30 de mayo de 2005

SE ACABÓ LA CEBADA

Pues sí, el domingo se dio el carpetazo a la Liga española del futboleo en su primera división, que es lo que importa a la gran mayoría. El gran monstruo de las galletas se va a dormir una temporadita, lo que permitirá a muchos futbolistas estar casi 40 días de vacaciones. Una gozada para ellos y para quienes pensamos que no sólo de fútbol vive el hombre.

EL futbolín mueve tantas pasiones, tantas masas y tanto cachondeo que forzosamente deglute al resto de los deportes. Las páginas deportivas de los diarios hablan de fútbol en un 80 %; los informativos televisivos se dedican a comentar las hazañas de los héroes del gol durante más tiempo que al mismísimo presidente del Gobierno. Las radios, no digamos. Así que hasta los libelos como éste que son sumamente críticos con el fútbol, le dedican a menudo casi dos de cada tres comentarios, aunque hay que reconocer modestamente que muchas veces para este Juan Puñetas el fútbol es un vulgar pretexto para retratar esta sociedad desnortada y aciaga que le ha tocado vivir. Pura terapia en plan autoayuda, je, je.

Si recientemente hacía una analogía entre el camarada Ronaldo (su forma de ser, de jugar, de vivir…) y el deporte rey, lo mismo podríamos hacer entre éste y la sociedad en que se sustenta. Basta ver a esa pandilla de energúmenos destrozando alegre e inconscientemente porterías, banquillos, trozos de césped y otras menudencias del estadio de Montjuic para celebrar ayer domingo la victoria del Español. ¿Cómo no comparar este vandálico jubileo con la manera “alegre” y “sana” de divertirse que tiene una parte de nuestra juventud, consumiendo alcohol por un tubo en plena calle y a altas horas de la madrugada, importándole una higa el descanso de los vecinos, la suciedad que deja en todos los alrededores de la movida y el espectáculo a menudo de violencia, droga y otras maravillas de la técnica que se genera simultáneamente?

Sí, hay quien no sabe divertirse nada más que rompiéndole la crisma al vecino o destrozándole una pertenencia. Así actuaron ayer los aficionados del Español de Barcelona. Ocurrió en un campo de fútbol no porque el fútbol produzca estos especímenes, si no porque estos mendrugos acuden a cualquier sopa donde potencialmente puedan hacer de las suyas, divirtiéndose en plan camorra. Pienso que gran parte de la futbolitis que nos invade es consecuencia de la meningitis neuronal que afecta a algunos sectores de nuestra sociedad, que en el cuasi-anonimato de un gran estadio dan rienda suelta a toda la basura y represión subliminal que vienen almacenando a lo largo de la semana y meses. Algunos la teledirigimos de manera privada, indolora e inocua (hablando con una cerveza, escribiendo, riéndonos hasta de nuestra sombra…) y otros la expresan públicamente haciendo el indio o el oso de forma colectiva y gratis, generando vandalismo o gilipollismo. Si encima los sacan en la tele y los compadres los invitan a café con leche, fetén, chavalote, esto mola cantidubi dubi dá.

Total, que acabada la cebada, al burro sólo le queda pasar hambre de fútbol hasta que llegue la nueva temporada allá por agosto, pues este añito nos van a dejar descansar en el verano. Así que tendremos tiempo de hacer unas vacaciones bien descansadas y podremos dedicarnos a echar el ojo a otros deportes más discretos y normales que el fútbol. A esos partidos kilométricos de tenis del Garrós, donde nuestros tenistas cortan el bacalao. A ese play off (eliminatorias finales, en español) de los chicos del baloncesto, que promete emoción y altura. A ese Tour de la France del Non, en el que pasarán grandes cosas. A esos partidos de petanca que tanta afición concentran. O a esos temillas de interés general como la cría del caballo, la velocidad del tocino cuando se le coloca en una piragua, la ascensión pasando las de Caín al monte del Más Allá, y cuando llegas, miras abajo, dices “ya está” y te bajas montaña abajo que te cagas. ¡Cuantos deportes de los que hablar gracias a la sequía futbolera! Que nos sea leve y usted que lo vea. El próximo día empiezo con el arroz del Garrós, oyes.

27 de mayo de 2005

LAS VUELTAS QUE DA LA VIDA




Si me llegan a decir hace unos añitos (o mejor, ayer mismo) que los españolitos futboleros y no futboleros iban a desear que ganase un equipo inglés a uno italiano en un partido importante de Champion Li, es que me descojono de la risa. Pero como el mundo está loco, loco, pues eso, que no paro de reírme desde el miércoles y mi mandíbula amenaza desintegrarse.

Pero, amiguitos míos, ¿desde cuándo nos emociona y obnubila que un equipo inglés rollizo y altanero le gane la partida a una simpática trouppe de latinos guapetones y técnicamente pluscuamperfectos? Pues desde que el fútbol se ha vuelto de lo más estrafalario. Que en el Liverpool puedan jugar como titulares más jugadores españoles (hasta cinco) que en uno de los grandes del fútbol hispano ya es rocambolesco. Que el entrenador del equipo rojillo sea un madrileño apellidado Benítez suena a pitorreo, máxime con la leyenda de tradicionalistas y muy suyos que tienen los ingleses, cuando en los clubes españoles más importantes haber nacido entre Portugal, Marruecos y Francia juega en tu contra. Para más inri, que esos cinco jugadores hispánicos (tres jugaron la final de la Champion) sean unos ex del Real Madrid, Barcelona, Real Sociedad y hasta del Málaga (un tal Josemi) ya invita a la cogorza.

Los del Liverpool celebrando un título que han conseguido una mayoría de foráneos. Los españolitos rumbosos rezando para que el Liverpool de los “nuestros” ganase al Milan. Ya que no nos comemos una rosca con los equipos pretendidamente “nacionales” (plagados de extranjeros), al menos consolémonos con un equipo extranjero repleto de paisanos. Menos da una piedra. Así que, quien más quien menos, se levantó del sillón tres mil veces para tratar de empujar al equipo de San Benítez para que venciera a los milanistas y al menos nos procurara la honrilla de proclamar que media Champion nos pertenece. ¡Si hasta la bandera española estuvo danzando en el podium!

Eso sí, el partido de la final fue de épica. Como suele ser típico en la mayoría de las gestas hispanas. Ahí se nota que el Liverpool tiene de inglés lo que yo de ruso. Si hasta el Blair está orgullosísimo de nuestro Rafa Benítez. (Lo mismo la devolución del Peñón está cada vez más cerca…, je, je). Lo único evidente es que el fútbol se ha internacionalizado de tal manera que cuando se gana un torneo tan prestigioso como la Champion esa, al menos siete u ocho países se enorgullecen de tener a algún protagonista en el triunfal evento. Si esto facilita que la caspa y la burrez desaparezcan de las gradas, bien venido sea. Si ello permite que el futbolín se disfrute más como espectáculo, con su colorido y tal, que como guerra entre tribus, miel sobre hojuelas. Pero mucho me temo que no, porque tanto empuje y tantas ganas de que ganase el Liverpool no procedían por su buen juego o su simpatía. Es que algunos de los “nuestros” estaban ahí frente a esos “extranjeros” del Milán.

