24 de mayo de 2009

CARTA A MESSIÉ PLATINI

Estimado señor. Ya sé que su actual cargo de presidente de la UEFA le permite decir lo que le salga de la lengua y que siempre tendrá a un correveidile periodista para que transforme sus sonidos guturales en letra impresa o en algo peor: en videos de youtube. También sé que es usted memoria viva de los últimos 40 años del fútbol europeo y que ha cosechado multitud de premios, campeonatos y copichuelas, incluyendo el ser tres veces Balón de Oro, que debe ser algo así como el Premio Nobel del fútbol. Incluso me he informado bien y sé que es Caballero de la Legión de Honor, la más importante de las condecoraciones francesas, establecida –como no podía ser de otra forma- por aquel enano emperador llamado Napoleón. Todo ello permitiría llamarle de Ilustrísima para arriba pero como sólo sé francés de oídas, le llamaré simple pero educadamente, Messié Platini.

Le escribo porque acabo de leer una frase rimbombante de las suyas que me ha hecho mucha gracia: “El fútbol es como la música, un lenguaje universal, sin nación, ni raza”. Messié, comparar lo que hace Xabi, Iniesta, Ronaldo y otros peloteros insignes con lo que idearon Beethoven, Mozart o Tchaikovsky (unos mindundis, por supuesto) invita un poco a la reflexión sobre si lo que a usted le sobra es imaginación peloteril o lo que le falta es formación musical. Hablar de música, así, a palo seco, cuando hay tropecientos mil tipos de músicas, invita a caminar por arenas movedizas pero todo el mundo sabe (o debería saber) que la música de Champions, con mayúsculas, la hicieron –entre otros- esos tipos arriba mencionados. Quizás si usted se refería a la música que hoy día hacen multitud de analfabetos, lo mismo tiene razón, pero debería haberlo matizado pues todavía hay gente por este mundo –como el muá- que tiene clara aún la diferencia que hay entre el arte y la pedorreta.

No, el fútbol no es como la música, se ponga como se ponga, messié. No es un lenguaje universal porque hay millones de panolis a los que no les gusta el fútbol, nunca lo han practicado y se ciscan en él por cuanto ven que actúa de comedura de coco y engañabobos. Eso de que no tiene nación no se lo cree nadie pues precisamente uno de sus éxitos ha sido y es el parapetarse detrás del nombre de una ciudad o país, como si la selección española de peloteros unidos representasen a este país de locos o como si los grandes clubes fuesen el frasco de las esencias de las respectivas ciudades donde se ubican. La única patria del fútbol es el dinero y cualquier pequeñajo con balón incorporado le dirá a usted que de mayor quiere ser futbolista porque se cobra mucho, se trabaja poco y se sale mucho en las telecacas. (Eso sí, nadie habla del altísimo coste que tiene, con lesiones cada por tres, seis, pero París –el éxito, la pasta y la fama- bien vale dos roturas de ligamentos y una fractura de tibia y peroné). Lo de la raza no sé a qué cuento viene porque los orientales no parece que estén muy por la labor de perder el tiempo pegándole pataditas a un balón; los negritos prefieren el baloncesto si son de los USA y si malviven en las Áfricas están más por la labor de comer lo que puedan o lo que les caiga del cielo que distraer su dura existencia marcando goles en medio de la sabana. El futbolín es más bien un deporte de blancos satisfechos, ociosos y calentones, lo que no desmerece en nada el que pueda ser calificado de deporte apasionante, épico, descacharrante y bueno para la siesta, eso sí, sin sacarlo más allá de sus estrechos límites que son el ser más  simple que el mecanismo de un chupete, lo cual le aleja evidentemente de lo artístico, messié. Que muchísimos millones de tipos y tipas se lo pasen chachi piruli practicándolo (los menos) y viéndolo con una lata de cerveza al lado (los más) sólo demuestra que gran parte del género humanoide se contenta con poco…

Pero lo que marca la diferencia fundamental entre la música y el fútbol es que aquella sirve, además de para elevar el espíritu, para amansar a las fieras mientras que su deporte predilecto (del cual siempre ha vivido tan ricamente, por cierto) más bien lo que hace es excitarlas. Fíjese si serán “lenguajes” diferentes que la una necesita años de formación, aprendizaje y esfuerzo y el otro sólo precisa tener dos piernas y una cabeza que no piense mucho.

En fin, messié, no pretendo hacerle la puñeta ni la cusqui con esta carta pero comparar el fútbol con la música es equivalente a confundir la velocidad con el tocino y el culo con las témporas. Claro que si yo estuviese en el negocio en que usted está, lo mismo cambiaba de opinión, je, je…

Un saludo y reciba una cordial patada en las espinillas de parte del Juan Puñetas, su fiel crítico.

¡Música, ven; traspasa todo
-cuatro días, el ruido, un imposible-,
todo lo que separa todavía
mis oídos y el alma, de tus ojos!

(BLAS DE OTERO)

2 comentarios:

la verdad 30/5/09, 12:37  

En realidad cualquier comentario puede ser aplicado al fútbol en tanto que actividad humana. Pero ya comparar al fútbol con las Bellas Artes apropiándose de lo ajeno me parece de chorizos. Aunque el fútbol quizá sea más como el teatro, fingiendo golpes y contorsionándose para regocijo de la grada.

Eso sí, el fútbol, como el circo romano, gana al poderse presenciar desde dos anfiteatros opuestos.

Lo que me maravilla es que estos Platinis tengan tiempo para leer siquiera un poquito. Yo pensaba que sólo les quedaba tiempo para amasar y amasar dinero ajeno que convierten en propio con facilidad pasmosa. Mire usted, ahí hay otro arte: la prestidigitación.

Juan Puñetas 9/6/09, 23:04  

La última definición sobre la Cosa la leí el otro día a Di Stéfano, aunque tiene la disculpa de que el pobre ya tiene sus añitos y sabemos que las neuronas las vamos perdiendo irremediablemente. Dijo que "el fútbol es cultura pues se piensa con la cabeza y se juega con los pies". Me ahorraré comentarios porque todavía no estoy repuesto del schok emocional.

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).