3 de octubre de 2006

LA TRISTE Y DESVENTURADA HISTORIA DE JACINTO PICAFLOR


Supe de Jacinto Picaflor desde hace unos diez años. El nombre es ficticio por razones del guión y porque no quiere ser identificado. Era un deportista nato. Desde pequeñajo siempre había estado dándole a alguna pelota, fuese de baloncesto, fútbol, tenis, balonvolea, balonmano… “Lo mío siempre ha sido una cuestión de pelotas. Me parece aburridísimo el atletismo, la natación, el ciclismo y tantos deportes en que uno actúa básicamente en solitario. Prefiero los deportes de equipo, de choque, de amigos”. El caso es que desde sus años mozos anduvo dale que te pego con el deporte, siempre en plan aficionado, pues nunca destacó en ninguno.


A lo largo de su larga trayectoria jamás tuvo una lesión más o menos seria. Todas las que le acontecieron fueron de risa: un tobillo inflamado que se desinflamaba al cabo de varios días sin dejar huella ni tarjeta de visita; una heridas en las espinillas que en cuestión de horas cicatrizaban y “sé finí”, que dicen los franchutes. Una uña perdida, una ligera tendinitis, una brecha en una ceja. Y nada más. Picaflor sabía cuidarse el esqueleto. Hasta que un buen día notó que la rodilla izquierda no podía doblarla del todo, y que agacharse para abrochar los cordones de los zapatos era una ardua tarea. “Bueno, será a consecuencia de algún golpe en el partido del otro día” –se dijo el inocente de Jacinto.


Como ni con hielo, descanso ni remedios de la abuela aquello mejoraba, no tuvo más remedio que –por primera vez en su vida- acudir al médico generalista de la Seguridad Social para decirle lo que le pasaba. El galeno le mandó una radiografía. Tras varias semanas de espera, Picaflor se fue tan ufano a ver al médico de cabecera con la fotografía en blanco y negro de su rodilla.



-¡Bah, un ligero desgaste del cartílago, propio de la edad y de la práctica deportiva! Te envío tres pomadas antiinflamatorias, dos relajantes musculares, medio kilo de jarabe calcificado, cuatro tipos de pastillas para controlar el dolor y un gel refrescante para cuando te vayas a la cama. Y en tres meses, como una gacela…



Simpático aquel tipo. Y Picaflor se tragó durante un trimestre toda la metralla que el matasanos le había recetado. Pero la rodilla seguía dando la lata y ahora, encima, el estómago estaba hecho polvo con tanto potingue y tanta mierda como se había tomado. Eso sí, iba a todos sitios la mar de relajadito. Hasta en su trabajo le llamaron la atención por falta de rendimiento. Cuando regresó a la consulta había un nuevo médico, que quiso recetarle lo mismo. Al final le hizo unas rebajas y quedó la cosa en medio arsenal. Al cabo de otro trimestre, nuestro amigo seguía como siempre –jodido- y regresó de nuevo. Había otro doctor (cosas de las rotaciones de interinos y subcontratados), que tras oír los lloros y súplicas de Picaflor, lo remitió al traumatólogo, el especialista en huesos y osamentas. Tres meses tardaron en darle cita. Y el tío, cuando le vio, mandole una nueva radiografía.



-La voy a tener repe –le dijo Picaflor, haciéndose el gracioso.


-No voy a ver en ella casi nada, pero es la única prueba médica que mis superiores no consideran muy lesiva para el erario público.


Se confirmó el diagnóstico y recetó nuevos potingues. Picaflor picó el anzuelo. ¡Un especialista es… un especialista! Pero a los seis meses, fue a verle de nuevo. "No asimilaba la medicación", así que ahora la cosa sólo tenía dos remedios: o aguantarse y dejar cualquier práctica deportiva que forzase la rodilla u operarse en plan sorteo de lotería de la Navidad por si había suertecilla. Roberto le pidió que le mandase pruebas más determinantes: una resonancia, por el amor de dios… “Se mandan con cuentagotas: son caras, sirven para según qué casos y no hay un duro para malgastarlo en casos como el suyo”.



Y así está Picaflor. Esperando que algún siglo de éstos la Inseguridad Social le pague una resonancia magnética para ver y diagnosticar mejor la maldita rodilla. Mientras tanto, nuestro camarada observa cómo lesiones gravísimas se producen todos los días en los campos de fútbol de primera y segunda división y que en cuestión de horas los jugadores (el último, Etoo) son operados o reciben tratamientos milagrosos que en poco tiempo les devuelven a la normalidad. Pero claro, ellos son famosos, cumplen una función social importantísima (que la gente se entretenga y no piense en cosas más peligrosas) mientras que él es un simple pelagatos, un don nadie, un tonto del haba, un desgraciao. Desde que le pasó lo que le pasó, se ha pasado a los deportes de mesa, incluido el parchís, ha engordado diez kilos (ahora está en su peso) y dice que de ahora en adelante va a hacer deporte el puñetero padre del traumatólogo de la Seguridad Social y el puerco del Consejero de Sanidad correspondiente.



