8 de septiembre de 2010

QUÉ CARA ES LA VUELTA AL COLE Y QUÉ BARATO EL FÚTBOL


Adivina, adivinanza. ¿Sabe, lector, qué museo de Cataluña es el más visitado? ¿El de Dalí, el de Picasso, el de …? Sí, acertó, inteligente lector:  el museo del Barça. Es un dato más para que cualquier hispano enamorado de la cosa cultural y educativa salga huyendo Pirineos hacia arriba, camino del exilio, pero es un dato que refleja lo que hay: la obsesión enfermiza del personal por el mundillo del futbolín y del futbolón. De esto sabemos en el Arco un rato largo (llevamos seis añitos predicando en el desierto) y de eso ya hemos escrito lo nuestro, al punto de calificar heréticamente como “modernas catedrales” a esos mastodónticos y fríos estadios de fútbol a los que todos los años acuden miles y miles de peregrinos buscando al dios San Gol siguiendo el famoso Camino de la Champions y otros caminillos de menor porte pero no menos concurridos que el de Santiago.

Hagamos un brevísimo aparte. La entrada al Museo del Barça (incluyendo la visita al Nou Camp y al Espacio Multimedia) cuesta 19 eurillos al adulto (precios año 2009), según hemos averiguado en su web,  y si el visitante es niño o jubilado el coste baja a 15,50.  Por poner un ejemplo comparativo el Teatro-Museo Dalí de Figueras cuesta 11 euros, es gratuito para niños hasta los 8 añitos y hay precios reducidos para jubilatas, estudiantes y otras gentes sin un euro en el bolsillo.  Al personal no le importa pagar más, como en el museo culé, si  se lo pasa pipa mirando y remirando fotos y copichuelas, que es la manera más moderna de aumentar el acervo cultural propio.

Intrigado el Puñetas por estos datos tan sociológicamente esclarecedores, y teniendo a gala no haber pagado nunca por ver un partido de fútbol, y siendo habitual amante de museos pero de esos en que sólo se ven obras de arte y otras aburridas memeces, me he dado otro garbeo por la internet para ver a cuanto está el kilo de partido de fútbol del bueno. Y para no alejarnos mucho del centro de estudio (la modernista Barcelona) he podido comprobar en la web del Barça  que la entrada más barata del próximo partido liguero con el Hércules (cuyo único aliciente es cuántos goles se va a llevar el equipo alicantino a casa) cuesta la friolera de 32 euros y de ahí para arriba. El partido de Champions del próximo miércoles con el Panathinaikos griego, otra perita en dulce, cuesta de 42 euros para arriba. El Barcelona-Valencia del próximo 17 de octubre tiene fijada la entrada más barata a partir de los 60 euros y el inevitable Barça-Madrid (allá por noviembre) empieza con un precio de salida de 78 euros. Bah, una minucia al alcance de cualquier bolsillo.

¿Sabe, inteligente lector, que espectáculos tan sabrosones como los que próximamente brindarán en España el grupo musical U2 o el Cirque du Soleil, tienen unos precios de salida inferiores al de un partido normalucho de los aquí citados? Ahora deje su inteligencia aparcada en el perchero, salga a la calle a cuerpo y neurona descubierta y entreviste al personal. Casi todo el mundo dirá que ver el circo canadiense es carísimo, como lo es escuchar los gorgoritos y guitarrazos de la banda irlandesa. ¡Dónde va a parar lo que ofrecen estos pobres mendigos de la cosa de la cultura circense y musical con lo que brindan los genios del Messi, Xabi e Iniesta! “Para conseguir la victoria necesitamos que tú seas uno más del equipo” —dice la web del F.C. Barcelona donde se ve a estos tres figuras de la pelotita, al tiempo que uno les mira la cara de tristeza que destilan, como de no haber comido un bocata en una semana por culpa de un sueldo miserable, y entonces dan ganas de ir a socorrerles humanitariamente pasando por taquilla y dejándoles en ella de 40 euros en adelante para bocatas, copas y tiritas.

