27 de abril de 2007

NIÑOS: MENOS COMPETICIÓN Y MÁS JUEGO


Hace unos días escribía unas letras sobre unos benditos profesores dedicados a sacar agua del difícil pozo de los adolescentes de ahora, a través de la asignatura de educación física. Mientras unos docentes han decidido tirar la toalla e ir sobreviviendo, otros siguen dando el callo y perdiendo la salud psíquica en ello, la mayor parte de las veces con escasa recompensa. Otra cosa es cuando el niño (o más bien, el padre) decide que el zagal está capacitado para hacer deporte federado, en el equipo del barrio o de la localidad. Un deporte de los de fama y pasta, porque mira que si el mocoso sale fino y burla burlando empieza a destacar… Así empezaron muchos que hoy andan forrados de billetes y fama.


La atención de estos progenitores está puesta en el en plano competitivo, con ciertas miras de futuro, por si toca la flauta con el chaval, aunque sea por casualidad. Poco les interesa la formación física que su retoño reciba en el centro educativo, mucho lo que acontezca en el club social, escuela de tenis o de fútbol… Para el compa de la Aguja,“los niños disfrutan jugando, no disfrutan compitiendo porque el único objetivo es ganar”. Pero en esas están muchos padres, que hasta despotrican del colegio o instituto porque allí pasan de organizar campeonatos, ligas y demás parafernalia competitiva con trofeo al fondo. Así que lo que educan algunos profesores abnegados, deseducan algunos padres hipnotizados por los torneos, la competición y el hipotético futuro del hijo como figura o figurilla deportiva más o menos rentable.



Los chavales son como las esponjas: lo tragan y asimilan todo, lo bueno y lo malo, lo consciente y lo inconsciente, y esa competitividad feroz que existe en los medios, en la calle, en el deporte y en muchas familias, les suele hacer escasa. De poco vale que en la mayoría de las escuelas (un remanso de paz, donde muchos profesores se ven negros para educar en otros valores que no sean los socialmente mayoritarios) se insista en el juego, se recuperen tradiciones y actividades clásicas, se mezcle a los chavales y chavalas en la práctica del ejercicio, se realicen actividades alternativas (yoga, orientación, tenis de mesa…), etc. Al final, cuando los críos dan rienda suelta a lo que llevan dentro (en los recreos) sólo existe el fútbol y todos los execrables comportamientos que éste lleva consigo. Pero todavía aquí los enanos se divierten. Más cuando se trata de enfrentarse a otros mocosos como ellos en un partido oficial, o cuando hay que entrenar duro para prepararse de cara al futuro, más de uno pone una cara de asco que dan ganas de comprarle un saco de caramelos.


No es cosa de tomarse a broma el asunto. Acabo de leer un reportaje sobre los padres de algunas deportistas famosas y es para salir corriendo a la consulta del psiquiatra. No es sólo los tortazos del papuchi de la Zubkova que vimos hace poco en las telecacas. Aquel matón de Alcatraz que atendía por padre de la tenista Mary Pierce, y que animaba a su hija con insultos soeces hacia sus rivales; el padre de Jelena Dokic, cuya filosofía se reducía a una máxima: “las voleas, con sangre entran”, y que hizo tan imposible la vida de su hija (la mejor tenista serbia de la historia) que ésta acabó abrazando la bandera australiana; aquel coronel retirado que drogaba a las rivales de sus hijas; ese padre padrone de la golfista coreana Se Ri, que al final acabó hospitalizada ante sus salvajadas, como aquella de que para endurecer psicológicamente a su hija, ésta durmiese entre las tumbas de un cementerio; el ajedrecista Kamsky, que acabó odiando a su padre, harto de palos y zanahorias. O qué decir del papaíto de las Williams, que antes de engendrarlas ya había decidido que serían tenistas. Suerte han tenido la Venus y la Serena de no haberle defraudado, que si no...


