27 de febrero de 2007

EL TORNEO DE LAS NEURONAS


Suelo seguir con el rabillo del ojo el Torneo de Ajedrez más importante del mundo, que no es otro que el de Linares, ciudad en la que el Puñetas pasó sus veinte primeros añitos de vida. Mi relación con el ajedrez se encuentra en horas bajas a nivel competitivo (llegué a disputar durante años varios torneos por correspondencia que –conociendo la proverbial rapidez tortuguera de nuestro servicio de Correos- duraron algunos más de dos años), aunque siempre es buen momento para echarse una amistosa partidita en plan aficionadillo, con una copichuela bebestible en una mano y algo masticable en la otra. (¿Quieren prevenir el Alzeitmer?: jueguen al ajedrez y déjense de gilipolleces médicas).


Hace dos años, por estas mismas fechas, dedicaba un articulillo al famoso torneo, explicando como es posible que en una ciudad de 60.000 habitantes se organice semejante evento, que hace que Linares sea más conocida en muchos lugares recónditos de Rusia u otros países forofos del ajedrez que ciudades de más alto calado y copete. La pasión por el ajedrez mueve montañas en según qué sitios. Por ejemplo, en Morelia (Michoacán – México), donde acaba de terminar la primera fase del torneo de este año, que novedosamente se disputa a dos vueltas: siete partidas en dicha ciudad mejicana (del 17 al 26 de febrero) y las últimas siete en Linares (del 2 al 10 de marzo). El experimento del doblete México-España parece que está dando buenos resultados.



Pero el ajedrez no es sólo que un caballo se coma un peón o que una torre se cepille a una reina. En las grandes competiciones siempre suelen pasar cosas jugosas o polémicas, como en el último campeonato del mundo entre Topalov y Kramnik y el torneo que comentamos tampoco podía se una excepción. Empezó con la baja imprevista del azerbaiyano Radjabov, debido a un robo sufrido en su hotel. En la fase de aclimatación, antes del torneo, al pobre hombre la organización lo envió a Pátzcuaro, una ciudad con un muy alto grado de delincuencia, sin avisarle que tomara las medidas preventivas correspondientes, incluyendo algunos guardaespaldas, pero ya se sabe que los tipos del ajedrez no mueven demasiado dinero. Así que una banda organizada le abrió la habitación del hotel sin pedirle permiso, llevándose casi todo lo que tenía él y su entrenador (su propio padre). ¡Menos mal que habían salido a darse un garbeo, que lo mismo la cosa hubiera acabado en drama! Así que sin documentación, sin medios técnicos y con el cabreo a la altura del entrecejo (las autoridades mexicanas pasaron olímpicamente de las quejas del azerbaiyano…), se retiró del torneo. Yo que la organización linarense lo repescaba para la segunda vuelta y le ponía un retén permanente de policía municipal, guardia civil y hasta geos, por si las moscas…



Pero la atracción ha sido un chico de 16 años, llamado Magnus Carlsen, noruego de Noruega, que por primera vez disputaba el torneo como artista invitado y que, al cabo de la primera vuelta, comanda la clasificación con un indio de la India llamado Vishwanathan Anand. El niño empezó a jugar a los 5 años y ya sabe tanto de jaques y mates que ha sido el capitán de la selección de Noruega en las dos últimas Olimpiadas de Ajedrez. ¡Menudo angelico! Según dicen los que entienden de esto, Carlsen posee una capacidad fuera de serie en cuanto al cálculo de variantes y entendimiento de las posiciones. Además, tiene una memoria fantástica y prácticamente recuerda todas las partidas que ha estudiado. A poco que coja mucha más experiencia, algunos auguran que será uno de los grandes jugadores de todos los tiempos. Ya veremos, pero por el momento, que le quiten lo ganado.



En estos tiempos en que la mayoría de los chaveas pierden el tiempo con las videoconsolas o las telecacas, atrofiándose las escasas neuronas que el sistema educativo deja vivas, el geniecillo del Magnus tiene los santos bemoles de entrenar siete horas diarias. Sus padres han facilitado la vocación del chico sacrificando su limitada economía, hipotecando hasta su casa, para que pudiera asistir a los torneos. Incluso, en una decisión muy arriesgada (¿o sensata?), lo retiraron del colegio para que se pudiese entregar por completo a la práctica profesional del ajedrez. Por ahora, ya está entre los 25 primeros jugadores del mundo. Como el zagal promete, su patrocinador actual es Microsoft, así que suponemos que los padres habrán vuelto a recuperar la vieja casita y hasta estarán ahorrando para comprarse un buen tugurio. En fin, hay apuestas arriesgadas –y polémicas- que dan más que la bonoloto.


Así que espero escaparme un día de éstos a Linares y, al tiempo que revive uno sus también polémicos años de mocedad, aunque menos fructíferos que los de Magnus, intentaremos visitar el hotel Aníbal donde suele disputarse el torneo y echar un ojímetro al personal de las sesenta y cuatro casillas. La ciudad de las tapas (el otro deporte local) puede ser la consagración definitiva del niño más famoso del deporte actual.


Y nosotros, ya abueletes, que lo veamos…

23 de febrero de 2007

MI EQUIPO ES "NINGUNO"


Hoy acabo de darme cuenta que estoy hecho de una pasta especial. Vamos, que me hicieron y rompieron el molde… No, no es que hoy me haya dado un ataque agudo de orgullo y vanidad. Sigo fuera del mundo de la política, así que continúo siendo un don nadie, un pobre desgraciao, un mindundi. Lo mío va en el sentido contrario. ¿Qué defecto de fabricación hizo que la pasta neuronal y emocional del Puñetas sea incapaz de asociarse a unas siglas deportivas? ¡¿Dónde vas, pobre de ti…?!



