9 de mayo de 2005

FRÍO BALONCESTO PROFESIONAL

No pudo ser. Los milagros no existen, y si ocurren por chiripa, no suelen repetirse. Así que el Tau Cerámica se tuvo que conformar con el segundo puesto en la Final Four (malditos anglicismos cateturrios) de la Liga Europea de baloncesto. Su rival, el Maccabi de Tel Aviv, le ganó en toda regla, como mandaban a priori los cánones de la renta per cápita de cada equipo (muy favorable a los israelitas), la experiencia en este tipo de partidos (el año pasado también ganaron este mismo campeonato) y el tener un equipo más compensado y superior.

Pero las derrotas a veces esconden grandes victorias. Y la del TAU lo ha sido, porque ha llegado a donde era impensable llegar (a las últimas eliminatorias) dado su modesto potencial económico e histórico. Así que el equipo vitoriano es el gran vencedor moral, aunque ya se sabe que con la moral no se come. Ni siquiera sirve para ganarse la primera piedra de un chalecito en el más allá.

El partido fue todo lo vistoso que puede ser una lucha entre dos equipos con diferente nivel de calidad. A veces la pelea, el no dar un balón por perdido y la táctica, no pueden hacer nada cuando enfrente tienes a una máquina de jugar. Ocurre que, como buen deporte profesional, uno veía a aquellos tíos correr como gamos para arriba y para abajo, saltar hacia las nubes, confeccionar profesionalmente un excelente partido, pero… allí faltaba algo. Sí, era un bello espectáculo… pero demasiado “frío”. Es el talón de Aquiles del deporte cuando se independiza demasiado de sus raíces. Porque una cosa es ver como patéticamente se politiza y se nacionalizan los encuentros deportivos y otra muy distinta (en la dirección contraria) comprobar que allí había jugando unos gigantes que poco o nada tenían que ver con lo que supuestamente representaban: a una ciudad, a una comunidad o a un país. Entre el patetismo nacionalista y el ni chicha ni limoná, me parece que debería de haber un punto intermedio. Teniendo en cuenta que un partido de baloncesto, o una actuación deportiva en general, no suele ser lo que se dice un “gran espectáculo” (excepto pequeños atisbos en alguna jugada o en algún partido concreto e inesperado), si no fuese por la emoción del marcador y la gloria de si ganas o el cabreo de si pierdes, la verdad es que se corre el riesgo de desactivar una componente esencial en todo choque deportivo: la rivalidad más allá de las marcas patrocinadoras. (¿Por qué nos apasiona ahora la fórmula I a los españoles? ¿Por ver si ganará Renault o Ferrari? ¿O porque hay un chaval llamado Alonso al que conocemos desde crío, que se pasea por nuestras calles, habla nuestro idioma, come nuestra riquísima tortilla de patatas y puede conseguir el campeonato del mundo de pilotos?)

Yo veía a aquellos jugadores del TAU correr como locos detrás de la pelota y de los jugadores israelíes (que tampoco eran israelíes) con la misma sensación de frialdad con que un ginecólogo mete mano a una paciente. Ni una emoción, oye, ni un suspiro, ni un “mecachi en diez”. Hielo. Des-pasión. Impasibilidad. Y es que ver como –excepto el base Calderón y algún que otro aislado jugador- todos los baloncestistas del TAU eran argentinos, americanos, lituanos, húngaros, brasileños o ingleses desmotiva emocionalmente a cualquiera. Francamente, aquella pequeña ONU del baloncesto (representada también en el equipo contrario) hacía que las vibraciones emocionales y erotizantes se redujesen bastante. No pedía uno que la cosa fuese pasional, pero tampoco ver el partido con menos calentura que la que tiene una pareja de casados con 40 años de aburrimiento a sus espaldas.

Reconozco, eso, sí, que quien me cautivó fue Dusko Ivanovic, el entrenador del TAU. Serbio el hombre. O sea, que cuando tomaba el biberón de pequeñito, ya estaba mamando basket. ¡Se movía por el campo desplazándose casi tanto como sus jugadores! Manejaba sus piernas y brazos como si estuviera marcando a un jugador rival, arbitraba el partido e incluso tenía tiempo para meterse en ocasiones bien dentro de la cancha. Una delicia de espectáculo y de pasión... dentro del campo. En estos tiempos descafeinados lo de Ivanovic y el TAU es de matrícula de honor. Y todo, oiga, con la mayor deportividad de unos y otros. Como no hubo opio ni violencia, la información en la prensa y teleles al día siguiente ha sido la habitual: ni cuarto y mitad. El ninguneo de siempre.

3 comentarios:

Anónimo 10/5/05, 21:03  

por curiosidad.. de que equipo eres?

Rulo Minas 11/5/05, 12:12  

Pero Juan ¿disfrutaste o no disfrutaste del partido? ¿Hubo espectáculo? ¿Hubo buenas canastas y buenas jugadas? ¿Has quedado satisfecho de dedicarle un par de horas a estar sentado ante la tele?

Pues eso es deporte profesional. Una cosa es la pasión que uno le quiera poner y otra la emoción que te proporcione el espectáculo.

Creo te gustará este extracto de un artículo de Lorenzo Gomis publicado en La Vanguardia el 9.05.2005:

"Un columnista del semanario The Spectator, Rod Liddle, confesaba días atrás que cuando no jugaba su equipo favorito inclinaba sus preferencias en los torneos internacionales por algún equipo inglés, aunque no fuera el suyo. El patrotismo funcionaba automáticamente. Es lo que suelen hacer entre nosotros los presentadores y presentadoras cuando las carreras de motos se disputan en Australia o los torneos de tenis en Wimbledon. Las victorias de algún español son celebradas y las derrotas lamentadas.

Pero el mundo se va volviendo cada vez más complejo y el deporte más independiente de la política y hasta del patriotismo. Rod Liddle se quedó confuso e indeciso cuando el otro día el famoso Arsenal inglés se enfrentaba con el alemán Bayern de Munich -el equipo favorito de Hitler en su tiempo, añadía con sorna histórica- y de los 26 jugadores que en un momento u otro corrían detrás de la pelota tratando de meter un gol en la portería contraria sólo uno, Owen Hargreaves, era inglés, y jugaba en el Bayern de Munich.
"

[Espero que no me denuncien por citar esta obra del columnista, que tal y como se están poniendo las cosas con la $GAE y compañía vamos a tener que pagar un canon por autocitarnos :)]

Juan Puñetas 12/5/05, 1:04  

No soy de ningún equipo. Admiro a jugadores concretos, según sus historiales y biografías, si las conozco. Hay temporadas en que te gusta el juego de unos o de otros. Cuando juega un equipo grande con uno enano, en mi fuero interno deseo que gane el pequeñito.

Me gusta el espectáculo, pero -francamente- tras ver multicientos partidos en mi vida, me cuesta sorprenderme con el invento. (El deporte se repite más que el ajo). Lo que de verdad me gusta es practicarlo y examinarlo en sus múltiples vertientes.

Con el Tau vi buen baloncesto y buen trabajo profesional de unos y otros. Pero nada más. El problema, en este caso, será mío porque mucha gente debió disfrutar emocionalmente del partido. No digamos, los seguidores del TAU y el Maccabi. Como espectador, dependo también de mi propio enrolle. A veces la tía más buena te puede dejar frío, mientras que la chatilla esa de la coleta te pone a cien. Y es que, en el deporte como espectador, cuando uno no es de nadie en concreto (ni siquiera cuando juega la selección), también interviene la química. Esa tarde yo no la tuve. ¡Pero si creía que el árbitro del partido era Kofi Anan!

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).