6 de abril de 2008

LOS FANÁTICOS DEL MICRÓFONO


El miércoles 3 de los corrientes llegaba el Puñetas a casa harto de andar cuando, nada más abrir la puerta de su guarida, los gritos llegaban a mis tímpanos como si estuviese en plena guerra de Irak. Raudo abrí la puerta de la cocina descubriendo a mis dos mozuelos futboleros cómo miraban embelesados la silenciosa caja tonta (donde AntenaPuaf retransmitía el partido de la UEFA Bayer-Getafe), mientras que de la radio situada en la mesa salían los graznidos y alaridos de unos hooligans del micro relatando a su fanática manera lo que ocurría en el encuentro.

Aquella escena me tranquilizó. Y como la mesa ya estaba puesta, decidí que había que realizar el sacrificio de ver el partido en su recta final mientras me echaba un trozo de queso manchego al gaznate. Quedarían unos 15 minutos y aquello iba a favor del equipo alemán por un irrisorio uno a cero: el odiado Goliat sólo le llevaba de ventaja al inocente David un mísero golete. Pronto me interesó la berrea que en plena cocina mantenían, a través de las ondas, aquellos periodistas, o lo que fueran. Mis zangolotinos me dijeron que eran del copón de la COPE, pero tengo para mí que en el resto de las cadenas el climax sería parecido: mucho gorgorito folletinesco al alcance tan sólo de los que tienen cuerdas vocales privilegiadas. ¡Qué horror, madre del amor hermoso y del santo prepucio! Aquello parecía una jauría, una olla de grillos, una reunión de vecinos o todavía peor, una clase de matemáticas en un Instituto de Secundaria. Confieso que tuve que mantener toda la sangre fría de que soy capaz –superior incluso a la de una manada de cocodrilos- para no coger el transistor y tirarlo directamente por la ventana, una vez comprobado que por la calle no pasaba ningún alma en pena.


Juro ante Dios y ante la Historia que sentí vergüenza ajena ante aquellos ladridos y burdas opiniones. No quise tomar nota escrita por simple pudor, pero me pareció de locos aquella forma de retransmitir y de opinar. Hubo unos tiempos, ya lejanos y amarillentos, en que los locutores simplemente contaban lo que veían, de la manera más prosaica y limpia para que el espectador u oyente se imaginase el resto. Tenían entonces un respeto hacia el rival pese a que lógicamente preferían que ganase el equipo de casa. Pero aquello ya es historia. Ahora, desde hace unos años pero cada vez con más desatino, lo que se estila es contar las cosas como si el receptor fuese idiota, incapaz de pensar por sí mismo. Se relatan muchas secuencias del juego con una fantasía digna de Harry Potter. Se dan excesivas opiniones, hueras, parciales, excesivas. Se pone a parir a los árbitros y a los jugadores rivales no desde la racionalidad, desde cierta objetividad o neutralidad sino desde el forofismo más desvergonzado y fanático. Será cosa del negocio o será que hoy los tiempos han cambiado que es una barbaridad. Sí, ¡menuda barbaridad!


Khan, el portero del Bayer, cuyo historial besaría cualquier santón futbolero, a ojos de aquellos fanáticos de la radio era un viejo que ya necesitaba gafas para ver de cerca. Todo porque el buen hombre perdía tiempo al sacar de puerta pues su equipo iba ganando. En éstas que llegó el gol del Getafe, del cual me alegré cantidubi simplemente soltando un “me alegro por David”, pero para aquellos tipos casi barriobajeros aquello resolvía un contencioso con Alemania, con Bekenbahuer y con la injusticia universal. El gol fue cantado con tanto frenesí que pensé que su relator sería enviado directamente a las urgencias de un hospital presa de un delirium tremens o de un infarto. Más todo siguió normalmente. Ahora las pérdidas de tiempo del Getafe eran una bendición.


Por fin acabó aquel griterío de locos con el pitido final del árbitro, que tuvo la desfachatez de prolongar unos minutejos el partido. Mis chavales futboleros salieron de estampida hacia sus salas de máquinas, yo apagué raudo y veloz la telecaca y la radiomierda y allí me quedé cinco minutos en el más absoluto y glorioso silencio que jamás he disfrutado. Entonces, para rematar la faena, me puse a llorar con lágrimas de cocodrilo hasta que la señora de la casa oí que me gritaba:



-¡Puñetas, ven pal salón pa que veas al Chiquilicuatre ese!



Juro ante el Quijote y los Hermanos Karamazov que no me tiré por la ventana porque ese día estaba muy cansado de andar tanto y porque no sé volar. Me temo que a este paso voy a acabar pidiendo asilo mediático en la Orden de los Trapenses de Jabalcuerno del Porrosillo donde creo que sólo se escucha el rumor del agua, el pío-pío de los pajarillos y el suave aleteo de las mariposas cuando aquellos se echan la siesta.

2 comentarios:

la aguja 11/4/08, 2:16  

Entre la publicidad, el griterío y los chistes malos (y además particulares) que sueltan estos vocingleros, no es posible enterarse de cómo va el partido.

Ya me pasó una vez yendo en el coche, que no sé por qué ventura me dio por sintonizar con la retransmisión del partido, que ya sabes que el fútbol-circo me lo paso yo por el otro arco… (el voltaico, no vayas a mal pensar). De esto hace ya unos cinco años, ¿eh?

El caso es que me dio por poner la cadena del Abellán, que cuando llevaba por la mañana aquel programa (La Jungla) nos tenía a todos pegaditos a la radio del coche. Pues acabé con un cabreo de tres pares de narices porque era imposible saber qué estaba pasando en el campo.

¡Que retransmisiones aquellas en las que podías visualizar el rodar del balón!

"Coge la pelota a la altura de los medios, se interna por la banda derecha, se frena, levanta la cabeza pero decide retrasar a Fulanito que se incorpora al ataque a la altura teórica del medio volante, se gira y chuta con fuerza, centrado. Menganito para con el pecho mientras la zaga se adelanta para dejar en fuera de juego a Zutanito, que corrige su posición…".

Joder, Puñetas, que decían esto en un par de segundos, se les entendía todo, y estaban así los 90 minutos (y sin gin-tonics).

Me temo que si volvieran a retransmitir así de bien por la radio, a la juventud no les iba a gustar.

Juan Puñetas 11/4/08, 20:23  

Tengo para mí (dándole ahora al coco tras tu comentario) que esta gente se ha dado por vencida frente a la televisión y que retransmiten los partidos pensando que el personal los ve por la caja tonta y los oye por la radio. Claro que a menudo hay partidos que no se retransmiten televisivamente y ellos siguen haciendo lo mismo. Es entonces cuando no hay manera de saber por donde va la pelota. A lo mejor también piensan que los oyentes ya no tienen imaginación.

En cualquier caso, para los que hemos oído otra forma de retransmitir los partidos por radio (y por televisión) mucho más sosegada, realista, descriptiva y con opiniones escasas (estas las tiene que poner el espectador y oyente) y, desde luego, mucho más culta (mejor vocabulario y estilo) y más educada (mejores modos y más respeto hacia todos los rivales) ésto de ahora nos parece un circo. (Valga la expresión en su acepción puramente lingüística, porque ya quisieran estos cantores de la nada tener el arte que se esconde en el maravilloso mundo del circo).

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).