14 de mayo de 2009

A VUELTAS CON LOS HIMNOS

No soy nada sospechoso de tener querencia por los himnos. Por cualquier tipo de himnos. Ninguno –por muy cercano que lo tenga- ha conseguido del muá unas lagrimitas de emoción, un leve erizamiento del vello ni un sentimiento de pertenencia a ninguna grey. Sin embargo uno entiende que haya multitud de gente a la que escuchar su himno nacional, regional, del partido o de la peña de cartas le haga tilín y tolón. Incluso que algunos se vuelvan –aunque sea por unos breves minutos- mejores personas. Por eso el Puñetas, si no tiene más remedio que escuchar un himno de lo que sea, rodeado de gente por todos los lados a los que sí les encanta y emociona, se limita a escuchar en silencio, sin dar la nota, aunque en su fuero interno esté maldiciendo el numerito. A esta actitud puñetera se le llama “buena educación”, de la que presumo. En cambio, lo que ayer se vio en Mestalla con la pitada masiva al himno español por parte de miles y miles de aficionados –se supone que vascos y catalanes-, fue un acto de pésima educación, pero comprensible porque en el interior de un estadio futbolero si algo falta siempre en la grada (y muy a menudo, en el césped) son las bellas maneras, las formas agradables, el fair play y esas bobadas del buen comportamiento y la urbanidad. Luego se extrañarán algunos que, a su vez, otros de la misma calaña les toquen también las narices con el mismo temucha. Y que el patio esté siempre la mar de cabreado y guerreado.

Todo esta merienda de blancos (dejemos a los negros en paz)  se acabaría si alguien con dos dedos de frente (yo diría que progresista) dijera que en un campo de juego los himnos sobran y que se acabó el numerito. Ni los equipos representan a los países o regiones o ciudades ni un estadio es el sitio adecuado donde dedicarse a los menesteres del tachín tachín. Mas como no hay quien le meta mano al asunto deberían al menos darle la vuelta e introducir todos los himnos necesarios para evitar escenitas como la de la final de Copa de este añete o discriminaciones intolerables. Así que modestamente propongo que ya que no hay nadie que tenga bemoles para quitar de un plumazo los himnos de los campos deportivos, deberían incrementarse para que así reflejen la cosa plural y todo el mundo quede contento (o cabreado). Así que ayer, en el Atletic de Bilbao- Barcelona no sólo debió de sonar el himno español sino el catalán y el vasco. Luego el himno de Valencia, por ser ciudad anfitriona. Luego el himno de los tres árbitros, cuyo mérito en el espectáculo nadie discutirá. Y, por supuesto, debieron sonar los himnos nacionales de todos los jugadores extranjeros, que también tienen su corazoncito. Muchos estadios abren sus puertas un par de horas antes del encuentro así que no podrá argüirse problemas de tiempo. Luego está el descanso y todos los múltiples parones que se producen en el juego, donde siempre se podrá colar –como se hace con la publicidad- un himno cualquiera. Así habría más justicia y ecuanimidad pues si algunos vascos pitan el himno español, algunos españoles abuchearán el vasco y así sucesivamente. (O habrá aplausos para todos, que lo dudo…).

No tengo confianza, francamente, en que ninguna de mis dos sugerencias extremas (quitar las canciones patrioteras y paletonas o radiar todas las de los artistas invitados a la fiesta) sean llevadas a  la práctica por quien o quienes corresponde. Pues lo siento… A decir verdad, ya está acostumbrado el Puñetas a que sus sensatas y chiripitifláuticas propuestas caigan en saco roto. Y así se arman los pifostios que se arman…    

2 comentarios:

la verdad 15/5/09, 2:03  

Pues yo creo que pitaron a lo que usted dice, a la sonatina del himno patriotero. Que lo quiten, que lo quiten.

No podrá usted hablar esta vez de falta de educación en la grada. Majestuoso fue ver a todos los vascos (igual que hacen en San Mamés) señalando al energúmeno que lanzó aquel objeto y atizó en la cabeza al catalán... perdoón, a Dani Alves. Todos los dedos enfocaban al mismo idiota que se dejó llevar por no sé qué fiebre estúpida y ciega.

Y los catalanes, al final —cuando los vascos arreciaron animando a su equipo en la ya inapelable derrota— coreando el nombre del rival.

En fin, que una final de guante blanco. Aguerrida, sí, pero sin acritud, que decía aquel otro listo.

Juan Puñetas 18/5/09, 0:29  

Me lo pinta usted de una manera que va a haber que subir a los altares a la afición bilbaina y barcelonina (observe, je, je, que reduzco la procedencia geográfica de los aficionados).

Menos mal que la final no salió parecida a la última que tuvo lugar entre ambos equipos, cuando todavía reinaba ese Dios llamado Maradona, que si no no sé qué estaríamos diciendo usted y yo a estas horas.

Al final (más bien, al principio), como era previsible, apareció un "enemigo" común que -curiosamente- esta vez no fue el árbitro. Y se llevó todo el pitaje.

En cualquier caso, ojalá que en la grada las hinchadas estén tan tranquilitas (o sea, civilizadas) como lo estuvieron aquí, aunque el 4 a 1 tranquilizó mucho a los unos y a los otros... (De haber llegado al final con empate y con varias jugadas polémicas en ambas áreas, ya hubiéramos visto...).

Ya ve que uno confía muy poco en los aficionados furtboleros, aunque a veces en vez de porrazos se den besitos.

  © Blogger template 'Greenery' by Ourblogtemplates.com 2008

¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).