-Pero, Puñetas, no me digas que no hay un equipillo de fútbol que te haga tilín, que te erice un poco los pelillos de las piernas, que te ponga alguna vez la piel de gallina…

-Pues, no, querido amigo. Soy incapaz de sentir la más mínima atracción emocional por un equipo de fútbol, de baloncesto, de petanca o de parchís. Debe ser que en mi fabricación se olvidaron de algunos genes…



Y en esas estamos.


-Y tú, ¿de qué equipo eres? –me pregunta el zagal al que acabo de decirle que lleva desatados los cordones de la bota.


-Mi equipo es ninguno –le respondo en plan molón.


-¿Se llama “Ninguno”?


-Olvídame, pollito…


Lo siento. Soy incapaz de pegar un alarido, aunque sea de placer, tras marcar un gol, una canasta o una carambola cualquier equipo del mundo. No me sale. Lo veo todo como el que ve llover. Pienso en la cantidad y calidad de la lluvia, disfruto con la humedad, la olor y la imagen de los embalses a rebosar, pero no paso de ahí…



-Pero tendrá usted alguna simpatía por algún equipo, aunque sea remotísima…



Pues mire, me da igual que gane Juanillo que Pepón. Incluso si juegan equipos del terruño con los de otras galaxias. En esto del deporte no soy patriota, ni cortijero ni pueblerino. Qué se le va a hacer… A mí me gustaría de vez en cuando presumir de sensible a la tierra más cercana que me rodea, pero ya le digo, me falta algún gen específico que lo impide. A veces, claro, hago teatro, me sugestiono un poco, elaboro mis propias imaginaciones y logro vislumbrar un relámpago de pertenencia a algún grupo, equipejo o banda, pero no logro pasar de esa vana y autogestionada ilusión. Un espejismo fugaz que pronto me devuelve a la cruda realidad.



-Pues, perdone que le diga, pero será usted muy desgraciao…



-Eso es lo malo, que no tengo pesadumbre por el tema, que no quiero hacerme un transplante de cerebro o de memoria para poder presumir de pertenencia gregaria a un grupo o equipo deportivo, para poder levantar la voz y sacar pecho en las victorias y esconderme orgullosamente en las derrotas. Es que no me preocupa el tema, vaya…



Allí dejé pensativo al amigo, dándole vueltas a su incapacidad para imaginar a alguien que no sienta los colores de ninguna camiseta, los olores de ninguna sacristía, las notas de ningún himno de “a por ellos”, las bellas letras de amor a una institución deportiva. Es probable que igual que el Puñetas tiene ausencia de varios genes “afectivos”, el amigo tenga déficit de otros genes también importantes: los “comprensivos”. Así que ni soy del Madrid, ni del Barça, ni del Málaga, ni de la selección de Villar, ni del Prepucio Club de Fútbol, del que soy Presidente de Honor. Me importa igual quien gane siempre que lo haga con limpieza, sabiduría y respeto hacia el rival. Por eso jamás me verán leyendo una página web de un club en concreto, ni las letrajas del “Marca” o “El Mundo Deportivo”, prisioneros de su amor por un club determinado. La prensa parcial y partidista no me interesa. Por eso presumo de plural, de buscar ingenuamente la verdad equivocándome en la búsqueda. El infierno está empedrado de buenas intenciones, dijo aquel…



Otra cosa son los individuos, las personas, las hazañas colectivas imprevistas o improvisadas, las desgracias homéricas o las mortadelo-filemónicas… Ahí sí me verán emocionarme, gritar, sudar o, incluso, rezar, yo que no me sé ni el “padre nuestro”… Ya digo, unos cuantos genes afectivos me faltan y me diferencian de medio mundo. No me echen a mí la culpa de los errores de la madre naturaleza. Por fa.

20 de febrero de 2007

PÉSIMOS TIEMPOS PARA LOS ENTRENADORES


Como el mundo de la competición deportiva se ha vuelto una selva más inhóspita que la más salvaje de las selvas naturales (“la competición engendra tensiones, trampas, coacción, disgustos, violencia, e incluso la lucha entre los integrantes del propio equipo” –son palabras certeras del compa de la Aguja), empiezan a abundar los damnificados y cadáveres, sean físicos o mentales. Pero tengo para mí que uno de los sectores más perjudicados en esta pérdida de cualquier valor deportivo y humano en el mundillo fuertemente pestilente de la alta competición, es el de los entrenadores (especialmente los futboleros).


Desde hace años muchos entrenadores son como el papel higiénico: usar y tirar. Y empeorando. Ya no basta que lo deportivo vaya mal o regular. Incluso se les manda a paseo tras los triunfos (es mejor irse –se dice- en la cresta de la ola que cuando la cosa no funcione). Rehenes de dueños de clubes que sólo aspiran al negocio, a la fama y propaganda personal, al blanqueo de dinero… Con tipos en el club que les han quitado atribuciones, como los directores deportivos, los preparadores físicos, los nutricionistas, los psicólogos… y que hacen que al final el papel de entrenador sea coordinar a toda esta gente y, eso sí, dar la cara y recibir todas las bofetadas. Si encima estás en un club de esos que presumen de ser los mejores del mundo, de esos que desprecian a los rivales ya que consideran que siempre tienen que ganar la Liga (si vas cuarto y a cuatro puntos del líder, es un fracaso desastroso), y si –para mayor desdicha- entrenas en un país en que el fútbol o el baloncesto es el narcótico social y nacional por excelencia, entonces lo tuyo –amigo entrenador- no tiene cura: cambia de profesión o dedícate a vivir de las rentas, si es que alguna vez diste un pelotazo contractual.