Cuando lo importante ya no es disfrutar sino ganar como sea, escalar peldaños en el ranking, ganar dinero para mejorar la economía familiar, o satisfacer el ego del papurri para que presuma luego en la taberna con los amiguetes o viaje los fines de semana acompañando al crío o cría, entonces entramos en otra galaxia, pasando de la más noble y desinteresada actividad física al terreno bastante resbaladizo de lo competitivo, lo profesional y lo elitista. Aquí, nueve de cada diez chaveas, llevan todas las papeletas para pagar el pato que con tanto afán quiere cenarse la familia. Así que aconsejo al ocasional lector que se zampe enterito este artículo periodístico de XL Semanal, "Campeonas a golpes", mientras que esté operativo. Son casos extremos, pero más me preocupan los casos ordinarios y anónimos de los que casi nadie acaba enterándose más que los propios niños. Eso sí, le ruego tenga a mano un peine porque tras la lectura detenida los pelos se les habrán puesto como escarpias y no es cosa de salir a la calle en ese plan, por mucho que lo raro hoy día sea ver a alguien pulcramente peinado.

24 de abril de 2007

PROFESORES DE ADOLESCENTES, DIFÍCIL TAREA...


Llevo años pasando todos los días por delante de un instituto de enseñanza media, justo por el lado que da a los patios deportivos. Siempre hay allí decenas de chavales desgarbados intentando cumplir con la clase de gimnasia, que es como todavía siguen llamando entre ellos a la asignatura de educación física. A veces, si voy con tiempo, aminoro el paso para alargar en un par de minutos mi mirada ante el tierno espectáculo. Varios profesores, cada uno con un grupo, intentan formar a los mozos y mozas en el arte de la educación física y del deporte bien entendido. Cada par de semanas observo que varía la faena, pero siempre con el mismo objetivo: que los chavales jueguen, se lo pasen bien y aprendan y practiquen los rudimentos básicos de algunos deportes y juegos.


Atletismo, baloncesto, tenis, balonvolea, fútbol sala, hockey, badminton, balonkorf, ritmo, expresión, juegos colectivos populares… Ojalá el Puñetas hubiera tenido en sus años mozos (tiempos aquellos de tablas aburridísimas de gimnasia a ritmo marcial) esta variedad de actividades y prácticas. Ojalá hubiera tenido estos profesores tan profesionales, tan preparados técnicamente y tan comprensivos. Porque si a las ocho y media de la mañana la zagalería se afana –entre bostezos- en despertar el cuerpo y cumplir calladamente con las normas, a las dos y media –cuando vuelvo a pasar por allí- el espectáculo ya se asemeja más a un guirigay inclasificable que a unas clases de educación física. Muchos adolescentes andan derrengados por entre el hormigón como si su cuerpo no tuviese fuerzas para sostenerse en pie. Hace un cansancio que no veas. Pero ahí siguen esos profesores, animando, desgañitándose para inculcar en sus alumnos la pasión por el ejercicio, por la salud y por el juego.


Es difícil, y cada vez más, impartir clase hoy día en la enseñanza media. Incluso de educación física, pues muchos chavales siguen considerando que esa hora es para soltar las piernas y los gritos, pegarse cuatro carreritas a paso trotón, beber agua en la fuente y tumbarse en el duro hormigón para charlar con los colegas sobre la película que echaron anoche en la tele. Sé de profesores –de espíritu bonachón y flaca voluntad- que han dado por perdida su clase de educación física, limitándose a hacer cuatro ejercicios de precalentamiento y a dar balones a los chavales que lo desean para que se dediquen a jugar a lo que ellos estimen oportuno. Cansados de clamar en el desierto, de predicar y no recibir satisfacción alguna (¡cuantos alumnos acuden sin la vestimenta y calzado adecuado!), han decidido cumplir con el trámite educativo, relegando su enseñanza a que cada chaval juegue a lo que le apetezca, siempre dentro de un orden, aunque el caos sea manifiesto. Al menos –afirman- así no hay problemas graves de indisciplina.



