5 de septiembre de 2007

LOS PAYASOS DE LA TELE

En los días vacacionales de agosto le apetecía al Puñetas irse muchas mañanas a hacer algo de deporte en uno de esos gimnasios modernos que están creciendo como setas en las grandes ciudades, donde entras hecho una piltrafa y sales como un figurín. Eso dice la publicidad, aunque la muy torticera se calla cuánto tiempo hay que estar sacrificándose –y pagando- para acabar hecho un pincel o una pincela.

La cosa era al mediodía y mientras andaba que me las pelaba en la cinta de hacer kilómetros de sudor y en la bicicleta estática (la única que sé montar), entretenía la mirada ojeando lo que las diversas cadenas de telemugre echaban por sus respectivos anos catódicos. Entre los niñatos y niñatas de Telepingo y Antena Puaff –a cual más necio y gilipollas-, las bobadas autóctonas de la telecaca andaluza y aquellos monstruos que hacían el payaso a tortazo limpio, inevitablemente mis pupilas pintureras acudían hacia la Cuatro. Aquello tenía un nombre muy raro, aunque el menda siempre lo ha entendido como “lucha libre” o “pressing catsh”. Como no me llegaba el sonido, no sé decirles quienes eran aquellos bestias –anchos como armarios y brutos como un arado- que salían maquillados, emperifollados (por favor, miren el diccionario si tienen dudas), con ganas de pelea y fardando como chulos de barrio. Ya digo, no había sonido directo y tampoco indirecto para seguir los bellos y cultos diálogos de aquellos tipos tan pacíficos y teatrearos.

Tras una salida al ring en plan miss Tontolandia, empezaba la faena arreándose guantazos los unos a los otros, bien en lucha individual, por parejas o en cama redonda. Me parecía aquello una payasada de tal calibre (porque estoy seguro que los tortazos eran más bien de mentirijillas, que ya estaban escritos en el guión), que pensé que estaba ante un espectáculo típicamente televisivo, es decir, banal, tonto, absurdo, disparatado, aunque bien maquetado y presentado para que el personal vidente pierda el tiempo y la baba sin darse cuenta, sin el más mínimo remordimiento de conciencia.

El estadio, o lo que diantres fuera aquel recinto, estaba a rebosar y entre la algarabía y los gritos del respetable se distinguían perfectamente las siluetas de muchos niños asistentes al evento, que también disfrutaban de aquella violencia gratuita, de aquella estupidez retransmitida a todo el universo, en fin, de aquel maravilloso entretenimiento tan educativo para ellos.

-¡Cómo cambian los tiempos, jodío Puñetas! Cuando eras un enano te entretenías como un bobo viendo en la tele franquista a los payasos de la tele, el Gaby, Fofó y Miliki, con sus chistes, sus parodias, sus canciones… A los niños de hoy las telecacas progresistas como la Cuatro les endilgan otro tipo de “payasos” que entretienen a chicos y mayores diciendo memeces, dándose mamporros y luciendo músculo en vez de inteligencia. Y los auténticos payasos muriéndose de asco y pidiendo una oportunidad en mitad del arroyo.

Hoy, para escribir esta payasada, he buscado la página web de Cuatro, donde explican que “WWE: SmackDown es el programa de deporte de entretenimiento de mayor éxito del mundo, emitido en más de 100 países y traducido en más de 17 idiomas”. Al parecer se ha convertido en el programa de lucha libre más famoso del mundo. “Los programas de televisión y los eventos se dirigen a un público masculino de entre 12 y 30 años” ofreciéndose también “un amplio programa de merchandising dirigido a chicos de 6 a 12 años en categorías como textil moda, hogar, papelería, calzado, accesorios y deportes”. O sea, que los King Booker. Batista, Finlay o Ken Kennedy (que así se llaman o apodan los musculitos de la viñeta) hacen su trabajo básicamente para sacarle los cuartos al personal, aunque tenga 6 añitos. Dicho en fino y hortera: hacen merchandising.

Qué quieren que les diga. Que al Puñetas todo este montaje le parece poco serio (de ahí lo de “payasada”), pero no confundamos los términos y palabras: ya quisieran estos tipos y todos los que participan en el negocio –incluidos los cantamañanas de la Cuatro- parecerse sólo en la uña del dedo gordo del pie derecho a aquellos famosos payasos de la tele de mi infancia.

2 comentarios:

la aguja 13/9/07, 1:42  

Justo es reconocer que estos tíos son todo unos atletas y unos acróbatas de gran calidad.

Pero tienes mucha razón en tu queja de hoy. No es un espectáculo acorde a las necesidades educativas de los niños.

Ya existe demasiada violencia en la tele, en los videojuegos, en las películas, en los deportes, como para que ahora se venda esta violencia gratuita.

Y digo violencia en toda la extensión de la palabra. Un acto violento es aquél que no respeta "las normas". Aquí vemos a unos tíos que la mayoría de las veces siguen luchando fuera del ring, se golpean con objetos que no están permitidos, son ayudados por sus comparsas. En definitiva, todos hacen trampa y hasta en algunas ocasiones el árbitro cobra (sí, existe el arbitro, aunque pasa desapercibido porque estos supuestos luchadores --y digo supuestos porque no luchan, limitándose a ejecutar una suerte de coreografía-- no le hacen caso).

Las trampas están a la orden del día como parte sustancial del programa. Y son coreadas por los espectadores.

En fin, que me extraña que las asociaciones de consumidores y de protección a la infancia no hayan puesto aún el grito en el cielo.

Pero qué podemos esperar cuando los gags del Pato Donald, de Goofy, de Tom y Jerry, de Mortadelo y Filemón, y de muchos otros, se basan en los mamporros a diestro y siniestro.

Juan Puñetas 16/9/07, 0:23  

Tienes razón en lo del Pato Donald y Cía, pero al fin y al cabo son dibujitos, pero en el caso de estos tíos... No es que me parezca mal que teatreramente se den todos los mamporros del mundo, si no que el espectáculo y el mercadeo ponga su punto de mira en los chavales. Incluyendo la cadena de televisión española. Pero en fin, ninguna está cumpliendo código deontológico alguno en relación con la población infantil y los horarios, así que ancha es Castilla. Si les pusieran un multón que tuvieran que estar pagándolo 30 años, como el personal las hipotecas, verías como espabilaban.

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