La presión sobre estos profesionales es tal que a veces explotan. Mientras que los jugadores se desfogan físicamente en el campo pegando patadas a los contrarios o eluden sus responsabilidades personales diluyéndolas en el equipo, el entrenador se encuentra sólo ante el peligro y siempre con enemigos a cuestas: los chicos que no juegan, el directivo que tenía otro candidato, el tonto del club (siempre hay un tonto y a veces suele serlo el mismísimo presidente de la entidad…). Luego están los aficionados –eso entra en el sueldo- y la prensa canallesca que vive a tu costa sin que tú veas un duro por ello. Así que a nadie puede extrañar que algunos entrenadores tengan que pasar por la UVI con angina de pecho o amago de infarto, o que otros exploten verbalmente para huir de ella. Así, Manel Comas, el dicharachero entrenador de baloncesto del Caja San Fernando de Sevilla, que esta semana afirmaba -tras perder un partido- que sus jugadores son “gilipollas” o, refiriéndose a un jugador concreto, que "es un NAF: Negro Atlético Fraudulento, y de mí no se va a reír más”. A los dos días don Manel se ha tenido que tragar sus feas palabras, pero al menos la descarga emocional de sus exabruptos le ha evitado pasar por la UVI. O qué decir del caso de Fabri, entrenador del Alavés, cesado por su presidente (“alias Piterman”) minutos antes del partido y luego readmitido a la finalización del mismo. Don Piter le había hecho la alineación una vez más, pero al entrenador fantasma se le infló sorpresivamente la dignidad. Descarga de adrenalina y bilirrubina, nueva bajada de pantalones, pero al menos la salud –oye- se mantiene en un nivel estable.



Ya digo, la cosa se está poniendo oscura. Pero el caso más escandaloso de la actualidad es el de Fabio Capello, entrenador del Madrid. El hombre lo estará haciendo bien o mal, pero el acoso mediático (dejemos a un lado el de algunos de sus jugadores y de varios directivos y técnicos de la casa) es para estudiar en las Universidades de Periodismo. Desde que llegó el primer día al equipo le están crucificando. Lo último ha sido el anuncio de su dimisión por parte de la cadena obispera de la COPE, a la que han seguido miméticamente el resto de las telecacas y radios. A estas horas don Fabio todavía no se ha largado o lo han echado, contradiciendo al señorito Abellán. Ver algún informativo de Telepingo o Antena Puaff, o escuchar emisoras como la citada, es asistir a un linchamiento del entrenador italiano en primera fila y gratis, sin que a los “periodistos” se les caiga la cara de vergüenza o se les ruboricen los genitales. Prensa no ya canallesca, como decía el clásico, si no facinerosa y mugrienta, que te atosiga a todas horas, te insulta desde la mañana a la noche, que opina de tu trabajo sin tener ni pajolera idea de lo que dice y que se cree que tiene autoridad suficiente para quitar o poner entrenadores. Quizás es que, como en el caso de Antena 3, su “Territorio Champion” y sus ingresos crematísticos dependen de que el Madrid y otros equipos españoles avancen en la Champion Li (a más eliminatorias, más negocio) y con el italiano parece que ven peligrar las ganancias más allá de los octavos de final. “Todavía sigue Capello en el banquillo”, afirmaban hoy en su bochornoso y patético noticiero del mediodía. Luego, le pusieron el micrófono al acosado para, con todo el morro de una piara de cerdos, preguntarle que cuando se va a marchar. El tío dice que no contesta a eso, y vuelven a la carga. Que si va a estar sentado en el banquillo en el próximo partido... y el tío repite lo de antes y vuelta a empezar.


Menos mal, dirá Capello, que al final me acabaré largando con los 15 millones pactados en los tres añitos de contrato, con lo que bien estará lo que mal acaba, pero una cosa es asumir que te griten quienes pagan –los aficionados- y otra que tengas que aguantar a tropecientos tíos con el micro entre las piernas diciéndote los muy inútiles que el inútil eres tú. Ser entrenador empieza a ser una cosa demasiado seria y arriesgada si no tienes licencias de armas.

PD: Hoy tuve el masoquismo de escuchar la primera parte del Real Madrid-Bayer de la Champion Li en boca de los locutores de Antena Puaff, otros que se mean las patas abajo cuando le enchufan la alcachofa a cualquier político embustero y bailarín pero que se atreven con cualquier futbolero de tres al cuarto, como Capello. Oiga, unos impresentables que mejor harían en estudiarse los miles de vídeos de las retransmisiones de Matías Prats padre. Una verborrea, una cantidad de apreciaciones subjetivas, un forofismo, un chorro de equivocaciones, unos destripaterrones del diccionario…, en suma, unos cantamañanas que no saben que un partido de fútbol en la telemierda no puede retransmitirse igual que si aquello fuese la radio. Estos, un tal Luque y un tal Manu, son los que luego largan contra Capello cuando salen en plan percha parlante en el noticiero simpsonero de Antena Puaf. ¡Regresad de nuevo a la escuela, beibis…!

16 de febrero de 2007

UN MILLÓN DE GRACIAS, DON ALEJANDRO...


