REFLEXIÓN TRAS LA MUERTE DE ROLLÁN
Sólo la trágica muerte de Jesús Rollán, el exportero de la selección española de Waterpolo (un triunfador en su deporte, que llegó a ser valorado como el mejor portero del mundo durante un par de temporadas) ha servido para que algunos medios de comunicación (esos que andan obsesionados por el fútbol y las bragas de las famosas) dedicasen unas glosas a quien fuera alma máter de los años dorados del waterpolo nacional. Aún así, lo han hecho pasando casi de puntillas por la noticia: un suicidio (tras muchas dudas iniciales), una depresión, un problema familiar… Jodé, de la depre de la Mosquera nos enteramos hasta en la teletienda.
A pesar de haber sido una auténtica estrella en su deporte, a nivel nacional e internacional, muy poco se ha sabido de él cuando triunfaba y ahora que ha fallecido. Da una enorme tristeza pensar la cantidad de gente maravillosa que entrega toda su juventud y mejores años de la madurez a la práctica de deportes minoritarios y que ni son reconocidos mínimamente en el éxito… ni en la muerte. Para varias televisiones nacionales, Rollán era un don nadie deportivamente hablando porque ellas sólo se dedican a chafardear sobre el nuevo opio del pueblo, esa mezcla de héroes peloteros y famosuelos/as de entrepierna. Así que ¿por qué iban a dedicarle a su muerte unos cuantos segundos, si era más importante mostrar el anoréxico contoneo de la fulana de moda o el balbuceo del pringao futbolero de turno?
Recopilando de lo que uno sabía y ha leído por ahí. Un hombre que ha estado toda su vida peleándose en una piscina por ser el mejor, con entrenamientos durísimos que le dejaron físicamente echo polvo y con secuelas. (El waterpolo es un deporte tremendamente exigente). Un chaval sanote, fuerte, extrovertido, animoso y simpaticón al que se le vienen encima todos los problemas del ocaso deportivo y físico, junto a una separación matrimonial y –al parecer- un acercamiento a ciertas drogas blandas, aunque poco se ha confirmado sobre el tema. Una depresión de caballo que exigió un internamiento en un centro de rehabilitación y reposo. Algo muy fuerte tiene que pasar por la cabeza de un hombre acostumbrado a soportar la gran presión deportiva de enfrentarse a mil retos a lo largo de muchos años de práctica para que, alejado de ella, a las primeras de cambio y ante varias adversidades se venga abajo. ¿No estaremos exigiendo demasiado a los deportistas de élite, aunque la gran mayoría de ellos sean unos auténticos desconocidos por practicar deportes minoritarios? ¿No será excesiva la responsabilidad que echamos a las espaldas de los más cualificados deportistas para alcanzar las máximas cotas del éxito representando a su país, ciudad o equipo que les paga y eso acaba pasando factura? ¿Se les prepara también, además de para los éxitos y los fracasos deportivos, para el momento del adiós, del fin de la actividad, del silencio?
Ortega y Gasset hablaba en su tiempo de “la barbarie del especialista”. Hoy que batimos el record de barbarie en este sentido, incluyendo la deportiva, quizás sea conveniente pararse a pensar si no estaremos pasándonos de la raya. O quizás es que hay muertes, como la de Jesús Rollán, que necesitan alguna explicación justificativa para que podamos seguir encontrándole algún sentido a la práctica del deporte de élite.
P.D: Comprenderán que hoy no tenga ninguna gana de hacer irónicas gracietas con la afoto de turno. Otra vez será.
2 comentarios:
He practicado deporte de competición durante muchos años... Y ahora digo que el competidor es un enfermo, una persona obsesionada física, psíquica y anímicamente.
También digo que no hay deportes "blandos" a la hora de competir. No puede ser sano correr los cien metros en diez segundos. No puede ser sano vivir obsesionado.
Tanto Consejo Superior de Deportes y tanta leche con sus programa de reinserción de los atletas de elite en la vida laboral (éste es otro problema gordo) y tú has dado en la diana. Les acabas de dar trabajo como para crear otra sección más.
Quien quiera verlo que lo vea y el que no quiera verlo que mire para otro lado porque la verdad le saltará a los ojos.
Carlos Bianchi dice algo similar a "se es ingrato con los padres, quienes se mataron por uno, no se va a serlo con alguien que tapó un par de pelotas en la portería de tu equipo".
Otros sostendrán al respecto "que le hace una mancha más al tigre"; para mí sí le hace: tendría que haber tenido una relevancia similar a la que poseen otros acontecimientos.
Saludos.
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