1 de junio de 2007

QUE SIGA EL FÚTBOL EN LAS ALTURAS...


Los chicos del fútbol tienen que estar metidos siempre en polémica porque sin ella tendrían menos porvenir que una playa con medusas. Cosas del negocio que se traen entre manos. Ahora los máximos responsables de la FIFA han decidido prohibir –a buenas horas mangas verdes- partidos por encima de los 2.500 metros de altitud. El argumento es que a tantos metros sobre el nivel del mar la salud de los futbolistas se resiente y corre riesgos que han de evitarse. ¿Cómo? “Prohibimos el asunto y nos quedamos descansando…” –han concluido los cacatúas fiferos.



Naturalmente, los países especialmente afectados (Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador y hasta México) han puesto el grito en el césped, porque un país sin fútbol internacional por culpa de la altura es como un jardín sin flores o un coche sin ruedas: un asco y un drama. Unos perjudicados hablan de “apartheid”. Otros, de injusticia y mala leche. Javier Aguirre, el entrenador del At. de Madrid, con esa labia tan directa que dios le ha dado, ha dicho que el Gran Manitú de la FIFA, un tal Blatter, “no tiene ni puta idea”. Hasta el mismísimo presidente de Bolivia se ha puesto a disputar un partido de fútbol de protesta en la Paz pidiendo la anulación de la prohibición y alzando la bandera nacional del “nos prohíben jugar al fútbol”. Seguro que si les prohibieran los partidos políticos, la libertad de expresión o leer libros, no habría tanto meneo ni tanta queja. Mientras tanto, los países beneficiados callan como muertos y no han dicho ni mú. Sólo ríen discretamente entre dientes.



El personal está completamente dividido. Unos no entienden que si hasta ahora se han jugado multitud de partidos en La Paz (3.577 m de altitud), Quito (2.800 m) o Bogotá (2.650 m) y -que se sepa- ningún futbolista la ha palmado por falta de oxígeno, vengan ahora los piratas de la FIFA, presionados por los capos del futboleo sudamericano, Argentina y Brasil, y prohíban los partidos en dichas ciudades o similares. Cierto que los países afectados suelen tener ciudades de menor altura donde se podrían jugar los partidos, pero todos sabemos –porque no somos tontos- que jugar a esa altitud conlleva un periodo de aclimatación de los futbolistas foráneos, no siempre suficiente. Luego, en los partidos, suelen pagar las consecuencias. (Creo que hasta se ha visto a algún caracol adelantando en una carrera a Ronaldinho y Ronaldo, cuando éstos jugaron una vez en Bogotá). Habrá otras ciudades de menor altitud, pero las capitales citadas no pueden ser castigadas a quedarse sin su ración cotidiana de fútboladicción.



Cada cual arrima el ascua a su sardina. Bilardo: “Seguro que no es lo mismo jugar en Bogotá, en Quito, en La Paz que en otros sitios, pero tampoco está bien jugar a altas temperaturas, como me tocó a mí en Mali con 50 grados de calor cuando dirigía a la selección de Libia”. Pelé: “Es una medida adecuada e interesante porque los brasileños siempre fuimos los perjudicados” (…) Hay otros lugares en esos países que pueden acoger los partidos. No necesita ser en la ciudad más alta del país”.



El Puñetas cree que en un deporte tan conservador como el furbo es mejor dejar las cosas como están hasta que se momifiquen y pasen a los museos arqueológicos. (O cambiar un montón de ellas y hacer del fútbol un deporte del siglo XXI). De modo que quietos-paraos, y que todo siga igual. Que cada cual siga obteniendo el provecho de su geografía, climatología, y los mil trucos tradicionales que se hacen para ganar los partidos de casa más fácilmente: llenar a rebosar el campo con jaurías de hinchas locales, encharcar el césped, hacer agujeritos en ciertas partes desconocidas del campo para que los rivales se partan el tobillo al pisar en ellas, etc. En un deporte esencial y visceralmente tramposo como el football, no vamos a pelearnos por la tontería esa de la altura. Y si algún día muere un futbolero galáctico dándole puntapiés a una pelota en La Paz, pues que Evo Morales le pague el entierro y a otra cosa, mariposa. También los que juegan en la altura, cuando bajan al nivel del mar tienen que aclimatarse y no por eso protestan y lloriquean. Conclusión puñetera: La FIFA debería dedicarse a beber más güisqui en las comidas y marear menos la perdiz en los campos de juego.

2 comentarios:

la aguja 3/6/07, 19:06  

Sí, debe ser tremendamente peligroso… para la gente que no entrena.

Los atletas de verdad, los que gustan del entrenamiento, no tienen problemas en correr una maratón muy por encima de esa cota.

Juan Puñetas 3/6/07, 23:34  

Después de ver el enlace, la cosa está más clara aún por si no lo estaba antes...

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).