Al margen de estas disquisiciones que a nada conducen salvo a darse de bruces con un muro de hormigón, no veas como me alegra que el Rafa haya triunfado. En Valencia muchos tienen que estar echando las muelas. Pero en la ciudad del Turia, como en el Real u otros equipos a los que les gustaría contar ahora con Benítez (tienes que emigrar al extranjero para que los de tu país se den cuenta de lo que vales) se van a quedar con un palmo de narices al menos durante los próximos cuatro años. Porque a diferencia de los cantamañanas de aquí (por ejemplo, ya está el culé Laporta ofreciendo 8 millones de euros anuales a sus dos perlas de ébano, rompiendo cualquier estructura de grupo humano y de racionalidad económica), en el Liverpool lo tenían claro hace un año: aquí tienes, Rafaelito, cinco primaveras para que hagas un proyecto de trabajo que nos devuelva a la élite del fútbol europeo. En nuestra anarquía futbolera –lo de Irureta en el Deportivo de la Coruña ha sido la excepción que confirma la regla- dices lo de los cinco años y es que te sacan la navaja y te hacen un siete en los higadillos.

-Oiga, doctor, ¿no será que de tanto animar al Liverpool, me he vuelto inglés?
-No, amigo, sólo ha sido una locura mental transitoria.
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LAS VUELTAS A LA NORIA DE LOS MISMOS BURROS DE SIEMPRE
Si quieren indignarse un mucho, aquí tienen el caso de la niña María de Ponga. Enlazo con "Aguja de bitácora" porque mejor exposición del mismo es imposible.

25 de mayo de 2005

COLOCÓN INTELECTUALOIDE CON RONALDO AL FONDO COMO METÁFORA DEL FUTBOLEO

Hoy me voy a poner en plan intelectualoide. Más o menos al nivel de nuestros inteligentes sabios hispánicos. Ya saben, Javier Bardem y su madre, Joaquín Sabina y Victor Manuel o cualquier genio de lo audiovisual, sólo porque echan un garabato en un panfleto a favor de Cuba o en contra de alguien o algo que no les gusta. (Empiezo bien... O sea, provocando.)

Sentaré la premisa que dará lugar a mi breve pero singular y acertada disertación. (Ahora toca continuar con la clásica modestia y autobombo). Si Jesulín se rascó la cabeza una vez y dijo aquello tan poético de que “la vida es como un toro”, yo me rascaré hoy el cachete izquierdo del trasero para afirmar que “Ronaldo es una metáfora del fútbol y viceversa”.

Una vez sentado el axioma puñetero, llega ahora el momento del discurso reflexivo y razonado, que dados los tiempos tan presurosos que corren, debe ocupar un máximo de diez renglones o un minuto de telediario. Allá va. “Ronaldo, como el fútbol, es la veleidad personificada. La genialidad dentro de la más absoluta inanidad. La originalidad publicitada en un envoltorio de lo más previsible. La certeza de la irregularidad más absoluta. La inmadurez más madura. La seguridad más incierta. Ronaldo es como el fútbol, ni más ni menos, un vivo sin vivir en mí y a ti te encontré en la calle”.

Llegados a estas alturas del manifiesto o panfletillo, Juan Puñetas podría retirarse a vivir del cuento de este articulillo bitacorero hasta el próximo día. Pero hagamos como los grandes ases de la intelectualidad que nos envuelve. Repitamos el mismo disco o película sólo cambiando el título o las palabras. Y a seguir viviendo del cuento y de los derechos de autor. ¡Pista libre, que mancho!

“Ronaldo es al fútbol lo que el fútbol es a Ronaldo. Dentro y fuera del campo. O sea, ambos son caprichosos, veleidosos, irregulares, sorprendentes, amados y odiados a la vez, cínicos y sinceros, santo y seña de la vaciedad y la plenitud. Una pura contradicción. Si alguien quiere adentrarse en los círculos mágicos que explican el mundo del futbolín, que busque en la cuadratura ovalada del amigo Ronie, cuando está dentro y fuera de la verde pradera.“

A estas alturas del sermoncillo vivaracho y carpetovetónico que estoy hoy largando (ojo, sin haber probado antes ni una gota de alcohol), hay que incorporar el elemento rosa rosáceo como mandan los cánones de las costumbres sociales al uso. Demos al discurso, pues, un toquecillo popular y festivo. No ha llegado a los tres meses y el romántico Ronaldo ya se ha separado de su amada Daniela Cicarelli, con la que acariciaba esta temporada conseguir el Pichichi. Pues… ni Pichichi ni Pichicha. Monte usted todo un espectáculo circense en un castillo medieval de la Francia eterna, para que a los 86 días y con 27 palabras como corolario de despedida, la Daniela y el Ronald se hagan mutuamente mutis por el foro. “Como Ronaldito, así es el fútbol. Inmaduro y caprichoso. Hoy te persiguen los aficionados para besarte la pirula, mañana te la quieren capar. Si metes un gol, aunque sea con la cabeza, renaces de tus cenizas y regresas al éxtasis. Si no entra la pelotita te llaman gordo y comilón. En el fútboleo los amores tampoco duran más de 86 días. A menudo ni siete. Qué digo: el miércoles eres fantástico en la Champion y el domingo no vales ni para plantar cebollas. Hoy te renuevan por nueve temporadas pues eres un genio y mañana te pegan la patada en el culo porque eres un incompetente. Me caso y me descaso con la misma facilidad con que la meto y la saco (la pelota, ojo, de la portería rival). Si hoy tengo ganas, corro como un gamo y si no, que le den morcilla al respetable. Lo mismo estoy en una fiestecilla junto a los más zánganos del planeta que voy a Ramala a una cuestión de esas que llaman “humanitarias”. Valgo para cualquier tostada. Por eso hoy me aplauden y mañana me silban. Como el mismísimo fútbol, macho. Hoy los ultras nos resultan útiles para amedrentar a los rivales, mañana nos vituperan y eso sí que no puede ser. Las aficiones de la localidad se hermanan a las 19,30 y a las 19,40 ya están liándose a mamporros por un quítame allá ese penalty. Todo y nada es posible con tal de que el aire corra hacia el lado oportuno. Si el equipo desciende de categoría es que los demás hacen trampas, pero si se salva de la quema es mérito propio. En el fútbol cabe y vale cualquier cosa pues todo se alquila, se traspasa o vende”.

Y ahora -cumplido el reto y agotados los sabios argumentos- me voy a dar una ducha helada a ver si baja la emoción que me embarga ante tanta sensiblería y situación esquizofrénico- futbolero-ronaldesca según como venga el día y por donde sople el viento. Con mi proverbial finura e inteligencia he intentado plasmar esta situación, aunque haya sido de modo incomprensible, pero es que así es la cultura y así somos los intelectuales por estas tierras, ¿verdad, camarada Aute?

23 de mayo de 2005

LOS PUTEADOS DE LA RUTA

Los otros días, en el Giro de Italia, ocurrió casi lo de siempre: la policía registró el hotel donde se hospedaban los equipos del Saunier y el Davitamon. Requisaron una cámara hiperbárica así como sueros glucosados. La médica del equipo español tuvo que declarar en la comisaría.