Acaba de morir Alejandro Campos, más conocido como Alejandro Finisterre, cuya biografía personal desconocía completamente. Mira por donde, media página de un periódico de provincias me pone al día sobre su memoria y me emociona el leerla. Viejo y cansado, falleció la semana pasada con el bendito honor de haber aportado no un granito, si no un montón de felicidad a bastantes seres humanos. Entre ellos, al menda lerenda. ¡Y yo, sin saberlo!



Don Alejandro fue empresario, escritor y editor. Entre sus labores intelectuales destacó la de ser albacea de la obra de León Felipe, mi poeta preferido: “Estrellas, sólo estrellas, estrellas dictadoras nos gobiernan”. El poeta que, a mi modo de ver, mejor ha relatado el drama de la España guerra-civilista –en el que se vio envuelto a su pesar- con su “Español del éxodo y del llanto”: “¿Por qué habéis dicho todos que en España hay dos bandos, si aquí no hay más que polvo?”.



Don Alejandro Finisterre también se vio envuelto en la contienda feroz del 36. A los 17 años resultó herido en un bombardeo. Llevado a un hospital barcelonés, rodeado de mutilados de guerra, añoraba su niñez de fútbol y goles. Viendo que ya nunca más podría volver a practicarlo, empezó a darle al coco. “¿Por qué no crear el fútbol de mesa?” Tras perfeccionar los primeros bocetos del futbolín durante su exilio en Guatemala, no pudo nunca patentarlo pues por entonces las fábricas de juguetes estaban siendo utilizadas para hacer armas, esos cacharros con que juegan algunos humanos deshumanizados y embaucados por asquerosas banderas, mentirosos himnos, criminales gobiernos y golpistas ejércitos.


Ah, el futbolín… ¡Cuantas horas y horas de placer y actividad infantil y juvenil atesora el Puñetas a los mandos hipnotizados de unas barras metálicas que movía primorosa y frenéticamente en busca del ansiado gol! Jamás he disfrutado jugando o haciendo deporte, como lo hice en aquellos remotos años, pantalones cortos a la altura de las rodillas, escuálido como una jirafa, ávido de emociones fuertes logradas a fuerza de habilidad, tenacidad y hasta pícara psicología infantil.


-¡Mira quien acaba de entrar por la puerta!


Y el contrario (cualquier otro niño que deambulaba por el local, un amigo…) abandonaba por un momento la mirada del rectángulo de juego y, pumba, gol que te crió.


-Me has engañado, tramposo.


-O espabilas, macho, o te morirás de hambre…


Ya por entonces el Puñetas era un chavea bastante redicho y algo leído, que acababa de zamparse el "Sólo se mueren los tontos" del humorista Alvaro de la Iglesia, sacando lecciones provechosas para la vida cotidiana.


Tiempos aquellos de la mocedad en que todavía no había llegado a casa la televisión; en que salíamos del cole y nos íbamos la pandilla a la era a jugar al fútbol y rompernos los pantalones o chamuscarnos las rodillas; en que la diversión era dar vueltas y vueltas al tontódromo (el paseo de la ciudad) contando chistes verdes y remirando a escondidas un arrugado naipe con una mujer semidesnuda que nadie se acordaba ya cómo había llegado a nuestras manos. (Hoy te sirven las tías en pelota hasta con el Colacao, en el desayuno. Claro, no hay color…). Tardes de domingo en la sesión infantil, con películas de aventuras que todos los chiquillos seguíamos con risas, pitos y un cucurucho de pipas. Pero, sobre todo, aquel local cochambroso donde brillaban con luz divina tres hermosos futbolines, más eróticos y atractivos que la chica más hermosa que nuestra mente calenturienta imaginase en su candidez. Allí entrábamos, casi como rezando, unas veces para jugarnos las cuatro perras que habíamos sisado en casa, otras para retar a otros pardillos como nosotros y así poder alargar el placer, la mayor parte de las veces para simplemente mirar y ver a los más mayores como hacían diabluras con aquellos once jugadores ensartados en las cuatro oxidadas barras metálicas.


Cuando hoy me entero que se ha muerto el inventor del futbolín, quiero mandarle desde esta bitácora un cariñoso abrazo, agradeciéndole su invento y las miles de tardes de felicidad que me produjo en aquellos años en que todavía creía en la inocencia. Hoy siento pena por los chaveas que –hartos de todo- se aburren como una ostra rodeados de juguetes tecnológicos que ni fomentan la imaginación, ni el ejercicio físico (¡cómo sudaba en aquellos futbolines…!), ni el compañerismo, ni la simple picardía de entonces.



No fueron aquellos, buenos tiempos para casi nada, pero fueron lo que fueron y nos tuvimos que aguantar, sacando petróleo de donde no había. Hoy siguen siendo malos tiempos, aunque los vivimos como si fuesen los mejores del mundo. En fin, gracias, don Alejandro, por su invento futbolero y por ayudar a que la obra y la persona de León Felipe no cayese en el olvido. “Lo que sé me lo han enseñado el Viento, los gritos y la sombra…¡la sombra!”.


PD: Hoy ya apenas se ven futbolines y donde los hay la chiquillería pasa de ellos. A mí todavía me gusta echarles unas monedas y jugar una partidita, aunque tristemente compruebo que las sensaciones ya no son las de aquellos años en que leía al cachondo de Alvaro de la Iglesia y me destrozaba los pantalones en la era jugando un partido de verdad. Bueno… ¡que nos quiten lo jugao….!