Afortunadamente, -vuelvo a ese instituto amigo de mis caminatas diarias de ida y vuelta- otros muchos profesores, amparados en un alumnado más responsable, en una organización académica y de Centro más disciplinada y eficaz y en una vocación profesional a prueba de adolescentes, siguen en su ardua tarea de hacer ver a sus alumnos –aunque en la última clase del mediodía la cosa sea casi titánica- que el deporte, el juego y la condición física son alimentos indispensables del bichejo humano. Tanto como la videoconsola, el móvil o el Emule. En estos días, andan con la cosa de la orientación. Al lado hay un gran parque y cuando lo atravieso a paso ligero por la mañana, allá que ves a los chaveas corriendo de un lado para otro, con sus papeles en la mano, buscando un dato en el mapa para localizar las señales e informaciones colocadas a lo largo de los distintos senderos y múltiples rincones, sean árboles, fuentes o estatuas.



Como sé que muy pocos padres de estos jóvenes agradecen personalmente el trabajo de sus profesores, quiero desde aquí darles las gracias por ese par de minutos diarios en que mis ojos se desvían interesados y curiosos hacia el patio del instituto buscando unas miradas, unos gestos y unas voces que uno hubiera querido mamar cuando era un espigado zangolotino en aquella España aburrida, tristona e inocente de los 70. ¡Quién fuera chaval ahora y tuviera a estos profes de gimnasia!

20 de abril de 2007

TIRANDO EL DINERO EN LA FINAL FOUR


Allá por julio del año pasado, el Puñetas escribía un articulillo en donde ponía a parir a la jefa de la oposición en el Ayuntamiento de Málaga, la señora Bustinduy, uy, uy, porque la buena señora afirmaba (fue poco después de ganar el Unicaja de Málaga la Liga de la ACB) que el consistorio no colaboraba con el equipo de baloncesto de la ciudad. No sólo no le daba ningún tipo de subvención, sino que además le cobraba por utilizar el Martín Carpena, un pabellón municipal. Así que (ojo, no con su dinero, sino con el de todos los malagueños), prometía condonar una deuda existente de 600.000 euros a favor del Ayuntamiento y subvencionar al club unicajil, si resultaba ganadora de las próximas elecciones. El alcalde aprovechó la ocasión para dejar a la señora Uy, Uy como una pobre piltrafilla: “Nosotros nos volcamos con el club en todos sus aspectos, pero en tema de dinero público, creo que hay que tener una gran prudencia. En esos temas de ayuda a los equipos de élite hay que ser moderados, el dinero público tenemos que utilizarlo para el deporte básico”. El Puñetas aplaudió hasta con las orejas el buen razonar del señor De la Torre, alcalde y tal.



Pero, ay, la carne es débil, y cuando entran las ganas de ganar unas elecciones no hay culo que aguante el retortijón, así que ahora (aunque sea de forma modestita) el equipo de gobierno municipal ha cambiado de opinión. Como sabrán aquellos aficionados para los que existe el baloncesto, el Unicaja de Málaga se ha clasificado para la “Final Four” de Atenas: una manera cursilona de decir que disputará en la viejísima ciudad griega una de las semifinales del Campeonato de Europa de Clubes y, si la gana, jugará la final. Como suele ocurrir en estos casos, numerosos aficionados dejarán trabajo, familia y bares para viajar con el equipo y apoyarle en tan señalados fastos. Es el glorioso momento en que todos dicen cosas tan bonitas como que “la afición se va a volcar”, “es una oportunidad histórica que hay que vivir in situ” y otras memeces por el estilo.



