21 de noviembre de 2010

PERMISO PARA MEAR


No, si al final va a acabar el Puñetas reclamando para sí el titulín de defensor del deportista…

No crean que no estaría mal viendo como está el patio (véase mi artículín anterior) pero no es esa mi intención. Hay por ahí cada deportista de elite al que no socorrería ni en el momento de exhalar su último suspiro. En el término medio está la virtud, decía mi abuela, que no era nada virtuosa pero tampoco una cualquiera.

Yo creo que uno de los derechos humanos más básicos es el de mear y defecar en el sitio adecuado en cuanto las ganas aprietan. También debería ser un derecho constitucional. Lo que no es de recibo es que uno vea denegado el permiso de ir al retrete cuando ya no puede aguantarse más. Y todo porque “las normas son las normas”. ¿Y quién fue el majadero y subnormal que puso esas normas?

Viene todo este exordio a cuento porque me entero por Radio Macuto que la tenista Ana Ivanovic fue sancionada hace poco por ir al baño durante un partido. Y, francamente, los pelos se me han puesto como escarpias.

—Señor juez, o señor árbitro, o señor lo que sea: que me estoy meando las patas abajo u orinando, si usted no manda lo contrario, y que llevo un par de bolas aguantándome a más no poder pero es que ya mi vejiga no puede más. Hágame el favor, por fa…
—Le he dicho, señorita, que el reglamento es el reglamento y aquí pone que no puede abandonar el partido para hacer sus necesidades. Si lo hace será sancionada como mandan los cánones.
—¿Qué cánones ni qué niño muerto? ¡Me estoy meando, señor mío! ¿O quiere que lo haga aquí, delante de todo el respetable?
—Mire, señorita, le voy a sancionar por hablar tanto rato conmigo porque el partido está interrumpido por su culpa. Espérese al momento oportuno que fija el reglamento y no se hable más. Yo sólo soy un mandao, oiga…

La buenorra de Ana ya no podía más. ¿Qué podía hacer en este caso tan comprometido? ¿Orinarse allí mismo o salir disparada hacia el vestuario dejando con un palmo de narices al árbitro y a todo quisque?

Como era natural y comprensible, Ivanovic hizo lo que tenía que hacer. Tomó carretera y manta y se largó al WC de los vestuarios dejando plantada a toda la concurrencia, atónita por la espantada de la tenista serbia. Y el árbitro, en vez de coger el micrófono y explicarlo a la pata la llana (“querido público, disculpen la interrupción pero doña Ana Ivanovic tenía una urgencia imposible de delegar en otra persona”) se puso –cronómetro en mano- a ver cuantos minutos empleaba la meona en regresar de nuevo al rectángulo de juego.

Ochenta segundos. Sólo ochenta míseros segundos tardó Anita en regresar de nuevo al tinglado, tras hacer sus perentorias necesidades. Un record digno del Guinnes porque el retrete no estaba a la vuelta de la esquina. Y en vez de agradecerle su rapidez, el juez o arbitrejo, tiró de reglamento y le endosó cuatro puntos de sanción a la Ivanovic, uno por cada 20 segundos de ausencia.

Como el partido estaba en sus primeros juegos la cosa no tuvo mucha importancia pero pensemos por un momento en que hubiera ocurrido en las postrimerías del encuentro, en un juego decisivo para la resolución final del partido. O que hubiera ocurrido en el instante crucial de una final de Copa Davis (o Copa Federación), donde se supone que “representas” a tu país. Y que pierdes el partiducho por culpa de tu incontinencia urinaria o cagaria. Es que ya veo los titulares de los periódicos: “Serbia (o España, o Italia…) pierde el campeonato por culpa de una meada (o cagalera) inoportuna de su jugador número uno”.

No es serio. No es de gente seria que hasta en estas porcas miserias se metan los tipos esos que hacen el reglamento. ¿Es que ellos nunca mean a deshoras o imprevistamente? ¡Pero si casi todos tienen la próstata hecha puré, de lo vejestorios que son! ¿Es que son tan mal pensados que piensan que los jugadores van a usar triquiñuelas con las cosas de mear para alterar el resultado de un encuentro o el ritmo de partido de un rival? ¿Es que son tan majaderos y subnormales, como señalaba más arriba?

En fin, que estas cosas ni se discuten ni se sancionan. Vamos, digo yo…  

1 comentarios:

Cítrido Limóndez 12/12/10, 20:58  

No dejan a la chavala hacer pis y luego le piden que haga pis en un botecito. No se aclaran...

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).