4 de julio de 2005

JUEGOS MIERDITERRÁNEOS

Dejemos sentada una cosita nada más empezar este articulín, que si no mis paisanos almerienses me van a crucificar y con razón. El título que antecede no va por los Juegos, su organización y éxito (que todo el mundo coincide en que han sido los mejores desde su inicio allá por 1951), si no por el mar que los cobija: el Mierditerráneo. Es que, franca y ecologístamente, el anciano mar está hecho un asco. Lo tengo a 500 metros de casa, la gente se da de tortas por bañarse en él, pero el pobre no anda muy allá. Cualquier decenio de éstos se nos va a freír monas, con tanta contaminación, guarrería, esquilmación de sus especies y edificaciones a pie de orilla. Dicho lo cual, vayamos a los Juegos y juguemos un rato.

He esperado a que finalizara el evento de Almería 2005 para ver como llevábamos lo del éxito o fracaso deportivo. Que iba a ser un éxito organizativo y de personal no había duda pues los almerienses se lo han currado mucho estos años atrás. Las mejoras deportivas y urbanísticas ahí quedan para unos lustros. En el plano deportivo cabe hablar de relativo éxito: por un lado porque el nivel competitivo de los participantes españoles ha sido de tipo medio (grandes deportistas han estado ausentes) y porque en cuanto a los triunfos, hemos estado a la par que Italia y Francia, países de nivel superior al nuestro. Si echamos un vistazo al medallero, veremos que estos juegos regionales dan de sí lo que dan: Malta, San Marino, Albania, Libia, Bosnia, Chipre, Siria, Marruecos, Croacia, Serbia, Argelia… Poca chicha y escasa limoná. En realidad, son cinco países los que cortan el bacalao: las citadas Italia, Francia y España junto a Turquía y Grecia. Así que no sacar medalla en alguna competición por parte de algún representante español debe considerarse prácticamente una desilusión, cuando no un fiasco.

Más hoy me toca ser realmente optimista. Como creo que en muchas cosas estamos más cerca de Egipto, Marruecos, Croacia, Libia o Chipre que de Francia o Italia, me congratula enormemente que en el plano deportivo estemos al ladito de nuestros vecinos allende los Pirineos. No es sitio aquí para decir en qué nos parecemos más a un marroquí, serbio o tunecino que a un francés pero hay momentos en que –al menos por el Sur- uno se siente más próximo a uno de los países africanos citados o los de la antigua exYugoslavia, que de las ínfulas gabachas o el mamoneo italo. Una situación algo esperpéntica, lo reconozco, pero qué quieren, las cuatro patas del banco en que nos apoyamos algunos beben de la vieja Europa, la putrefacta África norteña, la Hispanoamérica atlántica a la que a menudo tratamos como la madrastra a sus polluelos y la cosa telúrica que da el currículo vital de cada uno, amasado en el Puñetas a golpe de secano, mar, cultura mediterránea antiquísima, pizca de toque extraterrestre y amor infinito por el norte astur-galaico como espejo alternativo al que disfruto por aquí abajo. Así que anda uno, sentimental y culturalmente, de acá para allá, de los Andes a Sierra Nevada, de las rías a los aires bretones, pasando por el Danubio y la Filarmónica de Viena. Con este cacao, se comprenderá que a veces dé el cante y según con quién establezca comparaciones me adorne de optimismo fundado o de pesimismo lacerante. Hoy tocaba optimismo.

Dicho lo cual, me congratula que por una vez hallamos ganado algo en fútbol (la final de los Juegos de Almería 2005). Me apena que se le halla dado poca cancha a los Juegos, pendiente como están los poderes fácticos del Singapur de las narices (a ver qué sale) y que algunos deportes no salgan en los medios ni aunque se descalabren sus practicantes más insignes. Por eso hago mías tristemente las palabras de Almudena Cid, quizás la mejor gimnasta de España, entre otras cosas porque es la única que ha disputado tres Juegos Olímpicos: “El apoyo del público ha sido fundamental. (…) Los medios de comunicación no nos hacen caso. Hace poco fui campeona de España y nadie publicó nada”. Cara y cruz de la vida misma, en la que si no tienes padrinos (en este caso, patrocinadores magnánimos), no te comes ni una rosca ni una mísera rosquilla.

Adiós Almería 2005. Bienvenida Madrid 2012. Eso es lo que quisieran algunos pero me parece a mí que la cosa va estar cruda. En mi bola de cristal veo veo que los franchutes se van a llevar el premio gordo. A ver si me equivoco.

1 comentarios:

la aguja 5/7/05, 23:22  

Como muy bien expones, estos son unos juegos que han pasado sin pena ni gloria, aunque con mucho esfuerzo por parte de los organizadores. Quizá estén en medio de ninguna parte. Quiero decir, que es un compromiso más para algunos deportistas que están ya saturados de competiciones. Para otros, sin embargo, es la disculpa idónea para poder competir internacionalmente, como boxeo, petanca...

No sé muy bien cuál debe ser el futuro de estos juegos. Tienes razón cuando haces ver que en estos juegos existen unas diferencias abismales entre un grupo de países y el resto. Pensaré estos días en el futuro que yo les daría...

Por cierto, me falta Ciudad del Vaticano en la relación de países mediterráneos. Estos podían jugar muy bien al lanzamiento del hisopo, arrastre de cruz o a resistencia de genuflexiones. Bueno, ellos se lo pierden (hablando un poquito más en serio, podían enviar una representación de guardias suizos, que seguro que son muy atléticos y gimnásticos debajo de esos uniformes "tutti colori".

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