UN DEPORTE DE ALTURA
Acabo de ver hace unas horas el partido inaugural del europeo de baloncesto, disputado en Novi Sad (Serbia) entre la selección anfitriona, una Serbia campeona del mundo y acostumbrada a merendarse todo plato que se le ponga por delante a los Bodiroga, Rakocevic, etc y la selección española de los Calderón, Navarro y cía, que lleva unos añitos poniéndonos los dientes largos en las principales competiciones, aunque después falla en un partido crucial (normalmente, a los postres) y nos quedamos todos con acidez en el estómago. Demonios, si todavía me dura el éxtasis! Y es que los 40 minutos de juego de ensueño de la selección española en dicho partido, difícil será que se vuelvan a repetir en otra ocasión. Un trabajo excepcional en defensa y un ataque muy apañadito han hecho que Serbia desapareciese del mapa, con 19 puntos por debajo en el marcador. Tan poco acostumbrado estoy a las alabanzas, que debo confesar que en mi estómago sólo está bailando una manzanilla con anís y que no me ha dado un ataque de zapateritis aguda. Pero es que ver a estos tíos de la “sele” del baloncesto me ha reconfortado con lo que uno espera del deporte: entrega, espectáculo y superación del equipo pequeño para que así el grande las pase canutas para ganar o, incluso, pierda. Que la cosa ocurra con los chicos del básquet está muy bien y casi no sorprende. El día que los del fútbol hagan una hazaña similar, los frenopáticos y casas de locura se llenarán a reventar. Pasa que el baloncesto es un deporte de altura. No es un chiste ni una obviedad. Es que los tíos se lo curran bien currado. Los jugadores (salvo algunas excepciones) saben comportarse, les oyes hablar y hablan bien, se saben las tácticas y estrategias de su equipo con los ojos cerrados, son estudiosos por tanto, y pese a que en el campo están chorreando sudor a todas horas, ninguno escupe al suelo y su deportividad suele ser muy alta. Teniendo la fuerza que tienen, la velocidad y los codos que les cuelgan, es extrañísimo que en todos los partidos no haya más de un diente rodando por los suelos, a pesar de los protectores. No es por señalar, pero hay una distancia sideral entre esta buena gente y la pobre (otra vez salvemos las excepciones) que se dedica al fútbol. Quizás este buen rollo de los jugadores de baloncesto estribe en que una gran mayoría comprende a sus rivales porque casi todos tienen los mismos problemas, no sólo en la cancha si no, sobre todo, en la vida común: la altura. Ver a un jugador de baloncesto en una cancha impresiona, pero más si te cruzas con él en la acera. Y eso me pasa a mí frecuentemente con los chicos del Unicaja, del primer equipo y de otras categorías inferiores. El Puñetas no es un enano (1,86 cm le adornan, aunque bajando con la edad), pero cuando se cruza con uno de estos gigantes deportivos (en lo físico y en otras vertientes) se pregunta por lo complicado de la existencia de esta gente. Si cuando el Puñetas se monta en un avión, a veces tiene dificultad para no meterle los pies en la boca al pasajero que va delante, diganme los problemas de vuelo de esta gente, sobre todo cuando viajen a nivel particular, en clase turista. ¿Y dormir? ¿Y los zapatos? ¿Y la ropa? ¿Y el techo? Es que viendo las dificultades que a veces pasa uno con las cosas más nimias por un pequeño exceso de estatura en un mundo de enanos, las penurias y dificultades de estos mocetones no quiero ni imaginármelas. Quizás a estas cosillas particulares se deba el que estas gentes del baloncesto sea tan buenas personas, en general. Y se comprendan unos a otros y se cuiden mutuamente pese a tanta competitividad. Gente de altura a la que admiro dentro y, sobre todo, fuera de los palacios de deportes. Y en estas que pronto veremos en el Real Madrid a un chico de 22 años y ¡¡2,20!! de estatura, que acaba de ser fichado por el equipo de don Florentín, aunque sin ningún bombo ni alharacas. Se llama Sinanovic y viene de tierras bosnias. Uno de sus nuevos compañeros ha dicho: "Es un jugador que me gusta mucho. Es muy alto. Nunca he visto un tío tan grande como él, pero puede hacer muchas cosas. Puede correr como un cinco de 2,05, salta mucho y tiene la cabeza muy bien. Siempre quiere trabajar y sabe tirar de lejos. Quizá le falte un poquito de técnica, pero trabaja mucho en este aspecto y seguro que va a aprender mucho con Boza. Va a ser un muy buen jugador". Lo que estoy casi seguro es que será una buena persona.
1 comentarios:
Esperemos que los de la selección no vuelvan a fallar en los postres. Supongo que una final contra Serbia sería no apta para cardiacos (ni para descerebrados al estilo de los futboleros).
Y es que también hay diferencia de cultura (o de saber estar) entre los seguidores del baloncesto y los del fútbol (en general, que siempre hay excepciones en uno y otro lado).
Sobre la bondad de estas personas, parece ser que sí, que es un rasgo común entre los que superan los dos metros. Ahí está Romay, que ahora me dicen que hasta baila en la telele y todo por una causa justa.
Alguien dijo una vez que todos los grandes dictadores eran bajitos. Al menos sí parece ser cierto que ninguno pasaba del par de metros.
¿Habrá que conjurarse contra los bajitos :-) ?
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