Oiga, lector, le doy un euro libre de impuestos si me presenta a alguien –desde individuo a medio de comunicación- que haya manifestado en los últimos tiempos que el fútbol es carísimo, que lo que cuesta comparado con lo que ofrece –como espectáculo archiconocido y repetitivo- da para una ridícula relación calidad/precio y que, encima, al menos cada quince días el tinglado exige rascarse el bolsillo, lo cual hace que al cabo de toda la temporada el desembolso alcance cifras de mareo y vómito. ¿Ha encontrado ya a algún protestón? Me temo que no. Ahora repare en que desde mediados de agosto las telecacas y otros mierdos de comunicación vienen dando la vara y la castaña sobre la enorme carestía de la vuelta al cole.

—Se me va un dineral, vecino, en apañar los libros, los lápices, los cuadernos, las zapatillas, la mochila, las gomas de borrar y el despertador para que el puñetero niño vaya al colegio a aprender unas cosas rarísimas que luego no le van a servir para el día de mañana.

Sí, desde mediados de agosto, todos los años, la cantinela de los mass media llega a los dulces oídos del paisanaje, que asiste tembloroso a los gastos que le esperan con el regreso del colegio. ¡Un libro de Matemáticas, 25 euros, madre del amor hermoso! ¡Un robo a mano armada! Y una mochila, que no le dura al crío ni dos meses porque tiene la mala costumbre de meterla en los charcos, se va a los 20 euros en cuanto tiene dos dibujitos en la tela. ¡Otro robo, vecino!

Total, que el personal se echa las manos a la cabeza y no para de protestar por lo carísimo que está todo lo relacionado con la vuelta al cole. Incluyendo las zapatillas y el despertador, que también son incluidos en el lote, por si acaso. Y uno se pregunta, y usted, inteligente lector: ¿Qué es más importante, el fútbol o la educación del niño? ¿Qué es más caro, un libro que durará todo un curso escolar o una entrada para 90 minutos de un Barça-Madrid? ¿Qué bula tiene el fútbol para que nadie le haga ascos por muy abusivo que sea el coste de la entrada, mientras que surge el clamor popular y mediático –casi en plan de linchamiento- por el “elevadísimo” precio de unos artículos destinados a ayudar a nuestros hijos a desasnarse, a ser personas formadas, inteligentes y libres? Ah, inteligente lector, que por eso mismo los medios y mucho personal ponen el gritazo en el cielo… Claro, claro, ahora lo entiendo…

—Sí, vecino, el libro de Lengua otras 25 castañas del ala. Y digo yo, ¿no tiene el niño ya una lengua, para qué quiere otra?
—Venga, déjate de quejarte y vámonos para el estadio que las entradas se acaban y nos quedamos sin ver al Ronaldo y al Mou…        

2 comentarios:

Dompepito 11/9/10, 1:17  

Ya el genial e inimitable Gila se le había anticipado a usted. Permítame dejar aquí una semblanza del humorista, donde destaca (por ser tan surrealista, o todavía más, que cualquiera de sus monólogos) una aventura vivida durante la Guerra Civil.

Como ve, la percepción del fútbol como epítome de la vida moderna ya la vislumbraron otros, como ya comentó usted el curso pasado dejando aquí un interesante texto.

Me temo, señor Puñetas, que asistimos a la crónica de una alienación anunciada. ¡Ay!, si algunos estadistas levantaran la cabeza... el disgusto que se iban a llevar. La clase obrera alienada y esquilmada y feliz por ello. Pero no..., no hubieran podido prever que el proletariado se dejara engañar tan obtusamente por un juego que promueve el Sistema.

Juan Puñetas 15/9/10, 23:00  

O sea, que si Carlitos Marx y Miguelito Bakunin levantaran la cabeza escribirían contra el fútbol lo que no está escrito en los papeles. La palabreja "alienación" ya la hemos escrito un par de veces y lo que te rondaré, Dompepito...

En cuanto a Gila, qué decirle, que no ha tenido sucesor porque hoy día los presuntos humoristas sólo son cuentachistes o, a veces, ni eso: unos guionistas les escriben sus paridas y ellos sólo ponen el careto. El Puñetas le recuerda que don Gila escribió y dibujó también en la prensa humorística de sus tiempos, como La Codorniz.

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