Nada nuevo bajo el sol. Mira que habrá droga en las calles de Italia, mafiosos en los casinos y garitos romanos, delincuentes de cuello blanco y chorizos de pantalón raído circulando por altos salones y bajos barrios, pero los jueces y el personal antidroga y dopaje se va directo hacia donde saben que tendrán publicidad gratis: los ciclistas. Seguro que en un plató de televisión se dopan más que todos los corredores del Giro juntos, pero la valiente justicia de algunos países la tiene tomada con los ciclistas porque tiene garantizada la cabeza gacha de éstos, el sí señor, lo que usted diga y el tragar con todo. Así son los ciclistas si usted, señor, no manda otra cosa. Al día siguiente los corredores del Saunier Duval amagaron un plante, pero no encontraron apoyos y al final tomaron la salida. Un pelotón de… corderitos. Como está mandao.

El 14 de febrero de 2005 más clarito no lo pude escribir al referirme a los ciclistas con el título de “PISOTEADOS Y NINGUNEADOS”. A dicho comentario me remito, según se va al archivo, a mano derecha. Hoy no tengo ganas de repetir argumentos (ya llegará el Tour), así que me pondré nostálgico exponiendo aquí el texto (no publicado antes) que le hice a Marco Pantani un 17 de febrero de 2004, cuando me enteré de su suicidio. Como homenaje al Pirata y como recuerdo de todo lo que tienen que aguantar los pobres ciclistas, incluidos a los valientes polis y jueces.

PANTANI, EL PIRATA PIRATEADO.
Qué bien me caía el jodío. Uno ha sido y será siempre Indurianesco, pero las hazañas de Don Miguel no lo serían tanto de no haberse topado por el camino a este pirata simpático, enanillo y fibroso al que se le empinaba todo el cuerpo en el momento sublime que la carretera comenzaba a jorobarse. Sólo un caballo percherón como Indurain podía acabar cogiendo a este galgo al que se le alegraban las pajarillas y las fibras musculares en cuanto oteaba el horizonte de las cimas alpinas y pirenaicas.
Mas ya se le acabó la cuerda. En realidad se la han ido rompiendo y destrozando en los últimos años, aunque Marco también puso sus granitos de arena. No era un dechado de virtudes y es probable que estuviera a lo largo de su carrera en manos de doctores poco escrupulosos con el respeto al cuerpo y a la ética. Pero fue en sus últimos años, cuando empieza a llegar el declive y hay que ajustarse bien los pantalones para no mostrar las vergüenzas que aparecen en ese triste momento (otra soberana lección de Miguel Indurain, retirándose a la hora oportuna), cuando hay que demostrar a la gente que uno tiene, además de fuerza y coraje, un mínimo sentido común, un saber estar y una tonelada de realidad. Eso le faltó al pirata. Como le sobró un destino demasiado aciago en el descenso de su carrera, con un accidente de tráfico y varias caídas demasiado graves. Cuando se llega a lo más alto (y él estaba muy acostumbrado), hay que saber descender de la cima rápido pero seguro. A Pantani le fallaron las ansias de mantener la bandera pirata bien enarbolada a pesar de que ya estaba la pobre muy ajada por años de excesivo trabajo y esfuerzo. Poco a poco, como pasa en estos casos, le fueron fallando todos: sus fuerzas, su novia, su equipo, la gente, los médicos…
“A perro flaco todo son pulgas”, dice el más sabio de los refranes. En sus últimos años, a Marco Pantani sólo le faltaba que le echaran mal de ojo. Y llegó en forma de control antidoping y de tribunales de justicia. Un exceso de hematocrito no era para destrozar a un hombre ya camino del destrozo deportivo. Pero así de injusta es la justicia de los que están para impartir no sé sabe qué. Cuando tanto chorizo y asesino (algunos de alto pedigrí) andaba suelto por las calles italianas, el pobre pirata venido a menos era sacrificado en el altar de la vejación, el escarnio y la envidia tan típica de los pueblos latinos. No lo pudo aguantar ni superar. Se quedó más solo que Mindolo. Y la factura empezó a pagarla. Hasta la última lira de euro.
Ahora ya sólo quedará el recuerdo de aquel calvete simpático que, cuando llegaban las cumbres, intentaba siempre superar al invencible gigantón perseverante y parco venido de tierras navarras. Quedará su pañuelo al viento y sus tardes de gloria, más gloriosas que las de cualquier otro gladiador de la bicicleta. Ahora todos se acuerdan de él, lo alaban, le despiden con aires de héroe y hasta le harán una estatua. Sólo la madre de Marco sabe la auténtica verdad: “Han matado a mi hijo”. Al pirata lo han pirateado bien pirateado.

20 de mayo de 2005

OTRA HISTORIA DEL PUPAS CLUB DE FÚTBOL



Señor, señor. Estás tan tranquilo echando unas carreritas por el campo, canturreando por lo bajini el himno sabiniano del Atlético de Madrid, alias el Pupas, haciendo unos estiramientos, preparando unas jugadas de estrategia con que amargar la vida a la galaxia vecinal, y vienen cuatro muertos de hambre, con la lengua larga y la mente estrecha, y tienes que aguantar que te insulten, te denigren y te llamen perro judío. Y el personal de seguridad que no viene. Ah, que no hay seguratas…. Tanto presupuesto, tantas figuras de porcelana y tanta gaita y resulta que no tenemos quien nos defienda ante cualquier energúmeno, o vicioso o tonto del haba.

En estas que los capullos que nos insultan parece que conocen mejor que nosotros el percal de la falta de seguridad y comienzan a tirar la valla y vienen hacia acá. Y los mamoncetes diciendo que no trabajamos. ¡Ellos, que a estas horas tendrían que estar también en el currelo, sudando la gota gorda y no rebuznando ante nuestras narices! Dime de qué acusas y te diré que “ídem”.

Y la poli sin venir. Y digo que si están cabreados, más cabreados estaremos nosotros, ¿no? Y si son tan listos, que salgan ellos al campo. Y si están hartos, lo tienen muy fácil: que dejen de asistir a los partidos, que nadie les obliga ni a vernos ni a pagar un dineral por el pobre espectáculo que damos. ¡Encima son masoquistas estos desgraciaos!

Es que aquí nos dan la mano y nos tomamos la entrepierna. Tanto largar de que tenemos la mejor afición de España y de parte del extranjero, que es ejemplar y tal y tal y menudos elementos hay entre tantísima gente maja. Si es que no se puede generalizar. Claro que si aquí estuviera el Gil, seguro que llegaba volando desde Marbella, se encaraba con estos malnacidos e incluso les arreaba dos collejas como hizo con aquel tipo del Compostela hace ya sus añitos.

Pero bueno, ¿es que aquí no viene nadie a socorrernos? ¿Es que tenemos que aguantar a estos majaderos? ¿Nadie les va a hacer pagar la valla? ¡Y encima están crecidos porque Antena 3 los está filmando! Mira ese, escondido detrás de un pasamontañas. ¡Y con corbata, el gachupino! Y ese otro, con más barriga que la Martirio, que está de ocho meses. ¡Y dice el mamón que no sudamos la camiseta! Si él no suda ni el pijama… ¿De dónde habrá salido este rebaño? La mitad vestidos hasta las orejas, con el buen tiempo que hace. En fin, será mejor que nos vayamos al vestuario porque lo mismo son capaces de darnos una leche, salen en la tele durante toda una semana y encima los contratan en Crónicas Marranas para que cuenten su experiencia y se forren de pasta, los condenaos.

