23 de febrero de 2005

CUANDO EL BALONCESTO LE PUEDE AL FÚTBOL

El deporte rey por excelencia es el fútbol, gracias a la prédica constante de la santa madre iglesia que es la televisión y a que dotado de unas reglas bastante caducas, le permiten estar siempre en el centro de la polémica y el cachondeo. Ese es su atractivo y de ahí que todos le echemos siempre una mirada curiosona, por mucho que a menudo despotriquemos sanamente de él: no del juego en sí, sino del montaje, de la representación y de su servicio postventa. Pero si hay una ciudad española donde existe otro deporte que le pueda mojar la oreja a nivel popular los 365 días del año, esa es Málaga. Ese deporte tan altanero no es otro que el baloncesto. Alguien se preguntará porqué esta rara excepción. ¿Casualidad? ¿Excentricidad? ¿Chi lo sá?

Quitemos interrogantes. El fútbol malagueño viene dando históricamente más penas que glorias. Equipo ascensorista (dos años en Primera, otros en Segunda y vuelta a empezar), nunca ha prendido en el ámbito empresarial pues mucho gol y mucha gaita, pero si no hay un capital detrás que lo financie todo, “rien de rien” que dicen los franchutes. Tan mal ha ido la cosa que recuerdo que el club desapareció hace ya años por problemas económicos y tuvo que remontar vuelo con otro nombre desde los niveles más bajos del fútbol competitivo español. La ciudad, ciertamente, ha evolucionado económica y poblacionalmente y ello ha motivado que en los últimos ocho años el equipo esté en Primera codeándose con los reyes del mambo (ya saben, Madrid, Barcelona…), aunque cada año tiene que vender a sus jugadores más destacados, rehaciéndose a sí mismo como la mítica Penélope, para casi volver a empezar. Hasta que un año de estos se pegue la torta padre y vuelva a descender. “Tenemos que hacer ingeniería financiera”, brama su presidente, más solo que la una, largando por su boquita que el club no tiene ayudas de las instituciones, que es una vergüenza y que bla, bla, bla.

En cambio, el baloncesto ha caído de pie en la ciudad desde que hace ya la tira de años un tal Javier Imbroda entrenara a un equipo de aficionados patrocinado por la empresa de ropa juvenil Mayoral. Quizás aquí empezó el germen del actual éxito pues es especialmente la gente joven quien está detrás del que luego sería el Unicaja. A diferencia del fútbol, tener las espaldas cubiertas con la primera Caja de Ahorros de Andalucía, hace mucho y bien. Y en esas estamos. Pero el verdadero éxito estriba no sólo en tener una afición amplia y joven, que llena a rebosar el palacio de deportes, sino que junto a la Caja de Ahorros hay también muchas empresas colaboradoras y un caldo de cultivo en una cantera de más de cinco mil chavales (algunos traídos de fuera) a los que se forma para un futuro perfectamente planificado por unos cuadros técnicos bien engrasados con ideas claras y un futuro bien cubierto. Únase a ello el marketing, la propaganda y los éxitos deportivos que poco a poco han ido llegando y, et voilá, ya tenemos un equipo del que poder presumir, no como esos del fútbol que encima cuando viene el Madrid a Málaga te clavan 300 euros para ver a Ronaldo atarse los cordones de la bota.

Y si a eso se une que a los jugadores de la élite les pagan bien, los tratan de maravilla y pasan unos inviernos la mar de calentitos con este clima divino que la geografía nos ha dado, pues miel sobre hojuelas, que decía mi abuela. No extrañará por ello que el hijo de aquel gigantón ucraniano llamado Sabonis juegue en la cantera del Unicaja mientras que el papá toma el sol en la playa, o que el amigo Garbajosa ya se esté pensando en quedarse a vivir en Málaga cuando se retire cansado de hacer pasar la pelotita por el aro.

Total, que cuando hay dinero, gente con ideas, se currela a los jóvenes y se entra emocionalmente en el entramado de la ciudad mediante campañas escolares, escuelas de baloncesto y otras saludables ideas, luego pasa lo que pasa: que a Florentino se le queda congelado el careto viendo perder la final a su equipo (formado con varios jugadores traídos del Unicaja a golpe de talonario). Claro que, seamos serios, una cosa es la Copa y otra la Liga española y europea, donde para ser un peso pesado no basta sólo con hacer cantera y tener una libreta de ahorro. Para ser un grande en estos torneos mayores, hay que ser algo más que un club o estar poblado de galácticos. Pero como de sueños también se vive, tal como vemos en las películas, pues eso: que a los del Unicaja les quiten ya la Copa bailada y lo soñado por bailar…

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