13 de febrero de 2007

EL DEPORTE DE LA SIESTA


DEDICATORIA. Al jugador del Barcelona, Etoo, que hoy se ha desmelenado con uno de sus tradicionales numeritos. Samuel, eso te pasa por no hacer la siesta…



Tenía ganas, demonios, de escribir una cosa así desde hace tiempo, pero como depredador paciente he esperado que hubiese alguna noticia al respecto, para saltar a la yugular del tema. Sí, amiguitos y amiguitas, la siesta es un deporte la mar de saludable, siempre que puedo la practico y pese a que mis enemigos hacen todo lo posible por evitarlo, informaciones e investigaciones recientes proclamando las virtudes científicas de la siesta no hacen si no confirmar lo ya sabido así como elevar aún más mi querencia por su práctica.


“Francia estudia permitir la siesta en el trabajo”. (EL PAIS.es, 31/01/07). "¿Por qué no echarse una siesta en el trabajo?", se ha preguntado el ministro de sanidad francés, refiriéndose a algunos estudios científicos que afirman que, en ciertas condiciones, una siesta corta favorece la concentración y la seguridad laboral. Unos seis millones de euros serán destinados en los dos próximos años a formación e investigación sobre el asunto “y si todo va bien, no dudaré en promover su práctica”. Eso está bien pensado, mesié Bertrand. ¿Aprende usted, señora Salgado?



“Según un trabajo médico griego de la Universidad de Atenas, dormir la siesta habitualmente (30 minutos al menos tres veces por semana) podría reducir la mortalidad coronaria. En el estudio, junto a otros hábitos, como la alimentación o el nivel de ejercicio físico, se evaluó la costumbre de tomar una siesta. Los resultados demostraron que aquellos que regularmente dormían tras el almuerzo presentaban una tasa de mortalidad coronaria un 37% más baja que aquellos que se mantenían despiertos durante toda la jornada. Esto podría deberse al efecto relajante de la siesta, que actúa contra el estrés, un factor de riesgo cardiovascular ya demostrado. Los hombres trabajadores se beneficiarían más de la siesta debido a que acumularían mayores niveles de estrés que los individuos jubilados. (Extracto de EL MUNDO.es, 12/02/07).


Pero al Puñetas le sobran tantos estudios y tantas gaitas. Las buenas costumbres y la sana tradición demuestran lo benéfico de la siesta corta y reparadora. ¡Tiene bemoles que algo que siempre hemos practicado en este desnortado país y que casi está en vías de extinción, vengan ahora franceses o griegos a reivindicarla científicamente!



-Oiga, pero llamarla “deporte” es un poco fuerte, ¿no?



-Si llamamos deporte a la colombicultura, a prácticas extremas como el descenso de barrancos y de crisma, al aikido o al levantamiento de piedras, no sé porqué no va a ser deporte algo tan saludable y fortalecedor del cuerpo y la mente como la bendita siesta. Si hasta es deporte que un tío vaya pilotando un loco cacharro en un circuito, con el ruidazo que eso hace…



Los antiguos, gente más sabia que muchos modernos de hoy, conocían perfectamente las virtudes de la siesta. Es un método simple y natural para vivir mejor y en plena forma. ¡Y sin contraindicaciones, ni lesiones, ni iva incluido!



Como algún lector despistado creerá que estoy de cachondeo, le recomiendo que bucee por las librerías de viejo y de segunda mano este libro publicado hace tan sólo 10 añitos y que se titula “Las virtudes de la siesta”. Autor: Bruno Comby, franchute de la France, politécnico y físico nuclear, para más señas. El prólogo está a cargo de un tal Jacques Chirac, presidente de la República. Ya el amigo (el autor, no el presi) escribe en la contraportada estos efectos benéficos de la siesta: “Refuerza la salud, facilita la digestión y previene las enfermedades cardiovasculares. Nos hace más eficaces en el trabajo. Permite ganar tiempo al cabo de la jornada al disminuir las horas de sueño. Es un método excelente para controlar el estrés. Proporciona una sensación de bienestar y de vitalidad extraordinarios, disuelve tensiones, aporta optimismo y positividad en quienes la practican”. ¡Y sin costar un duro!


-¿Nos echamos una siestecita, eim?

9 de febrero de 2007

PAÍS (O PAÍSES) DE LOCOS. ¡Menos política de miseria y más deporte enriquecedor!


Hay algo más peligroso que un toro de Mihura o que un borracho pilotando un avión: hablar de política en este país (o países). Y si encima se mezcla el asuntejo con el fútbol, entonces la cosa ya es mortífera. Sólo hay un lugar donde exista tan mala educación cívica como en un campo de fútbol español: en los variados Parlamentos de este país (o países) de locos. Insultar al rival, mentarle a su madre y a sus muertos, hacer trampas… Todo vale con tal de ganar miserablemente. Un pluricortijo donde lo más importante no es tener ideas, si no impedir las de los oponentes. Porque siempre hay oponentes, rivales, enemigos. Basta ver los Madrid-Barça o los Sevilla-Betis. Igualito que los PP-PSOE, un suponé.


Este breve preámbulo puñetero viene a cuento respecto al folloneo que se ha armado porque un futbolista del Barça llamado Oleguer, ha escrito un articulillo en varias hojas parroquiales de Cataluña y el País Vasco señalando que nuestro Estado de Derecho tiene bastantes puntos oscuros, mucha hipocresía y que no todos son iguales ante su ley. Y cita para ello no las peripecias de algunos de los cuarenta millones de ciudadanos anónimos y desgraciados que formamos la gran masa de curritos si no a unas cuantas “piezas” políticas (Rodríguez Galindo, Elorriaga, De la Rosa, Rafael Vera, De Juana Chaos…) condenadas en firme por corruptas o criminales. Se ve que don Oleguer en vez de ejemplarizar al pueblo llano le pone más el citar a personal politicón y pendenciero, sea un general de la Guardia Civil, un empresario choricesco, unos políticos mangantes o un terrorista carnicero.