No, si yo entiendo que la afición esté enfadada. Y que lo quiera demostrar. Pero, coñete, que lo hagan en el campo, donde al menos estamos protegidos. Aunque he de reconocer que nos aturde más lo imprevisto del caso que el miedo. No, realmente miedo no dan. Si son unos mierdecillas que no tienen dos tortas. Pero nosotros no podemos caer en la provocación, que a lo mejor es lo que buscan. Esto pasa con la cosa de la democracia y la libertad de expresión, que es muy respetable y que cobija todo, desde el insulto hasta la agresión. ¡Uy, qué estoy diciendo! Lo mismo, ante la prensa digo esto y lo tachan de burrada. No, es lo políticamente correcto, así que todo el mundo lo verá bien y a nadie molestaré. En fin, espero que esto no vuelva a repetirse. Pa cuatro días que me quedan en el convento (y es que el presi Cerezo es un veleta, que lo mismo me renueva que me quiere echar) no es cosa de salir de mala manera. Con lo bien que estaba yo en Albacete. Allí no me hubiera pasado esto. No, si tiene razón el presidente del Osasuna cuando dice que por Madrid hay mucho ultra. Aunque esta carroña no creo yo que tenga neuronas suficientes para saber lo que significa ser ultra. Un latinajo, ¿no? Así que me parece a mí que me vuelvo para Albacete, aunque sea a Segunda, donde al menos podré entrenar a gusto y volver a ser feliz. De paso, me quitaré de en medio tanto pelanas con micrófono como me atosiga tras los entrenamientos, que es que no te dejan trabajar ni dormir la siesta, y no volveré a ver caretos como los de estos violentos cachorros. Ferrando, hijo, ¿quién te mandaría meterte en esta casa de locos?

Y colorín colorao esta historieta del Pupas C.F. se ha acabao. Aviso muy importante: toda coincidencia con la realidad es eso mismo, pura coincidencia. De igual modo también es total casualidad la moraleja del cuento: cría cuervos y te sacarán los ojos.

18 de mayo de 2005

UN CHAVAL DE 75 AÑOS

Se lo debía. A uno de los clubes más veteranos, serios y simpáticos del país, le debía una pequeña y modesta felicitación por su importante cumpleaños. El pasado 30 de marzo cumplió 75 años de vida, a pesar de lo cual se encuentra como un chaval. Pero uno, que anda más atareado que una nuez en la boca de un abuelete desdentado, pues eso, que llega casi con dos meses de retraso para felicitar al Juventud de Badalona, equipo de baloncesto de mi infancia y adolescencia, por aquello del nombre y de que siempre me cayó en gracia por su lucha desigual contra los equipos de siempre, el dúo Real Madrid-Barcelona, también dedicados a esa cosa tan virguera del baloncesto.

¡Qué tiempos aquellos, caracoles! Cuando Nino Buscató, enanito pero matón, enchufaba la manguera y se inflaba a meter puntos desde larga distancia. Cuando Jose María Margall cogía la pelota y como un Gento del baloncesto, atravesaba la pista a velocidad del rayo y se metía en la cocina para dejar una de sus habituales bandejas. Se me hace la boca agua, demonios. Y luego, algo más tarde, el majete del Villacampa. Y Montero. Y los Jofresa. ¡Jodíos tiempos aquellos!

Vivir tantos años en la élite de nuestro baloncesto, con una economía modesta, y enfrentándose a los gigantes de Madrid y Barcelona (sucursales de los equipos de fútbol) tiene casi tanto mérito como cantar afónico la Traviata en la Scala de Milan. Es por eso que tras ellos, el Juventud es el club más laureado del baloncesto español. Y el que tiene más mérito de todos. Cuatro veces campeón de liga, siete veces campeón de copa, un campeonato y un subcampeonato de la Euroliga y dos copas Korac. El Juventud fue fundado en 1930 con el nombre de Penya Spirit de Badalona. De ahí que de siempre se le llamase también el “equipo de la Penya”. Nombre tan singular estuvo inspirado por el Spirit of Saint Louis (el espíritu de San Luis, según me informa mi traductor de familia, pues soy torpín de los bosques en esto de los idiomas), una avioneta que atravesó el Atlántico -de París a Nueva York- sin escalas ni pérdidas de tiempo.

Cuenta la leyenda y debe ser verdad por lo creíble, que en la temporada 47/48, cuando el Puñetas debía estar todavía en el limbo más de lo que está ahora, consiguió el Juventud su primer título de campeón de España, tras ganar –como no podía ser de otra manera- a esos pesados del Real Madrid y el Barcelona. Y que antes de viajar tuvieron que comprar unas camisetas para la equipación. Se quedaron con unas bastantes horribles, de un estridente color verde con rayas negras. Eran las más baratas, claro. Y como ganaron el campeonato, decidieron quedarse para siempre con estos colorines que tanta suerte les habían dado.

Cuando bastantes años más tarde anduve por Badalona en cosas del currelo (antes de que se catalanizara hasta el hormigón) pude comprobar que el fenómeno del Juventut nunca se hubiera dado de no ser por aquella ciudad tan destartalada como entrañable, donde convivían amistosamente don Pére y don Pedro sin que ningún carodta cabeza cuadrada pusiese barreras culturales artificialmente para “hacer país”. Los chicos jugaban al baloncesto en la calle, debajo del puente de la autopista que como una cicatriz partía en dos una mejilla de la ciudad. Y es que en Badalona está una de las cunas del baloncesto español, y en aquellos momentos, una de sus mejores canteras.

Durante las décadas de los 70 y 80 el Juventud alcanzó su época dorada. Ahí estaba el menda, un pipiolo imberbe con ganas de comerse el mundo y otras carnes menos duras de roer, siguiendo la buena marcha de aquel equipo tan juvenil que a menudo vapuleaba a los más poderosos (ya saben, los de siempre...). Cuando el dinero, la televisión y el poder amordazaron todo e impusieron sus normas, los éxitos empezaron a flojear, aunque nunca desaparecieron las ganas de seguir dando guerra en el internacionalizado mundo del baloncesto desde una modesta ciudad como Badalona. Ahora, 75 años después, el actual DKV Juventut camina entre la nostalgia y el deber de seguir portando la antorcha baloncestística ante los sempiternos monstruos y otros de nuevo cuño nacidos al socaire de cajas de ahorro y otras empresas de variado pelaje. El Villacampa, actual presidente, tiene trabajo para rato. Lo que nadie podrá cambiar ni borrar son sus 75 años de historia, los buenos momentos que nos hizo pasar, el haber sido el David que abate a los Goliats y esa filosofía propia y singular que todavía nos reconcilia en cierta manera con el deporte más genuinamente artesanal. Aunque hoy día la espada de Damocles cuelgue sobre las cabezas de esos románticos que vienen del año Catapúm y que se niegan a desaparecer del mapa ante el ataque despiadado de los modernos tiburones del siglo XXI.

16 de mayo de 2005

ESTE AÑO SÍ... Y EL PRÓXIMO YA VEREMOS

Todavía están celebrando la victoria en la Liga de este año y ya tienen claro que el año próximo también se la llevarán al zurrón. Alguno habla incluso de que acaba de inaugurarse una época de triunfos. Algunos jugadores ya se ven con la Champion Li del próximo año metida en el talego azulgrana. ¡Hay que ver lo optimista que se vuelve el personal cuando se bebe una copichuela!