Así que ya hay más de 500 aficionados del Unicaja que tienen comprado su viaje a la Final Four esa y se espera que el número se incremente hasta unos 2.000, que es un número redondito y dicharachero. Pero, claro, el precio de las plazas para Atenas oscila entre los 1000 y los 1500 euros, dependiendo de la categoría del hotel, así que –se han dicho en el Ayuntamiento- sería un rumboso detalle otorgar una pequeña ayudita a los que se líen la manta a la cabeza y decidan viajar a la Grecia de Sócrates y Aristóteles, para apoyar con sus griterío ensordecedor a los filósofos malagueños Cabezas, Berni y Cía. Dicho y hecho: “El Ayuntamiento destinará 50.000 euros a subvencionar a los aficionados que viajen a la Final Tour de Atenas”.



Se acercan las elecciones y el alcalde ha pensado que bien merece la pena gastarse cincuenta mil eurillos en bagatelas y cuchipandas patrio-deportivas, aunque sea contradiciéndose respecto a lo que pensaba hace casi un año. Además, que todo el mundo ve el regalillo la mar de mono y estupendo. Hasta la señora de la oposición se apunta a tan genial idea. Menos el Puñetas, claro, que dice que hasta ahí podíamos llegar. Con lo que cuesta sudar la camiseta en el trabajo diario, para que luego papá Estado, mamá Autonomía y el tío del Ayuntamiento se dediquen a tirar la pasta gansa en cualquier chorrada. Esos 50.000 machacantes que sean para farolas, para reponer acerado o para plantas. Y el que viaje a Atenas (nadie le obliga) que se rasque el bolsillo con todo el placer del mundo. ¿No dicen que sarna con gusto no pica? Pues, aplíquese el refrán, señor alcalde, y gástese el parné en la ciudad, mucho más necesitada de mejoras y cariño que los seguidores del Unicaja.

17 de abril de 2007

POR FIN LA LIARON


Ya tardaba mucho el personal futbolero de la élite de la primera división en liarla. Llevábamos una Liga demasiado tranquilita, aunque era previsible que en cuanto las castañas empezaran a asarse, el personal afilaría los colmillos para apoderarse de ellas. El título ya empieza a asomar la patita por debajo de la puerta, con las pocas jornadas que restan, y los descensos están cocinándose a fuego lento. Cinco o seis equipos arriba y otros tanto por abajo se disputan el cielo y el infierno de la temporada liguera, así que estaba al caer el follón tradicional que suele acompañar a momentos tan decisivos, donde la polémica engorda las arcas de clubes, telecacas y un montón de moscones que giran alrededor.



Como era de esperar, los árbitros tienen la culpa. Que si un penalti de más, que si un penalti de menos, que si un golete anulado, que si una expulsión injusta… Vade retro, arbitruchos... Pero la cocina no arde hasta el techo si no hay pirómanos alrededor que aporten abundante combustible extra: algunos directivos de mucho sueldo y algunos periodistos de poco seso. Así que desde el sábado pasado ya tenemos el belén montado: el arma del crimen (dos penaltis en el Sardinero pitados al Irreal Madrid y dos expulsiones de sus descacharrados chicos); un asesino deportivo (el juez Turienzo, al que le han llovido insultos y hasta amenazas de muerte de los descerebrados de turno); un fiscal que no sabe de lo que habla (un tal Mijatovic, que ve cosas raras, aunque podría ir al oftalmólogo a revisarse la vista, que lo mismo es eso) y unos mass media vendidos al burdo sensacionalismo y a los ajustes de cuentas (prensa del Real Madrid, aunque se vista con la camiseta de la difusión nacional). En fin, ya tenemos el cuento guerrero de todos los años armando una zorrera de humo que no veas.