Como era de esperar, al fino estilista del Barça las críticas le han llovido como puñales. En un país que no lee ni el precio de las facturas, parece que todo el mundo se haya empapado de las cuatro letras escritas por Oleguer, publicadas en catalán y vasco en unas revistas de escasa difusión. Y como estamos en un país (o países) de locos, que de seguir así se irá a la mierda el día menos pensado (quiero decir, que los cuarenta millones de curritos nos la comeremos), los politicones y pendencieros de uno y otro signo han vuelto a sacar el hacha de guerra, nunca enterrada. Kelme, la marca deportiva que patrocinaba a Oleguer, ha roto el contrato que le unía al jugador blaugrana al considerar que su relación con éste se basa sólo en criterios deportivos y que sus declaraciones la perjudican comercialmente. Los políticos nacionalistas catalanes con los que juega al parchís Oleguer han salido a la palestra defendiéndole y haciendo bellos cantos a su inalienable libertad de expresión. (La misma que no tienen reparos en impedir o criticar en quienes no piensan como ellos. ¿Verdad, Boadella o Arcadi?) Y se ha liado la madeja, claro. Los lametraseros de uno y otro signo han empezado las campañas habituales de boicot y de favor. Los unos, no comprarán nada de Kelme. Los otros, premiarán la actitud de la empresa valenciana adquiriéndole algo, aunque sean unos calcetines agujereados. Encima el jugador, que dicen que es inteligente, bien preparado culturalmente y esas cosas (eso lo afirman sus compadres politiqueriles, claro), no contento con haber publicado su parida legítima, en la mismísima sala de prensa del Barça –como si fuese el amo del club- se ha marcado un fandanguillo de declaraciones de reafirmación nacionalista ahondando en la ya conocida historia.


Los políticos pierden el culo por el fútbol y algún que otro futbolista lo pierde por la política. (Vaya tropa). Así que cualquier día de éstos veremos que las salas de prensa del Barcelona, Madrid y Cía se convierten en púlpitos de adoctrinamiento político mientras que en el Parlamento se discutirá sobre las alineaciones de Capello, llegando los diputados y senadores a las manos por un quítame a Raúl o ponme a Guti. Y todo ello con mucha alharaca, abundante cinismo y pésima educación, a la que nos tienen habitual y pésimamente acostumbrados. Francamente, Oleguer ha escrito cuatro gilipolladas que muchos descerebrados –yo mismo- venimos diciendo y hasta escribiendo desde mucho antes que el camarada naciese: que de justicia, ja, ja, je,je, ji, ji, jo, jo, ju, ju, tantos abogados tienes, tanto vales, que cúbrete las espaldas con alguna triquiñuela política (como los etarras o los gobernantes corruptos) y la cárcel la pisarás sólo para firmar el finiquito. O sea, que de Estado de Derecho, menos lobos y tarari que te vi. Pero partir de estas obviedades para lloriquear por un terrorista sanguinario en huelga de hambre, eso ya sólo se le puede ocurrir a ciertas mentes algo blandengues -para según qué cosas- como la de Oleguer.


Que hasta en el mundo del fútbol se hable del psicópata etarra De Juana, al que una clase política y judicial mayoritariamente descerebrada ha permitido que por 25 crímenes sólo haya pisado la prisión 18 añitos (y a cuerpo de rey) mientras que ahora le quieren endilgar casi otro tanto sólo por escribir dos cartas amenazantes, es para coger el petate y salir huyendo a Marte (en la Tierra no hay ya lugar sano o sin pudrir). Si la inteligencia política y cultural que algunos alaban en Oleguer la destilase el amigo en el campo de juego, hablaríamos de palabras mayores, pero el mismo tío que usa al Barça para defender sus ideas politicortas es incapaz luego de mojarse la pirula hablando del fútbol, de sus vicios y corruptelas. ¡Ay, la maldita enfermedad de la insuficiencia neuronal que brota de la política excesivamente ideologizada! Por ahí, desgraciadamente, han venido, vienen y vendrán todos nuestros males. En fin, ya que no le llega a Ronaldinho ni a la altura de la uña, lo mismo nos sale en el futuro un diligente, honrado, sabio y culto ministro del deporte del país catalán, llamado Excelentísimo Señor Don Oleguer…


Señor, señor, qué hemos hecho para merecernos nacer en este país de viciosos que sólo critican y se mean en el vicio ajeno… Porca política hispana en que el mayor problema actual es que un terrorista en huelga de hambre no se nos muera en la cama de un hospital cuando –un ejemplillo- cada día la palman veinte anónimos seres en las carreteras por exceso de velocidad, distracción, gilipollez o criminalidad voluntaria disfrazada de homicidio involuntario. ¿Pero qué hemos hecho, señó, para vivir en un país (o países) tan cretino/s…!

6 de febrero de 2007

SE VEÍA VENIR PERO TODOS ESTABAN CIEGOS


Era previsible que ocurriera y ocurrió. Ha sido en Italia, donde el descerebramiento futbolero alcanza cotas de paranoia, pero que tire la primera piedra aquel país que se crea libre de seguir estos derroteros: muertos, heridos, violencia desaforada, altercados en los campos y fuera de ellos. La batalla de Catania ha abierto a algunos los ojos. Esto no es Irak, ni siquiera Palestina o el País Vasco, pero la cosa ya empieza a parecérsele. Y todo con el fútbol como pretexto.



