SE ACABÓ LA CEBADA
EL futbolín mueve tantas pasiones, tantas masas y tanto cachondeo que forzosamente deglute al resto de los deportes. Las páginas deportivas de los diarios hablan de fútbol en un 80 %; los informativos televisivos se dedican a comentar las hazañas de los héroes del gol durante más tiempo que al mismísimo presidente del Gobierno. Las radios, no digamos. Así que hasta los libelos como éste que son sumamente críticos con el fútbol, le dedican a menudo casi dos de cada tres comentarios, aunque hay que reconocer modestamente que muchas veces para este Juan Puñetas el fútbol es un vulgar pretexto para retratar esta sociedad desnortada y aciaga que le ha tocado vivir. Pura terapia en plan autoayuda, je, je.
Si recientemente hacía una analogía entre el camarada Ronaldo (su forma de ser, de jugar, de vivir…) y el deporte rey, lo mismo podríamos hacer entre éste y la sociedad en que se sustenta. Basta ver a esa pandilla de energúmenos destrozando alegre e inconscientemente porterías, banquillos, trozos de césped y otras menudencias del estadio de Montjuic para celebrar ayer domingo la victoria del Español. ¿Cómo no comparar este vandálico jubileo con la manera “alegre” y “sana” de divertirse que tiene una parte de nuestra juventud, consumiendo alcohol por un tubo en plena calle y a altas horas de la madrugada, importándole una higa el descanso de los vecinos, la suciedad que deja en todos los alrededores de la movida y el espectáculo a menudo de violencia, droga y otras maravillas de la técnica que se genera simultáneamente?
Sí, hay quien no sabe divertirse nada más que rompiéndole la crisma al vecino o destrozándole una pertenencia. Así actuaron ayer los aficionados del Español de Barcelona. Ocurrió en un campo de fútbol no porque el fútbol produzca estos especímenes, si no porque estos mendrugos acuden a cualquier sopa donde potencialmente puedan hacer de las suyas, divirtiéndose en plan camorra. Pienso que gran parte de la futbolitis que nos invade es consecuencia de la meningitis neuronal que afecta a algunos sectores de nuestra sociedad, que en el cuasi-anonimato de un gran estadio dan rienda suelta a toda la basura y represión subliminal que vienen almacenando a lo largo de la semana y meses. Algunos la teledirigimos de manera privada, indolora e inocua (hablando con una cerveza, escribiendo, riéndonos hasta de nuestra sombra…) y otros la expresan públicamente haciendo el indio o el oso de forma colectiva y gratis, generando vandalismo o gilipollismo. Si encima los sacan en la tele y los compadres los invitan a café con leche, fetén, chavalote, esto mola cantidubi dubi dá.
Total, que acabada la cebada, al burro sólo le queda pasar hambre de fútbol hasta que llegue la nueva temporada allá por agosto, pues este añito nos van a dejar descansar en el verano. Así que tendremos tiempo de hacer unas vacaciones bien descansadas y podremos dedicarnos a echar el ojo a otros deportes más discretos y normales que el fútbol. A esos partidos kilométricos de tenis del Garrós, donde nuestros tenistas cortan el bacalao. A ese play off (eliminatorias finales, en español) de los chicos del baloncesto, que promete emoción y altura. A ese Tour de la France del Non, en el que pasarán grandes cosas. A esos partidos de petanca que tanta afición concentran. O a esos temillas de interés general como la cría del caballo, la velocidad del tocino cuando se le coloca en una piragua, la ascensión pasando las de Caín al monte del Más Allá, y cuando llegas, miras abajo, dices “ya está” y te bajas montaña abajo que te cagas. ¡Cuantos deportes de los que hablar gracias a la sequía futbolera! Que nos sea leve y usted que lo vea. El próximo día empiezo con el arroz del Garrós, oyes.