Esta vez parece que los chicos del Comité de la Inanidad (esos de Competición) han tenido ciertos reflejos y se han despertado a tiempo para expedientar al dirigente madridista-yugoslavo y al lenguaraz entrenador del Valencia, pero como son unos pésimos bomberos, el fuego continúa propagándose y probablemente en las próximas semanas alcance y chamusque a otros clubes y geografías. Eso sí, siempre con los árbitros como encausados y chivos expiatorios, porque las bofetadas siempre tienen los mismos destinatarios, esos tíos que intentan hacer cumplir un reglamento y unas reglas absolutamente tercermundistas, más típicas de la Edad de las Cavernas –en que el balón era una vulgar piedra- que del siglo informático en que vivimos. ¿Por qué no usan las nuevas tecnologías en los campos de Primera para evitar estas disquisiciones absurdas sobre si fue o no penalti? ¿Por qué no se introducen cambios en las reglas, que agilicen el sopor habitual por un lado y por otro eviten estas jugadas tan polémicas? Cuando hace años los partidos acababan 6 a 4, un penalti no tenía ninguna importancia. Hoy día, en que marcar un gol es un milagro, un penalti es una jugada tan decisiva que debería, por eso mismo, desaparecer, reconvertirse o estudiarse milimétricamente con los medios técnicos que hoy disponemos.


Pero, para qué vamos a engañarnos. El fútbol triunfa porque va acompañado por la polémica y por la memez geográfica (esa de que los equipos “representan” a las ciudades). Los árbitros son conscientes que ellos son el payaso que recibe todas las bofetadas, aunque lo disimulen muy bien (el bolsillo es débil). “Tan sólo estamos hablando de fútbol”, ha dicho el trencilla Turienzo, demostrando que no tiene ni pajolera idea de lo que se cuece en este deporte o tiene más cuento que Calleja. Allá él si quiere ser tan ingenuo o hacérselo. Menos lobos, Caperucitas, que aquí todo el mundo sabe a lo que juega y de qué va ésto. No se salva del desmadre y la desfachatez ni la mismísima pelotita…

13 de abril de 2007

EL MÁS DIFÍCIL TODAVÍA DEL CIRCO DE LA 1


-¡Pasen, ñoras y ñores, pasen!


-¡Vean a Fernandito Alonso pilotando con la nariz mientras se rasca la coronilla con una mano y con la otra saluda a la afición!


-¡Disfruten con Raikkonen conduciendo con los ojos vendados, guiándose sólo con las instrucciones que reciba desde los boxes!


-Pasen, ñoras y nores, y disfruten con el circo de la Fórmula 1! ¡Lo nunca visto, el más difícil todavía! ¡Córranse de emoción y gustirrinín contemplando el galope de Hamilton a 300 por hora y con sólo tres ruedas! ¡Calmen sus palpitaciones tocando la nalga izquierda de la novia del hermano del inigualable, el inimitable, el superferolítico Michael Schumacher!



Bueno, ñoras y nores. Dejando a un lado las calenturientas imaginaciones del Puñetas, las de los jerifaltillos de la Fórmula 1, con el ricacho Ecclestone a la cabeza, no les van a la zaga. Los pobrecillos andan haciendo números para ver si se embolsan más pasta de la actual (al fin y al cabo quienes se juegan la vida en el asfalto no son ellos) con la introducción de novedosos números y ocurrencias en el circuito internacional de los grandes premios. Por de pronto ya tienen un par de ideas en el cocotero y sólo esperan que se caigan por su propio peso. La primera es hacer algunas carreras nocturnas, porque será muy emocionante contemplar a nuestros pilotos favoritos intentando no darse una hostia contra las barreras de protección del circuito echando a suertes si esa sombra que se ve allá es una curva, es el reflejo de la pálida luna o es un bache dispuesto por la organización a última hora para hacer más divertida la cosa.


Los lumbreras de la Fórmula 1 (que no son los pilotos) ven que así podría incrementarse el negocio pues la gente, oyes, es muy romántica y seguro que acudiría al circuito con mayor pasión para disfrutar de una noche loca donde el ruido de los motores, las ráfagas luminosas y el cielo estrellado brindarían un bello espectáculo capaz de enternecer a los corazones más duros de pelar. De paso, mientras que es de noche en un hemisferio, en el otro sería mediodía, con lo que el número planetario de espectadores se duplicaría de forma natural y así ellos, los lumbreras, podrían engordar mucho más la faltriquera o billetera. Que los pilotos vean la medida como un aumento del riesgo de palmarla, tiene escasa importancia. Que llenar de bombillas todo el trazado cueste una millonada energética, qué más da si el cambio climático ya no tiene vuelta atrás. ¡Bah, a nosotros, los lumbreras de la Fórmula 1, nos van a venir ahora con tiquismiquis!