Según algunos listos, habría que hablar de política. Pues no necesariamente, que ya está bien de que a la susodicha se le echen todos los muertos y en su nombre se justifiquen todas las psicopatologías sociales e individuales. Tampoco creo que deba hacerse al fútbol único responsable de tanta estupidez colectiva, rayana en casos como el de Sicilia en lo mafioso y criminal. Estamos en una caída de culo y cuesta abajo que está arramblando al infierno a millones de seres humanos por hambre, miseria, sobrealimentación, depresiones, accidentes gratuitos como los del tráfico… y que acabará llevándose al garete al mismísimo planeta, como centenares de científicos vaticinan, aunque cualquier par de ojos con ganas de ver la realidad sabe que más que vaticinio es una certeza. Un ejemplillo: para beber agua en condiciones ya tenemos que consumirla envasada a precio de oro. Llegará el día en que habrá que hacer lo mismo con el aire que respiremos.


Pero volvamos al ámbito estrictamente deportivo para ver si hay algún atisbo de solución a corto plazo. El sábado 27 de enero, en el diario EL MUNDO, había tres páginas dedicadas a los ultras del fútbol. Se fechaban en Argentina, pero la localización geográfica yo creo que es lo de menos. Los titulares: “Curso para ultras: operadores turísticos organizan, por sólo 100 euros, encuentros con los grupos más violentos del fútbol argentino. Hooligans españoles viajan a Buenos Aires para aprender cómo actúan los temidos Barras Bravas de Boca Juniors”. En la información se detallaba el periplo turístico de estos imbéciles, los nativos y los visitantes, algunos de ellos hinchas ultras de equipos españoles como el Real Madrid. Pero hay más: se hace mención a que estos grupos organizados argentinos (algunos con nombres tan ilustrativos como “Los canallas”, “Los leprosos”, “La Guardia Imperial” o “Los borrachos del tablón”) reciben un porcentaje de los ingresos de los fichajes de algunos equipos. Eso sí, la empresa que maneja los derechos de televisión en régimen de monopolio, se frota las manos y el bolsillo. Ya saben: unos sacuden el árbol y otros se quedan con las nueces.


¿Y qué hacen los poderes públicos mientras tanto, sea en Argentina, Italia o el Porrosillo? Mirar hacia otro lado, cuando no tolerar unas prácticas violentas que cada vez tienen más de negocio y de tejemaneje de poder. Y los clubes, ídem de ídem. Ahora, con esto de Italia, se ponen todos muy serios, nerviosos y nos salen con el rollete ese de “así no se puede seguir”. Según parece, al menos en el país de las pizzas, van a tomar ciertas medidas, que cuando se les pase la congoja, quedarán seguramente en agua de borrajas. Se pretende que sólo haya público en los campos que cumplan las medidas de seguridad fijadas en 2005 por el decreto Pisanu que nadie ha cumplido hasta la fecha excepto dos equipos: tornos en las puertas, un sistema cerrado de vídeo-vigilancia dentro de la instalación, billetes nominales, una amplia zona de control y registro fuera de los estadios o localidades todas de asiento. El pobre señor amante del fútbol, ese que insulta y vocifera pero que no es capaz de pasar a mayores, va a ver que se le trata como un delincuente por asistir al campo. Y encima, pagando un pastón.


El ministro del Interior italiano ha llegado a decir en esos momentos de baja autoestima que excepcionalmente tienen los políticos cuando se quedan en cueros vivos ante el pueblo, que “no enviaré a la policía a los estadios en estas condiciones” o incluso que “si los equipos tienen para pagar diez o veinte millones por un jugador, también deberían tenerlos para garantizar la seguridad”. Cuando cualquier mindundi o desgraciao piensa una cosa sensata le toman por loco: “los niños no deberían ir a los estadios de fútbol pues son escuelas de mala educación y violencia”, “no deberíamos pagar con nuestros impuestos a personal policial y sanitario para cubrir eventos deportivos de tipo privado”. De estas dos perlas sabrán los lectores habituales del Arco o la Aguja. Pero ahora se les ocurre a un pringao que ocupa un puesto de alto copete en un gobierno o en un partido político y todo el mundo las ve como unas medidas maravillosas que ojalá se hubieran puesto en marcha mucho antes. A buenas horas mangas verdes.


Pero no seamos ingenuos y candorosos, que ya nos conocemos el percal. Como he escrito también en alguna ocasión, el fútbol –muy a su pesar- es un medio de entretenimiento gracias al cual se gana muy bien la vida la mayor parte del circo mediático al tiempo que las masas permanecen ensimismadas y obtusas ante la dura realidad, lo cual le viene estupendamente bien a los que detentan el poder. Pan y fútbol, remedo del otrora “pan y circus” de la gran Roma. En fin, que esto no tiene arreglo, como casi nada de lo que nos ocurre y que tenemos un porvenir en éste y en casi todos los sentidos más negro que la visión de un ciego. El homo sapiens está desapareciendo del mapa aquejado de una rara enfermedad mental. Su sucesor, el homo gilipollensis, lleva años ganándole terreno y tendrá el dudoso honor de ser él quien nos lleve definitivamente al ocaso definitivo. O a la locura...

