LA MEJOR LIGA DEL MUNDO, JI, JI...
Una de las mayores trolas que los futboleros de este país se han inventado es que la Liga Española es la “mejor Liga del mundo”. Lo dicen los señoritos de las radios y telecacas, lo escriben los que viven del cuento de contar cuentos en torno a la pelotita, lo publicitan los propagandistas de la nada tipo Liga de Fútbol Profesional, jugadores interesados por aquello de elevar su caché, directivos que no tienen otra cosa que dirigir y, en fin, gente que pulula alrededor del futbolín para sacarse un buen sueldo a fin de mes. Lo más gracioso es que quienes ponen la pasta gansa para todo el negocio (los aficionados) también se lo creen. Lo pagan a precio de oro y todavía están encantados de haberse conocido.
¿Es la Liga española la mejor del mundo, tal y como rezan sus voceros de chichi y nabo? Pues no. Y esto no lo dice el Puñetas, quien actúa a modo de notario, sino gente entendida e independiente que usa el cerebrín para algo más que llevar el pelo, además de para poner en cuarentena lo que dicen tantísimos lumbreras como hay en este país.
La mejor Liga del mundo no se define así porque en ella, a golpe de talonario, jueguen los dos “mejores” jugadores del mundo. Eso de “mejores” habría que verlo porque el furbo es un deporte colectivo y ni Messi ni Ronaldo, de jugar en un equipo del montón, lo serían pues los goles, las jugadas, los desmarques, los pases y toda la parafernalia que se da en un partido dependen de todo el equipo. Si el equipo tiene excelentes jugadores, como es el caso, su máxima estrella brillará más que un sol. En caso contrario las estrellas argentina y portuguesa no darían más luz que una triste vela.
Una Liga como don Balón manda tiene que ser, por encima de todo, competitiva para el mayor número de equipos. La diferencia entre los 10 ó 12 equipos más punteros no tiene que ser excesiva y aunque en un torneo de largo recorrido en el tiempo al final siempre se impondrán los equipos más ricachones, lo cierto es que les debe costar mucha sangre, sudor hasta reventar y alguna lágrima que otra. Así, las ligas inglesa, alemana o italiana son mucho más igualadas que la española y en algunos casos hay que remontarse a la mitad de la tabla de la clasificación para encontrar una diferencia tan elevada como hay en la Liga española entre el primer y segundo clasificado respecto al tercero, cuarto o quinto. Sin cierta igualdad no hay competitividad ni interés real ni gaitas.
Esa falta de competitividad real, que haría que cada domingo y fiesta de guardar el Madrid y el Barcelona las pasasen canutas para ganar su partidín, es lo que hace que luego cuando salen a Europa se encuentren muchas veces sobrepasados por los acontecimientos, no pudiendo demostrar esa aparente superioridad que tienen por presupuesto y por jugadorazos. Los equipos italianos, alemanes o ingleses están acostumbrados a pelear con la máxima tensión y hasta el último minuto contra la mayor parte de sus contrincantes ligueros, lo cual les hace fuertes mentalmente, muy competitivos hasta en las circunstancias más adversas y por eso saben resolver la papeleta en encuentros de máximo nivel, pese a jugar aparentemente en desventaja. Los equipos españoles no suelen estar habitados a semejantes esfuerzos cotidianos y por eso se quedan en bragas (perdón, calzoncillos) habitualmente cuando traspasan los Pirineos.
Llevamos sólo parte de la primera eliminatoria de la Champions y League Europea y ya hemos visto los resultados. El Arsenal se merendó a “todo” un Barça, el Valencia no pudo pasar del empate con un Schalke que no hizo nada del otro jueves ni miércoles, el Villarreal se estrelló contra la muralla del Nápoles y el Sevilla la palmó contra un sencillito Oporto, otro equipo que juega en una liga muy poco competitiva como es la portuguesa, donde junto al Benfica son los únicos reyes de la pista. Y así les luce el pelo…
Si no hay competitividad y cierta igualdad en la competición liguera los equipos más perjudicados, a largo plazo, son los gallitos, los que presumen de ser los mejores porque cuando se enfrentan con otros equipos europeos acostumbrados a sudar la camiseta hasta la última gota partido tras partido, juegan en desventaja. Muchas manitas de goles ha hecho hasta la fecha el Barça messiano en la Liga española pero en cuanto se ha encontrado con un equipo guerrero, de esos que cada partido de la Premier League tiene que salir con el cuchillo entre los dientes o el decimoquinto de la tabla se lo merienda con patatas, el club de la Masía se ha quedado en cueros. Y es que el duopolio de la liga española es el origen del fracaso que luego tienen los equipos españoles en el mercado europeo, donde suele haber pocas peritas en dulce por lo que todos los partidos, especialmente los que se juegan “a cara de perro”, en plan eliminatoria, exigen una intensidad muy superior a la que se da en el mercado nacional, donde a veces se gana casi sin bajarse del autobús, o marcando goles como churros.
Sí, ya sabemos que los encantados de la vida se conforman con que cada cinco años se gane una copichuela europea (y a veces ni eso) pero teniendo en cuenta el potencial económico y social de los grandes de la liga española (Madrid y Barça), no deja de ser ese triunfito una escasa retribución. O dicho de otra manera: un sonoro fracaso. Claro que se lo tienen merecido porque nadie consigue grandes gestas y llegar a la cima del fin del mundo si en su país muy pocos le rechistan y se lo ponen difícil. Aquí, en "la mejor liga del mundo, ji, ji", los dos grandes caciques suelen ir bajo palio por falta de competencia y luego -cuando salen al extranjero- les pasa lo que les pasa. Y al resto de la tropa que tienen por debajo, a muy larga distancia, ni te cuento...
