5 de septiembre de 2005

EL LÍO DE LOS FICHAJES Y LOS CONTRATOS

Confieso que para algunas cosas soy bastante torpe. Para comer gambas, no, mira por donde. Para echarme un kilo al coleto cojo velocidades de Fernando Alonso. Pero para otras cosas es que –maldita sea mi alma- no hay manera de enterarme o hacerlo bien, ni aún recurriendo a CEAC o a la Universidad a Distancia. Una de las cosas que nunca entenderé en esto del deporte (y se da muchísimo, especialmente en el atribulado mundo del fútbol) es el asunto de los fichajes, su duración, cuando terminan o empiezan los contratos… No hablo de que se fichen jugadores que después no tienen sitio ni se les necesita. Lo que alguno diría “gastar por gastar”. ¡Quién no se compra lo primero que le entra por el ojo y después lo deja arramblado en un cajón! Lo más llamativo es el tejemaneje de algunos fichajes y contratos. -A ver, Solari. Te vamos a renovar el contrato por unos cuantos años más, hasta que te hagas viejecito y ya no puedas jugar por culpa de la artritis reumatoide. Y los jerifaltes del Real Madrid (es un ejemplo que vale para más equipos) montan toda la parafernalia, incluidas las cámaras de televisión para que retraten el asunto. A los varios meses, los mismos jefes y el mismo entrenador, deciden dar la voleta a Solari, tiran el contrato a la papelera y lo traspasan al Inter. Si te queda un año (o dos) de contrato, échate a temblar. El club no puede esperar, ni el jugador, a que la cosa llegue a su fin y después ya veremos. Es el caso de Duda (jugador del Málaga). Se le quiere traspasar a otro equipo para así cobrar un dinero que un año después rien de rien. El jugador dice que nones y lo apartan del equipo. El club incumple un contrato que, por lo visto, es pan mojado. A veces (caso Figo, de nuevo el equipillo de don Florentín), el jugador no quiere verse en el banquillo todo ese tiempo que le resta de contrato y decide volar por su cuenta, aún con el agradecimiento de los servicios prestados. En otras ocasiones es el jugador quien, aún teniendo varios años de contrato, dice que se va a otro club y que se va, oye, que coge la maleta, mira que ya va por el aeropuerto, pero será capullo, si está cogiendo un avión destino Inglaterra…. Y ya está: como el jugador no era feliz, o no le pagaban lo que valía o le ha salido una novia más guapa, puerta y tararí que te vi. ¿Pero no había un contrato por en medio? -Sí, por en medio de la entrepierna. Otras veces las cosas son más sencillas. El jugador pretendido está en su casa leyendo tranquilamente un libro (será cosa rara, pero bueno…) y el club ricachón llega a una casa muy grande llamada Federación, suelta un cheque de mucha manteca, dice que esa minucia es para pagar la cláusula de rescisión del jugador lector y en menos que canta un berberecho ya tenemos un traspaso confeccionado en plan aquí te pillo, aquí te mato. ¡Y al presidente del club rival se le queda una cara de tonto….! En ocasiones el personal va de rumboso. Se ficha a un entrenador por cuatro o cinco años, sabiendo como se sabe que la duración de un entrenador en un club de fútbol es inferior al tiempo que dura un neumático en la Fórmula I. Después, cuando llega la ruptura hay que pagar millonadas de indemnización por aquellas alegrías de inicio. Otro ejemplillo: Se renueva al jugadorinho de turno por diez años, o se le ficha por ocho, lo cual que ni los locos de atar se atreverían, mitad porque jamás se cumplirán plazos tan largos, mitad porque es una estupidez hacerlo en este mundo tan pelotero. Pues se hace, oiga, y después no veas como han de trabajar los abogados para deshacer tan larga madeja. Pero lo más gracioso llega (caso Casillas) cuando tienes contrato en firme (o sea, uno de los pocos casos en que parece que se respetará) y cuando faltan todavía tres años para que finalice, los chiripitifláuticos periodistas deportivos ya te están preguntando que cuando vas a renovar, que a ver si al club no le interesas y tú haciendo el canelo. Así que, por estos y otros casos aún más sangrantes, el menda lerenda (o sea, el Puñetas) se siente en el penoso deber de pasar por un completo torperas, que no se entera de nada. Será que uno tiene la mente demasiado cuadriculada con eso del ajedrez y el derecho mercantil, pero yo siempre había pensao (y ya me lo decía mi abuelo) que cuando se firma un contrato –como parte contratante de la primera o de la segunda parte- es obligación de ambas partes el cumplirlo hasta sus consecuencias. Y si no, no se hace. O se pone una cláusula que diga: -Este contrato será pasado por el arco del triunfo de la parte contratante primera cuando lo estime conveniente, al igual que también podrá hacerlo la parte contratante segunda cuando le salga de los nísperos. Y para que así conste, da el visto bueno Periquillo el de los Palotes, ilustre notario del reino deportivo. Corolario: Para más inri, las cantidades especificadas en los contratos (sueldos, gratificaciones, pagas extraordinarias, permisos de maternidad….) no suelen responder tampoco a la realidad. Vamos, que hay aquí más dinero negro que en un pozo de petróleo. Pero de eso ya ladraremos algún año de estos…

1 comentarios:

la aguja 7/9/05, 23:59  

Siempre he dicho que éstos del fútbol no quieren saber nada con la "Justicia ordinaria" (a no ser que la "Justicia deportiva" no les dé la razón).

Las leyes civiles no tienen vigencia en el campo de juego. En alguna ocasión he escrito sobre ello.

Y como bien dices, parece ser que en los despachos tampoco desean que entre la legalidad de los contratos.

Hasta han pretendido estar fuera de la Unión Europea... Aunque sí es verdad que la Ley Bosman ha supuesto el enriquecimiento de los que ya eran más ricos a expensas de los menos poderosos.

Con tu artículo, demuestras que los dirigentes futboleros están (o prentenden estar) por encima del bien y del mal.

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).