Estoy hablando, como es natural, del acontecimiento más celebrado en las Españas plurales del último fin de semana: el triunfo del Barcelona en la Liga de Fútbol. Tras seis años de sequía, al fin logra que el campeonato de la regularidad se quede en sus vitrinas. Que para celebrar el asunto salgan un millón de personas a la calle, no es moco de pavo o de pava. Demuestra que aquí el personal pierde el culo por la pelotita. ¿Qué tendrá el puñetero fútbol que es capaz de hacer coincidir en el mismo delirio y desatino a miles y miles de seres que no se conocen, diferentes unos a otros como un huevo a una gallina? Todos en hermandad triunfal: ricos y pobres, tontos y listos, guapos y horribles. Algunos lo tienen claro: el fútbol es el nuevo opio del pueblo. Sin ganas de complicarse tanto las neuronas, para otros muchos (la mayoría) el futbolín tiene ese no se qué, esa gracia, eso que nadie sabe qué es pero que está ahí, que hace que por tu cuerpo corra un perfume embriagador que te alegra o desparrama las pajarillas. Una gozada / putada simultánea que hace que te olvides de la suegra, la buena la educación y hasta de que eres un ser mortal y tontorrón.

Más dejémonos de filosofías baratas, que tiempo habrá de volver a ellas cuando se acabe el tinglado liguero dentro de unas cuantas jornadas y comience la sequía futbolera. Unámonos a la celebración pastoril de los culés. Que corra el optimismo por todas las curvas de nuestro cuerpecito resalao que ya habrá tiempo de volver a las desgracias cotidianas. Lo cierto es que –a diferencia de lo que dice el clásico- a las personas y a los clubes se les conoce mejor en los triunfos que en las derrotas. Afortunadamente el Barcelona se ha movido con cierto tacto en esta ocasión victoriosa. Los directivos celebrándola en el palco, que es donde tienen que estar. Los jugadores haciendo sus numeritos pisando el césped y los espectadores haciendo el ganso en las butacas y graderíos (que para eso pagan). Los papeles bien repartidos y perfectamente teatralizados por cada sector. Aunque siempre haya gente que se salga del guión establecido. Alusiones a lo de que el Barça es más que un club, el colocón que llevaba el amigo Etoo y que le va a costar caro (algunos llevan la inteligencia en los pies en vez de en la cabeza), el inteligente papel del presidente Laporta y, sobre todo, la discreción de ese auténtico señor que se llama Rijkaard, siempre a la sombra, en un segundo plano, cuando cualquier enteradillo sabe que a este pedazo de entrenador y mejor persona (sereno, educado, respetuoso con los rivales….) le debe el Barcelona el ansiado título liguero. ¡Y pensar que en la Liga pasada estuvieron a punto de largarlo!

Como siempre ocurre en estos casos, los políticos se arriman al lomo de los vencedores y suelen ladrar las tonterías habituales. Muchos templados ciudadanos, incapaces de dar un gritito más alto que otro, por fin han roto aguas y ya no los conoce ni la santa que los padece en la cama una noche tras otra. En fin, nada ajeno a cualquier gran victoria futbolera, como la del año pasado con el Valencia, o la anterior con el Madrid o cualquier ocasión que venga al pelo. Si todo esto sirve para olvidarse unos días de la feroz rutina, bienvenidas sean todas las ligas y copichuelas del mundo. Loas al vencedor y hurras a los que se quedaron con la pedrea. El mundo seguirá igual que siempre, unos pobres y otros ricos, unos listos y otros tontos. Los feos y espantajos –tras la celebración victoriosa- seguirán odiando al espejo. Al final, cuando se apaguen los focos y la euforia y cada mochuelo regrese a su olivo, muchos se darán cuenta que lo que se dice ganar, aquí sólo ganan los jugadores y cuerpos técnicos, que son los que se embolsan la pasta. Que los directivos disfrutan de unos cuantos meses de fianza y que cuando la pelotita comience a rodar de nuevo allá por septiembre, todo será volver a empezar desde cero.

“Este año sí… y el próximo también” decía el videomarcador del Nou Camp. Eso debieron de pensar hace 7 lustrosos años y mira la sequía que hubo en todo ese tiempo. Moderación en la victoria y resignación en la derrota, que decía Confucio en sus tiempos de relax. Amén.

13 de mayo de 2005

DIVINIZANDO A FERNANDO ALONSO


Fernando Alonso

En este país de nuestros ardores o nos pasamos o no llegamos. Con la misma facilidad con que ponemos a alguien a caer de un burro, lo subimos a los altares. Con lo cual el cielo deportivo está lleno de asnos y el infierno repleto de gente seria y decente. Recuerdo a Carlos Sáinz cuando ganó el Campeonato de Rallys un año ya lejano. El madrileño era el mejor piloto del mundo de todos los tiempos. Cuando se quedaba segundo o tercero, más de uno lo quería enviar al asilo de ancianos. Si el Madrid gana un título es el mejor equipo del planeta futbolero. Si se queda segundo, habría que pasar por la bayoneta hasta al que hace los bocadillos a Ronaldo. Si el Betis o el Osasuna se clasifican para la final de la Copa del Rey, sus aficiones se echan a la calle hasta altas horas de la madrugada y del disfrute etílico como si les hubiese tocado la bonoloto. El equipo que pierda la final será una pandilla de mataos que no sabe tocar la pelota ni con la mano, la cual sólo utilizan para contar el cerro de billetes que no se merecen. Un penalty, un segundo de más, un salto de menos y pasas del empedrado del infierno al parquet del cielo en menos que canta Pavaroti o Plácido Domingo.

En el asunto del automovilismo ahora toca cielo. Nunca nos hemos comida una rosca en lo de la Fórmula I, seguramente porque los conductores españoles (la cantera) son los más inexpertos, inútiles y maleducados de nuestro entorno. Pero la lotería también toca a veces a quienes menos se la merecen. Basta con que jueguen un numerito o décimo. Con Fernando Alonso nos ha tocado el gordo.

Ya avisaba en marzo que podemos quemarlo antes de tiempo, con estas costumbres tan volubles como tenemos por la República Monárquico-macedónica de las Españas. Lleva pisando este año el podium en cinco ocasiones a la fecha para que ya las campanas de las catedrales estén repicando a victoria eterna. El título ya es nuestro, Schumacher es un pardillo al que se le ha olvidado como se conduce un bólido y todavía va por el segundo de Bachillerato el lumbreras que sustituirá a nuestro gran Fernandito. Oye uno a los comentaristas de Telepingo cuando retransmiten las carreras de la Fórmula, con ese fervor patriótico exagerado, esa actitud tan objetiva y esa sabiduría tan elocuente, que el empacho de autoestima y autocomplacencia le dura a uno casi dos semanas. ¡Menudo engorde!

En Spain nace un nuevo Superman cada equis años. Ahora se llama Alonso. Y, claro, ha empezado su divinización. Ya pasó con Indurain. Sus datos biométricos, musculares y psicológicos eran superiores a los de todos sus rivales. El bueno de Miguelón se quejaba muchas veces de que él ganaba el Tour porque las pasaba putísimas entrenando todo el año y sufriendo durante todas las carreras. Pues no: el navarro era galáctico y los demás, chicos del montón. Con Alonso vamos por el mismo derrotero. Cuando gane el campeonato a tan temprana edad, no veas la que le espera en años sucesivos. El primer paso de la divinización rauda y veloz de Alonso ya lo tenemos aquí.

