Cuando el Arsenal dio un tiro al poste, pues bueno, pues vale. Cuando lo hizo el Madrid, “ahí está la eliminatoria”. Si el portero del Villarreal se tiraba al suelo para ganar tiempo, la cosa era estupenda. Si lo hacía el del Arsenal frente al Madrid, era de tarjeta. “¡Que acabe ésto pronto!”, gritaban desaforados cuando interesaba que terminase el encuentro y “¡Qué poco ha descontado el árbitro!” cuando el Madrid tenía la soga al cuello. Y lo de meterse con Maurinho, de juzgado de guardia en algunos casos. Ya digo, puro fanatismo. A lo peor eso es lo que quieren los sufridos oyentes, pero si es así, entonces la cosa todavía es más grave. ¿No habrá un par de locutores sensatos que relaten un partido de fútbol con objetividad y sin apasionamiento absurdo, con mesura y relajación, pese a que en su fuero interno les haga ilusión o prefieran que gane el partido uno de los dos equipos? Por lo visto de lo que se trata es de echar fuera adrenalina y testosterona, gritar como demonios, contar trolas enfrentadas con lo que se ve en el campo y demostrar que son más patriotas que nadie. ¡Qué fácil es poner el cerebrín en huelga, amigos del micro! Conmigo que no cuenten. Nunca más volveré a escuchar a estos fanáticos de la alcachofa que sólo respiran por la sangre del terruño y del alarido.

7 de marzo de 2006

UN LUGAR LLAMADO MILAGRO




Así se titulaba una película americana que visioné hace unos años. La cosa iba de un campesino que, con la ayuda de sus vecinos, se enfrentaba a una empresa que pretendía construir una lujosa urbanización en el pueblo. Hoy me viene a la mente tras acabar de ver el partido de vuelta de la Champion Li entre el Villarreal y el Rangers escocés. Quería comprobar cómo un equipo de una ciudad de apenas 50.000 habitantes superaba a uno de una ciudad diez veces más grande (sí, una vez cada un millón el pez chico se come al grande) y se metía en los cuartos de final de una competición en la que están llamados a triunfar sólo los equipos que tienen su sede social en millonarias ciudades, es decir, esos lugares donde en vez de respirar aire, respiras gente y más gente y donde el ciudadano normal no llega ni a la categoría de número por mucho que echen mano de él para los grandes acontecimientos. Un lugarejo donde conviven amontonados más de un millón de habitantes ya es para mí una ciudad bastante insufrible: un lugar donde malvivir. Sé que exagero, pero yo me entiendo.

Así que me planté ante la telele pública para asistir al milagro y aunque costó sus buenas dosis de sudor, al fin tenemos a una ciudad más pequeña que cualquier barrio de Madrid, Barcelona, Roma, Londres, París… poniendo sobre la mesa de la élite futbolera lo que más tiene: ilusión y ganas de fastidiar. Ya los prolegómenos del partido, cuando unos seguidores escoceses rompían las lunas del autobús del Villarreal, hacían presagiar que aquello podía acabar como el rosario de la aurora. ¡Eso no se hubieran atrevido a hacerlo en Madrid, Berlín o Amsterdam…! Después hubo cierta paz y mucha gloria para los villarraelinos tras pasar la eliminatoria. Pocas alegrías futboleras suelen reservarse para los pueblos y ciudades del montón, o sea, la inmensa mayoría. Lugares donde suele haber más aficionados merengones o culés que del propio equipo local. ¡Tiene guasa la cosa!

Dudo mucho que el milagro continúe pasando el Villarrreal a las semifinales de la Champion. Sea como fuere, que le quiten lo bailao a esa pequeña ciudad de Castellón, donde llevan unos cuantos años atando futboleramente a los perros con longaniza. Una demostración de opulencia y derroche impensable para tan pequeña ciudad si lo comparamos con sus rivales. Ya que la democracia deportiva brilla por su ausencia (no entiendo una competición championil donde no se exige cierta igualdad presupuestaria entre la mayoría de los equipos), al menos de vez en cuando baja la Diosa Fortuna para echar una manita -ojo, hasta cuartos o semifinales- a esos equipos modestos de ciudades ídem pues de otra manera no se comerían ni una triste rosca. Alegrémonos porque al menos hoy, en casa de un pobre, pueden comer jamón del bueno.

3 de marzo de 2006

A VECES, QUÉ GRANDE ES EL FÚTBOL



Con esto de la globalización y el trasvase de fronteras, le estamos dando la vuelta al calcetín. Antes se decía –en las relaciones laborales- que el único que no tenía nacionalidad era el dinero y el capital. En estos momentos ocurre en muchos casos lo contrario: sólo la pasta tiene identidad nacional. Lo mismo estoy equivocado, pero en el último partido de “Champion Li” entre el Real Madrid y el Arsenal, el equipo español empezó el encuentro con dos jugadores ingleses y el equipo inglés lo hizo con ninguno de su nacionalidad. ¿Qué equipo era más inglés: el Madrid o el Arsenal? Polemicen mientras que el Puñetas sale por peteneras.

“El delegado del Gobierno en Melilla preside el primer equipo de fútbol con 21 inmigrantes de diferentes nacionalidades: Guinea, Argelia, Camerún, Mali, India, Nigeria…”. El otro día me enteraba por la prensa de esta idea, que copia a los equipos más profesionales del planeta, haciendo que el vestuario sea un crisol de lenguas, culturas y religiones. La gran diferencia con el Arsenal o el Madrid, por no irnos más lejos, es que mientras en éstos equipazos juegan millonarios, en el CETI C.F. (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes Club de Fútbol) juegan unos tipos con más hambre de lentejas y pan que de gol. Claro que para ironía, la de que el futuro de sus integrantes –permanecer en España o ser repatriados- depende del presidente del equipo (recordemos: es el delegado del Gobierno). Sea como fuere, a nadie le va a quedar duda de que estos jugadores intentarán vaciarse en el campo para conseguir sus más ansiados deseos: una buena merendola y un permiso de trabajo o estancia. Una minucia comparada con lo de sus parientes ricos del Madrid o el Arsenal, aunque con la ventaja de no estar obligados a salir todos los días en los mass media contando sus nimias batallitas de siempre.



Esta sí es una de las grandezas del furbo: unir gente extraña y diferente para, con un balón en los pies (vale incluso que sea de trapo) olvidar temporalmente la tristeza, hacer amigos, echar toxinas fuera y hasta llevarse una carantoña o coz de recuerdo, que nunca viene mal. ¡Cuántas cosas nos puede dar el fútbol sin necesidad de Champion Li, grandes estadios, suculentos negocios, vagos millonarios y continuas comeduras de coco! O será que el Puñetas añora la simplicidad de otros tiempos, el calor de lo gratuito, el vértigo de lo cotidiano. ¡Si es que algunos somos más raros...!

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).