30 de junio de 2010

A VUELTAS Y REVUELTAS CON EL MUNDIAL

Sigue el Puñetas por Sudáfrica, si ustedes no mandan lo contrario. Una vez superada la primera fase, en la que se clasificaron los favoritos de siempre salvo alguna sorpresa-guinda, empiezan las eliminatorias a un solo encuentro y la emoción del KO le da a los partidos una salpimienta especial. Mas como el futbolín ha entrado de lleno en el terreno de la política y del nacionalismo más patético, los equipos están saliendo al campo acobardados como conejos en un campo de tiro. Uy,uy, no nos iremos mucho al ataque no vaya a ser que el enemigo nos pille en una contra, nos meta un golete, perdamos y no podamos regresar a nuestro país. Uy, uy, qué miedo, tantos millones de compatriotas pendientes de nuestras piernas y cabezas esperando no ser defraudados en su orgullo nacional… Uy, uy… Los jugadores saltan al campo convertidos en un flan y sólo un gol a favor les hace desaparecer –hasta cierto punto- las ansiedades y el tembleque. En este terreno los de la selección bosquiana (la de Vicente del Bosque, quiero decir) han batido el record. Desde Suiza a Portugal han viajado con el miedo en el cuerpo, sabedores de que atesoran mucho fútbol en sus botas pero que el personal no entiende más que de victorias patrióticas, sean de churro o de buñuelo. Además, hay 600.000 eurillos de prima si levantan la copichuela mundialesca, lo que no es moco de pavo. Por si fuera poco, el presi don Zapatético ha dicho en Canadá, en el G-20, que Spain va a ser campeona del mundo, así que con lo atinado que va siempre el señorito (vio la crisis económica con dos años de retraso, tiene serios problemas de lateralidad, confundiendo la izquierda con la derecha) es cosa de atarse los machos y no defraudar al destino, al también ministro de Deportes y a los españolitos. Claro que estos se creen que en Sudáfrica los perros los atan con longaniza, pero bueno, nos dejaremos el alma si es preciso en el intento de pasar a la historia como la primera selección española que no hizo el ridículo en un Mundial de fútbol.

-Puñetas, no sé a qué viene mezclar la política con el excelso mundial… Es usted un demagogo…


Ya decía, y se ve que usted no lo ha leído bien, que el fútbol es hoy día pura política, sobre todo en un mundial. Esos himnos nacionales antes de los encuentros, con los jugadores agarrados unos a otros como si fueran madres ursulinas, los unos canturreando con tierno sentimiento los aires –casi siempre guerreros- de sus himnos nacionales, los otros mirando al cielo con expresión huidiza como diciendo, jodé, qué tiene que ver meter un gol con esta parafernalia nacionalista. Los espectadores, pintarrajeados en plan carnaval, enarbolando al viento sudafricano la bandera de su país, más o menos como si a continuación se fuese a declarar la guerra al vecino fronterizo. Y allá, en los balcones y terrazas de la madre patria, más banderas y banderolas hasta que algún extraterrestre futbolero se pregunta si es que ha cambiado de día la fiesta nacional y él no se ha enterao. No, es que juega este mes España…, le dice algún sabihondo, hondo en la ignorancia, pero sabio en lo del fútbol. ¿Es que han militarizado a los jugadores? –vuelve a preguntar el alienígena, tras escuchar alarmado tantas trompetas y fanfarrias. Nos representan a todos, majadero –le responde el que se cree todo este teatrillo nacionalfutbolero. Y quizás tenga razón, porque las últimas noticias llegadas aquí, al país del bendito Mandela, es que el presidente de la Federación Francesa de Fútbol y el entrenador de su selección comparecerán ante la Asamblea Nacional para dar cuentas de su sonada derrota mundialesca, equiparable al menos al desastre de Bailén o de Waterloo. Y qué decir de Nigeria, cuyo Presidente ha decidido disolver a la selección durante dos años, haciéndola desaparecer del mapa durante este tiempo. ¿Mandará a prisión a los jugadores y técnicos por el “pobre papel” que han hecho las “Águilas Verdes”?

-¿Ves, Puñetas, como hay que ser más lanzado?

