14 de marzo de 2006

REFLEXIÓN TRAS LA MUERTE DE ROLLÁN

Sólo la trágica muerte de Jesús Rollán, el exportero de la selección española de Waterpolo (un triunfador en su deporte, que llegó a ser valorado como el mejor portero del mundo durante un par de temporadas) ha servido para que algunos medios de comunicación (esos que andan obsesionados por el fútbol y las bragas de las famosas) dedicasen unas glosas a quien fuera alma máter de los años dorados del waterpolo nacional. Aún así, lo han hecho pasando casi de puntillas por la noticia: un suicidio (tras muchas dudas iniciales), una depresión, un problema familiar… Jodé, de la depre de la Mosquera nos enteramos hasta en la teletienda.



A pesar de haber sido una auténtica estrella en su deporte, a nivel nacional e internacional, muy poco se ha sabido de él cuando triunfaba y ahora que ha fallecido. Da una enorme tristeza pensar la cantidad de gente maravillosa que entrega toda su juventud y mejores años de la madurez a la práctica de deportes minoritarios y que ni son reconocidos mínimamente en el éxito… ni en la muerte. Para varias televisiones nacionales, Rollán era un don nadie deportivamente hablando porque ellas sólo se dedican a chafardear sobre el nuevo opio del pueblo, esa mezcla de héroes peloteros y famosuelos/as de entrepierna. Así que ¿por qué iban a dedicarle a su muerte unos cuantos segundos, si era más importante mostrar el anoréxico contoneo de la fulana de moda o el balbuceo del pringao futbolero de turno?


Recopilando de lo que uno sabía y ha leído por ahí. Un hombre que ha estado toda su vida peleándose en una piscina por ser el mejor, con entrenamientos durísimos que le dejaron físicamente echo polvo y con secuelas. (El waterpolo es un deporte tremendamente exigente). Un chaval sanote, fuerte, extrovertido, animoso y simpaticón al que se le vienen encima todos los problemas del ocaso deportivo y físico, junto a una separación matrimonial y –al parecer- un acercamiento a ciertas drogas blandas, aunque poco se ha confirmado sobre el tema. Una depresión de caballo que exigió un internamiento en un centro de rehabilitación y reposo. Algo muy fuerte tiene que pasar por la cabeza de un hombre acostumbrado a soportar la gran presión deportiva de enfrentarse a mil retos a lo largo de muchos años de práctica para que, alejado de ella, a las primeras de cambio y ante varias adversidades se venga abajo. ¿No estaremos exigiendo demasiado a los deportistas de élite, aunque la gran mayoría de ellos sean unos auténticos desconocidos por practicar deportes minoritarios? ¿No será excesiva la responsabilidad que echamos a las espaldas de los más cualificados deportistas para alcanzar las máximas cotas del éxito representando a su país, ciudad o equipo que les paga y eso acaba pasando factura? ¿Se les prepara también, además de para los éxitos y los fracasos deportivos, para el momento del adiós, del fin de la actividad, del silencio?


Ortega y Gasset hablaba en su tiempo de “la barbarie del especialista”. Hoy que batimos el record de barbarie en este sentido, incluyendo la deportiva, quizás sea conveniente pararse a pensar si no estaremos pasándonos de la raya. O quizás es que hay muertes, como la de Jesús Rollán, que necesitan alguna explicación justificativa para que podamos seguir encontrándole algún sentido a la práctica del deporte de élite.



P.D: Comprenderán que hoy no tenga ninguna gana de hacer irónicas gracietas con la afoto de turno. Otra vez será.

2 comentarios:

la aguja 16/3/06, 1:36  

He practicado deporte de competición durante muchos años... Y ahora digo que el competidor es un enfermo, una persona obsesionada física, psíquica y anímicamente.

También digo que no hay deportes "blandos" a la hora de competir. No puede ser sano correr los cien metros en diez segundos. No puede ser sano vivir obsesionado.

Tanto Consejo Superior de Deportes y tanta leche con sus programa de reinserción de los atletas de elite en la vida laboral (éste es otro problema gordo) y tú has dado en la diana. Les acabas de dar trabajo como para crear otra sección más.

Quien quiera verlo que lo vea y el que no quiera verlo que mire para otro lado porque la verdad le saltará a los ojos.

Leonardo 18/3/06, 20:06  

Carlos Bianchi dice algo similar a "se es ingrato con los padres, quienes se mataron por uno, no se va a serlo con alguien que tapó un par de pelotas en la portería de tu equipo".

Otros sostendrán al respecto "que le hace una mancha más al tigre"; para mí sí le hace: tendría que haber tenido una relevancia similar a la que poseen otros acontecimientos.

Saludos.

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