UN LUGAR LLAMADO MILAGRO
Así se titulaba una película americana que visioné hace unos años. La cosa iba de un campesino que, con la ayuda de sus vecinos, se enfrentaba a una empresa que pretendía construir una lujosa urbanización en el pueblo. Hoy me viene a la mente tras acabar de ver el partido de vuelta de la Champion Li entre el Villarreal y el Rangers escocés. Quería comprobar cómo un equipo de una ciudad de apenas 50.000 habitantes superaba a uno de una ciudad diez veces más grande (sí, una vez cada un millón el pez chico se come al grande) y se metía en los cuartos de final de una competición en la que están llamados a triunfar sólo los equipos que tienen su sede social en millonarias ciudades, es decir, esos lugares donde en vez de respirar aire, respiras gente y más gente y donde el ciudadano normal no llega ni a la categoría de número por mucho que echen mano de él para los grandes acontecimientos. Un lugarejo donde conviven amontonados más de un millón de habitantes ya es para mí una ciudad bastante insufrible: un lugar donde malvivir. Sé que exagero, pero yo me entiendo.
Así que me planté ante la telele pública para asistir al milagro y aunque costó sus buenas dosis de sudor, al fin tenemos a una ciudad más pequeña que cualquier barrio de Madrid, Barcelona, Roma, Londres, París… poniendo sobre la mesa de la élite futbolera lo que más tiene: ilusión y ganas de fastidiar. Ya los prolegómenos del partido, cuando unos seguidores escoceses rompían las lunas del autobús del Villarreal, hacían presagiar que aquello podía acabar como el rosario de la aurora. ¡Eso no se hubieran atrevido a hacerlo en Madrid, Berlín o Amsterdam…! Después hubo cierta paz y mucha gloria para los villarraelinos tras pasar la eliminatoria. Pocas alegrías futboleras suelen reservarse para los pueblos y ciudades del montón, o sea, la inmensa mayoría. Lugares donde suele haber más aficionados merengones o culés que del propio equipo local. ¡Tiene guasa la cosa!
Dudo mucho que el milagro continúe pasando el Villarrreal a las semifinales de la Champion. Sea como fuere, que le quiten lo bailao a esa pequeña ciudad de Castellón, donde llevan unos cuantos años atando futboleramente a los perros con longaniza. Una demostración de opulencia y derroche impensable para tan pequeña ciudad si lo comparamos con sus rivales. Ya que la democracia deportiva brilla por su ausencia (no entiendo una competición championil donde no se exige cierta igualdad presupuestaria entre la mayoría de los equipos), al menos de vez en cuando baja la Diosa Fortuna para echar una manita -ojo, hasta cuartos o semifinales- a esos equipos modestos de ciudades ídem pues de otra manera no se comerían ni una triste rosca. Alegrémonos porque al menos hoy, en casa de un pobre, pueden comer jamón del bueno.
Así que me planté ante la telele pública para asistir al milagro y aunque costó sus buenas dosis de sudor, al fin tenemos a una ciudad más pequeña que cualquier barrio de Madrid, Barcelona, Roma, Londres, París… poniendo sobre la mesa de la élite futbolera lo que más tiene: ilusión y ganas de fastidiar. Ya los prolegómenos del partido, cuando unos seguidores escoceses rompían las lunas del autobús del Villarreal, hacían presagiar que aquello podía acabar como el rosario de la aurora. ¡Eso no se hubieran atrevido a hacerlo en Madrid, Berlín o Amsterdam…! Después hubo cierta paz y mucha gloria para los villarraelinos tras pasar la eliminatoria. Pocas alegrías futboleras suelen reservarse para los pueblos y ciudades del montón, o sea, la inmensa mayoría. Lugares donde suele haber más aficionados merengones o culés que del propio equipo local. ¡Tiene guasa la cosa!
Dudo mucho que el milagro continúe pasando el Villarrreal a las semifinales de la Champion. Sea como fuere, que le quiten lo bailao a esa pequeña ciudad de Castellón, donde llevan unos cuantos años atando futboleramente a los perros con longaniza. Una demostración de opulencia y derroche impensable para tan pequeña ciudad si lo comparamos con sus rivales. Ya que la democracia deportiva brilla por su ausencia (no entiendo una competición championil donde no se exige cierta igualdad presupuestaria entre la mayoría de los equipos), al menos de vez en cuando baja la Diosa Fortuna para echar una manita -ojo, hasta cuartos o semifinales- a esos equipos modestos de ciudades ídem pues de otra manera no se comerían ni una triste rosca. Alegrémonos porque al menos hoy, en casa de un pobre, pueden comer jamón del bueno.
1 comentarios:
A veces el pez chico se come al grande, y caperucita noquea al lobo de un gancho en el hocico.
Pasa pocas veces, pero cuando pasa uno se alegra porque no siempre el poderoso impone su ley. Es como si cada vez que acontece una cosa como la que relatas uno se olvidara de las anteriores 99 veces en las que el guión ha sido el previsto.
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