8 de julio de 2005

TOUR DE FRANCE: ENTRE LA ÉPICA Y EL SADOMASOQUISMO

Reconozco, padre, que durante muchos años tuve al Tour de Francia en los altares del deporte como una competición deportiva modélica, la más importante del mundo, plena de épica y gestas, en la que los españolitos siempre andábamos como segundos platos hasta que llegó un mozarrón navarro y les dio a los franchutes en todas las muelas.

Ya sé que no se debe hablar así, padre, que es pecado de soberbia, pero siempre soñé con ver los éxitos en tierras francesas de un españolón, no en plan "se me apareció este año la Virgen de Lourdes", sino en plan estajanovista, machacante, planificador y serio, para demostrar que los que vivimos más abajo de los Pirineos no somos enanos, ni tíos con bigote, ni olemos a ajo.

Así que, padre, uno vivió durante muchos años, desde su más tierna infancia, disfrutando con el Alpe D’Huez, el puerto de la Magdelaine, el Tourmalet.., donde siempre veíamos algunos compadres nuestros, pero siempre añorando un ciclista capaz de ganar en las largas contrarrelojs, donde nos sacaban siempre una minutada. Hasta que llegó don Miguel, el Indurain, y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

Perdón, padre, póngame 80 avemarías por el exceso verbal, pero que nos quiten lo bailao y bien bailao...

"Indurain, considerado el 8º mejor ciclista, por el diario L’equipe". (????)

Que nos quiten lo bailao, ya digo, padre. Sin mi Miguel, el Tour ya no es lo que era. Pasó la épica y la epopeya y llegamos al sadomasoquismo. Ver, desde hace varios años, cómo hacen auténticas perrerías a los ciclistas, levantándolos incluso a las cinco de la mañana para enchufarles la jeringa y sacarles sangre, cuando al día siguiente tienen que recorrer 300 kms a pleno sol o lluvia, y comprobar como lo consienten mis otrora héroes con una fatalidad y una mansedumbre incomprensibles, me está llevando al olvido del Tour y de casi todas las pruebas ciclistas, padre. No hay deporte más duro que éste, salvando quizás al boxeo, desloman a sus protagonistas con pruebas tan exigentes como el Tour y encima se ríen de los ciclistas poniéndoles a orinar a las cinco de la mañana, sacándoles sangre a la salida del sol, registrándoles sus maletines como si fuesen vulgares delincuentes. Asco me da ver semejante espectáculo. Así que si no fuese por la epopeya de un tal Amstrond, ganador del más duro Tour, el cáncer, este menda no iba a mirar en estos tiempos el desfile de la socorrida "serpiente multicolor" en la pequeña pantalla ni harto de vino.

Pero este año casi voy a hacer una excepción, padre. Quiero disfrutar viendo a ese americano subirse al olimpo del Tour, cuando siempre lo están puteando (perdón, padre, écheme 20 avemarías de castigo), un año tras otro, que si se la enchufa, que si es un antipático y un creído, que si tal y cual. Será un placer infinito. ¡Amstrond for president! Qué cabeza tiene el tío. Y qué güevines…. (otras 20 aves más, padrecito). Y es que vencer en plena juventud a una enfermedad tan puñetera y traicionera como el cáncer, que te pillo y aquí te mato, infunde un carácter indeleble. ¡A mí Tourmalet, ja, ja! ¡Vengan Alpes y Pirineos, mezclados o en estado puro! Comprendo perfectamente a Luisito. Algo así debía pensar el Miguelón cuando los enteraos de siempre sonreían por lo bajini pensando que a donde iba ese caballo percherón, verás cuando llegue la alta montaña, éste se baja de la bicicleta y regresa al pueblo andando…

Pues sí, padre, hoy quiero cometer todos los pecados del mundo viendo a mi Amstrond y recordando a mi Indurain. Quiero ponerme el cielo por montera (sí, padrecito, ya sé que acaban de caerme 50 padrenuestros), porque estos dos gachones han sabido engancharme a ese deporte tan sufrido y agónico como es el ciclismo, a mí, je, je, que no sé montar ni en patinete. Aunque, padre, a usted y al muá, siempre nos quedará la bicicleta estática y el recuerdo de estos dos monstruos. Salga del kiosko, padre, convídeme a un vaso de buen vino y deje para otro día la penitencia, que en media hora va a comenzar la retransmisión de la etapa de hoy.

2 comentarios:

la aguja 8/7/05, 14:40  
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la aguja 8/7/05, 14:42  

Pues yo le perdí emoción al Tour tras la época de Miguelón. La verdad es que tienes razón con tu título. El ver a estos señores (que no son nada llorones en comparación con los del gremio de al lado, los futbolistos, que si una uña, que si un papiloma, que si un dedo de la mano...) sufriendo día tras día tiene un componente de sadismo que sería interesante investigar. Y a eso hay que añadirle el morbo de si los pillarán o no los pillarán con pastillas y jeringas a las 5 de la mañana. Y esas súper-etapas de miles de kilómetros a lo largo y a lo alto. Estoy convencido de que el que las diseña no se hace el Tour completo ni que le demos todo el tiempo que hay entre unos Juegos Olímpicos y los siguientes.

Alguien tendrá que decir algo. Mira en fútbol cómo protestan si tienen que jugar dos partidos por semana durante varios meses consecutivos.

¿Cuánto dura un partido y cuánto dura una etapa? Pues las etapas son día sí y día también. Y no hay posibilidad de esconderse en alguna zona indeterminada del campo de juego.

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