Leo que Alonso es capaz de correr los 100 metros en 11 segundos y los 400 en 57. Realiza entrenamientos en una sauna para adaptarse al calor. Lo mismo se entrena con la mountain bike, que desciende en canoa por los ríos de Kenia, que corre por las playas a velocidad supersónica sólo con sus dos patitas, que se mueve con los esquís por Sierra Nevada como Pedro por su casa. Alonso no tiene ídolos. Ve a Schumacher como uno más. Lo tiene todo bajo control. Incluida la ansiedad por ganar. Es un talento natural. Alonso es, pues, la repera de la pera.

Cuando nos sale un deportista de élite, no puede ser un deportista de élite. Tiene que venir acompañado por el don de la divinidad. Y de la genética. Y como muchos foráneos saben esta peculiaridad tan hispánica (exportada también a nuestros amigos hispanoamericanos), nos hacen el caldo gordo: “Hay dos tipos de pilotos, los que hacen una progresión correcta y se convierten en buenos pilotos. Entre ellos estaría Schumacher. Hay otros que nacen simplemente así, son talentos naturales”. O “Alonso es frío como un asesino”. Ya digo, el dominguero Schumacher, que ha ganado siete títulos gracias a su buena suerte, es simplemente un buen piloto. Pues ni tanto, ni tan calvo. Ni divinización ni proletarización. Ni infierno ni cielo. Prudencia, sentido común, tacto, euforia contenida, respeto tanto a Alonso como a sus rivales. Encumbrarle tan pronto y de forma tan desmedida sólo garantiza –conociendo el percal- que el batacazo será morrocotudo. Espero que al menos Fernando Alonso no colabore endiosándose más de lo deseable, manteniendo también fuera de las carreteras esa frialdad que se le adjudica. Aunque en este tema, soy sincero, ando un poco con la mosca detrás de la oreja.

11 de mayo de 2005

A MUERTE

Más de un mamoncillo del deporte, sea practicante profesional, plumífero periodístico o aficionado paganini, no tiene más ocurrencia y vocabulario –cuando llegan esos momentos críticos en toda competición- que hablar con un lenguaje más propio del comandante en jefe de las sexta división acorazada de Illinois que de un tipo que vive del deporte o disfruta de su contemplación.

-A muerte, hay que ir a muerte. No podemos perder. Tenemos que morir en el campo.

Y el tío, tras soltar esta arenga gilipollesca ante los micrófonos de medio planeta, se queda tan ancho.

Son clásicos los titulares de muchos medios deportivos, más parecidos a una declaración de guerra que a un simple partiducho de fútbol (o, a veces, otro deporte), tras el cual el planeta prosigue girando a la misma velocidad y sus cuadrúpedos humanoides continúan en el mismo estado catónico de siempre. Claro que para exageración y estupidez, la actitud de esos hinchas y ultras que acuden a los campos pertrechados de más armas que un legionario. Los muy cernícalos, en su idiocia, confunden el verde del césped con el marrón de una trinchera. Un serio problema de la vista y del cerebrín con que se adornan bajo la pelambrera.

Antes del partido de Copa entre el At. De Madrid y el Osasuna, el jugador argentino Pablo García, ha dicho mitad en serio, mitad en broma:

-Me he despedido de los míos: voy a la guerra. No sé si volveré a casa.

Viendo la cara de bestia que tiene el amigo y que es el jugador más amonestado de toda la Liga (con 17 tarjetas), uno no sabe si él se va a la guerra o son los delanteros rivales los que se juegan la vida cuando le tienen en frente. En esta moral soldadesca, el sargento rojillo nos aclara las ideas un poco más, por si todavía no hemos calado su enfervorizado pacifismo:

-Hay que salir a morir en el campo y nada más. A dejarnos la vida si hace falta, a ganar.

A este tipo, con esta manera de entender un partido de fútbol, habría que cachearlo y pasarle por un detector de metales antes de saltar al terreno de juego. Por si acaso lo suyo va en serio.

¡Menuda manía esa de “salir a morir al campo”! No, macho, sal simplemente a jugar, a hacerlo bonito, a alegrar a los paganos que han soltado mínimo 30 euros para ver regates y desmarques y no a un tío arreando patadas a diestro y siniestro. Hasta el día que le dé por tirar granadas de mano. ¡Más madera, que es la guerra!

El Ferrando, ese entrenador con lenguaje de boxeador, que vive esta temporada en el ring del estadio Calderón, ha respondido a Pablito Rambo que “cree el ladrón que todos son….”. Otro que tal baila, otro al que le he oído infinidad de veces lo de morir en el campo. Tío, si los jugadores se matan y mueren en el campo, ¿a quién narices alineas en el partido siguiente?

El estrambote lo da un tal Hugo Gatti, que escribe una columna en el diario AS. Madridista hasta las cachas y analfabeto hasta la última neurona, prometió en un articulillo hace ya tiempo que se suicidaba en el Bernabéu si el equipo de sus amores no se proclama campeón de Liga. Como la cosa ya está a punto de caramelo, ha recordado en otra cagadita literaria que le vayan buscando sitio en el estadio. Será una broma, pero de tan mal gusto que –con su permiso, lector- me voy al cuarto de baño a vomitar.

De regreso, y más descansado, leo ante mis narices lo último del presidente del Levante: “Hemos perdido batallas, pero ganaremos la guerra”, en referencia al posible descenso del equipo. A este paso va a tener uno que leer la prensa deportiva armado con casco y escudo protector. Así que prefiero mil veces el almibarado Hollywood de la galaxia del Beckham y compañía, con escotes de vértigo y cachas a gogó, que a esta pandilla de cabos chusqueros que se toman un simple partidillo con más ardor bélico que si fuera la batalla de Leningrado.

9 de mayo de 2005

FRÍO BALONCESTO PROFESIONAL

No pudo ser. Los milagros no existen, y si ocurren por chiripa, no suelen repetirse. Así que el Tau Cerámica se tuvo que conformar con el segundo puesto en la Final Four (malditos anglicismos cateturrios) de la Liga Europea de baloncesto. Su rival, el Maccabi de Tel Aviv, le ganó en toda regla, como mandaban a priori los cánones de la renta per cápita de cada equipo (muy favorable a los israelitas), la experiencia en este tipo de partidos (el año pasado también ganaron este mismo campeonato) y el tener un equipo más compensado y superior.

Pero las derrotas a veces esconden grandes victorias. Y la del TAU lo ha sido, porque ha llegado a donde era impensable llegar (a las últimas eliminatorias) dado su modesto potencial económico e histórico. Así que el equipo vitoriano es el gran vencedor moral, aunque ya se sabe que con la moral no se come. Ni siquiera sirve para ganarse la primera piedra de un chalecito en el más allá.