Pero si falla la primera atracción circense por culpa de esos jodíos pilotos que sólo piensan en no perder la vida dentro de un cuatro latas atiborrado de publicidad, tenemos otro estupendo reclamo para el personal, siempre tan amante de la cosa estética y arriesgada: aumentar los circuitos urbanos. ¿Qué tal una carrerita en Eurodisney, entre los castillos de Miky Mouse y los numerosos hoteles de la zona? ¿O una prueba por el casco antiguo de Roma, pasando por delante de edificios tan emblemáticos como el Coliseum y la Pizzería Mamma Lina?



Ideas hay muchas, gente dispuesta a soltar la pasta también, así como espectadores encantados de pasar una noche al raso viendo la carrera con los prismáticos de infrarrojos en una mano y un bocata de calamares en la otra. El ojo del amo es fácil de engordar porque del coste ya se encargan otros. Así que olvídense de aburrirse contemplando como Fernandito Alonso mira por el retrovisor a sus rivales a plena luz del día dando vueltas y vueltas como una peonza a un monótono circuito. Lo lindo, ché, es conducir de noche a la luz de las velas y las linternas o achicharrar el glamouroso asfalto de una urbanización de lujo, tipo Montecarlo.



El problema que tienen estas dos nuevas atracciones circenses es que de noche toda la publicidad es parda (como los gatos) y que en un circuito turístico la misma quedaría bastante desmejorada al contraponerse a la existente en farolas, carteles publicitarios, cabinas telefónicas y tal de las calles y plazas por donde circulasen los monoplazas. Bueno, es un problema importante, pero nuestros lumbreras de la 1 ya se inventarán algún remedio para tan importante contratiempo económico.



-¡Pasen, señoras, señores y mascotas! ¡Vean como Fisichella conduce su bólido por las calles del Pato Donald, al tiempo que firma autógrafos al respetable sin apearse del asiento!


Cuenten conmigo, queridos lumbrerillas... No pienso perderme ninguno de sus espectaculares números circenses...

10 de abril de 2007

A ESCUPIR, AL FÚTBOL...


Pom, poropopom, pom. Piii, piripipi, piiii. Tundaaa, tachuuundaaa, pripiripipi piripipó…



No, no es que el Puñetas se haya vuelto más zumbado de lo que está, es que todavía le dura la resaca de la Semana Santa (que de santa no tiene un pelo) y no porque un servidor se ponga debajo de un trono y tire palante, si no porque por el Sur hay mucha parafernalia y mucho tostonazo al respecto y quienes pasamos olímpicamente del tema (dejando a un lado la cosa estética) ni siquiera podemos resguardarnos en casa del vendabal semanasantero. Así que es inevitable que a uno le atiborren de tamboreadas, de trompeteos, de desfiles marciales, de tronos de santos y esas cosas tan típicas de estas fechas, amén de las torrijas, hornazos, buñuelos y toda esa gastronomía que está muy buena pero que sienta al estómago como una patada de Javi Navarro o Marchena. Así que, inevitablemente, todavía runrunea por mi cerebrín el pom, porompom, pom, piripipí, piripipó de estos últimos días.