Quien me interrumpe ahora es Pepe Pi, nuestro barman particular experto en cuentos deportivescos y que antes del Mundial me entregó uno en que se contaba de forma burlesca algo parecido a los dos ejemplos anteriores en que los políticos y gobiernos meten sus sucias y corruptas manos (sean francesas, nigerianas, españolas o del país de la Berza) en el mundejo del fútbol, que todo lo consiente con tal de hacer negocio. Aquel cuento lo deseché porque no quería ser declarado persona non grata en cualquier país del mundo donde puedan suceder estas cosas –o sea, cualquier país-. Ahora me arrepiento porque queda demostrado una vez más que la realidad siempre vence a la imaginación. ¡Y por goleada!


Pero, entre partidos rácanos y miedosos y usos politiqueros del futbolín, que se deja manejar muy gustoso, yo destacaría otro detallazo que hemos denunciado en más de una ocasión en el Arco: los carcamales que gobiernan y mangonean tan bello deporte. Bueno, bello cuando juegan unos chavales con una pelota medio rota y unas porterías hechas con dos piedras… ¿Qué sátira podríamos aplicar desde aquí a esos austrolopitecus de la FIFA que se niegan a introducir las nuevas tecnologías en un acontecimiento de primer nivel como un Mundial, cuando se da la paradoja que en el terreno de juego se anula un gol mientras que en las pantallas del estadio todo el mundo ve cómo la pelotita traspasó claramente la línea de la portería? ¿Encontraremos ejemplo demostrativo más patético de lo que es el fútbol-negocio para estos catetos de la razón y el sentido común? Miles de personas en el estadio y millones en todo el mundo contemplando incrédulos cómo lo que ha sido un gol claro es anulado por el trencilla de turno. Un ridículo de lo más espantoso.

Como era lógico y previsible para esta caterva de indocumentados fifosos, la solución al escándalo pasa porque en las pantallas de los estadios no se repitan las jugadas conflictivas. Esas han sido sus órdenes posteriores al escándalo. Ojos que no ven, corazón que no siente. Y que siga el negocio y la polémica pues gracias a ella los bolsillos los tenemos bien repletos los unos y los otros. Ya sólo falta que algún particular se vaya a los tribunales y demande al árbitro y a la FIFA por error tan flagrante como el expuesto más arriba. Una simplona o mayúscula metedura de pata que a menudo conlleva graves efectos secundarios: histerias colectivas, algunos suicidios, diarreas, escándalos y destrozos públicos, pérdidas económicas cuantiosas, etc. Si tal denuncia cae en un juez con ganas de hacerse un hueco en el estrellato mediático mundial (tipo Baltasar Garzón) ya la tendríamos liada y más que liada.

Cerremos párrafillo y artículazo pues seguro que usted tiene otras cosas más importantes que hacer que leer al Puñetas lamentándose de lo que pasa en el futbolín, aunque para quien escribe lo que ocurre alrededor del mundillo de este deporte no es sino una vulgar metáfora de lo que pasa en otros ámbitos mucho más importantes: sociales, económicos, políticos, educativos, religiosos, etc. ¿Cuántos goles en claro fuera de juego, por ejemplo, nos meten los bancos a sus insignificantes súbditos o nos cuelan por detrás, en la parte baja de la espalda, esos gobernantes que sonríen igual en las maduras que en las duras? Cuando nos muestran las telecacas escenas de aficionados proclamando extasiados y a grito pelado que su equipo ganará el Mundial, ¿no nos vienen a la mente imágenes parecidas de feligreses, romeros y penitentes varios cuando proclaman histéricamente su fe indesmayable en el más allá, en la virgen de más acá o en el profeta de acullá? En fin, que se lo coman con su pan mientras que no sean tan miserables de dejarnos a los demás con unas simples migajas. Si España (quiero decir, los chicos bosquianos de la Roja) gana el Mundial espero y deseo que el zapatético Ministro de Deportes nos lo premie con alguna pequeña paga extraordinaria o con cheques-regalo a canjear en los principales comercios del país. Nosotros no vamos a ser menos que la FIFA y los chicos del pelotín: si quieren nuestro apoyo, con la pasta por delante. Y si no, como si juega Rita y Manolo el del bombo.

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