22 de abril de 2005

ATEOS DE LA MEDICINA MODERNA

Una de las labores más ingratas inherentes a la práctica de cualquier deporte (y no digamos del sacrosanto fútbol) es que muy periódicamente tienes que ponerte en manos de los médicos. La mayoría de las veces es por lesiones o problemas físicos, pero como la actividad deportiva está cada vez más profesionalizada, al final no sólo los atletas y deportistas están en manos de los médicos clásicos (traumatólogos, cirujanos…) si no de psicólogos, nutriólogos, dentistas y hasta callistas. En fin.

Si cada vez que voy al médico agarro un berrinche (porque la salud flaquea y porque creo que saldré de la consulta más enfermo de lo que entré), no quisiera estar en el lindo pellejo de un deportista profesional. Especialmente, de un futbolista, dado que es uno de los deportes de más alto riesgo de todos los que se practican. No porque sea especialmente peligroso, si no porque sus ejecutores suelen tener muy mala leche y muy mala pata. Y para ello ya no hace falta lesionarse en el partido oficial, jugado a vida o muerte. No. Basta simplemente un partidillo de entrenamiento, una subida de escaleras o una comilona de ostras, para que te den el pasaporte al médico de cabecera o al especialista de las piernas y te pierdas así media temporada.

Dentro de los múltiples especialistas de la sanidad que atienden el cuerpo y alma de nuestros quijotes modernos, destacan especialmente los traumatólogos. Varias veces me he visto en manos de ellos y, aún reconociendo que eran buenos profesionales, entre los potingues que te mandan y el asco que le tiene uno a las medicinas, al final te sanaba la luxación pero a costa de una úlcera de estómago debido a la asesina fuerza de los antiinflamatorios, de los relajantes y otros inventos destinados a transformar una enfermedad en otra. Eso es, normalmente, la medicina moderna: te cura cuando ya estás enfermo (en vez de prevenir la enfermedad, que sería lo sensato) y cuando tienes la pachuchez en cualquier lugarejo de tu cuerpo serrano, a través de potingues y químicas artificiales varias te sana una cosa y te enferma a corto o largo plazo de otra. Te meten el alta en el bolsillo y hasta la próxima, pardillo.

Todo este rollo viene a cuento de que el danés del Real Madrid, el bombero Thomas Gravesen, nunca acepta tratarse con medicinas la mayor parte de las lesiones. Y claro, mucho personal –empezando por los médicos- han puesto el gritito en el cielo: ¡A la hoguera este ateo de la medicina moderna! Así que, acudo en modesto socorro de Gravesen, para decir que yo también procuro casi siempre pasarme por el arco del triunfo a todo el personal sanitario y boticario. La razón que argumento ya la he insinuado: cuido mi salud. Así que el danés se está tratando un esguince del tobillo sólo con masajes y métodos alternativos. Y si la cosa tarda en sanar dos semanas, pues vale. Preferible es la curación lenta a la sanación rápida pero incompleta. Al no ingerir ningún antiinflamatorio su tobillo enlentece la recuperación pero, a cambio, su estómago y el resto del cuerpo no sufren la invasión del Voltarén, el Miolastán u otras armas de destrucción lesiva. Masajes, drenajes, baños de contraste y otras técnicas menos invasivas y más naturales ayudarán –más lento, pero más seguro- a recuperar su tobillo lastimado sin hacer daño a cambio a otras partes del cuerpo.

Esto ya sé que a ojos de muchos matasanos es una herejía, pero mi máxima es que mientras puedas curarte por medios naturales no conviene ponerse en manos de especialistas que en la mayoría de las ocasiones te envían el producto de moda, el que le han recomendado o el que les da más beneficios crematísticos. En lo único que son fiables generalmente es en la cirugía. Te quitan un corazón y te ponen otro en menos que canta un gallo, pero son incapaces de acabar con ese maldito resfriado cojonero que siempre te llega un par de veces al año sin avisar.

Pa mí que el Gravensen desconfía de tanta medicina y tanto medicucho desde el infausto día en que para curarle un arañazo en el menisco le atiborraron de fármacos y empezó a caérsele el pelo, hasta quedarse calvo total. Seguro que no será verdad, pero sería bonito que lo fuera.

PD: Me he informado mejor y parece ser que la tirria a las medicinas por parte de Gravensen no es el por el tema del pelo. El asunto es cultural, ideológico y de sentido común. El chico cree en la medicina naturista: hidroterapia, fitoterapia, dietoterapia, terapia del movimiento, fisioterapia, masajes y otras cosas acabadas en “apia”. Y le va de rechupete. Y es que, aunque suene a revolucionario, no hay nada como lo natural (dentro de lo posible).

2 comentarios:

Rulo Minas 25/4/05, 0:06  
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Rulo Minas 25/4/05, 0:07  

Pues sí, hace tiempo que se sabe (aunque a algunos no les interese que se sepa) que la Homeopatía cura. Y encima no da positivo en el control antidopaje.

Cuando editaba una revista deportiva teníamos una sección. Algunos artículos de los que se publicaron los hemos subido a internet, pero como no sé si será de interés general (ya te digo que hay mucha gente −entre ellos varias empresas farmacéuticas− interesadas en que no se sepa).

Me da que me has levantado el ánimo para hacer un artículo que tenía por ahí pensado. Gracias.

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).