El partido fue todo lo vistoso que puede ser una lucha entre dos equipos con diferente nivel de calidad. A veces la pelea, el no dar un balón por perdido y la táctica, no pueden hacer nada cuando enfrente tienes a una máquina de jugar. Ocurre que, como buen deporte profesional, uno veía a aquellos tíos correr como gamos para arriba y para abajo, saltar hacia las nubes, confeccionar profesionalmente un excelente partido, pero… allí faltaba algo. Sí, era un bello espectáculo… pero demasiado “frío”. Es el talón de Aquiles del deporte cuando se independiza demasiado de sus raíces. Porque una cosa es ver como patéticamente se politiza y se nacionalizan los encuentros deportivos y otra muy distinta (en la dirección contraria) comprobar que allí había jugando unos gigantes que poco o nada tenían que ver con lo que supuestamente representaban: a una ciudad, a una comunidad o a un país. Entre el patetismo nacionalista y el ni chicha ni limoná, me parece que debería de haber un punto intermedio. Teniendo en cuenta que un partido de baloncesto, o una actuación deportiva en general, no suele ser lo que se dice un “gran espectáculo” (excepto pequeños atisbos en alguna jugada o en algún partido concreto e inesperado), si no fuese por la emoción del marcador y la gloria de si ganas o el cabreo de si pierdes, la verdad es que se corre el riesgo de desactivar una componente esencial en todo choque deportivo: la rivalidad más allá de las marcas patrocinadoras. (¿Por qué nos apasiona ahora la fórmula I a los españoles? ¿Por ver si ganará Renault o Ferrari? ¿O porque hay un chaval llamado Alonso al que conocemos desde crío, que se pasea por nuestras calles, habla nuestro idioma, come nuestra riquísima tortilla de patatas y puede conseguir el campeonato del mundo de pilotos?)

Yo veía a aquellos jugadores del TAU correr como locos detrás de la pelota y de los jugadores israelíes (que tampoco eran israelíes) con la misma sensación de frialdad con que un ginecólogo mete mano a una paciente. Ni una emoción, oye, ni un suspiro, ni un “mecachi en diez”. Hielo. Des-pasión. Impasibilidad. Y es que ver como –excepto el base Calderón y algún que otro aislado jugador- todos los baloncestistas del TAU eran argentinos, americanos, lituanos, húngaros, brasileños o ingleses desmotiva emocionalmente a cualquiera. Francamente, aquella pequeña ONU del baloncesto (representada también en el equipo contrario) hacía que las vibraciones emocionales y erotizantes se redujesen bastante. No pedía uno que la cosa fuese pasional, pero tampoco ver el partido con menos calentura que la que tiene una pareja de casados con 40 años de aburrimiento a sus espaldas.

Reconozco, eso, sí, que quien me cautivó fue Dusko Ivanovic, el entrenador del TAU. Serbio el hombre. O sea, que cuando tomaba el biberón de pequeñito, ya estaba mamando basket. ¡Se movía por el campo desplazándose casi tanto como sus jugadores! Manejaba sus piernas y brazos como si estuviera marcando a un jugador rival, arbitraba el partido e incluso tenía tiempo para meterse en ocasiones bien dentro de la cancha. Una delicia de espectáculo y de pasión... dentro del campo. En estos tiempos descafeinados lo de Ivanovic y el TAU es de matrícula de honor. Y todo, oiga, con la mayor deportividad de unos y otros. Como no hubo opio ni violencia, la información en la prensa y teleles al día siguiente ha sido la habitual: ni cuarto y mitad. El ninguneo de siempre.

6 de mayo de 2005

EL DERBY DEL ODIO SIMPÁTICO



Como los andaluces somos unos exageraos, el Juan Puñetas hoy lo va a ser en el titular del comentario, aunque habitualmente no ejerza ni de andalú ni de japonés, a veces ni siquiera de bicho terrestre. (¿No seré algo marciano?).

El próximo sábado, a las 22 horas, se celebra el combate de guerra entre el Betis y el Sevilla. Si tú, lector ocasional, lees este comentario horas después del evento, sigue palante que esto no va de un partido concreto, si no de una manera imbécil de ser y existir: la que protagoniza la eterna rivalidad entre estos equipos.

El 17 de diciembre de 2004, cuando prácticamente esta bitácora empezaba su andadura, hacía un comentario sobre el derby Sevilla-Betis que leído ahora no tiene ningún desperdicio: “Ando preocupao porque este fin de semana es el derby sevillano entre el Sevilla y el Betis y la cosa viene calentándose desde hace días. Al final no sé si se arrearán más leña los jugadores o los espectadores. Por si acaso se han juntado las autoridades y las policías para prevenir altercados. Y una de las medidas que más me llama la atención es que quitarán todas las papeleras que existan en un radio cercano al campo de fútbol”. Al final no pasó nada más que la leña de siempre, fuera y dentro del estadio, pero no hubo ningún muerto ni los heridos pasaron de los habituales. Normalidad en la estupidez.

Ahora llega el partido de vuelta. El precalentamiento viene realizándose desde hace semanas. Cierto que hay mucho teatro en esto de la rivalidad bético-sevillana (donde o eres de uno de los dos bandos o serás un apestado deportivo en tu propia ciudad), pero llegará el día (esperemos que no este sábado) en que la temperatura hará hervir la sangre colectiva y se montará un zipizape de mortadelo y filemón. Y entonces, pregunta al canto: ¿meterán en la trena a todos los sacamantecas que fueron echando leña al fuego?

Cuando la feria de abril ya se armó un belén más digno de tiempos fríos que primaverales. Especialmente por parte de don Manué de Lopera del Gran Poder y el Gran Carnaval, del que invito a leer mi comentario del 11 de marzo titulado “Mi artista preferido”. El draculín se burló de los brasileños del Sevilla que habían hecho el ridículo vistiéndose de corto en la feria. Y es que al presidente bético le sentó como dos tiros que el Ayuntamiento de la ciudad, como detalle del centenario del Sevilla, le dedicase la portada de acceso al recinto ferial. Menuda charlotada se armó. Así que los brasileños sevillanos respondieron a don Manué que ellos en la feria se ponían lo que les salía de la cabeza. Oye, es que desde entonces no ha parado el festín de tontolinadas desde una y otra acera balompédica.

Algunos masocas afirman que estos piques dialécticos les gustan, que son la salsa del fútbol y hasta la pimienta. Vamos, que todo vale siempre que sea con gracia, chistes y esas cosas que tan bien saben hacer los sevillanos. Eso sí, añaden estos paladines de la necedad y el masoquismo, que por nada del mundo derive la cosa en violencia. Como si meterse con la madre que parió al equipo rival fuese una pacífica gracieta.

Tras la feria abrileña siguió calentándose el agua de la bañera. Lopera: “Esta vez el derby lo voy a calentar yo. (…) Algunos se beben tres pelotazos y dicen tonterías. Yo siempre estoy fresco”. La última es que don Manué Manolillo Manolón no ha invitado al presidente del Sevilla (otro buen pájaro de cuentas) para que vaya al palco: “Si va al palco es porque se cuela de rondón”. Como el del Nido ha dicho que él irá a donde le salga de los cataplines, es posible que se líen a tiros ellos o sus guardaespaldas respectivos.

Acabe la cosa al final en sainete o en tragedia, desde aquí invito a la policía a que días antes de los derbys sevillanos detenga cautelarmente a ambos presidentes por alteración del orden público, llevándolos a fregar platos a la fonda del tío Perico. Y el resto del personal de a pie, que se sienta avisado, por si le da por pasarse de la raya. No veas qué vajillas más limpias íbamos a tener en la Sevilliya de las castañuelas, la charanga, la pandereta y olé tu arma, que esto no se pué aguantá. ¡Y en verdá que no se pué aguantá!