2 de febrero de 2007

A MIS PRIMOS DE GIBRALTAR TAMBIÉN LES GUSTA EL FURBO


Escribía el compa de la Aguja a mediados de diciembre que “los británicos juegan a su antojo con sus cuatro nacionalidades o como quiera que allí les llamen: Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte”, al hilo de la noticia de que “Escocia, Inglaterra e Irlanda del Norte competirán como equipo único en voleibol en los Juegos Olímpicos de Londres 2012”. Y con su mala leche habitual (que es la buena), escribía: “¿Soy yo el único que tiene la sensación de que los hijos de la Gran Bretaña hacen lo que les viene en gana? (…) Ahora nos juntamos, ahora nos separamos. En este deporte concursamos unidos, en este otro lo hacemos cada uno por su cuenta. Nos asociamos para tal evento concreto, y para el resto, según nos convenga, participamos unos sí y otros no”.



Por aquellas fechas ya estaba empollando la gallina otro nuevo hijito de la Gran Bretaña: Gibraltar, aspirante a entrar como miembro de pleno derecho en la UEFA, ese chiringuito federativo del que algunos viven como dios gracias a las patadas que se atizan los futbolistas profesionales europeos. Hace unos días cantó la gallina y, al contrario de lo que nos esperábamos los mal pensados de siempre, salió nones, nanai de la nana, nasti de plasta, por aquí se va a Madrí, que te zurzan, otra vez será, hermano...



La UEFA ha rechazado la solicitud de Gibraltar de convertirse en miembro de club tan selecto, donde ya campan por sus juergas habituales las cuatro selecciones citadas del Reino Unido. Por una vez, eso de que “no hay quinto malo”, no se ha cumplido. Los gibraltareños deberán esperar tiempos mejores para poder presumir de tener una selección nacional jugando partidos oficiales y tal. La razón que alega el Comité Ejecutivo uefoso para darle en todos los morros a los tipos del Peñón (más bien, Peñasco) es que “la Federación Gibraltareña no se puede considerar como una asociación nacional, requisito imprescindible para ingresar en la UEFA”.


Como pueden imaginar los lectores que tienen la paciencia de aguantarme, al Puñetas le importa una higa que Gibraltar juegue la Eurocopa o el Mundial y que alguna vez llegue a enfrentarse incluso a la selección de figurones futboleros españoles, comandados por el teniente Villar y su alférez provisional, don Luis Aragonés de Hortaliza. A mí lo que me preocupa de Gibraltar (viviendo geográficamente tan cerca de ella) no son sus aires de grandeza ni que le dé a la pelotita como todo hijo de vecino si no que sea un refugio de piratas, mafias de blanqueo de dinero y droga y un chupóptero de la economía andaluza. También que sea receptor frecuente de chatarra británica averiada, especialmente nuclear, la cual es muy bien recibida por los gibraltareños por aquello de ser agradecidos a su Penosa Majestad. Ellos sabrán porqué les encanta poner en riesgo su trasero y el de sus pacíficos vecinos haciendo el canelo de esta manera tan estúpida.


A pesar de que cuentan las crónicas (Wikipedia) que la Asociación de Fútbol de Gibraltar es una de las federaciones más antiguas del mundo, fundada en 1896, el potencial de su selección se refleja en este resultado: Gibraltar 0 Groenlandia 5, partido disputado en la Isla de Wight allá por 1993. Sus escasos encuentros internacionales los ha jugado contra equipazos del calibre groenlandés: Isla de Man, Isla de Wight, Chipre del Norte… Y siempre sin comerse una rosca ni una simple rosquilla. Pero como lo importante dicen que es participar y hacer bulto (sobre todo si formas parte del Imperio Británico), pues eso…. Tiene el Peñasco unos 27.000 habitantes mal contados, porque si quitamos los piratas, los policías ingleses, algunos sherpas y unos cuantos famosos que se han hecho del lugar para evadir impuestos en su país natal, la cantidad se reduce considerablemente. Si encima quitamos a las viejecitas y a los niños de pecho, a los chaveas que estudian en la escuela, a los que no están en edad de correr detrás de un balón, a los que pasan del fútbol, a las señoras y señoritas y a los bohemios, ya me dirán cuanta gente nativa nos queda para hacer un equipo gibraltareño de garantías. Pero no importa, “zemos una nasión”, “tenemo un gran equipo” y “queremo codearnos con la fló y nata del balompié uropeo”. Perdonen que me dé la risa, pero es que con estos aires de señorito ricachón (típicos del Reino Unido) a uno se le afloja la mandíbula con mucha facilidad.



Aquí el que no se lo monta a lo grande es porque es gilipuertas. Y en esto, hay que reconocer que los chicos angloandalusíes del Peñasco de Gibraltar son unos maestros la mar de espabilaos. El problema mayor es que, en épocas de mucha gripe y resfriados deben tener serias dificultades para encontrar once tíos adultos aptos para jugar con ciertas garantías en el equipo nacional. Ahí es donde debería entrar la única peculiaridad cultural e histórica del Peñasco: sus famosos y típicos monitos, que en previsión de falta de quórum, ya deberían estar siendo adiestrados por si en situaciones de emergencia tienen que vestir la camisola nacioná. El Puñetas da la idea desde aquí y hasta piensa que él sería un buen entrenador (mitad Capello, mitad Rijkaard) de los simpáticos monicacos (mucho más dóciles y entregados a la faena que el mismísimo Ronaldo), así que ya les informaré si hay noticias receptivas hacia mi doble propuesta. No sé yo si tendré algunas posibilidades de éxito pero lo intentaremos, qué caramba, pues el menda tiene –como la Asociación de Fútbol de Gibraltar- más moral que el Alcoyano. O que el mismísimo Zapatero...

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).