MORALEJAS: Los desgraciados no tienen derecho a una resonancia magnética. La Seguridad Social te ampare, imbécil. Todos los españolitos somos iguales ante la ley. Jugando al parchís con la pata quebrada y en casa. El que no se consuela es porque no quiere. Quien fuera Ronaldo… Picaflor, eres un paria…

3 comentarios:

la aguja 4/10/06, 1:44  

Pues hay una solución, o más bien un atisbo de solución. Porque depende de la edad que tenga la flor de Jacinto. Me explico.

Se habla con un club de la zona, se federa en la actividad (no necesariamente fútbol, que hay deportes en los que algunos veteranos se federan también), y a los tres meses se acude al especialista de la federación que suelen tener a través de la mutua algunos buenos médicos. Que sí, que vale, que no le va a atender el doctor Guillén, pero que algo mas de interés que el traumatólogo de la SS (Seguridad Social, quise decir, no se vaya alguien a mosquear) ya le pondrá.

A mi primo, que estaba de baja a causa de una lesión en un hombro jugando al frontón, el médico quiso darle el alta al mes. Le dijo "le voy a dar el alta, porque ya puede usted hacer vida normal".

A lo que mi primo, que es un hacha le dijo: "para mí, hacer vida normal es poder jugar al frontón; así que aún no puedo hacer vida normal". Y otros tres meses en reposo, lo que le valió para sanar la lesión. Porque trabajando no se puede hacer "reposo absoluto".

Tienes un esguince… y te lo vendan. A un crack futbolero se lo escayolan. Eso sí es reposo total. Pero ¡ojo!, que se lo escayolan todos los días. Porque para que no se le forme un trombo le quitan la escayola a diario y le dan masaje.

Y no sigo contándote porque me dan las tantas. Seguro que recuerdas el artículo del otro día, el de los dineros públicos del CSD y de las Universidades andaluzas para recuperar deportistas de elite.

Jc 4/10/06, 9:12  

Como siempre en este putiferio: "El que no tiene padrino no se bautiza".

Lo que a mí me indigna de todo esto es que esa Seguridad Social que ¿no tiene medios? para atender a tanto Jacinto Picaflor, la pagamos a precio de oro todos los curritos. Y además dilapidan millones de euros en gilipolleces.

Así que me estoy planteando seriamente la objeción sanitaria. Lo que ocurre es que los seguros médicos privados son iguales o peores que la SS.

Anónimo 5/10/06, 0:33  

Soy de la peregrina opinión de que la medicina actual te puede transplantar medio cuerpo pero que en cambio es incapaz de explicar porqué agarras una gripe y evitar que la cojas cada año. De igual modo, lograr -como a Picaflor- que le hagan una resonancia es más difícil que le operen del menisco y le pongan uno de un conejo. Aquí estamos siempre por las grandes faenas (esas que salen luego en las publicaciones, libros de investigación, prensa y telediarios) pero que sólo afectan a una minoría mientras que lo que más interesa a la mayoría (esas pequeñas dolencias que luego pueden derivar en algo más gordo) se despachan con un tonel de barbitúricos y a ojo de buen cubero. Es así como puede comprenderse que un empaste no entre dentro de la seguridad social, pero sí una operación para cambiar de sexo o que te tengas que rascar el bolsillo para una vacuna contra los ácaros mientras ue la pildora postcoital te sale gratis simplemente acudiendo al servicio de urgencias del hospital más cercano después de haber hecho el amorcillo con la parienta, el pariento o con ambos. (Esto al menos pasa por las Andalucías, que imagino no será muy diferente de otros corralejos del solar hispánico).

LA propuesta de la Aguja se la trasladaré a Jacinto, aunque yo le propondría que se parta la pierna jugando al mus y que vaya a urgencias. A lo mejor tiene suerte, se la operan y se la dejan nuevecita, cartílago incluido. O a la peor le operan de la mano por un error médico-informático y ya la hemos liado. Lo de la objeción sanitaria sería estupendo si no fuese porque los seguros privados también atan el perro con longaniza. Médicos ha habido que han sido despedidos o dados de baja de la Compañía porque mandaban pruebas "caras". Así que el futuro lo tenemos enternecedor si es que pasamos de los 30, edad en que se acaba la garantía que todo ser humano trae al mercado siempre que no venga con algún defecto de fabricación. Acabada la garantía ya se sabe lo que pasa...

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