4 de mayo de 2005

TEST PARA MUY INTELIGENTES

“El Barcelona tiene tres partidos para ganar el título porque el cuarto, ante la Real Sociedad, no existe. Después de que la afición cantara ‘Barça, Barça’ ese partido ya está ganado, seguro”. ¿Quién ha dicho esto?
a) El decano del colegio de Doctores de Echadores de Cartas de Madrid.
b) Un matemático
c) Un tonto que pasaba por el Santiago Bernabeu
d) Roberto Carlos.
Si ha respondido a) usted tiene mucha imaginación, caballero/a.
Si ha respondido b) usted no sabe la hora que es.
Si la respuesta fue c) me parece que el tonto que pasaba era usted.
Y si ha respondido escépticamente la d) usted bien merece un premio. Su perspicacia e inteligencia es prácticamente infinita.

La siguiente pregunta es facilísima: “La motivación de jugar ante el Madrid es diferente. La grandeza de la entidad es así. ¿Quién no quiere ganar al mejor equipo del mundo?” ¿Quién ha dicho esta majadería? Posibles respuestas:
a) Roberto Carlos
b) Roberto Carlos
c) Roberto Carlos
d) Roberto Carlos
Si usted no ha acertado en la respuesta, es que usted es el mismísimo Roberto Carlos. Ahora viene la pregunta más fácil de todas. Recobre su inteligencia e intente acertar a la primera: “La obligación la tiene el Barcelona. Tener al contrario que te va alcanzando es una presión más peligrosa que la que tiene el que va por detrás”.

Veamos las posibles soluciones: ¿Quién ha dicho esto?

a) Un experto en ver conspiraciones por todas las esquinas
b) Uno que está cabreado porque ha perdido el pelo
c) Un telenovelero
d) Roberto Carlos.

La pregunta era tan fácil que cualquier opción elegida es un acierto, aunque si ha escogido la d) tiene un plus de dos percentiles en su coeficiente intelectual. Y llegamos a la cuarta y última pregunta de nuestro test. La más difícil de todas. Si usted acierta, créame que merece ser el nuevo presidente del Real Madrid… de petanca.

¿Y quién demonios es Roberto Carlos?
a) Un repartidor de Telepizza
b) Un famoso cantante brasileño que le cantaba a los gatos azules
c) Un poeta
d) El más lenguaraz de los galácticos del Club de los estrellaos, el Madrid del futbolín, por lo que hay que hacerle el mismo caso que le hacemos a la suegra: cero tomatero.

La respuesta d) es la correcta. Si la acertó usted está hecho todo un campeón de la inteligencia.

2 de mayo de 2005

DOPADOS HASTA LAS OREJAS

Decíamos ayer… (jó, parezco Fray Luis de León), que lo de tragarse drogas blandas, sucias, limpias o duras es algo habitual en el mundo moderno y que viene de largo, casi desde que Noé se subió a la canoa. Decíamos ayer que los deportistas, por jugar con su cuerpo hasta extremos ciertamente exagerados, por acercarse al límite de sus posibilidades, tienden a usar y abusar de todo lo que les pueda hacer mejorar unas milésimas, subir un centímetro o aguantar dos segundos más. Cada minucia de éstas puede significar la gloria o el fracaso, una patada en el culo o una alforja de billetes calentitos. Así que, en tales casos, la tentación es alta y más de uno y más de mil, intentan superar el tope fijado o mínimo. El riesgo de quedarse como un pajarito en mitad de la competición o de pasar una vejez echando las muelas, algunos se lo pasan por el arco del triunfo y por el forro. Allá ellos.

Decimos hoy que más grave, infinitamente más grave, es lo que están haciendo miles y miles de muchachitos imberbes en nuestros países “desarrollados” (en los otros, el personal no tiene ni para echarse al coleto un triste vaso de agua incolora, inodora e insípida). Resulta que multitudes de jóvenes (los norteamericanos a la cabeza, como siempre) están enganchados a los esteroides y anabolizantes como si en ellos les fuera el sueldo. No los necesitan para aguantar al jefe, para currar durante dieciséis horas, para archivar la miseria personal. Están hasta los calcetines de esteroides y otras cacas por pretender asemejarse a esos atletas apolíneos y fibrosos que parecen salidos del Paraíso terrenal; por querer asemejarse a esas modelos a cuyo paso se giran hasta los árboles; por pretender parecerse a esos famosos tan guapos y guapas que aunque sólo saben decir “la pe con la a, pa”, salen en las revistas y en todas las camas enseñando palmito; en fin, por imitar a los grandes iconos de la modernidad más legañosa, que no la forman científicos, investigadores, inventores, pintores o sabios, sino horterillas de medio pelo, calientapollas de diseño, yogurcitos achocolatados o, pasando al deporte, nervudos atletas de mandíbula de roca, tenistas con las carnes más prietas que el palo de una chuleta de cordero, gimnastas con un modelado de músculos que a su lado el dios Apolo parece un carcamal.

Los efectos de toda esta basura médica (a la que habrá que unir horas de Play, semanas de sofá, toneladas de hamburguesas y otras mierdas) son devastadores para gente que, como los pollitos, aún no ha salido apenas del cascarón: pérdida de pelo, extravíos hormonales, infertilidad, agresividad y otras gaitas poco musicales. Claro que lo peor de todo es que se les queda el encefalograma cerebral más plano que el de un difunto. Poquito cerebro que tienen y lo poco que les dura. Así que, comparado con el desastre del coco, qué más da que se te caiga el pelo del sobaco o las uñas de los pies.

Los estudios más alarmantes vienen, como es natural, del Imperio, de los USA, donde sus semi-adolescentes (entre 8 y 12 años) andan más perdidos que una cabra en un garaje. Y todo con la anuencia del sector de la moda, de las pelis, de la industria del juego y, por supuesto –faltaría más- del mundo del deporte. Leo en la prensa deportiva sobre las deficientes medidas antidopaje de las grandes ligas profesionales (que no han firmado el Código Mundial Antidopaje), habiendo deportes como el béisbol, en el que no se suspende a un dopado hasta el tercer positivo y … sólo por 25 días. La verdad es que estos americanos son la mar de coherentes, a diferencia de los viejales europeos: en los EEUU es un paria el que no va dopado hasta las orejas (sea con kepchup, margarina, salchichas, guiski o pelis del Suarzenaguer ese de las narices), así que no es lógico que los deportistas deban ser una excepción, salvo aquellos que salen de higos a brevas al extranjero para darse un garbeo por los arrabales del planeta. Los europeos somos más hipócritas: vamos de orujo, cerveza, ginebra, humo y escarola hasta las cejas, pero salvamos la democracia de occidente con nuestra moral aún coleante: esa que es experta en guardar las formas y las buenas conciencias.

Total, que tenemos un porvenir más negro que el palo de un churrero. Porque los que vamos pa mayorcitos acabaremos sedados en cualquier visita a las urgencias del hospital del barrio para evitar nuestro sufrimiento tardío y el cargo abusivo a las arcas del Estado; y los que van para adultitos serios y responsables porque cuando estén en la edad de cotizar a Hacienda y fichar de 7 a 15, no van a poder ni con su cuerpo. Vamos, que van a estar peor que nosotros, los viejecitos. Menuda jodienda.

Hay numerosos jovenzuelos merluzones que, al parecer, no saben que el corpachón de la Serena Williams procede de un cruce de genes y de miles de horas de gimnasio, que los adorables músculos del Gervasio Ferrer los ha cincelado a fuerza de siglos y años de sacrificio un señor llamado Entrenamiento o que el Beckham será un bomboncito algo hortera pero que el tío está a todas horas corriendo (no confundir con el anglicismo “corriéndose”). Los milagros no existen, pipiolos.

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