9 de octubre de 2007

TIEMPO DE CHORIZOS


El chorizo no es sólo una tripa rellena de carne picada (normalmente de cerdo, puerco o guarro) que frito en aceite, a la plancha o con sidra está para relamerse el gaznate. Ya no hay chorizos como los de antes, esos que preparaban nuestras tías y abuelas allá en el pueblo, tras matar un gorrino, y que -guardaditos en aceite o colgados de la techumbre en una fría habitación- servían para hacer un buen apaño gastronómico (junto con las morcillas, salchichones y otras menudencias) durante todo el año.


Ya digo, la calidad de los chorizos comestibles ha caído en picado, al haber desaparecido lo artesanal. En cambio, los chorizos de dos patas han crecido como setas y no se andan con chiquitas. (Nota aclaratoria: llámase también “chorizo”al ratero, al descuidero, al ladronzuelo que arrambla con cualquier cosa que no le pertenece). Hoy día roban los cables telefónicos o de la luz, dejando incomunicados o a oscuras a barriadas enteras o pueblos. Pero no sólo está el trincador andrajoso, que luego vende en el mercadillo el fruto de su chorizada. Hay otra rama choricera que luce más que un sol, viaja en coche de lujo y hasta tiene tratamiento de excelencia o ilustrísima. Unos dirigen bancos, otros empresas de telecomunicaciones, otros presiden gobiernos…



-¿Y a cuento de qué viene esta ristra de chorizos? –se preguntará el amable lector-. ¿No nos irá a contar usted ahora que en el deporte los chorizos también pululan por doquier, ora en los campos de juego, ora en los despachos? ¡No será usted capaz, señor Puñetas!



No va el lector muy descaminado. Pero como ya hablamos metafóricamente de ello, sin nombrar la palabreja, en los dos articulillos anteriores, hoy nos ceñiremos estrictamente a la definición más habitual del término “chorizo”, cercana a otros como “mangante”, “caco”, “ratero”…


En la ciudad en que uno vive abundan más de debido. En las navidades algunos se llevan las plantas que el Ayuntamiento pone en ciertas calles para adorno y alegría de los viandantes. Pero lo que nadie podía esperar es lo ocurrido hace unos días: “Sustraen de la rotonda del Marqués de Larios el enorme balón instalado por la NBA con motivo de la visita a Málaga del Memphis Grizzlies. (…) El esférico, de más dos metros de diámetro, precisa tres horas para desinflarse. El edil de Deportes cree que tuvieron que pincharlo para poder llevárselo”. (Diario SUR).



Hay que ser muy chorizo y muy sinvergüenza para robar un balón que no podrá guardarse en un armario, ni dejarlo en un patio, ni venderlo, ni siquiera con el que poder jugar a baloncesto. Cuesta imaginar para qué demonios se entretuvo o entretuvieron los chorizos en desinflar un balón de dos metros de diámetro, pinchándolo y esperando más de tres horas a que se desinflara, sin que nadie se percatara de ello y lo denunciara. Un balón que estaba amarrado al suelo a través de varios vientos terminados en cierres.


Es más que probable que al chorizo (y a sus cómplices) jamás se les llegue a localizar y detener. Tampoco creo que les pudiera caer encima demasiado castigo o multa. Aunque el menda, en plan justiciero, si se lograra detenerlos les obligaba a dejar el balón de nuevo en el mismo sitio de donde lo hurtaron y en las mismas condiciones. O sea, que tendrían que inflarlo en plan artesanal, soplo tras soplo hasta el llenado total. A ver si a estos majarones se les quedaban los pulmones más tiesos que la mojama. Aunque, como todo es posible, lo mismo a los tiparracos les da por llevárselo a Gasol para que les firme un autógrafo en el logotipo de la NBA.



........MÁS...........

QUEJA CHORICERA: Un crítico punto de vista.

2 comentarios:

la aguja 10/10/07, 1:54  

Ese ya no lo volvéis a ver. Apuesto a que el robo ha sido por encargo y capricho de coleccionista y está en algún patio muy privado.

La culpa, por supuesto, de los ladrones, a los que sí les puede caer una buena porque lo hurtado —es hurto porque no han empleado la fuerza (salvo si lo rajaron)— superará los 300 euros que creo que ahí está ahora fijada la barrera entre la falta y el delito.

Y como será la ciudad quien tase el valor del balón (sumarán el valor económico y el valor simbólico, lo que arrojará una cifra elevada) pues pueden ir a parar a la trena, máxime si no se recupera en óptimas condiciones.

Pero la culpa también le cabe al irresponsable que colocó eso ahí sin custodia y sin el anclaje debido, teniendo en cuenta, además, los antecedentes que citas y que cita el diario enlazado.

Esto me recuerda a aquel robo en Sevilla de la cubierta aquella que tenían por ahí tirada, que ya ni recuerdo si la recuperaron.

Mi mujer ha estado en Cádiz este fin de semana, y ya que nos previenes de cómo están las cosas por ahí abajo, voy a cerciorarme de si es ella o me han dado el cambiazo, jeje.

Juan Puñetas 15/10/07, 21:08  

Lo de Sevilla (vaya si me acuerdo) fue de Champion. Esto del balonazo de la NBA ha sido de regional, aunque deja en bastante mal lugar a quienes no pusieron los medios para asegurarlo mejor y, lo que es peor, a la ciudad. De todas formas, estoy seguro que aunque se hubieran puesto medidas protectoras más fuertes, lo que está en la calle al aire libre se lo puede llevar el viento o cualquier chorizo de tres al cuarto. Tampoco era cosa de tener un guardia todas las noches para que un balón gigante no volase al jardín particular de alguien.

Aunque yo creo que el robo simplemente ha sido de algunos majarones y desgraciaos, simplemente por joder la marrana. Los mismos que dejan las paredes echas un asco, que tiran las papeleras al suelo con una patada, que se mean en las esquinas o que a las tres de la madrugada despiertan al personal conduciendo su utilitario con la música a todo trapo. Gentuza a la que antes se metía en un correccional o se enviaba a una isla desierta. Ahora los tienes por ahí a todas horas y nadie les tose. Ni siquiera la policía, porque a los tres minutos están de nuevo en la calle. Eso sí, ¿adivinas quién paga las papeleras rotas, la limpieza de las fachadas, las pastillas contra los nervios o el balonazo de la NBA?

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).