¿Es la Liga española la mejor del mundo, tal y como rezan sus voceros de chichi y nabo? Pues no. Y esto no lo dice el Puñetas, quien actúa a modo de notario, sino gente entendida e independiente que usa el cerebrín para algo más que llevar el pelo, además de para poner en cuarentena lo que dicen tantísimos lumbreras como hay en este país.
La mejor Liga del mundo no se define así porque en ella, a golpe de talonario, jueguen los dos “mejores” jugadores del mundo. Eso de “mejores” habría que verlo porque el furbo es un deporte colectivo y ni Messi ni Ronaldo, de jugar en un equipo del montón, lo serían pues los goles, las jugadas, los desmarques, los pases y toda la parafernalia que se da en un partido dependen de todo el equipo. Si el equipo tiene excelentes jugadores, como es el caso, su máxima estrella brillará más que un sol. En caso contrario las estrellas argentina y portuguesa no darían más luz que una triste vela.
Una Liga como don Balón manda tiene que ser, por encima de todo, competitiva para el mayor número de equipos. La diferencia entre los 10 ó 12 equipos más punteros no tiene que ser excesiva y aunque en un torneo de largo recorrido en el tiempo al final siempre se impondrán los equipos más ricachones, lo cierto es que les debe costar mucha sangre, sudor hasta reventar y alguna lágrima que otra. Así, las ligas inglesa, alemana o italiana son mucho más igualadas que la española y en algunos casos hay que remontarse a la mitad de la tabla de la clasificación para encontrar una diferencia tan elevada como hay en la Liga española entre el primer y segundo clasificado respecto al tercero, cuarto o quinto. Sin cierta igualdad no hay competitividad ni interés real ni gaitas.
Esa falta de competitividad real, que haría que cada domingo y fiesta de guardar el Madrid y el Barcelona las pasasen canutas para ganar su partidín, es lo que hace que luego cuando salen a Europa se encuentren muchas veces sobrepasados por los acontecimientos, no pudiendo demostrar esa aparente superioridad que tienen por presupuesto y por jugadorazos. Los equipos italianos, alemanes o ingleses están acostumbrados a pelear con la máxima tensión y hasta el último minuto contra la mayor parte de sus contrincantes ligueros, lo cual les hace fuertes mentalmente, muy competitivos hasta en las circunstancias más adversas y por eso saben resolver la papeleta en encuentros de máximo nivel, pese a jugar aparentemente en desventaja. Los equipos españoles no suelen estar habitados a semejantes esfuerzos cotidianos y por eso se quedan en bragas (perdón, calzoncillos) habitualmente cuando traspasan los Pirineos.
Llevamos sólo parte de la primera eliminatoria de la Champions y League Europea y ya hemos visto los resultados. El Arsenal se merendó a “todo” un Barça, el Valencia no pudo pasar del empate con un Schalke que no hizo nada del otro jueves ni miércoles, el Villarreal se estrelló contra la muralla del Nápoles y el Sevilla la palmó contra un sencillito Oporto, otro equipo que juega en una liga muy poco competitiva como es la portuguesa, donde junto al Benfica son los únicos reyes de la pista. Y así les luce el pelo…
Si no hay competitividad y cierta igualdad en la competición liguera los equipos más perjudicados, a largo plazo, son los gallitos, los que presumen de ser los mejores porque cuando se enfrentan con otros equipos europeos acostumbrados a sudar la camiseta hasta la última gota partido tras partido, juegan en desventaja. Muchas manitas de goles ha hecho hasta la fecha el Barça messiano en la Liga española pero en cuanto se ha encontrado con un equipo guerrero, de esos que cada partido de la Premier League tiene que salir con el cuchillo entre los dientes o el decimoquinto de la tabla se lo merienda con patatas, el club de la Masía se ha quedado en cueros. Y es que el duopolio de la liga española es el origen del fracaso que luego tienen los equipos españoles en el mercado europeo, donde suele haber pocas peritas en dulce por lo que todos los partidos, especialmente los que se juegan “a cara de perro”, en plan eliminatoria, exigen una intensidad muy superior a la que se da en el mercado nacional, donde a veces se gana casi sin bajarse del autobús, o marcando goles como churros.
Sí, ya sabemos que los encantados de la vida se conforman con que cada cinco años se gane una copichuela europea (y a veces ni eso) pero teniendo en cuenta el potencial económico y social de los grandes de la liga española (Madrid y Barça), no deja de ser ese triunfito una escasa retribución. O dicho de otra manera: un sonoro fracaso. Claro que se lo tienen merecido porque nadie consigue grandes gestas y llegar a la cima del fin del mundo si en su país muy pocos le rechistan y se lo ponen difícil. Aquí, en "la mejor liga del mundo, ji, ji", los dos grandes caciques suelen ir bajo palio por falta de competencia y luego -cuando salen al extranjero- les pasa lo que les pasa. Y al resto de la tropa que tienen por debajo, a muy larga distancia, ni te cuento...
2 comentarios:
La liga más aburrida del mundo, querrá usted decir. “No me gusta el fútbol, pero gustaríame que me gustase”, decía un buen señor (que en gloria esté), asturiano a más abundar.
No es posible que a alguien le guste el fútbol (ni cualquier otro deporte) si se conoce el desenlace antes del comienzo. Pero mientras la crisis asola, la Liga hace caja (y las teleles, y hasta parece que los anunciantes). Ahora ya sabemos que si el comedero del futbolín quiebra está Papá Estado para que no se rompa la crisma el invento que tiene alienados a los contribuyentes españoles.
Propaganda, Goebbels, Trileros, Engañabobos, Opio del populacho... Nada que no se haya estudiado ya con pelos y señales pero el personal sigue encantado de haberse conocido y se arrima al fuego enemigo que es un primor.
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