Al grano. Poco antes de entrar en la Semana de Pasión, en que el Arco iba a estar en OFF para recuperar fuerzas, me enteré de una noticia que me heló las meninges. Tuve que leerla tres veces hasta poder darla por cierta. Con la primera me sonreí, con la segunda me indigné y con la última me dije: ¡así se hace! El asunto es bien sencillo. Se disputaba en el Dorall Club de Miami la tercera ronda de su campeonato de golf. En el hoyo 13 el español Sergio García falló un golpe muy fácil, necesitando tres intentos para meter la pelotita finalmente en el hoyo. Enfadado, escupió en éste y mira por donde las cámaras de la NBC recogieron tan bella imagen. La tormenta que se originó al día siguiente fue de aquí te espero. Aunque la Asociación de Golf de EEUU trató de minimizar el asunto y resolverlo discretamente con cuatro palabritas a García y una multa, las telecacas y muchos mirones del evento pusieron el grito en el cielo y en el jugador español, tachándolo de poco deportivo e indisciplinado. Supongo que también lo tacharían de guarro y sucio, pero la noticia de agencia no mencionaba esta cuestión.



El caso es que los criticones le dieron a la moviola recordando que ya en 1999, durante un torneo en Inglaterra, García se quitó un zapato y lo lanzó contra un anuncio. Así que el asunto se puso negro para el españolito –ya había antecedentes- y no sé si incluso debió de pedir asilo político en la embajada española. No me consta, pero viendo lo exagerados que son en los USA para ciertas cosas, tampoco me hubiera extrañado. Días más tarde he querido seguir la noticia para ver en qué acabó la cosa, si le pusieron a Sergio un multón, si le dieron un buen azote en el culo por llenar el hoyo golfero de puerca saliva o si lo contrataron para actuar en una peli B de esas que los yanquis fabrican como churros, llenas de tacos, estupideces, escupitajos, guantazos y asesinatos, donde Sergio podría lucir ampliamente su saber salival. En fin, que me he quedado en plan coito interruptus sobre el particular: la maldita manía de la prensa española que da las noticias pero jamás les sigue la pista para ver como concluyen. Así que desde aquí lanzo un SOS para ver si algún sapientísimo lector se ha enterado del final de esta historia.



Y ahora, la moraleja, como está mandado. Habrá personal que encuentre la reacción de la Asociación de Golf y de los criticones, como una meapilada típica de unos mercachifles mojigatos. Otros probablemente estén a favor de la sanción al golfista español pues las normas en el golf son muy claritas: o actúas siempre como un caballero de los pies a la cabeza, pasando por la boca, o te vas a meterla a tu casa. El menda que esto escribe, tras darle un buen rato a la pelota que tiene sobre los hombros, opina que Sergio García debería haber reprimido su descontento para cuando llegase a su hotel y allí se podría haber desahogado pegándole fuego a las cortinas, arreándole una patada a la pata de la cama u otras cosas parecidas, toleradas sólo a los famosos cuando se cabrean; pero en el campo de juego hay que demostrar siempre una buena educación, un buen fair play y unos modales exquisitos, sea en el golf o en el tiro al plato. Otra cosa es cuando uno juega contra un rival, cuando hay choque físico y riesgo de lesiones, en cuyo caso uno tiene perfecto derecho a defenderse partiendo la pierna al rival, clavándole un puñal en el hueco de la tercera costilla o metiéndole la pistola por el sobaco, je, je. (Espero que se me entienda la ironía, porque si no vamos dados…). Sergioito, tito, que en el deporte todavía hay clases y una cosa es el golf, con el que te ganas muy bien la vida presente, futura y la del más allá, y otra muy distinta es -por ejemplo- el furbo ese donde si no escupes trescientas veces en un partido ante millones de espectadores (que a lo mejor hasta están cenando) no eres nadie, pero que nadie, nadie. El día que la FIFA decida multar a los jugadores que escupen en el campo, ese día algunos empezaremos a creer en el fútbol como deporte de bellas y sanas costumbres. Y cenaremos sin el riesgo de que un salivazo escapado del televisor futbolero nos salpique en la ensalada.



García, tras el escupitajo, se explicó: "Simplemente, he fallado y no estaba muy contento". ¿Y qué culpa tiene el hoyo? Pégate un puñetazo en cada ojo y verás como la próxima vez espabilas y no fallas un golpe tan fácil…, aunque, a los que no jugamos al exquisito golf, nos sigue pareciendo dificilísimo.

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).